—Pobre abogado, el tiro le salió por la culata. Lo de la revista funcionó, pero al revés.

—Cuando Méndez salió del apartamento, Alina se recostó en su cama con la revista en la mano. Durante dos horas miró las fotos, pero no las de la matanza, sino las del cumpleaños. Vio al Mani bello, rico, elegante, fino. Distinto al matón que había sido su marido. Vio gente distinguida a su alrededor. Nada de armas. Ni un pistolero, ni siquiera el Tin Puyúa. Vio al Mani tal como siempre lo había soñado, salvo un detalle: con otra mujer. Debió pensar: Yo me aguanté los dolorosos para que ésta se lleve los gozosos.

—Los celos pudieron más que el miedo…

—Los celos fueron el remate. Pero desde la famosa fiesta en la casona colonial la seducía la posibilidad de que su marido se hubiera vuelto bueno y honrado. Que hubiera abandonado la guerra y que los Barraganes lo hubieran perdonado.