XXIV

La mirada de Angelina me dejó casi tan aterrorizada como su presencia en la sala. Estaba demasiado tranquila para lo que había presenciado.

Xander gritó desesperado y quiso acercarse al cuerpo malherido de Eden. Ninguno de los guardias que estaban a su alrededor se atrevió a detenerlo. No pude dejar de mirarlo, llorando como un niño, con la cabeza de Eden entre sus manos, incluso cuando Angelina consiguió llegar hasta mí y estrechó mi mano.

Intenté sentir en el ambiente ese algo que Eden siempre llevaba con ella, esa energía que me confirmaría que seguía entre nosotros. Pero el aire estaba vacío, sin indicios de que Eden estuviese viva. Era terrible.

Xander abrazó a Eden y chilló a la mujer que ocupaba el trono.

—¿Cómo has podido? ¿Por qué le has hecho esto?

La reina, con la mirada perdida, le replicó:

—¿Crees que eres el único que tiene espías, Alexander? ¿Creías que nunca encontraría tu escondite subterráneo? No puedes vencer a una reina. —Tenía una voz tan majestuosa y autoritaria que costaba imaginar a otra persona ocupando su lugar en el trono. Miró a Xander y ordenó—: Apartadlo de ella.

Hicieron falta hasta cinco guardias para separarlo de Eden, y además lo trataron de forma brutal para conseguirlo. Lo golpearon en las costillas, en el abdomen, en la cara, en la espalda, y aun así siguió resistiéndose cuando los guardias lo llevaron a rastras.

Max les gritaba:

—¡Quitadle las manos de encima! ¡Dejadlo en paz! —Su tono era amenazante, como si fuesen a pagar por lo que hacían. Temí por ellos.

Lejos de allí, en los vastos jardines de palacio, se distinguían pequeños estallidos. Pensé que eran disparos, pero no tenía ni idea ni tiempo para considerarlo. No cuando había otra guerra en curso en esta misma sala.

Pero la reina también los oyó e hizo un gesto con la cabeza al hombre que tenía al lado, una orden sin palabras. Este se apresuró a salir para averiguar qué sucedía. Pero en ese momento Angelina captó toda mi atención, porque se arrodilló junto a la mujer que yacía a mis pies. Sentí miedo al ver lo que hacía, por si alguien la estaba mirando. Pasó suavemente su pequeña mano por la frente de Eden. Fue tan simple y tan rápido que dudé de que alguien lo hubiera percibido.

Esperé a ver qué ocurría, impaciente.

Y oí cómo un leve suspiro se escapaba de la boca de Eden, una señal de que aún no estaba muerta. Fue un suspiro muy dulce, y esperaba que Xander lo hubiese oído también.

—Bueno, bueno, bueno —la voz cortante de la reina interrumpió mi momento de dicha—. Parece ser que no tenemos solo una princesa… sino dos. —Sus ojos lechosos pasaron de mí a Angelina, que se aferró a mí—. Y, desde luego, no os necesito a las dos.

Pensé que Angelina se amedrentaría en presencia de esa mujer poderosa, pero se quedó impasible, observándola con sus ojos cristalinos y tranquilos.

La que estaba preocupada era yo. No dejaría nunca que nada le pasase a mi hermana pequeña. Nunca. No podía arriesgarme a que la reina poseyera a Angelina.

—Tú ganas —suspiré. Me interpuse entre su mirada y mi hermana—. Tómame en su lugar.