La reina Sabara esperó hasta que la habitación estuvo vacía, hasta que solo quedaron ella, Max y sus dos guardias, y entonces habló. Aprovechó para recuperarse un poco. Pero su voz sonó tan dura como el acero.
—¿Quién es esa chica, Maxmilian? ¿Quién es la chica que el Comerciante ha mencionado?
Su nieto se adelantó con expresión seria. Pero su voz no supo disimular que mentía:
—Nadie importante, solo una chica que conocí en un club.
Su lealtad había quedado en entredicho. Ella lo observó y apretó tan fuerte los reposabrazos que le dolieron los nudillos. Tenía que ser astuta.
—¿Qué club? ¿Tal vez el último en el que se refugió la resistencia? ¿Ese club?
Él levantó una ceja, sin querer, y entonces ella tuvo la respuesta antes de que las palabras tocasen el aire.
—No me acuerdo. Puede ser ese club.
—¿Y la chica estaba con alguien conocido? ¿Tal vez con miembros de la resistencia?
Él se inclinó en una reverencia caballerosa, aunque la reina sabía perfectamente que aquella no era una muestra de respeto. Quería ocultar la mentira que se reflejaba en su rostro.
—No, Majestad. No estaba con nadie.
Uno de los guardias carraspeó y la reina se enfurruñó. Sus palabras resonaron:
—Te recuerdo que el perjurio contra tu reina está castigado con la muerte. Si tienes algo que añadir, es el momento de hacerlo.
La única respuesta que recibió fue la inoportuna aparición de Baxter en la sala del trono, interrumpiendo la advertencia. Ella y su nieto mantuvieron la mirada. El chico no había despertado su interés hasta entonces, pero ahora sospechaba de él como autor de un engaño, de ocultarle información, importante o no. La subversión podía llegar de tantas maneras…
—Te advierto, Maxmilian, que si descubro que esa chica es un miembro de la resistencia, no dudaré en mandarte a la horca con ella.
La sangre corrió por sus labios, de tanto que los apretaba. No bromeaba.
—Por supuesto —contestó el chico con tranquilidad, como si estuviesen discutiendo sobre una fiesta o un cuadro o sobre el tiempo… y no precisamente sobre una amenaza de ejecución. Se inclinó para saludar de nuevo antes de salir de la sala.
Cuando él y sus guardias hubieron abandonado la estancia, Sabara se desplomó sobre su trono, sin aliento y abrumada por un sudor frío. Le costó darse cuenta de la presencia de su consejero.
—Cueste lo que cueste, Baxter, quiero que encontréis a esa Charlie antes de la salida del sol. Si posee información sobre la resistencia, quiero saberla.
Baxter se estiró y aclaró la garganta.
—Sí, Majestad. Enviaré a nuestros hombres a localizarla inmediatamente. Si ella sabe algo, lo averiguaremos.
La reina no conseguía sacarse de la cabeza la imagen insolente de su propio nieto. Despreció a Baxter con una mirada rabiosa, contenta de que alguien mostrase miedo ante ella.
—¡No! Tráela aquí. Si sabe algo, yo misma se lo sacaré. —Sus labios se abrieron para formar una sonrisita cruel—. Además, siento curiosidad por saber quién es la chica por la que mi nieto está dispuesto a arriesgar su vida con tal de protegerla.