38

Un par de minutos más tarde, Marissa se aferró al hombro de V cuando el hermano apagó el desfibrilador.

—¡No puedes dejarlo!

—No voy a hacerlo. Dame tu brazo. —Cuando ella lo hizo, Vishous le hizo un corte en la muñeca—. Ponla en su boca. ¡Ya!

Marissa separó los labios y los dientes de Butch y puso la muñeca justo donde debía, al tiempo que Vishous reanudaba las compresiones pectorales. Contuvo la respiración y rezó para que Butch empezara a beber, esperando que algo de ella se metiera dentro de él para ayudarlo a vivir.

Pero no… estaba muerto… Butch estaba muerto… Butch estaba muerto…

De pronto, alguien gimió. Ella. Sí, ella hacía ese ruido.

Vishous hizo una pausa y palpó el cuello de Butch. Cogió el estetoscopio. Iba a auscultarle cuando Marissa pensó que había visto moverse el pecho de Butch. O tal vez no.

—¿Butch? —dijo ella.

—Siento algo —dijo V—. Sí… siento algo…

Las costillas de Butch se expandieron momentáneamente. Después su boca se apretó contra la muñeca de Marissa.

Ella colocó el brazo para que la herida encajara mejor entre sus labios.

—¿Butch?

El pecho de él se hinchó más y su boca retrocedió a la caza de la vena mientras llenaba de aire los pulmones. Hubo otra pausa y enseguida una nueva bocanada. Más intensa aún…

—¿Butch? ¿Puedes…?

Los ojos de Butch se abrieron. Y el frío inundó el corazón de Marissa.

El macho que amaba no estaba en esa mirada. Ahí no había nadie, ni nada. Sólo hambre.

Con un gruñido, él le sujetó el brazo, con un puño tan poderoso que ella jadeó. No tenía escapatoria. Butch se pegó el brazo a su boca y empezó a beber con furia. Revolcándose en la mesa, con los ojos duros fijos en la herida de la que se alimentaba. Respiraba por la nariz y tragaba a grandes bocanadas.

A través de la pena y el dolor, Marissa sintió un miedo letal.

«Dime que todavía estás ahí», pensó. «Dime que todavía estás con nosotros…».

Entonces sintió el primer mareo.

—Está bebiendo demasiado —dijo Vishous con urgencia.

Antes de que ella le pudiera contestar, Marissa fue consciente de un olor en la sala, un oscuro perfume… un aroma animal. El de Wrath. ¿Por qué sentiría él la necesidad de marcar su territorio de apareamiento aquí y ahora?

Marissa vaciló pero los rudos dedos de Vishous la engancharon por el brazo.

—Marissa, lo has logrado.

Pero Butch se estaba muriendo de hambre, con un apetito loco.

—¡No! ¡No!

—Deja, yo me encargo.

Marissa se volvió y su mirada se clavó en Beth… y luego en Wrath. De pie al lado de su shellan, el rostro del Rey era una máscara, el cuerpo tenso y presto para el combate.

—¿Marissa? ¿Me dejarías alimentarlo? —preguntó Beth con delicadeza.

Marissa contempló a la Reina. Dios, esas palabras, esas mismas palabras, habían sido pronunciadas en el mes de julio cuando el cuerpo de Wrath se debatía entre la vida y la muerte y la vena de Marissa era lo que él necesitaba, lo único que le servía.

—¿Me dejarás, Marissa?

Ella consintió, aturdida. Wrath empezó a gruñir: sacó los colmillos, que se prolongaron como cuchillos blancos.

Oh, Señor, ¡qué situación tan peligrosa! Los machos cuando están vinculados, es decir, cuando emiten su aroma, no comparten nada. Nunca. De hecho, primero lucharán a muerte antes que permitir que otro macho cualquiera alimente a sus hembras.

Beth miró a su hellren. Wrath espetó:

—V, mueve tu culo y agárrame por detrás.

‡ ‡ ‡

Mientras Vishous se aproximaba a su Rey, deseó que Rhage estuviera presente.

Mierda… pésima idea. ¿Un vampiro pura sangre, aromado, viendo a su shellan alimentar a otro? Sagrado infierno. Cuando la Virgen Escribana había sugerido que Beth bajara a la Sala de Equipos, V había supuesto que lo proponía por simples consideraciones ceremoniales y protocolarias, no para que fuera una vena. ¿Pero qué otra opción quedaba? Butch iba a chupar a Marissa hasta marchitarla y ni aún así satisfaría su hambre inagotable. No había otra hembra en la casa que pudiera hacer el trabajo: Mary aún era humana y Bella estaba embarazada.

Por lo demás, ¿no sería más fácil que lo hicieran Rhage o Z? No. Para controlar a Rhage se necesitaría un rifle tranquilizador del tamaño de un cañón y para Z… bueno, no.

Beth extendió el brazo y acarició la cara de su hellren.

—Quizá no deberías mirar esto.

Wrath la cogió por el cuello y la besó furiosamente. Luego le cogió la muñeca, le rajó la carne y le abrió la vena.

—Ve. Ya.

La empujó y enseguida se pegó contra la pared.

—Vishous, agárrame fuerte. Pronto. O esto se va a poner feo.

El impresionante cuerpo de Wrath temblaba, los músculos tensos, la piel empapada en sudor. Detrás de sus gafas de sol, sus ojos relucieron con una luz tan feroz que traspasaba las lentes ahumadas.

V se abalanzó sobre el Rey, que se resistió de inmediato y con saña. Iba a ser como tratar de contener a un toro.

—¿Por qué no… os vais? —gruñó V mientras luchaba por controlar a Wrath.

—Tendríamos que… pasar… por la puerta. De ningún… modo.

V giró la cabeza y miró a la mesa.

Marissa iba a desplomarse si no se liberaba de Butch. Y el poli lucharía como un demonio si alguien intentaba arrebatarle esa fuente de sangre.

—¡Beth! —gritó Vishous mientras él y Wrath luchaban—. Tápale las fosas nasales al poli. Tápaselas bien fuerte y mantenle la frente baja. Sólo así podrás lograr que suelte a Marissa.

Cuando Beth cogió la nariz de Butch, el poli hizo un ruido inhumano, como si supiera lo que venía, con el cuerpo doblado encima de la mesa como si estuviera dispuesto a luchar con cualquiera que quisiera quitarle su comida.

«Oh, Jesucristo, por favor no dejes que ataque a Beth», pensó V. Wrath estaba tan encolerizado que sería capaz de escaparse y matarlo si le hiciera algo a ella.

Las hembras manejaron el asunto formidablemente. Marissa retiró su muñeca y aprisionó a Butch por los hombros, incluso le dio un puñetazo, y lo sostuvo contra la mesa, mientras Beth le aproximaba su muñeca hasta la boca. Cuando sintió la vena fresca, Butch bebió sangre como un bebé vampiro y gruñó de satisfacción.

Lo que naturalmente enloqueció a Wrath.

El cuerpo del Rey se lanzó a la mesa, con Vishous a la zaga, arrastrado por la fuerza descomunal de Wrath.

—¡Marissa! —V rodeaba a Wrath por la cintura, pero el Rey estaba ya a punto de soltarse—. ¡Ayúdame!

Ella miró a Wrath, pero no se movió.

Indudablemente Marissa quería quedarse al lado de Butch, pensó V. Por eso se sorprendió tanto cuando ella saltó y aplastó su cuerpo contra el de Wrath, que estaba a punto de deshacerse de Vishous. La fuerza del impacto hizo tambalearse al Rey. V aprovechó para sujetarlo mejor: los brazos donde debían estar, uno arriba en la espalda de Wrath y el otro en su cintura. Entre patadas y resuellos, Vishous cruzó una pierna sobre los muslos de Wrath, de modo que si arremetía otra vez contra él, tropezaría al intentarlo.

Marissa hizo lo mismo, enlazó una de sus piernas sobre Wrath y le pasó un brazo sobre el pecho.

Oh… mierda. Sangraba intensamente.

—Marissa… tu brazo… —V se quedó atónito al darse cuenta de cómo sangraba—. Marissa…

No lo oyó, atenta a lo que pasaba en la camilla.

—Marissa… te estás desangrando. Baja la maldita muñeca.

Sin soltar a Wrath, obedeció, aunque no parecía preocupada por sí misma.

Vishous llevó sus labios a la herida. Marissa resopló y lo miró con los ojos muy abiertos.

—Es para taponarte la herida —dijo él, los labios pegados a la muñeca.

Butch hizo un ruido y ella se volvió para verlo.

Repentinamente, el tiempo se detuvo para V. Contempló el perfil perfecto de Marissa mientras le lamía la muñeca, le taponaba la herida y le aliviaba el dolor, con su potente capacidad de sanación. Obligado por algo que no quería nombrar, recorrió con su lengua la suave piel de la hembra una y otra vez, degustando tanto el sabor de su sangre como el de la boca del poli.

Repitió los lametazos más veces de la cuenta. Y en el último momento, cuando sabía que tenía que detenerse pues estaba a punto de sobrepasar la línea… cuando sabía que iba a perder el control sobre Wrath a menos que le prestara atención… en ese último lengüetazo, miró a Butch. Y oprimió sus labios sobre la piel de Marissa en un… beso.

Una extraña despedida a su compañero de cuarto.

‡ ‡ ‡

Butch despertó en un remolino. Un torbellino. Una… licuadora.

Cada poro de su cuerpo rugía con brutalidad, cada músculo contraído y agarrotado. Se dio cuenta de que bebía… algo. Algo tan bueno y dulce que se le saltaron las lágrimas… algo impetuoso y lleno de amor que resbalaba por su garganta, un oscuro vino de vida. Mientras tragaba y tragaba, pensó que antes, en algún momento indeterminado de su vida, había probado algo parecido. No de la misma cosecha sin embargo…

Abrió los ojos y casi se desmaya.

Estaba muerto y había cruzado al más allá… ¿O estaba delirando?

Ésa no era Marissa. Una cabellera negra le caía sobre el rostro.

Ella apartó su boca un momento.

—¿Marissa?

Cuando oyó que le contestaban, trató de comprobar si era el sonido de su voz. Flaqueó.

Ésa no era la bienvenida que ansiaba en su nueva vida. Ni mucho menos.

Wrath parecía sacado de una película de sábado por la noche, un monstruoso vampiro, gigantesco y congestionado, los colmillos fuera, los ojos brillantes. Y quería saltar sobre Butch.

Las buenas noticias eran que Vishous y Marissa lo tenían bien agarrado. Las malas, que parecían a punto de perder el control.

Butch descubrió que era Beth quien lo estaba alimentando.

Oh… mierda. Había tragado considerables cantidades de ella… mierda.

Recostó la cabeza. Wrath iba a matarlo. Absolutamente. Si lo soltaban, el Rey iba a tirarlo al suelo y a machacarlo.

Maldijo entre dientes y calculó la distancia hasta la puerta. Beth se dirigió al trío.

—¿Wrath?

Butch volvió la cabeza y se encontró con la mirada de Wrath. Marissa lo miraba con aturdimiento y él estaba impaciente por abrazar a su hembra. Sin embargo, la situación era muy delicada, y había que resolverla con mucho cuidado.

—¿Wrath? —repitió Beth.

El Rey estaba tan perturbado que Beth tuvo que llamarlo varias veces hasta que logró que apartara su atención de Butch.

—Todo está bien, ¿de acuerdo? —Le acarició la cara—. Está hecho, ya pasó todo.

Con un gruñido de desesperación, Wrath comprimió los labios sobre la palma de la mano de Beth y entornó los ojos con agonía.

—Diles… diles que me suelten lentamente. Y Beth… Beth, prepárate porque voy a saltar sobre ti. No puedo… evitarlo. Pero eso será mejor que matarlo a él…

—Por supuesto… mucho mejor —agregó Butch con ironía.

Beth retrocedió un paso.

—Soltadlo.

Fue como soltar a un tigre. Marissa se agazapó a un lado. Wrath se quitó de encima a Vishous con tanta fuerza que lo arrojó contra la pared.

Con el mismo movimiento, el Rey se abalanzó sobre Beth y la mordió en la garganta. Ella jadeó y entró en éxtasis. Wrath le echó una mirada asesina a Butch y empezó a beber. Era obvio que lo hacía no para su propio sustento sino para marcar el territorio: su aroma llenó la sala como un severo alarido de prevención. Enseguida cogió a su shellan y salió con ella en busca de la cama más cercana.

Marissa se acercó a Butch con esperanza y con una calidez que lo iluminaba todo, la promesa de una futura vida en común, una bendición de amor. Se besaron suavemente y se dijeron una cantidad de cariñosos sinsentidos: las palabras acudían en una catarata incontrolada e impensada.

Se separaron un poco para poder respirar y él miró a Vishous. El hermano estaba parado torpemente junto a la puerta abierta y miraba al suelo, su gran cuerpo tembloroso.

—¿V?

Los ojos de diamante lo miraron y pestañearon con rapidez.

Butch le extendió la mano mientras el hermano meneaba la cabeza.

—Me alegra que hayas vuelto del infierno, poli.

—Jódete. Ven aquí. V… mueve ese culo hacia acá.

Vishous metió las manos en los bolsillos y anduvo mansamente hasta la camilla. Marissa los enlazó, atrayendo el brazo de V para que Butch pudiera alcanzar la palma del hermano.

—¿Estás bien? —preguntó Butch, sobrecogido.

Compartieron el apretón de manos por un segundo. Después Vishous se apartó y rompió el contacto.

—Sí, estoy bien.

—Gracias.

—Sí.

V parecía tan afectado que Butch se apiadó de él y cambió el tema.

—¿Esto era todo? ¿Ya se acabó?

Vishous se acarició la perilla y le echó un vistazo al reloj. Después miró el cuerpo de Butch.

—Hay que esperar otros diez minutos.

Butch acarició los brazos de Marissa, arriba y abajo, mientras pasaba el tiempo. Y los hombros, la cara, el cabello.

Finalmente, V murmuró:

—Creo que ya está.

Aunque había un curioso desencanto en la voz del hermano, Butch le sonrió:

—Bueno, no estuvo tan mal. Aparte de la agonía, desde luego. Eso no fue… —Dejó coja la frase y arrugó la frente.

—¿Qué pasa? —dijo Marissa.

—No sé. Yo… —Algo ocurría… en sus entrañas…

Vishous se arrimó a la mesa.

—¿Qué pasa, poli?

—Yo… —Una vasta oleada de dolor lo acometió como una andanada de clavos. Se le nubló la vista, y el dolor era insoportable—. Oh, mierda. Me estoy muriendo…

La cara de V surgió delante de él. Y el bastardo sonreía… una enorme y sarcástica sonrisa.

—Es la transición, amigo. En este momento… estás evolucionando.

—¿Qué diablos…?

No encontró la palabra correcta. Era una angustia roja y caliente como jamás había sentido antes: se perdió en el laberinto de esa inquietante tortura. Creía que se iba a desmayar. Sin embargo, no tuvo tanta suerte.

Después de ciento cincuenta años luz de sufrimiento, el estallido comenzó: los fémures fueron los primeros huesos en estirarse y él rugió, sin mucho tiempo para lamentos, pues siguieron los antebrazos. Los hombros. La columna vertebral… las pantorrillas… las manos… los pies… el cráneo tronaba, los maxilares le dolían. Y evolucionó: le crecieron los colmillos.

Durante el huracán de la transición Marissa estuvo junto a él, hablándole. Mantuvo en la mente su voz y su imagen, la única cosa estable en este mundo de padecimientos.