XIII

No podéis vencer —resumí, pese a que no sabía si estaba en lo cierto. Pero tenía sentido, porque él hablaba de derrotar a un ejército.

—Podemos y lo haremos —insistió Xander, y sus ojos metálicos brillaron—. Sabara ha derrochado demasiada energía luchando contra nosotros en pequeños conflictos. Ni siquiera se ha dado cuenta de que mientras tanto hemos conseguido aliados fuera de nuestras fronteras. Ya es demasiado tarde. Hay muchas reinas que quieren ver el fin del gobierno de Sabara. Somos poderosos, Charlie, más de lo que ella cree.

Había tanto que asimilar que no entendía nada. Además, mis pensamientos estaban perdidos en preocupaciones y miedos.

—¿Cómo puedes hacerle daño a tu propio pueblo? ¿Cómo puedes atacar la ciudad?

Xander hizo una mueca y bajó la guardia. No sabía por qué me confiaba sus secretos tan fácilmente.

—Hemos intentado causar el menor daño, pero a veces no se puede evitar la violencia. Tiramos bombas e incendiamos edificios por razones estratégicas. Eran instalaciones militares y puestos de control. Nos mantuvimos alejados de los refugios cuanto pudimos y no atacamos los barrios hasta que las sirenas avisaron a todos para que evacuaran la ciudad.

—¿Y si no querían marcharse? ¿Y si quedaba gente en las casas? —No pude evitar pensar en mis padres.

Se tocó la mejilla de forma mecánica, siguiendo la pálida línea de su cicatriz.

—Espero que ya no quedase nadie.

No servía como respuesta, y ambos lo sabíamos.

—Necesito volver. Necesito saber que mi familia está bien. Y mi amiga… No la encontré en el parque…

No sabía si Brooklynn había conseguido llegar al refugio y me sentí culpable.

La reacción de Xander fue inesperada. Recuperó su actitud altiva.

—¿Te refieres a Brooklynn?

Sabía su nombre.

Asentí, pestañeando una, dos, tres veces. Aquella noche en el club, Xander admitió saber mi nombre, así que no debía sorprenderme que supiese también el de Brook.

Xander le hizo un gesto a Eden, que estaba allí, al margen de la conversación, observándonos con sus impolutos ojos negros. No la había visto moverse, pero estaba segura de que también le había hecho un gesto.

De las sombras surgió un grupo de soldados de Xander que marchaban al unísono con sus uniformes poco conjuntados y sus armas destartaladas. Eran lo contrario a unos militares, pero parecían igual de formidables. Se acercaron poco a poco, con un comportamiento muy ordenado para un grupo que parecía tan desorganizado.

Una chica dio un paso al frente de la milicia, dirigiendo el paso, con un rifle de combate colgado del hombro.

Era Brooklynn.

* * *

Hice caer la silla cuando me levanté para acercarme apresuradamente a ella. La sujeté por los hombros, sin creer que estuviese allí, la abracé y le susurré a su mejilla sucia:

—Estás bien. Gracias al cielo que estás bien.

Pero la persona a la que abrazaba parecía otra Brook. Y su aspecto era diferente.

Se apartó de mí y miré su rostro, más duro de lo habitual. Más fuerte.

—Nunca corrí peligro, Charlie. —Incluso su voz sonaba distinta. ¿Cómo podía haber imaginado todo esto?

No sabía cómo reaccionar: me dolía la cabeza y sentí que se me partía el corazón. En un solo día, demasiadas cosas habían cambiado.

Xander se puso junto a mí y observé por un momento una pequeña sombra de la antigua Brooklynn, de mi amiga de siempre, tras la fría fachada que ahora la ocultaba. Al mirarlo, la adoración por él era evidente.

—Que tu equipo salga fuera —ordenó Xander a Brooklynn. Era una orden, con un tono significativo—. Que vayan a la casa de los padres de Charlie y les hagan saber que Charlie y Angelina están a salvo, que están bajo nuestra protección ahora.

Me acarició el hombro. Tenía una mano fuerte, y sus palabras me aliviaron. Pero entonces la luz se apagó en los ojos de Brooklynn.

Xander. Brooklynn sentía algo por Xander.