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John, necesito hablar contigo.

John, desde la silla de Tohr, vio a Wrath, que entraba al estudio y cerraba la puerta. Por la mueca del Rey, supo que se trataba de algo muy serio, fuera lo que fuera.

Dejó a un lado su lección de Lenguaje Antiguo y se preparó. Oh, Dios, ¿y si fuera sobre ese terrible rumor que hacía por lo menos tres meses que circulaba de boca en boca?

Wrath rodeó el escritorio y acomodó el trono para quedar de cara a John. Después se sentó y respiró profundamente.

Sí, eso era. Tohr estaba muerto y ellos habían encontrado el cuerpo.

Wrath arrugó el ceño.

—Huelo tu miedo y tu tristeza, hijo. Y puedo entender ambos, dada la situación. El funeral va ser dentro de tres días.

John tragó saliva, cruzó las manos sobre el pecho y las dejó en sus hombros. Sintió un intenso torbellino negro alrededor de él y quiso aislarse del mundo.

—La familia de tu compañero ha pedido a todos los practicantes que estén presentes.

John echó la cabeza para arriba.

—¿Qué? —articuló con los labios.

—Tu compañero de clase, Hhurt. No superó el cambio. Murió anoche.

Entonces, ¿Tohr no había muerto?

John se puso en pie de un salto. ¿Uno de los practicantes había muerto durante el cambio?

—Creí que ya lo sabías.

John negó con la cabeza y pensó en Hhurt. No había conocido al tipo muy bien, pero mierda, que mala suerte.

—A veces pasa, John. Pero no quiero que te preocupes por eso. Vamos a cuidarte muy bien.

¿Alguien había muerto durante la transición? Mierda…

Hubo un largo silencio. Luego Wrath apoyó los codos sobre las rodillas y se inclinó hacia delante. Su brillante cabello negro, al deslizarse sobre sus hombros, rozaba los muslos cubiertos por los pantalones de cuero.

—Escucha, John, necesitamos empezar a pensar a quién tendrás para ti cuando hayas superado el cambio. Es decir, de quién te va a alimentar.

John se acordó de Sarelle, a quien los restrictores habían secuestrado junto con Wellsie. Su corazón se encogió. Se suponía que ella iba a alimentarlo.

—Podemos hacer esto de dos maneras, hijo. Podemos buscar a alguien de fuera. Bella conoce algunas familias que tienen hijas y alguna de ellas… demonios, alguna de ellas podría incluso ser una buena compañera para ti. —John se puso rígido y Wrath dijo—: Tengo que ser honesto, sin embargo… No estoy totalmente de acuerdo con esta solución. Puede ser muy difícil encontrar a alguien de fuera en estos tiempos. Fritz tendría que conseguirla, y los minutos cuentan cuando el cambio llega. Pero si tú quieres…

John puso la mano en el antebrazo tatuado de Wrath y meneó la cabeza. No sabía cuál era la otra opción pero, maldita sea, no quería tener cerca a una hembra disponible. Sin pensarlo, dijo por señas:

—No quiero compañera. ¿Cuál es mi otra opción?

—Tendríamos que usar a una de Las Elegidas.

John echó la cabeza a un lado.

—La Virgen Escribana tiene un círculo íntimo de hembras, que viven al otro lado. Rhage usa a una de ellas, Layla, para alimentarse porque no puede dejar a Mary sin sangre. Layla es segura y podemos tenerla aquí en un abrir y cerrar de ojos.

John rozó el antebrazo de Wrath y asintió con la cabeza.

—¿Quieres usarla?

Sí, quienquiera que fuera.

—De acuerdo. Está bien. Buen trato, hijo. Su sangre es muy pura y eso te ayudará.

John se recostó en la silla de Tohr y oyó débilmente el antiguo crujido del cuero. Pensó en Blaylock y en Butch, que habían sobrevivido al cambio… primordialmente pensó en Butch. El poli se veía tan feliz. Tan grande. Tan fuerte.

Valía la pena correr el riesgo de la transición, se dijo John. Por lo demás… como si le quedara otra opción.

Wrath se anticipó.

—Voy a pedírselo a la directriz de Las Elegidas, aunque sólo sea una formalidad. Es gracioso, así se acostumbraba a hacer antes: los guerreros eran introducidos a su poder por esas hembras. Mierda, van a morirse de la dicha. —Wrath se pasó una mano por el pelo—. Querrás conocerla, por supuesto.

John asintió y al instante se puso nervioso.

—Oh, no te preocupes. Layla te gustará. Demonios, después de todo, dejará que la uses aunque no quiera. Las Elegidas pueden ser muy buenas en la iniciación de machos. Algunas de ellas, como Layla, han sido entrenadas para eso.

John sintió como una bofetada: su estúpida expresión lo traicionaba. Wrath no hablaba de sexo, ¿o sí?

—Sexo. Dependiendo de cómo sea el cambio para ti, puedes querer sexo inmediatamente. —Wrath soltó una retorcida risita—. Pregúntale a Butch.

John miró al Rey y parpadeó como un faro.

—Entonces, está hecho.

Wrath se levantó y empujó hacia atrás el pesado trono, sin ningún esfuerzo. De improviso arrugó el ceño.

—Por cierto, ¿qué creías que te iba a decir cuando he entrado aquí? He visto cómo me has mirado, con verdadero pánico.

John dejó caer la cabeza y distraídamente acarició el brazo de la silla de Tohr.

—¿Creíste que era algo sobre Tohrment?

La sola mención del nombre hizo que los ojos de John ardieran y se negó a mirar a Wrath, que suspiraba.

—¿Pensaste que había venido a decirte que estaba muerto?

John se encogió de hombros.

—Bueno… no creo que lo esté, gracias al Ocaso.

La mirada de John se fijó en las gafas oscuras del Rey.

—Todavía puedo sentir su eco en mi sangre… es él. Cuando perdimos a Darius no pude sentirlo más en mis venas. Por eso creo que Tohr está vivo.

Sintió algo de alivio y volvió a acariciar el brazo del sillón.

—¿Crees que se olvidó de ti porque no ha llamado o no ha vuelto?

John asintió.

—Mira, hijo, cuando un macho vinculado pierde a su compañera… se pierde a sí mismo. Es la separación más dura que te puedas imaginar… más dura, según he oído decir, que perder un hijo… Tu compañera es tu vida. Beth es la mía. Si algo le llegara a pasar a ella… sí, como le dije a Tohr una vez, ni siquiera soy capaz de pensar eso hipotéticamente. —Wrath apoyó la mano en el hombro de John—. Te diré algo. Si Tohr regresa, será por ti. Te quiere como si fueras su hijo. Quizá deje la Hermandad, pero será incapaz de abandonarte a ti. Tienes mi palabra.

Conmovido, John parpadeó. No iba a llorar delante del Rey. Apretó los dientes y las lágrimas se secaron en su lugar. Wrath asintió como si aprobara ese esfuerzo.

—Eres un macho de valor, John. Tohr debe sentirse orgulloso. Ahora voy a resolver lo de Layla.

El Rey caminó hacia la puerta pero luego volvió la cabeza.

—Z me ha dicho que sales a andar con él todas las noches. Bien. Quiero que sigas esa rutina.

Cuando Wrath salió, John se recostó en la silla. Dios santo, esos paseos con Z eran muy extraños. No hablaban, solos, vestidos con anoraks, andando en silencio entre los pinos, antes de la llegada del alba. Esperaba que el hermano le hiciera preguntas, algo así como pinchazo y aguijón, para averiguar lo que tenía en la cabeza. Nada… todavía.

Era entretenido y con el paso del tiempo había llegado a confiar en esas pequeñas incursiones. Y después de su charla sobre Tohr, iba a necesitar una esa noche.

‡ ‡ ‡

Butch corrió por la terraza hasta la cornisa. Se asomó al borde y miró abajo pero no pudo ver nada: estaba muy lejos y no había luces en ese lado del edificio. ¿El ruido de un cuerpo al caer? No había oído nada.

—¡Vishous!

Oh, Dios… tal vez si bajara rápido, podría… mierda, ir por Havers… o por alguien… Se volvió, listo para correr hacia el ascensor…

Vishous apareció delante de él como un resplandeciente fantasma, un cabal reflejo de lo que el hermano había sido, una visión etérea de su único amigo verdadero.

Butch dio un traspiés, con un patético gemido en la boca.

—V…

—No he podido hacerlo —dijo el fantasma.

Butch arrugó la frente.

—¿V?

—Por más que me odie a mí mismo… no quiero morir.

Butch se congeló y corrió como un metal al rojo vivo hacia su compañero.

—¡Bastardo! —Sin pensarlo, Butch rodeó con sus manos la garganta de Vishous—. ¡Joder! ¡Hijo de puta! ¡Me has asustado, a punto he estado de morir de un infarto!

Le lanzó un directo a la cara de V y el puño se estrelló contra el maxilar. Se preparó para repetir el golpe, absolutamente lívido. En vez de luchar contra él, V echó sus brazos alrededor del cuello de Butch, agachó la cabeza y simplemente… lo abrazó. Se estremeció y tembló con fragilidad.

Maldiciendo al hermano hasta el infierno y un poco más allá, Butch absorbió todo el peso de Vishous y sostuvo en alto su brillante y desnudo cuerpo mientras el viento frío revoloteaba alrededor de ambos.

Cuando se libró de todos sus juramentos, susurró en el oído de V:

—Si vuelves a tirarte así, yo mismo te mato, hijo de puta. ¿Está claro?

—Creo que estoy perdiendo la claridad mental —dijo V contra el cuello de Butch—. Lo único que siempre me ha salvado, y lo estoy perdiendo… Ya no tengo nada, nada…

Butch lo estrechó entre sus brazos, con una sensación de alivio. No tuvo tiempo de pensar mucho más en eso porque algo caliente y húmedo se le escurrió por el cuello de la camisa. Le pareció que eran lágrimas pero no prestó atención, totalmente aterrorizado por la muestra de debilidad de V. Asumió que su amigo lloraba y punto.

Butch puso la mano en la nuca de su compañero y murmuró:

—Te salvaré para que recuperes tu inteligencia, ¿qué te parece? Te mantendré seguro.

Cuando Vishous finalmente asintió, Butch experimentó una extraña sensación. Mierda… un brillante rayo de luz se abatió sobre él, y Butch sintió que lo bañaba entero. Ni quemaba ni dolía. De hecho… se filtraba a través de la piel…

¿Por qué no se quemaba?

Entonces resonó una voz de hembra:

—Esto es lo que debe ser, la luz y la oscuridad juntas, dos mitades formando una unidad.

Butch y V miraron alrededor. La Virgen Escribana flotaba sobre la terraza, sus vestiduras negras no se movían a pesar de las ráfagas que soplaban por todas partes.

—Por eso no os consumís con los potentes rayos —siguió ella—. Él te vio desde la estrella. —La Virgen Escribana sonrió un poco—. Y ése es el mensaje que el destino nos trae, Butch, descendiente de Wrath hijo de Wrath. El Destructor ha llegado y ése eres tú. Ahora comienza una nueva era en esta guerra.