Malone dobló la última esquina y divisó una entrada formada por dos leones alados con cabeza humana. Conocía el simbolismo: la mente del hombre, la fuerza del animal, la ubicuidad del ave. Unas puertas de mármol con goznes de bronce estaban abiertas de par en par.
Entraron y admiraron la opulencia.
A Malone le maravilló lo mucho que tuvo que llevar crear algo tan extraordinario: hileras de estanterías interrumpidas por estrechos pasillos, rebosantes de rollos. Se acercó a una y sacó el primer manuscrito. El documento se hallaba en excelentes condiciones, pero no se atrevió a desenrollarlo. Miró por el hueco del cilindro y vio que la letra aún era legible.
—No sabía que pudiera existir algo así —comentó Pam—. Resulta incomprensible.
Él había visto cosas sorprendentes, pero nada tan maravilloso como lo que albergaba esa estancia. Reparó, en lo alto de una de las brillantes paredes rojas, en unas palabras en latín: AD COMMUNEM DELECTATIONEM. Para el deleite de todos.
—Los Guardianes han logrado algo extraordinario.
Después se fijó en algo grabado en uno de los muros. Se acercó y vio una descripción de lo que había más adelante, las salas, con su nombre en latín. Las tradujo una por una en voz alta para Pam:
—Son sólo cinco salas —dijo—. Podrían estar en cualquier parte.
Un movimiento en la puerta del fondo captó su atención. Vio a George Haddad y luego a McCollum.
—Agáchate —ordenó a Pam, y levantó el arma.
McCollum lo vio y derribó a Haddad de un empujón. A continuación apuntó y disparó. Malone se tiró al suelo, protegiéndose con las estanterías. La bala se estrelló contra las columnas de granito que quedaban a su espalda.
—Se mueve deprisa —dijo McCollum desde el otro lado de la estancia.
—No quería que se sintiera usted solo.
—El bibliotecario me hacía compañía.
—¿Han llegado a conocerse?
—No es que hable mucho, pero se desenvuelve en este lugar.
Malone preguntó lo que quería saber.
—Y ahora ¿qué?
—Me temo que usted y su ex deben morir.
—Le dije que era mejor que no me cabreara.
—Adelante, Malone. He llegado hasta aquí, no tengo intención de perder ahora. Le propongo algo: que sea juego limpio. Usted y yo, aquí mismo. Si gana, el anciano y su ex se salvan. ¿Trato hecho? —Usted pone las condiciones. Actúe en consecuencia.
Haddad escuchó la conversación entre Sabre y Malone. Esos dos tenían que resolver sus diferencias, y él que liquidar su deuda. Pensó de nuevo en el Guardián de hacía tantas décadas, cuando el joven lo miró fijamente con ojos plenos de determinación. Sencillamente no comprendió. Pero ahora, habiendo visto la biblioteca, habiéndose convertido en su bibliotecario, sabía lo que sabía aquel Guardián de 1948.
Ymató a aquel buen hombre sin motivo alguno.
Lo había lamentado toda su vida.
—Arriba —le dijo Sabre al bibliotecario. Vio cómo se levantaba el anciano—. Muy bien, Malone, actuaré en consecuencia: ahí lo tiene. —Le indicó a Haddad con el arma—. Vaya.
El bibliotecario recorrió despacio el pasillo que se abría entre las estanterías. Sabre mantuvo su posición, agachado al final de una de las hileras.
A unos diez metros el bibliotecario se detuvo y se volvió.
Los ojos que lo miraron lo atravesaron, y Sabre se preguntó quién sería el anciano. Algo en él irradiaba peligro, como si el alma que habitaba tras los ojos se hubiese enfrentado a aquello antes y no tuviese miedo. Sopesó liquidar al bibliotecario, pero no haría más que espolear a Malone.
Yeso era algo que no deseaba. Todavía.
Malone era el único obstáculo que quedaba. Cuando hubiese desaparecido, la biblioteca sería suya.
Así que se sintió aliviado cuando el anciano echó a andar de nuevo.