Max se adentró en sus aposentos y esperó a oír cómo se cerraba la puerta. Sin ni siquiera mirar, sabía que no estaba solo.
—¿Nos condenarías a todos por una chica? —Era Claude quien lo acusaba.
Max le daba la espalda a sus guardias. Le traía sin cuidado que estuviesen enfadados con él. No tenía tiempo para considerar sus opiniones y su preocupación. Siempre había sido leal a su país y a la Corona, pero no podía dejar de pensar en Charlie…
… y en lo que su abuela —su reina— haría si la encontraba primero.
—No tengo por qué daros explicaciones —les contestó con desinterés. Pero sabía que estaba siendo injusto, y se dio la vuelta para decir—: Además, ¿desde cuándo eres tan ingenuo? Nunca has corrido peligro. No he mentido. No sé dónde está.
—Pero sabes tan bien como yo que conoce a Xander. Los vimos juntos en el club. E independientemente de que pertenezca o no a la resistencia, estar con su líder es un asunto peligroso. A la reina le encantaría saberlo.
—¡No! —dijo Max bruscamente—. Eso es irrelevante. Está tan involucrada en la resistencia como yo.
Le dio la espalda, dando por concluida así la conversación.
Claude tenía razón, desde luego. Max ya había hecho sus conjeturas aquella noche, cuando vio a Charlie con Xander. Pero él conocía un detalle que ni Claude sabía.
Una verdad que no podía arriesgarse a que su abuela descubriese.
—Tenemos que salir de aquí —Max se acercó a la puerta otra vez, a sabiendas de que Claude y Zafir lo seguirían—. Tenemos que encontrarla antes de que la reina lo haga.
Tenía que mantener a Charlie a salvo.
Había hecho un juramento.