—¿También al Mani Monsalve lo atormentaba pensar que había traicionado a Nando Barragán con la llamada telefónica?
—Un poco, pero no tanto como a Nando. Ellos eran distintos. Nando era un hombre de principios; Mani era un hombre de realidades. Nando era un soñador empedernido; Mani un pragmático con un solo sueño, Alina Jericó. Nando era un hijo del desierto; Mani había salido de allá demasiado joven, antes que la arena de los médanos se le colara por la nariz y se le depositara en el cerebro.