42

A medio kilómetro de distancia, en su apartamento con vistas al río, Vishous cogió una botella nueva de Grey Goose y la destapó. Al servirse otro vaso de vodka, observó el par de botellas de un litro ya vacías en el bar.

Necesitaba conseguirse otro amigo. Y muy pronto.

La música rap retumbaba. Cogió el vaso y la botella de Goose y se encaminó hacia la puerta corredera. La abrió con la fuerza de su mente.

Una explosión de frío lo sacudió. Sintió escozor en toda la piel. Se rió mientras exploraba el cielo de la noche y bebía sin cesar.

Qué buen mentiroso era. De los mejores.

Pensaban que él estaba bien porque había arreglado sus pequeños problemas. Usaba un sombrero de los Red Sox para ocultar que le temblaba el ojo. Tenía conectada la alarma de su reloj para que sonara cada media hora, pues de ese modo se libraba de las pesadillas que lo angustiaban. Comía aunque no tenía hambre. Bebía aunque no tenía sed. Se reía aunque no hubiera nada gracioso de que reírse.

Y fumaba como una chimenea.

Había llegado tan lejos que incluso había mentido a Wrath a la cara. Cuando el Rey le preguntó cómo iban las cosas, V miró al hermano a la cara y le dijo, con voz reflexiva y pensativa, que aunque continuaba «bregando» por quedarse dormido, la pesadilla se había «ido» y ahora se sentía mucho más «estable».

Puras tonterías. Era como un ventanal de vidrio con un millón de grietas. Creía que lo único que necesitaba era una palmadita en el hombro. No se iba a dejar amedrentar ni quebrantar por nada.

Por supuesto, sus visiones y la falta de sueño empeoraban la situación. Pero él sabía cuál era la causa real de su malestar. Ver a Butch con Marissa lo estaba matando.

Demonios, V no se sentía mal porque fueran felices, ésa no era la causa de su malestar. Al contrario, se alegraba de haber ayudado a ese par, e incluso le estaba empezando a gustar un poco Marissa. Pero le dolía tenerlos cerca.

Aunque era totalmente inapropiado e innecesario, aún pensaba en Butch como si fuera él. Lo había traído al mundo. Habían vivido juntos durante cuatro meses. Lo había rescatado de la muerte después de las torturas de los restrictores. Y lo había sanado. Él.

Con una maldición, Vishous se dirigió a la baranda de un metro con veinte centímetros que rodeaba la terraza del ático. La botella de Goose hizo un pequeño ruido raspante cuando la dejó en el suelo. Se llevó el vaso a la boca y tragó todo su contenido. Oh… alto ahí, necesitaba más. Escanció más vodka y tiró un poco al suelo al servirlo. La botella de Goose sonó otra vez cuando la volvió a dejar.

Bebió hasta el fondo. Se apoyó en la baranda y miró a la calle, treinta pisos. Sintió vértigo y se mareó. Del revoltijo de sensaciones y temores, sacó el nombre para su marca particular de sufrimiento. Corazón roto.

Mierda… ¡vaya lío!

Sin alegría, se rió de sí mismo. El sordo sonido de la carcajada fue absorbido por las rachas del viento amargo de marzo.

Puso un pie desnudo en la piedra fría. Cuando consiguió equilibrarse, se miró la mano sin guante. Y se congeló de terror.

—Oh… no

‡ ‡ ‡

El Señor X miró a Van y meneó la cabeza lentamente.

—¿Qué estás diciendo?

Estaban en un resquicio de sombra, en la esquina de las calles Comercio y Cuarta, y al Señor X le alegraba que nadie los viera. Porque no podía creer lo que estaba oyendo y no quería parecer nervioso delante de los otros.

Van se encogió de hombros.

—Es un vampiro. Parece uno. Actúa como uno. Y me reconoció inmediatamente, aunque no tengo ni idea de cómo me vio. El restrictor simplemente se… vaporizó. El otro hermano, el rubio, también se quedó totalmente asombrado… ¿Son frecuentes estas cosas?

Nada de eso pasaba con frecuencia. Sobre todo que un tío que ha sido un humano se convierta de repente en vampiro, con colmillos y todo. Esa mierda era contra natura, lo mismo que desintegrar a un restrictor de esa manera…

—¿Y después se fueron? —preguntó el Señor X.

—El hermano rubio parecía muy preocupado por su compañero.

Lealtad. Jesucristo. La lealtad, siempre con esos hermanos.

—¿Notaste algo particular en O’Neal? ¿Algo nuevo? ¿Algo distinto? ¿Algo que le hubiera sucedido durante el cambio?

A lo mejor Van había malinterpretado…

—Hmm… tiene una mano jodida. Algo raro.

El Señor X sintió un hormigueo: una campana que tañía dentro de su cuerpo. La voz le salió deliberadamente calmada.

—¿Qué tenía de raro?

Van le mostró su mano y curvó el meñique en lo alto.

—La tenía doblada como así. El dedo rígido y torcido, como si no lo pudiera mover.

—¿Qué mano?

—Eh… la derecha. Sí, la derecha.

Aturdido, el Señor X se recostó contra la pared. La profecía le vino a la mente:

Vendrá uno que traerá el fin antes del Amo,

un luchador del tiempo moderno hallado en el séptimo del veintiuno,

y será conocido por los números que lleva:

uno más que la brújula percibe,

aunque sólo cuatro puntos por hacer con su derecha,

tres existencias tiene,

dos marcas por delante

y con un ojo amoratado, en un pozo nacerá y morirá.

La piel del Señor X se curtió toda. Mierda. Mierda.

Si O’Neal podía sentir a los restrictores, tal vez fuera porque veía uno más que la brújula. Y lo de la mano encajaría si no fuera capaz de apuntar o señalar con su meñique. ¿Y de la cicatriz extra… un momento… el hueco por donde el Omega le había insertado una parte de él a O’Neal… incluyendo su ombligo, serían dos marcas por delante. Tal vez el ojo amoratado fuera el ojo que mencionaban Los Pergaminos. Y en cuanto al pozo donde nacerá y morirá, O’Neal había nacido en la ciudad de Caldwell, también conocida como «the Well», el pozo, y como vampiro probablemente moriría aquí en algún momento.

La ecuación cuadraba aunque lo verdaderamente sorprendente no eran las matemáticas. Nadie, pero lo que se dice nadie, había oído que un restrictor fuera inhalado por otro.

El Señor X contempló a Van, desilusionado, cuando comprendió el alcance de todo aquello.

—Tú no eres el único.

‡ ‡ ‡

—Deberías haberme abandonado —exclamó Butch cuando él y Rhage se dirigían a las afueras del edificio de V—. Deberías haber perseguido al otro restrictor.

—Correcto. Parecías un animal atropellado por un coche en la carretera, y había más verdugos de camino, te lo garantizo. —Rhage meneó la cabeza, con su aspecto especial de ardilla muerta. Se bajaron del Escalade—. ¿Quieres que suba contigo?

—Como quieras. Por mí, deberías regresar y luchar contra esos malnacidos.

—Déjate de chorradas. —Rhage sonrió un poco y después se puso serio—. Escucha, sobre lo que pasó…

—Para eso voy a ir a hablar con V.

—Bien. V lo sabe todo. —Rhage puso las llaves del Escalade en la mano de Butch y le dio un apretón en los hombros—. Llámame si me necesitas.

El hermano desapareció en el tenue aire de la noche y Butch entró al vestíbulo, saludó al guarda de seguridad y cogió un ascensor. Tardó una eternidad en subir. El mal corría por sus venas. Su sangre sería negra otra vez. Lo intuía. Y, por si fuera poco, hedía a talco de bebé. Se sentía como un leproso.

Al llegar oyó el estruendo de la música. Chicken N Beer, de Ludacris, por todo el lugar.

Llamó a la puerta.

—¿V?

No hubo respuesta. Iba a llamar otra vez cuando, de repente, la puerta hizo clic y se medio abrió unos centímetros. Butch la empujó, todos sus instintos alerta, aullando en su interior, mientras el rap sonaba más fuerte.

—¿Vishous?

Una brisa fría atravesaba el apartamento. La puerta corredera de la terraza estaba abierta de par en par.

—Oye… ¿V?

Butch le echó una ojeada al bar. Vio dos botellas vacías de Goose y tres corchos sobre el mostrador de mármol. ¡Vaya juerga que se estaba corriendo el hermano!

Fue a la terraza. Confiaba en encontrar a V inconsciente, durmiendo la mona. Pero en vez de eso, Butch se quedó helado con lo que vio: Vishous se había subido a la baranda de la terraza, desnudo, y oscilaba en el viento, brillante por todas partes y… borracho.

—Jesucristo… V.

El hermano giró en redondo y abrió sus brazos resplandecientes. Con una sonrisa demente, se movió en un círculo.

—Hermoso, ¿verdad? Está en todas y cada una de mis partes. —Se llevó una botella de Goose a los labios y tragó bastante—. Oye, ¿crees que hoy en día a ellos les gustaría atarme y tatuarme cada centímetro de mi piel?

Butch cruzó la terraza con mucha lentitud.

—V, hombre… ¿por qué no te bajas de ahí?

—¿Por qué iba a hacerlo? Creo que soy capaz de volar. —V miró al vacío de treinta pisos. Se columpiaba hacia atrás y adelante en el viento y su cuerpo radiante se veía muy hermoso, perfecto—. Sí, soy tan astuto que seguro que puedo vencer a la gravedad. ¡Joder! ¿Quieres verlo?

—V… V, compañero, bájate de ahí.

Vishous lo miró e inesperadamente pareció recobrar la sobriedad, las cejas juntas en mitad del entrecejo.

—Hueles como un restrictor, compañero.

—Lo sé.

—¿Y eso por qué?

—Te lo contaré si te bajas.

—Sobornos, sobornos… —V bebió otro trago de whisky—. No quiero bajarme, Butch. Quiero volar… volar lejos. —Elevó la cabeza al cielo y dio un traspiés… entonces volvió a columpiarse, balanceándose hacia delante, hacia atrás—. Uups. Que me caigo.

—Vishous… Por favor… baja de ahí.

—Entonces, poli… conque el Omega está otra vez dentro de ti. Tu sangre debe ser negra. —V se apartó el pelo de los ojos y se le vieron los tatuajes en las sienes, alumbrados por el resplandor de debajo de la piel—. Pese a eso, no eres intrínsecamente malvado. ¿Cómo dijo ella? Ah… sí… el trono de la maldad está en el alma. Y tú… tú, Butch O’Neal, tienes un alma buena. Incluso, mejor que la mía.

—Vishous, bájate. Ahora mismo…

—Me gustas, poli. Desde el momento en que te conocí. No… no fue amor a primera vista. Quería matarte cuando te conocí. Pero después me caíste bien. Mucho. —Dios, jamás había visto una expresión semejante en el rostro de V. Triste… cariñosa… pero sobre todo… anhelante—. Yo te vi con ella, Butch, te vi… haciéndole el amor.

—¿Qué?

—Con Marissa. Te vi a ti, encima de ella, en la clínica. —V movió su mano incandescente atrás y adelante—. Fue un error, ya lo sé, y lo siento mucho… pero no pude dejar de mirar. Vosotros dos sois tan hermosos cuando estáis juntos y yo quería que… mierda, lo que sea. Quería sentir eso. Sí, al menos una vez… quería saber qué es tener sexo normalmente, preocuparse porque la otra persona se corra al mismo tiempo que tú. —Rió con un horrible estallido—. Bueno, lo que a mí me excita no es precisamente normal, ¿verdad? ¿Me perdonarás mi perversión? ¿Algún día me perdonarás mi embarazosa y vergonzosa depravación? Joder… qué degradación.

Butch estaba dispuesto a escuchar o a decir cualquier cosa con tal de que su amigo se bajara de esa cornisa. Tuvo la sensación, sin embargo, de que Vishous se sentía horrorizado consigo mismo.

—V, compañero, estamos bien. Tú y yo… estamos bien.

Vishous cambió de expresión: su cara se tornó una máscara fría, perfectamente escalofriante, dada la situación.

—Eres el único amigo que tengo. —Y siguió con esa risa horrible—. Aunque tengo a mis hermanos, eres el único al que siento cerca de verdad. No soy bueno para hacer relaciones, tú me entiendes, ¿verdad? Eres diferente a los demás.

—Significas lo mismo para mí, V. Nosotros podemos…

—No eres como esos otros, nunca te ha importado que yo sea distinto. Los otros… me odian porque soy distinto. No es que eso me importe. Ahora todos están muertos. Muertos, muertos…

Butch no tenía idea de qué diablos estaba hablando V pero el contenido era lo de menos. El problema estaba en el tiempo que usaba para hablar, pretérito.

—Todavía soy tu amigo. Siempre seré tu amigo.

—Siempre… qué palabra tan entretenida, siempre.

V empezó a doblar las rodillas, conservando precariamente el equilibrio al agacharse.

Butch se movió hacia delante.

—No, poli, no hagas eso. Detente ahí mismo. —V bajó el Goose y pasó sus dedos por el cuello de la botella—. Esta mierda me cuida.

—¿Por qué no lo compartimos?

—No. Pero puedes quedarte con lo que sobre. —Los ojos de diamante de Vishous se movieron hacia arriba y el izquierdo comenzó a dilatarse hasta que devoró toda su parte blanca. Hizo una pausa muy larga y luego se rió a carcajadas—. ¿Sabes? No puedo ver nada… incluso cuando me abro a mí mismo, cuando me lo propongo, estoy ciego. Tengo un futuro dañado. Soy como una de esas lámparas de cuello flexible, de esas que enchufas a la pared y lucen.

—Vishous…

—Eres un buen irlandés, ¿verdad? —Butch asintió y V dijo:

—Irlandés, irlandés… déjame pensar. Sí… —La mirada de Vishous se calmó. Con voz quebrada, dijo—: La carretera puede alcanzarte. El viento siempre puede estar a tu espalda. El sol puede brillar y calentar tu cara y la lluvia caerá suavemente sobre tus campos. Y… mi querido amigo… hasta que nos volvamos a encontrar puede el buen Dios tenerte en la palma de Su mano.

Con una poderosa e inesperada maniobra, V brincó hacia atrás desde la cornisa y se arrojó al sutil aire de la noche.