—¿Qué ha sido eso?
Fang no estaba seguro de si debía decírselo. El demonio que llevaba dentro quería dejar que el tigardo atacara a Nicolette y la matara. Así se solucionarían un montón de problemas.
Pero Nicolette era la madre de Aimée, y ella la quería. Eso bastó para que su parte no demoníaca ganara la partida.
—Es Wren. Creo que ha venido a por tu madre.
Aimée jadeó y lo miró.
—Tienes que detenerlo.
¿Justo en ese preciso momento?
¿Había perdido el juicio?
Miró sus pechos desnudos, aplastados contra su torso. Aimée solo llevaba unas braguitas rosa. Unas braguitas que quería quitarle con los dientes para lamerla hasta que le pidiera clemencia.
Sin embargo, a ella se le había pasado el calentón de golpe.
Más frustrado todavía que antes por la tensión sexual, gruñó:
—Que se lo coman.
—¡Fang!
—Vale, ya voy.
Usó sus poderes para ponerse unos vaqueros y saltó de la cama maldiciendo al tigardo con cada paso que daba. A esas alturas Wren tendría suerte si no lo mataba él.
Abrió la puerta una rendija.
Wren subía la escalera del Santuario en forma de tigre. Saltaba a la vista que iba de caza.
—Joder —murmuró Fang al darse cuenta de que el tigardo iba directo a la habitación de Nicolette.
En cuanto escuchó su voz, Wren se volvió y se echó al suelo, a punto para el ataque.
Fang contuvo el impulso de resoplar al verlo. Como si pudiera enfrentarse a él.
—Mueve el culo hasta aquí —le ordenó—. ¡Ahora!
Wren empezó a alejarse, una reacción que no mejoró el humor de Fang. Como no le hiciera caso, lo despedazaría.
Aimée se asomó a la puerta.
—Hazle caso, Wren. Por favor.
El tigardo se quedó inmóvil al oír su voz. Fang miró por encima del hombro para asegurarse de que no seguía desnuda y vio que tenía una mejilla enrojecida y los labios hinchados por sus besos. Pero al menos estaba vestida.
Antes de que pudieran moverse se abrió otra puerta. Aimée se ocultó justo cuando su hermano menor, Étienne, hacía acto de presencia. Era alto y rubio como el resto de los Peltier y apenas le llevaba unas cuantas décadas a Wren, si bien no parecía mayor que él en su forma humana.
El recién llegado se transformó de inmediato en oso.
Fang soltó un taco.
—No se puede luchar en el Santuario —dijo Fang entre dientes al tiempo que cerraba la puerta para proteger a Aimée. Se interpuso entre ellos y siguió hablando—: Ambos conocéis la irini, nadie puede romper las leyes que nos gobiernan.
—Está marcado, lobo. Quítate de en medio.
Fang se quedó quieto ante la advertencia de Papá Oso. En circunstancias normales el oso era simpático y amable. Pero el tono que había usado era muy serio y letal.
Wren adoptó forma humana para enfrentarse al famoso Papá Oso.
—No he hecho nada malo. Son gilipolleces y lo sabéis.
—Te has vuelto loco —dijo Papá Oso—. Has amenazado a mis cachorros y a mi pareja.
Fang tuvo que morderse la lengua. Joder, todos amenazaban a sus cachorros. Él mismo había llamado gilipollas a Dev cuando subía a su dormitorio y le había amenazado con darle una paliza.
Pero saltaba a la vista que Papá Oso no estaba dispuesto a darle cuartel a Wren.
—No, no lo he hecho —lo contradijo Wren, mirándolo con los ojos entrecerrados—. Pero puedes decirle a tu osa que he venido a por ella.
Papá Oso corrió hacia él.
Fang se interpuso entre ellos y atrapó al oso. Era fuerte, pero el demonio que llevaba dentro le permitió frenarlo y evitar que matara a Wren.
Papá Oso rugió, apartó a Fang de un zarpazo bestial y se abalanzó sobre Wren.
Wren adoptó forma de tigre y se lanzó a la garganta del oso justo cuando Étienne lo atacaba por la espalda. Gimió cuando Étienne lo estampó contra la pared y le desgarró una pata con sus temibles zarpas.
Aturdido, Wren se incorporó, pero la pata herida cedió.
Fang quería sumarse a la pelea, pero tenía un hombro desgarrado y sangraba por el costado. Joder, dolía horrores.
Los osos se levantaron sobre las patas traseras, listos para el ataque, pero apenas habían dado dos pasos cuando se produjo un fogonazo en el pasillo.
Wren retrocedió y se preparó para enfrentarse a la nueva amenaza, pero se detuvo en cuanto vio a Vane y a Fury en el pasillo.
Vane, que estaba en forma humana, se percató del hombro herido de Fang y soltó un gruñido.
—¿Aubert? ¿Te has vuelto loco?
Papá Oso, o Aubert, que así se llamaba, volvió a su forma humana, pero su hijo siguió en forma animal.
—Está sentenciado a muerte —soltó—. Nosotros te acogimos, lobo, cuando no teníais nada. ¿Así nos pagáis ahora?
La furia brillaba en los ojos de Vane.
—No, Aubert. No he olvidado la deuda que tenemos contigo y con Nicolette. Pero no me quedaré de brazos cruzados mientras dais caza a un inocente. Wren no tiene un clan que lo respalde. Por eso le ofrezco el mío.
La oferta descolocó a Fang. ¿Acaso Vane había perdido la cabeza? Ofrecerle refugio a alguien que el Omegrion buscaba era un suicidio.
Papá Oso estaba igual de pasmado.
—¿Vas a ponerte de su lado en contra del decreto del Omegrion?
Vane no vaciló al responder. Su rostro era una máscara letal.
—Así es.
Fang miró por encima del hombro de Wren y se quedó blanco al ver la determinación que brillaba en los ojos de Aimée.
—¡Ni se te ocurra meterte! —le ordenó mentalmente.
Como de costumbre, ella no le hizo caso.
—¡No!
Todos se giraron cuando Aimée gritó. Estaba en mitad del pasillo, pero solo Wren y él sabían de qué dormitorio había salido.
La vieron tragar saliva.
—Papá, por favor —dijo ella, mirando a su padre, aunque sus ojos se desviaron hacia Fang—. No lo hagas. Sería un error y lo sabes. Wren no es una amenaza para nosotros.
—¿Te has vuelto loca, hija? Ha venido a matar a tu madre.
Se abrieron más puertas. Los animales fueron saliendo de sus habitaciones para averiguar a qué se debía la conmoción. La cosa pintaba cada vez peor para Wren.
—Jamás saldrá con vida de aquí —dijo Papá Oso en tono amenazador—. Ni él ni vosotros.
Fang miró a Aimée.
—¿Qué coño vamos a hacer?
—Tómame de rehén.
Esas palabras lo dejaron sin aliento.
—¿Qué?
—Ya me has oído, Fang. Tenemos que sacar a Wren de aquí antes de que lo maten.
—Si lo hago, no podré volver aquí. Jamás.
Los ojos de Aimée se llenaron de lágrimas.
—Lo sé, cariño. Lo sé. Pero si Wren muere, no me lo perdonaré nunca. Por favor, ayúdalo.
Fang sentía deseos de gritar. Le estaba pidiendo demasiado. Y sin embargo, cuando miró a Wren, tan joven… y tan inocente, supo que tenía razón.
No podían dejar que el muchacho muriera. Además, como Vane y Fury intentaban ayudarlo, también los matarían. Tenía que proteger a sus hermanos a toda costa, aunque el demonio que llevaba dentro se estuviera relamiendo de gusto ante la idea de verlos morir.
¡Joder!
Un instante después, Fang la cogió, hizo aparecer un puñal y se lo llevó a la garganta. La ironía no se le escapó. Iba a perderla de la misma manera que la había conocido.
—Que nadie se atreva a seguirnos —advirtió a su familia—. La mataré si alguien lo hace. —Se volvió hacia sus hermanos y Wren—. Fury, Vane, sacad a Wren de aquí.
Wren estaba a punto de protestar, pero antes de que pudiera hacerlo, Vane lo cogió del cuello y lo sacó del pasillo.
Fang apoyó la frente en la de Aimée, tenía ganas de echarse a llorar por lo que estaban haciendo. Utilizó sus poderes, rastreó a sus hermanos y los siguió hasta una estancia oscura y sin ventanas.
La única luz procedía de sendas lámparas encendidas en dos mesitas auxiliares, una a cada lado de la estancia. Los muebles eran modernos y los aparatos electrónicos eran de última generación, por no mencionar que las paredes eran de acero oscuro.
Estaban en algún tipo de embarcación.
Apenas había identificado el lugar cuando Aimée se arrojó a sus brazos.
Vane soltó un taco.
—¿Os habéis vuelto locos? Con lo del tigre y lo vuestro, estamos bien jodidos.
—No, no lo estáis. —Wren intentó regresar al Santuario—. ¿Qué cojones pasa?
—He suprimido tus poderes —dijo Vane.
Wren sabía que no le serviría de nada abalanzarse sobre Vane (el lobo era demasiado poderoso para poder derrotarlo), pero a juzgar por la expresión de su cara era evidente que el tigardo se moría por intentarlo.
—Devuélvemelos.
Vane meneó la cabeza.
—No. No acabo de poner en peligro a todo mi clan para ver cómo te suicidas.
—No es tu lucha.
—Sí que lo es. No me voy a quedar de brazos cruzados viendo cómo muere un inocente por culpa de un gilipollas avaricioso.
—En fin, muchas gracias, don Altruista, pero este tigre no quiere tu ayuda. Así que métetela por donde te quepa —se burló Wren del heroísmo de Vane.
Alguien comenzó a aplaudir.
Fang, que seguía abrazando a Aimée, vio al Cazador Oscuro que respondía al nombre de Jean-Luc entrar por una puerta situada a la izquierda. Había sido pirata en su vida mortal y seguía conservando ciertos rasgos de su anterior existencia.
Llevaba un pequeño arete de oro en la oreja izquierda y vestía de negro de los pies a la cabeza, con pantalones de cuero, camisa de seda y botas de motero. Se había recogido la melena oscura en una coleta que resaltaba sus facciones aguileñas. Sus ojos eran tan negros que ni siquiera se distinguían las pupilas, y en ese momento brillaban risueños.
—Bien dicho, tigre.
—Cierra la boca, capullo, tampoco es tu pelea.
Jean-Luc bufó al escuchar el insulto.
—Chaval, será mejor que controles la lengua si no quieres que te la corten.
Wren dio un paso hacia el Cazador Oscuro, pero se quedó de piedra al ver a la humana con la que había estado relacionándose aparecer por la puerta que había detrás del pirata. El alivio que vio en su cara fue evidente.
La humana corrió hacia Wren y lo abrazó.
—Me alegro muchísimo de que te hayan encontrado antes de que fuera demasiado tarde. No irías a cometer una estupidez, ¿verdad?
—Sí, llegamos tarde, guapa —soltó Fury con sorna—. Aquí nuestro tigre ya había agitado el panal equivocado y había cabreado a las abejitas, en este caso osos. —Miró a Fang y después a Aimée—. Claro que, conociendo a los osos, perseguirán a los lobos antes que a un tigre. Estupendo, Fang, lo de ganar tiempo con su única hija ha estado muy bien. Sí, ha estado genial. Ya sabes que el chocolate es letal para nosotros. En fin, si querías suicidarte, hay maneras mucho menos dolorosas.
—Ya vale, Fury. —Vane se acercó a Fang y a Aimée—. Tenemos que enviarla de vuelta. Ahora mismo.
Fang pensó en cómo sería matar y enterrar a Fury. Aunque fuera su hermano, ese lobo seguía tocándole las narices, pero Vane tenía razón.
—Lo sé.
Las lágrimas brillaban en los ojos de Aimée, unas lágrimas que le destrozaban el alma y que se moría por secar con los labios.
—No quiero marcharme.
Esas palabras hicieron trizas su voluntad.
La expresión de Vane dejaba claro que aquello le sentaba tan mal como a él.
—Y yo que creía que mi relación con Bride estaba abocada al fracaso… humanos con animales, eso sí que es una putada.
Fang estaba totalmente de acuerdo.
Fury resopló.
—Tú eres el jefe, Vane. Así que cumple con tu trabajo.
El aludido puso los ojos en blanco y suspiró.
—Si tuviera dos dedos de frente, cosa que no tengo, no me habría metido en este lío. Habría dejado a Wren y a mi hermano en manos de los osos y me habría ido con mi mujer a un sitio bonito y tranquilo para criar a nuestros hijos. —Su furiosa mirada se detuvo en cada uno de ellos—. Pero es evidente que soy el tío más idiota del mundo.
En ese momento Jean-Luc se sacó un afilado estilete de la bota y se lo ofreció.
—Aquí tienes, mon ami. O ellos o tú. Un pinchacito y dirás adiós a todos tus problemas, ¿eh?
—No me tientes —gruñó Vane mientras los observaba uno a uno—. Wren, escúchame bien porque se te está acabando el tiempo. Si matas a Nicolette, estás muerto. No habrá manera de salvarte.
Wren resopló.
—No hay manera de salvarse de una sentencia de muerte y punto.
—Tú no estabas presente cuando se sometió a votación —señaló Fury, que se acercó a él meneando la cabeza—. Hubo división de opiniones.
Wren frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Que tienes una posibilidad de que la sentencia se revoque —explicó Vane—, pero se esfumará si matas a Nicolette por venganza.
Wren titubeó, como si estuviera discutiendo consigo mismo.
Vane suspiró.
—Si presentas pruebas que demuestren que no mataste a tus padres, Savitar revocará la sentencia del Omegrion.
Wren lo fulminó con la mirada.
—¿De qué coño estás hablando? Intentan matarme porque estoy saliendo con Maggie.
—¿Es que eres imbécil? —resopló Fury, disgustado—. Que estés saliendo con una humana solo fue el detonante para que Mamá Lo se decidiera a echarte. La sentencia de muerte se debe al asesinato de tus padres.
—¿Quién me acusa?
—Tu primo Zack.
Wren apretó los dientes mientras la furia se apoderaba de él.
El demonio que Fang llevaba dentro sabía a ciencia cierta que el tigardo era inocente. Y que estaba hasta las narices. Algo por lo que no podía culparlo.
Sin embargo, la situación lo cabreaba muchísimo. Si Wren se hubiera quedado tranquilito con Maggie, lejos del Santuario, él no se vería obligado a abandonar a Aimée.
Puto capullo egoísta.
—Podemos ayudarte, Wren —afirmó Vane con calma—. Pero tienes que confiar en nosotros.
Wren lo miró con desdén.
—No pienso fiarme de nadie, y mucho menos dejar mi vida en manos de otros. Lo único que he conseguido de esa forma ha sido que me den bien, y ya estoy hasta los cojones.
Fury torció el gesto.
—Vaya lengua tienes, tigre. ¿Has pensado en escribir cuentos para niños?
Fang le dio una colleja.
—¡Ay! —protestó Fury frotándose la nuca y lanzándole una mirada asesina.
—¿Yo era tan bocazas antes del ataque? —le preguntó Fang a Vane.
—Sí, y la mayor parte del tiempo sigues siéndolo. Pero nos hemos desviado del tema que estábamos discutiendo.
—No tenemos nada que discutir —zanjó Wren—. No puedes mantenerme aquí para siempre, lobo. Meterme en un barco ha sido un truco muy bueno para que pierdan mi rastro, pero no tardarán mucho en averiguar dónde estoy. Lo único que has conseguido es implicar a los Cazadores Oscuros en nuestra lucha. Y conociendo a Aquerón, estoy seguro de que no le va a hacer ninguna gracia. —Soltó un suspiro cansado y meneó la cabeza—. Seguirán persiguiéndome, sabéis que no se detendrán. Prefiero enfrentarme a ellos en mi terreno a dejar que me ataquen cuando les venga bien.
Wren se encaminó hacia la puerta.
Al pasar junto a Jean-Luc, el Cazador Oscuro le cogió el brazo. Antes de que Wren pudiera reaccionar, sintió un pinchazo.
Enfurecido, gruñó y cambió de forma, pero la oscuridad lo engulló todo antes de que pudiera hacer nada y cayó al suelo.
La humana se quedó helada.
—¿Qué le has hecho?
—Le he inyectado un tranquilizante.
Fury soltó el aire muy despacio, con la vista clavada en el tigardo inconsciente.
—Se despertará con un cabreo de dos pares…
—Ya —convino Jean-Luc—. Por eso sugiero que lo mantengamos dormido un par de días, hasta que se haya curado por completo y vosotros hayáis decidido lo que tiene que hacer.
Vane no parecía muy convencido.
—Sí, pero si no nos hace caso…
—Si se os ocurre algún plan —lo interrumpió ella—, yo me encargo de que os haga caso.
Fury se echó a reír en su cara.
—Menos humos, humana. Wren no es de la clase de bestia a la que se puede manipular.
Aimée meneó la cabeza e intercambió una mirada elocuente con Fang.
—No, Fury, te equivocas —dijo él—. Wren es diferente cuando está con ella.
Fury se acercó a Maggie y le cogió la mano. Se la giró para mirarle la palma.
—No están emparejados.
Aimée lanzó una mirada de adoración a Fang. Lo quería con toda su alma.
—No tienes que estar emparejado para querer mucho a otra persona. Creo que Wren le hará caso.
—No perdemos nada con intentarlo. —Vane se acercó a Wren—. Echadnos una mano.
Aimée apartó a Maggie mientras los hombres alzaban a Wren en forma de tigardo y enfilaban un estrecho pasillo en dirección a un lujoso camarote.
—¿Crees que podremos demostrar su inocencia? —preguntó Maggie a Vane cuando este cubría a Wren con una manta.
—No lo sé. Joder, ni siquiera estoy seguro de que no matara a sus padres. Su primo fue bastante convincente.
Aimée reprimió el impulso de darle un puñetazo al cabezota de Vane. Por fin entendía a quién se parecía Fang.
—No los mató —afirmó Aimée sin asomo de duda—. Yo estaba presente cuando lo llevaron al Santuario. Estaba muy traumatizado. Se quedó sentado en un rincón durante tres semanas, abrazándose por la cintura y meciéndose sin parar cada vez que estaba en forma humana. Siempre se acurrucaba cuando estaba en forma animal, ya fuera la de tigre, la de leopardo o la de tigardo.
Vane frunció el ceño.
—¿Estaba herido cuando os lo llevaron?
Aimée titubeó ante esa pregunta. Vane quería saber si se había peleado con sus padres. A decir verdad, Wren tenía un aspecto lamentable. Pero no quería decírselo porque en el fondo de su corazón y gracias a sus poderes como aristo sabía que Wren era inocente de todo.
—Estaba un poco magullado.
Vane no se quedó convencido.
—¿Un poco o un mucho?
—Vale, un mucho —admitió a regañadientes—. Pero si hubiera peleado con dos katagarios adultos, habría tenido heridas muchísimo más graves.
—A menos que los envenenara —apostilló Fury—. Zack no especificó cómo los había matado.
—Sigo sin creérmelo —dijo Maggie—. No es propio de él.
Fury soltó una carcajada burlona.
—Baja de la nube, nena, espabila. Salvo el pirata y tú, el resto de los presentes somos animales. Todos tenemos instintos asesinos.
Sí, pero mataban para proteger o para conseguir comida. No mataban por avaricia.
Aimée suspiró; miraba a un inconsciente Wren con expresión apesadumbrada.
—Lo pasó bastante mal durante la pubertad. Era incapaz de mantenerse en cualquiera de sus formas animales y tenía arrebatos muy violentos por tonterías.
—¿Como qué? —quiso saber Vane al tiempo que enarcaba una ceja.
—Bueno, la primera noche que trabajó en la cocina, Dev lo asustó y Wren le hizo un corte en el cuello con el cuchillo que tenía en las manos. Por suerte, Dev fue rápido al apartarse y todo se quedó en un rasguño. Pero si no hubiera sido tan rápido o si se hubiera tratado de un humano, la herida habría sido mortal.
Aun así, Fang sabía la verdad. Gracias a Thorn y a sus «regalos» no le quedaba la menor duda de lo que había pasado.
—Eso no implica que matara a sus padres.
—Pero siembra la duda —intervino Jean-Luc—. La gente normal no hace esas cosas.
Tal vez no en el mundo del pirata, pero Fang sabía lo que era volverse salvaje. Después de que Aimée lo sacara del infierno había tardado mucho en superar las pesadillas. En dejar de atacar a la gente por culpa del pánico. De no ser por Aimée, seguiría así.
—Cierto, pero sí alguien que ha sufrido un ataque muy violento del que fue incapaz de defenderse.
Fury meneó la cabeza.
—No sé, hermano. Creo que estás proyectando sobre Wren lo que te pasó a ti.
No, no lo estaba haciendo, pero tampoco podía hablarle de sus poderes ni del hecho de que hubiera vendido su alma.
Maggie miró a Aimée.
—¿Cuándo fue la última vez que Wren atacó a alguien sin que lo atacaran a él primero?
Aimée no titubeó al responder.
—Solo fue en esa ocasión con Dev, pero es cierto que Wren estaba muy asustado y tembloroso.
Maggie asintió.
—Justo lo que pensaba. Wren es inocente. Me dijo que sus padres se mataron el uno al otro y yo lo creo. Ahora solo tenemos que concentrarnos en buscar la manera de demostrarlo.
Sin embargo, Fang sabía que era más fácil decirlo que hacerlo.
Tras dejarlos solos para que discutieran los detalles, sacó a Aimée al estrecho pasillo.
—¿Qué hemos hecho, Aimée?
Ella alzó una mano para apartarle el pelo de la cara. Lloraría de buena gana por lo sucedido esa noche. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y regresar al dormitorio con Fang.
Pero no podía.
—Deja que vuelva e intente evitar que persigan a Wren.
—Yo digo que los mandemos a todos a la mierda. Vámonos a…
Su familia los perseguiría hasta el fin del mundo.
Aimée besó su áspera mejilla y le dio el medallón.
—Encontraré la manera de estar contigo, Fang. Te lo juro.
Fang asintió con la cabeza aunque no creía ni una sola palabra. La suya era una relación abocada al fracaso. Había llegado la hora del adiós, y lo sabía.