B. Adolescentes

B. Adolescentes

Todavía no son maduros, pero ya no son niños. Aún no tomaron las decisiones fundamentales de la vida, pero están comenzando a trazar sus caminos.

No saben mucho de los complejos vericuetos de la política ni han completado su formación cultural.

Los guía su sensibilidad. No se resignan ante las imperfecciones de un mundo que han heredado de sus mayores.

En algunos, aletea el ideal, incipiente rechazo de la injusticia y la hipocresía que a veces anatematizaron en forma tan enfática como ingenua.

Quizá porque viven en sus propios cuerpos vertiginosos cambios, recelan de cuanto se les presenta como inmutable.

Casi 250 chicas y chicos que tenían entre 13 y 18 años desaparecieron, siendo secuestrados en sus hogares, en la vía pública o a la salida de los colegios. Basta mirar la foto mural que la CONADEP preparó con las fotos de los adolescentes desaparecidos en el programa NUNCA MÁS, para que ese porqué no tenga respuesta.

Finalmente, fueron muchos los adolescentes desaparecidos como consecuencia de la represión ejercida contra sus padres.

Los más chicos

Los más chicos

Eran uruguayos que desde hacía algún tiempo vivían en nuestro país. El padre, Nelson, había sido detenido y estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. La madre, Lourdes, había sido secuestrada en la vía pública por un grupo de hombres armados y de civil. Los cuatro chicos Hernández Hobbas habían quedado con los únicos amigos que tenían en el país. Beatriz Hernández Hobbas (16 años), la mayor de los hermanos, fue secuestrada en una confitería de Munro. Fue llevada viva, y no se supo más de ella. Washington Fernando Hernández Hobbas (Legajo N.o 6263) de 13 años, luego de que fueran secuestradas su madre y su hermana mayor, quedó con otra familia. Ése, su nuevo domicilio, también fue allanado el de julio de 1977.

Parecía un «jardín de infantes», pues había 8 niños pertenecientes a tres familias que habían corrido suerte similar a Washington Fernando Hernández Hobbas, todos menores de 13 años. Tres mujeres los cuidaban. Cerca de las 17 horas irrumpió en la casa un grupo de hombres de civil fuertemente armados, y luego de inspeccionar todo, se llevaron a las 3 mujeres y a Washington Fernando que aparentaba ser el mayor (Legajo N.o 768).

Fernando fue visto en dos oportunidades más; en ambas fue puesto como señuelo para capturar a otras personas. Era usado para denunciar las posibles casas donde sus padres se reunían con amigos, o para que lo fueran a buscar sus amigos, tendiéndoles una emboscada. Hasta el día de hoy no hay noticias ciertas sobre su paradero, permanece detenido-desaparecido.

Mónica Graciela Santucho (Legajo N.o 1596) tenía 14 años cuando fue secuestrada. El 3 de diciembre de 1976, aproximadamente a las 17.30 hs. se produjo un enfrentamiento con el Ejército en la vivienda ubicada en la calle 138 bis y 526 de Melchor Romero, La Plata. Mónica Graciela salió de su vivienda de la mano de dos criaturas pidiendo que no disparasen. Enseguida fue tomada, encapuchada e introducida en un Fiat 600 blanco que conducían personas de civil, fuertemente armadas. Testigos liberados afirman haberla visto en el C.C.D. denominado Arana. Aún permanece desaparecida.

La familia Avellaneda vivía en el barrio de Munro. El 15 de abril de 1976 el domicilio fue allanado. Buscaban al jefe de la familia. Como no estaba decidieron llevarse a su esposa e hijo, Floreal Edgardo Avellaneda (Legajo N.o 1639) que en aquel entonces tenía 14 años, en carácter de rehenes. Los hicieron vestir para salir del domicilio.

Me sacaron junto con mi hijo a la calle. Tenía a éste tomado de la mano. En determinado momento nos indicaron que debíamos poner las manos en el techo de un automóvil. Fue la última vez que lo vi, mirándome como me ponían la venda sobre los ojos.

Cuenta su madre en el testimonio remitido a la justicia. Los hicieron subir al auto, ambos vendados.

Mi hijo me apretó las manos, como para darme ánimo. Nos mantuvimos en silencio.

Un tiempo prolongado estuvieron detenidos en la Comisaría de Villa Martelli. Allí fueron torturados.

Largo rato estuve oyendo la música y los gritos de dolor de mi hijo. Y después de nuevo el silencio aterrador.

A Floreal lo mataron. Todavía no se ha esclarecido cómo ni cuándo. Por noticias periodísticas cuyo título rezaba «Cadáveres en el Uruguay», la familia tomó conocimiento de ello. Uno de los ocho cuerpos encontrados en el Río de la Plata, sobre la margen uruguaya, pertenecía a Floreal Edgardo Avellaneda. Las fotografías tomadas por la policía son espeluznantes.

Mi hijo aparece con sus manos y piernas atadas, desnucado y con signos de haber sufrido graves torturas.

Una carta a la CONADEP - (Legajo N.o 3338)

Una carta a la CONADEP - (Legajo N.o 3338)

Sres. Comisión Nacional sobre los desaparecidos

Ciudad Alberdi, Tucumán, 29 de febrero de 1984

Comisión Nacional:

La que suscribe, Olga Cecanti de Nughes, mayor de edad, DI N.o 8.755.712, con domicilio en Alberdi, provincia de Tucumán, se dirige a Uds. a fin de solicitar información de mi nieto, Juan Ángel Nughes, que contaba 14 años el día que lo secuestraron al salir de la Escuela Agrotécnica de esta localidad.

Esto ocurrió el 11 de agosto de 1976, ante la mirada impávida de profesores que nada pudieron hacer ante un grupo de individuos que lo obligaron a subir en un auto, sin saberse hasta el día de la fecha nada concreto de él. Hice toda clase de gestiones tanto oficiales como extraoficiales sin obtener información valedera.

Les ruego, señores, contestar a este petitorio pues a veces pienso que las fuerzas se me acaban y temo no poder seguir en esta búsqueda. Antes de finalizar permítanme desearles éxito en vuestras funciones y pedirles una vez más una pronta respuesta.

Salúdoles muy atte.

Olga Cecilia Cecanti de Nughes

Esperaban un hijo

Esperaban un hijo

Entre la gran cantidad de chicas adolescentes que fueron secuestradas se encontraban seis que esperaban un hijo.

Alicia Elena Alfonsín de Cabandie (Legajo N.o 3749) tenía 16 años, vivía en casa de los suegros, en Entre Ríos, su ciudad natal cuando fue secuestrada. Por el aviso leído en un diario, deciden junto con Damián ir a la Capital Federal a subalquilar una pieza. El 23 de noviembre de 1977, a las 18 hs. cuando regresaba del almacén, diez hombres de civil, portando armas se dirigieron resueltamente hacia ella y la detuvieron. El portero pudo ver cómo Alicia era introducida a golpes en un camión que tenía la leyenda «Sustancias alimenticias». Alicia llevaba en su seno una criatura que estaba en su séptimo mes de gestación.

Ana María Marti y Sara S. de Osatinsky (Legajo N.o 4344 y Legajo N.o 4442) pudieron verla en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, pocos días después de la Navidad de 1977. Fue conducida a una piecita destinada a las embarazadas. Allí pudo contarles que había estado en «El Banco» junto con su marido, Damián Cabandie, y que una persona que dijo ser Coronel le prometió que sería conducida a un lugar para dar a luz su hijo y que una vez que lo tuviera se reuniría con su esposo y el niño en un «centro de recuperación» donde cumpliría su condena.

De acuerdo a lo testimoniado en el mencionado legajo, Alicia llegó a la E.S.M.A. con los cabellos casi rapados en «El Banco». Compartió la pieza con otras embarazadas, y presenció la separación de cada una de ellas de sus bebés, pensando que su suerte sería distinta. Pocos días antes de dar a luz, Alicia tuvo una entrevista con el Mayor Minicucci, jefe del C.C.D. «El Banco», quien le anunció que sería separada de su hijo. Ella alegó su conversación con el «Coronel», pero fue en vano.

Alicia volvió a su piecita desconsolada, consciente de que lo que había visto con las otras embarazadas también estaba reservado para ella.

Tuvo un hijo de sexo masculino entre febrero y marzo de 1978. El médico que la asistió en el parto fue el Dr. Jorge Luis Magnacco. El bebé permaneció con ella durante 15 días. Momentos antes de la separación, el subprefecto Héctor Favre le preguntó si quería enviar una carta a su familia para avisarles que estaba detenida y pedirles que se ocuparan de su hijo.

Alicia escribió la carta y la dejó junto a su bebé. En horas de la noche el niño fue retirado por un suboficial a quien se conocía con el apodo de Pedro Bolita.

Nadie supo nada más sobre Alicia, su bebito, ni Damián su marido.

La Comisión ha recibido otras denuncias de adolescentes embarazadas que aún permanecen detenidas desaparecidas. Son ellas: Laura Beatriz Segarra, de 18 años, ocho meses de embarazo; Inés Beatriz Ortega de Fossati, quien dio a luz en la Comisaría V de La Plata; Nidia Beatriz Muñoz, 18 años de edad, cuatro meses de embarazo (además, según testimonio de vecinos, un camión del ejército, se presentó al otro día del secuestro, y un grupo de personas procedió a llevarse muebles, ropa y un sinnúmero de pertenencias de Nidia y Luis Ramón, su compañero); Noemí Josefina Jansenson de Arcuschin, 18 años de edad, tres meses de embarazo.

Nada se sabe sobre el paradero de estas personas, ni de los seres que gestaban.

Don Pedro Kreplak era viudo y padre de tres hijos. El 9 de julio de 1977 es allanado su domicilio, buscaban a su hijo mayor, Gabriel, quien no vivía con su padre y éste no sabía nada de él.

Ese 9 de julio tampoco estaba José Ariel, por lo que la patota se llevó a Pedro Kreplak y a su hijo menor, Ernesto. El padre fue torturado con picana eléctrica para que denunciara dónde estaba José Ariel. Al decirles que estaba en casa de su abuela lo fueron a buscar, y hasta el día de hoy permanece detenido-desaparecido. José Ariel Kreplak (Legajo N.o 1661) tenía en ese momento 16 años. Su padre y hermano fueron llevados como rehenes y Pedro Kreplak torturado para que denunciara a Gabriel, su hijo mayor.

«A sus hijos los tenemos por subversivos —dijo el Capitán Ferrone— porque después de cada guitarreada salían a pintar paredes». Esa fue la respuesta que obtuvo Melchor Cáceres, cuando fue a buscar a sus hijos, los mellizos Amado Nelson y Arnaldo Darío Cáceres al batallón «Viejo Bueno» de la localidad de Monte Chingolo (B.A.), (Legajo N.o 5288). Los mellizos eran dos muchachos de 17 años que se dedicaban a la música, tenían un conjunto moderno. El 23 de febrero de 1978 un grupo de personas vestidas de civil, con chaleco antibalas irrumpió en el domicilio de los Cáceres preguntando por los mellizos. Dijeron pertenecer al «Ejército de Monte Chingolo». Robaron todo lo perteneciente a los chicos: guitarras, amplificadores, micrófonos, tocadiscos, etc. «Arnaldo Darío fue pelado en el acto, supongo que sería para reconocerlos».

«Al mes del secuestro apareció otro grupo preguntando por los mellizos, y como no estaban porque ya se los habían llevado, me llevaron a mí». Melchor Cáceres estuvo detenido durante 30 horas. Todavía está buscando a sus mellizos.

María Pabla Cáceres (Legajo N.o 1850), tenía 17 años, estudiaba en el colegio secundario y trabajaba en una fábrica metalúrgica. Estaba casada con Fernando Simonetti. El 16 de febrero de 1976 a la 1.30 hora, un grupo de hombres armados entró en la casa de los padres de María Pabla, donde vivía la joven pareja. Fueron interrogados y golpeados, luego los ataron de pies y manos, les vendaron los ojos y semidesnudos los llevaron con rumbo desconocido. Tres días después Fernando fue dejado en libertad, muy golpeado. Contó que en el lugar donde estaban detenidos los presos eran reconocidos por números. Él era el N.o B20 y María Pabla el N.o 21. Mónica, una liberada, da testimonio de que estuvo con Fernando y María Pabla en el C.C.D. denominado «El Atlético».

María Pabla Cáceres de Simonetti aún permanece detenida-desaparecida.

Benedicto Víctor Maisano (18 años), (Legajo N.o 4810) fue a la cancha de River, para ver Boca-Unión, la noche del 4 de agosto de 1976. Mientras estaba en la cancha, unas ocho personas de civil llegaron a su casa fuertemente armadas, buscándolo. Ante su ausencia decidieron esperarlo.

Benedicto llegó muy tarde. En la 1.30 hs. del día 5-8-76. Salí antes de que llegara, y le dije: «La policía te anda buscando».

El muchacho decidió entrar en la casa pues no tenía nada que ocultar, por lo que fue detenido sin ningún tipo de resistencia. Se cambió, comió algo, y cuando salió a la calle con sus secuestradores, éstos notan que habían dejado las luces de posición del Falcón prendidas y se había acabado la batería.

Entre dos de ellos, mi hijo y yo, empujamos el auto hasta que arrancó. A partir de ese momento perdí todo rastro de mi hijo. Agoté todos los medios legales y contactos personales entre los cuales tuve dos entrevistas con Monseñor Graselli. En la segunda entrevista él me desconsoló mucho relatándome el trato que recibían los prisioneros, lo que me hizo pensar que él estaba enterado.

Estudiantes secundarios

Estudiantes secundarios

La familia Román, de origen costarricense, residía desde hacía largo tiempo en la ciudad de Córdoba. Claudio Luis Román Méndez (Legajo N.o 7615), tenía 16 años y cursaba el cuarto año en el Colegio Secundario Manuel Belgrano, de la ciudad de Córdoba. Era representante de su curso, elegido por sus compañeros.

A las 3 de la madrugada del día 27 de julio de 1976, 10 hombres amenazaron con tirar la puerta de su domicilio si no se les abría. Al pedírseles que se identificaran, mostraron su armamento, diciendo: «esta es nuestra identificación». Se lo llevaron a Claudio Luis. «No se preocupe, señora, que a su hijo no le va a pasar nada. Dentro de tres o cuatro días estará de vuelta».

Fue largo y penoso el camino para encontrar a Claudio. El 13 de agosto, los periódicos matutinos de Córdoba dan cuenta de un comunicado del Ejército donde se informa que Claudio Luis Román, junto con otro joven había muerto en un enfrentamiento con las fuerzas del Ejército.

Recién el 14 de agosto de 1976 después de largos trámites entregan el cuerpo de Claudio en la morgue del Hospital de Córdoba. Allí sus padres «pidieron a los encargados que se les permitiera ver el cadáver para reconocerlo, pero les respondieron que debían esperar un poco para darles tiempo a acomodar los innumerables cuerpos de jóvenes que yacían apilados en el suelo por falta de lugar. De uno de esos montones sacaron el cuerpo de Claudio, aconsejándoles que trataran en lo posible de no verlo. El cuadro que allí se presentó era desgarrador: no había parte del cuerpo que no estuviera lacerada. El muchacho presentaba horribles muestras de torturas que prácticamente lo habían destrozado».

La noche del 16 de septiembre de 1976 es tristemente recordada, en La Plata, como la «Noche de los lápices».

Esa noche fueron secuestrados por Fuerzas de Seguridad de sus respectivos domicilios y continúan hasta hoy desaparecidos: Horacio Ángel Ungaro (Legajo N.o 4205), Daniel Alberto Rasero (Legajo N.o 4205), Francisco López Muntaner (Legajo N.o 5479), María Claudia Falcone (Legajo N.o 2800), Víctor Triviño (Legajo N.o 4018), Claudio De Acha (Legajo N.o 148), María Clara Ciocchini (Legajo N.o 1178). Formaban parte de un grupo total de 16 jóvenes, entre 14 y 18 años de edad, que habían tomado parte de una campaña pro boleto escolar. Cada uno de ellos fue arrancado de sus hogares. La policía de la Prov. de Bs. As. había dispuesto un operativo de escarmiento para los que habían participado de esta campaña pro boleto escolar, considerada por las FF.AA. como «subversión en las escuelas». Tres de los chicos secuestrados fueron liberados.

De acuerdo a las investigaciones realizadas por esta Comisión y testimonios obrantes en la misma, los adolescentes secuestrados habrían sido eliminados después de padecer tormentos en distintos centros clandestinos de detención, entre los que se encontraban: Arana, Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes, Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires y las Comisarías 5.a, 8.a, y 9.a de La Plata y 3.a de Valentín Alsina, en Lanús, y el Polígono de Tiro de la Jefatura de la Provincia de Buenos Aires.

Según testimonio de Pablo Díaz (Legajo N.o 4018), pudo ver aún con vida el día 22 de septiembre de 1976 a Víctor Treviño en el Centro Clandestino de Detención Arana y a María Claudia Falcone la vio por última vez; después de compartir con ella varios meses de cautiverio, el día 28 de diciembre del mismo año en Banfield. También vio en este mismo centro a Claudio De Acha, a un joven apodado «Colorado», todos ellos estudiantes secundarios vinculados entre sí, como asimismo a numerosas personas, entre ellas a tres mujeres embarazadas que dieron a luz en el lugar.

En Bahía Blanca también hubo grupos de estudiantes secundarios secuestrados. Alicia Mabel Partnoy, en su testimonio (Legajo N.o 2266) nos cuenta al respecto:

Cuando llegué a «La Escuelita» (Centro clandestino de detención), había alrededor de una docena de jóvenes de 17 años, todos alumnos de la Escuela Nacional de Educación Técnica N.o I de Bahía Blanca. Habían sido secuestrados de sus domicilios en presencia de sus padres, en la segunda mitad de diciembre de 1976. Algunos llegaron a estar ahí por un mes, siendo duramente golpeados y obligados a permanecer tirados en el piso con las manos atadas en la espalda. Por lo menos dos de ellos fueron torturados con picana eléctrica. Posteriormente fueron liberados. El motivo de sus secuestros fue un incidente que habían tenido con un profesor (militar de la marina). Al finalizar las clases, había un clima de alegría en la escuela; el citado profesor los apercibió por el bullicio y los alumnos no se sometieron a sus órdenes. Por ese motivo, los expulsó de la escuela. Los padres de los alumnos elevaron protestas a las autoridades militares y pidieron la reincorporación de los estudiantes. Las autoridades les «advirtieron» que finalizaran con sus pedidos «o se arrepentirían». Días más tarde, grupos de encapuchados fuertemente armados irrumpieron en los domicilios de los estudiantes, secuestrándolos.

El recuerdo de los liberados

El recuerdo de los liberados

Pablo A. D. estuvo en Arana y en los pozos de Quilmes y Banfield. Su testimonio nos habla de la dureza de la represión para con los adolescentes.

El gran escarmiento que tuvieron los secundarios que quisieron reivindicar sus derechos. Pablo A. D. (Legajo N.o 4018) y otros lo sufrieron en carne propia.

Tanto en Arana como en Banfield fui torturado. En Arana me aplicaron la picana eléctrica en la boca, encías y genitales. Inclusive con una pinza me arrancaron una uña del pie. En Banfield ya no me picanearon, pero fui golpeado con palos y pinchado con agujas. Era muy común pasar varios días sin comer. Me tuvieron atado durante un largo tiempo con una soga al cuello.

F. E. V. C. (Legajo N.o 4831) tenía 14 años cuando fue secuestrada de su casa. Fue el mismo día en que había sido operada del tabique nasal en un hospital de la ciudad de Córdoba. La llevaron junto con su hermana al C.C.D. denominado La Ribera.

Entrada la noche, se acerca uno de los guardias y me amenaza con un arma, comenzando a desvestirme y manosearme. En ese momento me encontraba atada de pies y manos. Debido a la operación de tabique nasal no podía respirar por la nariz, sino sólo por la boca. El guardia colocó entonces su pene en mi boca. Comencé a gritar y se despertaron todos, lo que obligó al guardia a dejarme y prenderme la ropa. En ese momento llegó otro guardia preguntando qué pasaba, a lo qué le contestó que yo era peligrosa porque había colocado bombas y tirado panfletos.

El recuerdo de un padre

El recuerdo de un padre

Enrique Fernández Meijide vive así la desaparición de su hijo Pablo (Legajo N.o 4807).

[…] Se llevaron de mi casa a mi hijo que, a los 17 años estaba concluyendo la adolescencia. Además de la pérdida del objeto de mi amor, de la bronca por la posibilidad de su malestar físico o psíquico, del temor por su futuro, estaba la frustración por la tarea (su formación) no concluida […] Yo era (me sentía) responsable porque él aún no tenía autonomía. Todo el mundo sabe que, hasta para moverse libremente dentro del país, un adolescente debe contar con la autorización escrita del padre y que la salida al extranjero sin autorización paterna es impensable. El estupor de sus hermanos, que no podían entender la destrucción violenta de mi omnipotencia, de mi incapacidad para conservar el tesoro familiar, me enfrentaba con el vacío. Con mi propia miseria. No es una pesadilla. Cada día me demuestra que sigo viviendo…