Los otomanos

El huracán mongol había destruido los últimos restos de la dominación selyúcida. Pero apareció una nueva tribu turca y ganó poder, a medida que declinaba el poder mongol.

El primer líder importante de esta tribu fue Osmán I (u Otmán, en árabe). La tribu que gobernó y sus descendientes son llamados los turcos osmanlíes o, más comúnmente, los turcos otomanos.

Otmán asumió el liderazgo en el 1290 y comenzó a extender su poder sobre Asia Menor. Bajo su hijo Orján I, que subió al trono en 1324, fue tomada el resto de Asia Menor. En 1345, Orján aprovechó una guerra civil entre los bizantinos para atravesar el estrecho, y así entraron los turcos en Europa.

Las fuerzas turcas redujeron constantemente el poder bizantino hasta confinarlo a poco más que la ciudad de Constantinopla. En 1391, el sultán otomano Bayaceto I puso sitio, prácticamente, a Constantinopla. Estuvo a punto de tomarla cuando un nuevo e inesperado ataque del Este reclamó su atención.

El ataque fue llevado a cabo por un conquistador que pretendía ser del linaje de Gengis Kan, y en verdad parecía tener todos los poderes del legendario Gengis. Nadie podía resistirle. Su nombre era Timur, pero era generalmente llamado Timur-i-lenk («Timur el Cojo»), nombre que los europeos corrompieron en «Tamerlán».

El centro de su reino era Samarcanda, a unos mil kilómetros al este del Caspio, y había logrado la supremacía sobre la mayor parte de los principados mongólicos subsistentes. Luego marchó sobre Rusia y tomó Moscú.

Los ilkanes de Persia habían quedado tan debilitados y desquiciados que no ofrecieron a Timur ninguna oposición eficaz. En 1395, ocupó todos los dominios de los ilkanes y luego marchó hacia la India, donde tomó Delhi y la saqueó.

Timur tenía a la sazón casi setenta años, pero la edad no detuvo al terrible viejo. En 1400, invadió Siria y allí hizo lo que no había podido hacer Hulagu siglo y medio antes, pues se enfrentó a un ejército mameluco, lo derrotó y ocupó Damasco.

Luego se dirigió a Bagdad, que aún resistía. En 1401 la tomó, y si su pillaje no fue tan destructivo como el de Hulagu, fue solamente porque quedaba mucho menos que destruir. Fueron asesinados unos 20.000 habitantes.

Finalmente, Timur invadió Asia Menor, y fue esto lo que distrajo a Bayaceto del asedio de Constantinopla. En 1402, Timur encontró al ejército turco en Ankara, en la mitad de la península, y lo aplastó. El Reino Otomano fue conmovido hasta sus cimientos y el tambaleante Imperio Bizantino tuvo medio siglo más de vida.

La férula de Timur se extendió sobre el territorio que antaño había constituido el Imperio Sasánida. Preparó una gran fuerza expedicionaria que condujo hacia el Este a fines de 1404, con la intención de conquistar China. Pero no llegó a hacerlo. A fin de cuentas, la edad siempre es la vencedora. Timur murió al mes de partir, y su cuerpo fue enviado a Samarcanda.

Durante un siglo después de la muerte de Timur, hubo gran confusión en el Oriente Próximo, pues sus descendientes riñeron unos con otros. Lentamente, su poder se fragmentó y declinó, mientras revivía el de los turcos otomanos.

En 1451, Mohamed II era el sultán de un Imperio Otomano recobrado. Puso sitio a Constantinopla y la tomó, en 1453. El último emperador bizantino, Constantino XI, murió combatiendo valientemente. Esto puso fin a un linaje de gobernantes que se remontaba a Augusto, quince siglos atrás.

Constantinopla se convirtió en la capital del Imperio Otomano con un nuevo nombre, Estambul, y ha sido desde entonces una ciudad turca.

Persia necesitó más tiempo para recuperarse. Este resurgimiento se produjo por obra de una piadosa familia chiita cuyos miembros fueron llamados los safawíes, por su fundador, Safi al-Din, que vivió en tiempos de Hulagu.

En 1501, un miembro de esa familia, Ismaíl, capturó la ciudad de Tabriz, a unos 240 kilómetros al oeste del mar Caspio, y desde allí estableció su dominación sobre Persia. El territorio había sido desde hacía tiempo un campo de batalla de ideas entre los sunníes y los chiitas, pero por entonces predominaban los sunníes. Ismail, sin embargo, se esforzó por llevar a sus súbditos al chiismo y lo logró. Desde entonces, Persia ha sido predominantemente chiita. El Imperio Otomano, en cambio, fue fanáticamente sunní, y el ascenso de Persia fue contemplado con gran disgusto. En 1512, Selim I fue proclamado sultán otomano y conocido como «Selim el Cruel», pues fue, en verdad, un feroz guerrero. En 1516 y 1517, conquistó Siria y Egipto, agregándolos a sus dominios. En Egipto capturó al último de los descendientes del abasí que había huido de Bagdad después del holocausto de Hulagu. Según relatos posteriores, Selim obligó a ese último abasí a otorgarle el título de califa. Como resultado de ello, los posteriores gobernantes otomanos reclamaron firmemente ese título.

Selim también midió sus fuerzas con Ismaíl. Los campeones del sunnismo y el chiismo se encontraron en Chaldirán, en Armenia, el 23 de agosto de 1514. Selim logró la victoria y se apoderó de la región situada al oeste del Caspio, donde una docena de años antes Ismaíl había iniciado su propia carrera de conquistas.

Pero Ismail sobrellevó la adversidad. Cuando Selim volvió a Siria y Egipto, Ismaíl logró impedir que los turcos siguieran avanzando hacia el Este. Hasta consiguió establecer su poder sobre Mesopotamia, que, como Persia, se hizo en gran medida chiita, como consecuencia de ello.

El duelo por Armenia y Mesopotamia, que había durado tanto tiempo entre romanos y persas y luego entre cristianos y musulmanes, fue reiniciado por tercera vez sobre una nueva base: fue un duelo entre sunníes y chiitas que siguió durante cuatro siglos.