M. El lucro de la represión
Pese a que ya está dicho, conviene reiterarlo especialmente: las violaciones de derechos cometidas por los encargados de la represión no se agotaron en los ataques a la libertad e integridad física de las personas. Otros bienes jurídicos como la propiedad y la fe pública se vulneraron también, simultáneamente y casi como sistema, para facilitar el traspaso de bienes fraguando o simulando transacciones inexistentes. Falsas escrituras, falsos documentos, falsos títulos y registros de automotores, se dieron, en muchos supuestos, para perfeccionar la rapiña o el saqueo. Nos referimos a una serie de delitos en el curso de la política oficial de desaparición de personas, sin perjuicio de los innumerables ilícitos económicos que involucran a los gobernantes «de facto» durante su gestión y que escapan a lo que es objeto de la presente investigación.
Los mentores del denominado Proceso de Reorganización Nacional utilizaron muchas veces el término «ilícitos» con el propósito, quizá, de definir así los aspectos lucrativos de los «excesos» que ellos mismos reconocieron haber cometido durante la lucha antisubversiva.
Las proclamas eran austeras y trascendentes:
La inmoralidad y la corrupción deben ser adecuadamente sancionadas. La especulación política, económica e ideológica deben dejar de ser medios utilizados por grupos de aventureros para lograr sus fines. El orden y la seguridad de los argentinos deben vencer al desorden y a la inseguridad.
Esto decía el Gral. Videla como Comandante en Jefe del Ejército arengando a las tropas asentadas en Tucumán, en la Navidad de 1975. (Diario Clarín, febrero 14 de 1976).
Por su parte, el entonces Director de la Escuela de Suboficiales de Aeronáutica, Comodoro Roberto Francisco Pitaro, enseñaba a los alumnos con su discurso de iniciación del año lectivo de 1976:
Donde hay corrupción el hombre de armas debe ser espejo de honestidad, modelo de corrección; donde hay subversión y desorganización social, el hombre de armas debe estar pronto para reencauzar el proceso desviado. (Clarín, 6-5-76).
El Almirante Eduardo Massera, a su vez, en el mes de junio de 1978 aún afirmaba:
Que nadie piense el país fragmentado en feudos privados, que nadie anteponga el interés del grupo al interés de la comunidad. Esto es un planteo de responsabilidades, por lo tanto es un planteo moral. (Clarín, 17-6-78).
Que no fue así, sino todo lo contrario, lo sabe hoy el mundo entero y en especial el pueblo argentino. Pero cómo fue, en concreto y en cada caso, sólo podemos saberlo quienes hemos recibido testimonios y denuncias como las que se extractarán a continuación a modo de simples ejemplos y que a su turno pasaron a conocimiento de los jueces.
Recuerdo el caso de una detenida junto con su hijo de 12 años al cual torturaron delante de su madre porque la patota creía que la detenida se había guardado la escritura de su casa. (Legajo N.o 3048, testimonio de Elena Alfaro, incluido en la denuncia que sobre el campo «Vesubio» se remitió a conocimiento del Dr. Ruiz Paz, de Morón).
En la Escuela de Mecánica de la Armada, donde estuve detenido desde el 10 de agosto de 1979 hasta los últimos meses de 1983, se falsificaba todo tipo de documentos personales: D.N.I., C.I., Registro de Conductor, Pasaportes y Tarjetas de Identificación Naval. De tal modo, si un determinado integrante del grupo de tareas necesitaba una documentación que no fuera la auténtica se consultaba una lista de «sosias» y se sacaba el que más parecido tenía y se confeccionaba, entonces, todo un juego de documentación falsa, según la necesidad que ese integrante del grupo tuviere. (Legajo N.o 5011).
El legajo mencionado anteriormente pertenece al Sr. Víctor Melchor Basterra, que integra la segunda remisión de denuncias que sobre delitos que se habrían cometido en ESMA fue remitido a conocimiento del Sr. Juez Federal Dr. Blondi.
Desaparición del Dr. Rafael A. Perrotta - Legajo N.o 1222
El Dr. Rafael Andrés Perrotta era director propietario del diario El Cronista Comercial. El lunes 13 de junio de 1977 salió de su domicilio, con la intención de practicar su diaria caminata por razones de salud. No regresó y horas más tarde anunciaron telefónicamente a su familia que había sido secuestrado y que era conveniente que mantuvieran todo en secreto para evitar mayores problemas. Los secuestradores, ese mismo día, pidieron un elevado rescate.
La familia entretanto inició gestiones de todo tipo, no sólo para impulsar las averiguaciones en torno al paradero de la víctima sino también para reunir la enorme suma que se les exigía. En el Ministerio del Interior, en el Departamento Central de Policía y en distintos organismos militares. Así fue como el Coronel Morelli, Jefe de Coordinación Federal, dijo que destinaría dos personas de confianza para hacerse cargo de la investigación, que fueron el Inspector Arran y el Subcomisario Iglesias, los que asesoraron a la familia Perrotta sobre los pasos a seguir en las tratativas con los secuestradores. Cabe señalar que el Dr. Rafael Perrotta había vendido no hacía mucho tiempo el citado diario de su propiedad y los secuestradores estaban evidentemente al tanto de las condiciones en que se había efectuado la operación. El pago del rescate —hasta la suma que la familia pudo reunir— se hizo en efectivo en la forma exigida por los captores y de allí en más las expectativas no fueron satisfactorias, puesto que no se produjo ninguna novedad, ni los investigadores policiales concurrieron más —ni llamaron telefónicamente, siquiera— al domicilio de la familia.
La investigación realizada por esta Comisión Nacional permitió constatar:
a) La Policía Federal informó que en los ficheros de la institución no figuran los nombres de los funcionarios policiales asignados al caso.
b) Tampoco hay constancias de actuaciones que se hubieren labrado con motivo del secuestro.
c) En cuanto al Coronel Morelli, el Ejército Argentino informó que falleció en el año 1979.
No obstante eso, esta Comisión pudo reunir pruebas que acreditan fehacientemente que Rafael Andrés Perrotta, para ese entonces, estaba secuestrado en el Centro Clandestino de Detención denominado «C.O.T. MARTÍNEZ». Dice, en efecto, el Sr. Jacobo Timmerman, en su testimonio agregado al Legajo N.o 4635:
También vi en C.O.T. Martínez a Rafael Perrotta, director del Cronista Comercial que estaba desaparecido. Vi cuando lo torturaban.
El liberado Héctor Mariano Balient (Legajo N.o 1277) afirma:
Otra vez nos dijeron que nos quedáramos quietos porque «ahora vamos a traer al viejo Perrotta». Yo lo reconocí porque antes lo había visto cuando me desempeñaba como Director de Ceremonial de la Gobernación. Efectivamente era Perrotta y traía una caja de zapatos conteniendo gran cantidad de remedios. Esto fue entre los días 12, 13 o 14 de Julio de 1977; Perrotta vestía un traje gris con rayitas oscuras, camisa de fantasía y zapatos de charol; le dijeron que se sacara todo porque no lo iba a precisar más.
El testigo Juan Amadeo Gramano (Legajo N.o 3944) nos dice:
En este lugar (C.O.T. I Martínez) permanecí detenido hasta julio de 1977. Allí estaba detenido el periodista Rafael Perrotta.
Es de advertir, además, que una fotografía del periodista desaparecido le fue exhibida en el seno de esta Comisión a otro testigo que refirió detalles sobre ese centro de detención y reconoció, sin duda alguna, que a esa persona la había visto allí, agregando que tenía la convicción de que un asado que tuvo lugar en C.O.T. Martínez sirvió como festejo por el cobro del rescate pagado por la familia Perrotta.
La denuncia de estos hechos se elevó a la Justicia el 22 de junio de 1984, quedando radicada en el Juzgado en lo Penal N.o 1 de la ciudad de La Plata.
Desaparición del Sr. Federico Manuel Vogelius - Legajo N.o 7550
Actualmente domiciliado en Londres, Inglaterra, refiere en el testimonio que prestó ante esta Comisión lo siguiente:
Que con relación a la causa judicial instruida por el secuestro extorsivo que sufrí a partir del 29 de septiembre de 1977, puedo decir que a raíz de haber estado detenido a disposición de las autoridades militares, conocí en mayo de 1978 al Coronel Sánchez de Bustamante que fue preventor sumariante de la causa que las autoridades militares quisieron formar en mi contra. Sánchez de Bustamante me presentó al Coronel Pérez González que presidía el Consejo de Guerra Estable 1/1 quien dijo estar encargado de investigar el secuestro del que anteriormente yo había sido víctima. Me enseñó varias fotos de individuos sospechosos reconociendo a uno de ellos que era, precisamente, la persona de la que yo había logrado escapar; el Coronel Pérez González me dijo que esa persona era de apellido Quieto, pero que negaba haber tenido relación con el hecho y conocerme para nada. Yo le pedí que me careara con él y así se hizo, oportunidad en la que Quieto confesó ser uno de los integrantes del grupo que me había secuestrado, pero que el asunto «era muy gordo» y reclamaba garantías para él y su mujer al tiempo que le pedía a Pérez González que averiguara ante el General Suárez Mason si era conveniente que él prestara (Quieto) declaración sobre el tema. Dejé las cosas en manos del Coronel Pérez González y al cabo de unos días lo entrevisté en búsqueda de novedades; me hizo pasar a su despacho manifestándome que el Gral. Suárez Mason, como toda respuesta, le había retirado el sumario diciéndole que no se ocupara más del asunto. Ante mi afirmación de que referiría esto al Juez que entendía en la causa de mi secuestro, Pérez González me contestó textualmente: «lamentablemente yo voy a tener que negar todo, porque soy un militar y recibo órdenes». Después de haber sido investigadas mis actuaciones por el Coronel Sánchez de Bustamante, éste aconsejó mi libertad. A pesar de esta resolución, el General Suárez Mason me hizo investigar durante mi detención por casi todos los organismos de seguridad a los que requería informaciones, lo que determinó que yo estuviera alrededor de 19 meses detenido. Sin embargo, mientras estuve detenido en la Comisaría de Villa insuperable, allá por febrero de 1978, mi quinta ubicada en San Miguel fue asaltada y me robaron cuadros, platería y documentación histórica por un valor aproximado a los dos millones de dólares. Que la participación del Ejército en este hecho delictivo resultó tan manifiesta que por eso se encuentran en prisión preventiva el Tte. Coronel San Román y un Secretario de un Juzgado Correccional de esta Capital, de apellido Isasi.
Desaparición del Sr. Juan Carlos Rossi - Legajo N.o 1948
Juan Carlos Rossi es un liberado a quien el 23 de agosto de 1978 varias personas que manifestaron ser de la Policía Federal lo detuvieron sin razón alguna, conduciéndolo a la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí lo torturaron procurando datos sobre personas que él no conocía. A los 14 días, luego de padecer todo tipo de vejámenes, lo dejaron en libertad en la vereda del Laboratorio Roche, en Olivos.
Juan Carlos Rossi, además, nos cuenta:
A la semana de haber desaparecido se hicieron presentes en mi domicilio (en el que estaba mi esposa) unas 18 personas vestidas de civil las que con 2 camiones procedieron a llevarse toda la maquinaria de la imprenta que poseía; una guillotina marca Labor, una máquina impresora offset modelo R 30 Rotaprint doble oficio; una abrochadora de pie; una puntilladora; una prensa de 1,20 m por 1 m; una lámpara de arco; todas las resmas de papel y una radio. Esto significaba el producto de toda mi vida de trabajo.
Desaparición de María Cristina Lennie - Legajo N.o 7382
María Cristina Lennie está desaparecida desde el 18 de mayo de 1977; su madre Nilva Berta Zucarino de Lennie nos dice:
… ya desde antes de la detención de María Cristina, gente de la Escuela de Mecánica de la Armada estaba tratando de dar con ella, razón por la que el 16 de enero de 1977 a las 5 de la mañana allanaron mi domicilio en City Bell donde nos detuvieron a mí, a mi esposo y a nuestra hija menor, Sandra de 17 años de edad. Que a todos nos ataron con tiras de sábanas que obtuvieron destrozando las que estaban en la casa, en la que robaron todo cuanto tenía valor; como en el fondo de la quinta estaba estacionada nuestra casa rodante me pidieron las llaves te la misma y luego de romper todo revisaron brutalmente hasta el último rincón —como ya habían hecho en la casa principal— apropiándose de cuanto había. Mi hija menor fue trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada por uno de los diez automóviles con que se desplazaba el grupo en tanto yo y mi esposo fuimos llevados directamente al mismo sitio en nuestro propio automóvil, un Dodge Polara que tampoco recuperamos nunca más. Que en la Escuela de Mecánica de la Armada si bien mi esposo y yo no fuimos torturados tuvimos que ver cómo torturaban a Sandra en nuestra presencia. Estando allí tomé contacto con Silvia Labayrú, mi nuera, esposa de mi hijo Alberto Guillermo Lennie, la que entonces tenía un embarazo de unos 7 meses, y que había sido detenida con anterioridad por lo que en ese momento se ocupaba en la traducción de documentos de la ESMA. Por sus dichos confirmamos que el lugar donde estábamos era la Escuela de Mecánica de la Armada, recordando que mi esposo en una oportunidad en que fue llevado al baño pudo observar por debajo de la venda que cubría sus ojos una toalla que tenía en uno de sus bordes un ancla que es el distintivo que identifica a la Escuda de Mecánica de la Armada. Que mi nieta nos fue entregada a los 9 días de haber nacido fue anotada en el Registro Civil por su madre, Silvia Labayrú, y por el Capitán Astiz que con un documento fraguado se hizo pasar por mi hijo Alberto Guillermo. Que la circunstancia de haber reconocido el lugar donde estábamos detenidos salvó la vida de mi hija Sandra, porque ella había quedado como rehén cuando nos dieron la libertad a nosotros; eso le permitió a mi esposo hablar con un alto Jefe Naval y casi un mes después Sandra también salió. De nuestra hija María Cristina nunca supimos nada más.
Desaparición de Carlos Alberto Mazza - Legajo N.o 2883
Carlos Alberto Mazza es un hombre humilde que fue detenido el 27 de julio de 1978 mientras esperaba un colectivo cerca de la Comisaría N.o 46 en los alrededores del Hospital Ferroviario; momentos antes había descendido del buque «Río de la Plata» en el que trabajaba, nos dice:
Que de la zona del puerto noche a noche se llevaban a varios estibadores cuando terminaban su jornada para quedarse con todo lo que habían cobrado. A uno que detuvieron conmigo y que protestó diciendo que ése era el dinero que tenía para sostener a su familia, le pegaron un tiro en el hombro y lo dejaron tirado allí; el día siguiente en los diarios la noticia salió como que había habido un herido por «reyertas» entre estibadores; como mi hijo se recibía de ingeniero yo le había comprado durante el viaje del «Río de la Plata» un encendedor Dupont que también me robaron. Sin saber por qué, estuve unos diez días detenido en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde me metieron en un sótano; recuerdo que una de las mujeres que ya estaban presas allí nos gritaba que no habláramos entre nosotros porque había micrófonos y que si los guardias nos escuchaban nos someterían a todo tipo de castigos; en una oportunidad el que uno de los guardias le decía a una de esas mujeres: «a vos te va a pasar como a la sueca». Cuando me dijeron que me iban a poner en libertad porque no había mérito para retenerme allí, yo reclamé mis cosas pero un oficial que estaba presente y al que yo reconozco como Capitán Astiz, me pegó un golpe de puño en la boca rompiéndome la dentadura postiza en tanto que me gritaba: «eso queda para la lucha antisubversiva». Sin embargo, luego de salir en libertad fui por dos veces a presentarme a la guardia de la Escuela de Mecánica de la Armada a reclamar lo que me habían sacado pero sin tener éxito; sólo se me dijo que si volvía por allí, lo iba a pasar mucho peor, por lo que no fui más.
Desaparición de María Esther Ravelo de Vega - Legajo N.o 3223
Alejandra Fernández Ravelo, domiciliada en la ciudad de Santa Fe, denunció ante la Delegación de esta Comisión en esa ciudad la desaparición de su hija María Esther Ravelo de Vega, que entonces vivía con su marido y un hijito de corta edad en la ciudad de Rosario. La denunciante nos dice:
El día 15 de septiembre de 1977 mi hija me llamó por teléfono pidiéndome que viajara a Rosario a buscar a su hijito (mi nieto) porque el esposo se encontraba enfermo. Según convine con ella, tres días después llegué a la casa de un familiar nuestro, Agustín Simonsini, donde encontré a mi nieto que había sido dejado por unas personas jóvenes que viajaban en un automóvil Renault 4 blanco; mi hija vivía en una casa ubicada en la calle Santiago N.o 2815 de Rosario de la que era propietaria y funcionaba allí un negocio de sodería del que también mi hija era titular; cuando pasé por allí el día que fui a buscar a mi nieto vi que en un camión del Ejército estaban cargando todos los bienes muebles de mi hija sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo. Al cabo de un tiempo volví al lugar pero la sodería estaba cerrada; por una ventana me atendió un hombre y alcancé a ver en el interior una máquina de escribir y una mesa; ese hombre me dijo que la propiedad ahora pertenecía al gobierno porque anteriormente había pertenecido a unos subversivos. Una vecina me contó también que en la casa habían encontrado muerta a una persona de sexo masculino pero que no era mi yerno. Mi hija y mi yerno eran no videntes.
Desaparición de María Elena Núñez - Legajo N.o 1632
El ingeniero Jorge Alfredo Núñez denunció a esta Comisión que:
Su hermana María Elena desapareció en junio de 1977 como consecuencia de un procedimiento llevado a cabo por fuerzas de seguridad en el domicilio de la víctima, ubicado en la calle Junta N.o 1385/87 de la Capital Federal, del que los camiones del Ejército se llevaron todos los bienes muebles que allí existían. Refiere que un año antes de su desaparición su hermana le había hecho un poder general, amplio de administración y disposición, no obstante lo cual esa propiedad apareció como vendida por María Elena con fecha posterior a la desaparición por un poder especial que habría otorgado a nombre de un señor Eugenio Dure el 15 de diciembre de 1983 por ante escribanía de la Capital y en complicidad con un militar que prestaba servicio en el I Cuerpo de Ejército, lugar el que según todas las referencias había sido llevada María Elena.
Este caso, lo mismo que el de Raquel Nogueira Paulier (Legajo N.o 2765) de características muy similares, tramita ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia de Instrucción N.o 1 de esta Capital, Secretaría Valle, por denuncias remitidas por esta Comisión.
Caso Gómez-Cerutti-Palma. Legajos N.o 224, 543, 749
Este es un caso de singular relieve que además de haber originado una presentación ante esta Comisión por los familiares directos, también dio origen a distintas causas penales que se instruyeron aun en Tribunales de esta Capital Federal y de la Provincia de Mendoza. Los antecedentes, en síntesis, son los siguientes:
En la mañana del 10 de enero de 1977 el abogado Conrado Gómez, padre de cinco criaturas y asesor profesional de la empresa «Cerro Largo S.A.», es secuestrado de su estudio jurídico por unos 10 hombres armados que durante el procedimiento roban dinero, máquinas de oficina y un automóvil, propiedad de la víctima; al día siguiente desaparece Horacio Mario Palma, presidente de la citada empresa «Cerro Largo S.A.», el que es secuestrado en su domicilio particular por un grupo de personas armadas; al otro día, 12 de enero de 1977, desaparecen Victorio Cerutti, de 76 años de edad, industrial vitivinícola y principal accionista de «Cerro Largo S.A.»; y Omar Masero Pincolini, yerno del anterior. En ambos casos los Secuestradores actuaron con violencia robando todo cuanto pudieron cargar. El 27 de enero de 1977 en horas de la madrugada un grupo de personas con ropas de fajina del Ejército que se desplazaba en camiones, saqueó totalmente el estudio jurídico del Dr. Conrado Gómez, ubicado en el 1.er piso de la Av. Santa Fe a pocos pasos de la Av. Callao; al mes siguiente otro grupo armado se presenta en un stud situado en Paso de los Libres en el que había varios ejemplares de caballos de carrera propiedad también del desaparecido Dr. Conrado Gómez. Esos caballos fueron sacados de allí en abril y mayo de 1977 por personal uniformado del Ejército y con una orden suscripta por el Coronel Medrano, por entonces Jefe del Destacamento de Paso de los Libres, los que luego fueron transferidos a una persona llamada Juan Héctor Ríos, según respuesta que el Jockey Club de Buenos Aires dio a esta Comisión ante un requerimiento concreto respecto a la actual titularidad de los mismos. En ese informe consta que esa titularidad se desplazó a otra persona el 7 de febrero de 1977, es decir, casi un mes después de la desaparición de su dueño. De igual manera y cuando habían transcurrido casi 4 meses del secuestro y desaparición de Victorio Cerutti, todo su patrimonio localizado en Chacras de Coria en el Departamento Luján de Cuyo, Mendoza, es adquirido por un tal Federico Williams para la empresa «Will-RI S.A.». Cuando en abril de 1976 el hijo de Don Victorio Horacio Cerutti, juntamente con su socio Raúl Magalio venden el paquete accionario de la Sociedad «Establecimiento Vitivinícola Francisco P. Calise S.A.» a los Dres. Tamagnini, Echeverri y Mota por un valor de doscientos mil dólares, se suceden otras alternativas no menos significativas: el 16 de abril, fuerzas del Ejército realizan un procedimiento en la sede de la sociedad cuyas acciones acababan de transferirse y también en el domicilio particular de los protagonistas, todos los cuales son detenidos. Una semana después Echeverri sale en libertad, mientras que los demás son puestos a disposición del Poder Ejecutivo y recién son liberados en octubre de 1976, en tanto que Horacio Cerutti sale en libertad en diciembre de ese año y opta por radicarse en el extranjero. Como el profesional que había actuado como asesor de esta operación era el Dr. Juan Carlos Malagarriga, el Sr. Echeverri a quien Tamagnini y Mota le habían hecho cesión de sus derechos, le comunica que ha decidido abonar de una sola vez todo el importe de la deuda; el Dr. Malagarriga le manifiesta a Echeverri que en tal caso tendrá que consignar judicialmente ese dinero a la orden de los vendedores ya que en ese momento no estaban en el país. Este pago se hizo en las oficinas del Banco de la Nación Argentina, casa Central, en la que se desempeñaba el Dr. Malagarriga. El Sr. Echeverri llegó allí acompañado por su esposa, un profesional y otras personas que no se dieron a conocer; finalizada la operación y cuando el Sr. Echeverri se retiraba de la oficina, un par de acompañantes que se identificaron como Capitán Carlos Alberto Villanueva y César Hunts, 2.do Comandante de Gendarmería, procedieron a apropiarse del dinero que se debía consignar. Con el único argumento de que ese dinero provenía de actividades subversivas se lo apropiaron y desaparecieron.
De Conrado Gómez, Horacio Palma, Victorio Cerutti y Omar Raúl Masero Pincolini no se tuvo jamás noticia alguna.
Testimonio de Nilda Noemí Actis Goretta - Legajo N.o 6321
Este testimonio es de singular importancia en cuanto sirve para corroborar lo que se desprende de las referencias anteriores. Se trata de una desaparecida-liberada de cuyos dichos extraemos los siguientes párrafos:
Los integrantes de los grupos de tareas se desplazaban en automóviles no identificados como del Arma a la que verdaderamente pertenecían y algunos estaban camuflados como para indicar que pertenecían a entidades estatales o privadas. Estos vehículos habían sido previamente robados y cambiadas sus chapas patentes; el producto del saqueo era llevado en algunos casos a la ESMA y depositado en lo que se denominaba «pañol» aunque poco a poco todo ese depósito de muebles fue una inmobiliaria con el fin de refaccionar las casas para la venta, ya que en algunos casos habían sido semidestruidas en el intento de secuestrar a sus moradores. El procedimiento consistía en obligar al detenido a firmar un poder mediante el cual autorizaba la venta de su vivienda. En algunos casos ese poder se falsificaba.
Testimonio de Silvio Octavio Viotti
El día 5 de septiembre de 1977 es detenido por personal del Ejército en la granja quinta de su propiedad ubicada en Villa Gran Parque Guiñazú, Córdoba. En esta misma granja quinta vivían los esposos Mogilner (Juan Mogilner e Irene Gavalda de Mogilner) quienes el día anterior habían sido secuestrados.
El dicente quiere dejar expresa constancia que los bienes sustraídos no le fueron restituidos a pesar de las promesas que le hicieron de devolvérselos. Entre esos bienes recuerda una pick-up Chevrolet modelo 1968, un tractor marca Deutz 35 HP con sistema de levante hidráulico, un arado de dos rejas, una rastra de doce discos, una rastra de dientes cuerpos, 400 cajones fruteros, un mesón de 6 metros para seleccionar frutas y cantidad de herramientas pequeñas. Además la casa fue ocupada durante cuatro años por los Servicios de Inteligencia. Después de esos cuatro años el dicente encuentra las plantaciones de su quinta totalmente incendiadas y la casa en un estado deplorable, le faltaban las puertas y ventanas, sanitarios, cocina y todo lo que podía tener algún valor. […] (Legajo N.o 5473).
Testimonio de Silvio Octavio Viotti (hijo)
Detenido al igual que su padre en la misma fecha, el 5 de septiembre de 1977, por personal del Ejército en la granja quinta de su propiedad ubicada en Villa Gran Parque Guiñazú, Córdoba.
… Cuando recupera su libertad va con su madre a la finca de Guiñazú en varias oportunidades, viendo que la misma estaba ocupada por personal militar del Liceo Militar General Paz, conscriptos y suboficiales y que en varias oportunidades entraban y salían camiones Unimog del Ejército. En dos oportunidades que fueron autorizados para entrar vieron que no quedaba nada de la casa, ni muebles ni sanitarios, faltaban algunos pisos; así mismo; constataron la falta de un tractor que fue comprado con la propiedad, una rastra disco, un jeep que era propiedad de Mogilner, un arado chico, una pick-up Chevrolet modelo 1968 color blanco. Al requerir por dichos bienes se le explicó que estaban en el Liceo. Además habían quemado los frutales. En conversaciones con un vecino de la quinta, señor Luis Operto, éste les cuenta que vio cuando en vehículos particulares sacaban de la casa los muebles, cubiertos y vajillas. Que actuaban civiles y había algunos militares uniformados. […] (Legajo N.o 7581).
Testimonio de María Dora Turra de Rojas
El 24 de noviembre de 1976 a las 20.30 hs. aproximadamente se presentan en mi domicilio de la ciudad de Córdoba, sito en el pasaje que existe a la altura de la calle Alpatacal 454 del barrio Alto Alberdi, un grupo del Ejército vestido de uniformes militares y en vehículos militares que irrumpió violentamente en la casa fuertemente armado. Que alrededor de las 24 hs., me esposaron y vendaron con una toalla, fui sacada de la casa e introducida en una ambulancia del Ejército trasladándoseme el campo de La Ribera. A los tres días de estar en dicho campo llegó mi hija Celia Liliana Rojas a quien traían de La Perla y que había sido detenida en el mismo procedimiento. Que a pesar de no tener ninguna causa estuve detenida hasta julio de 1980, mes en el cual fui dejada en libertad habiendo estado también en la cárcel de Devoto en Buenos Aires, que en esa fecha y juntas, fuimos puestas en libertad con mi hija Celia Liliana. Que dejo aclarado que luego del procedimiento en mi propiedad la misma fue saqueada completamente y por varios días por personal del Ejército y la Policía y en esa oportunidad me robaron toda la documentación sobre la casa y sobre otra propiedad existente en Cruz del Eje. […] (Legajo N.o 4833).
Hasta la fecha no se ha podido conseguir la devolución del inmueble de Barrio Alberdi y toda la documentación robada.