El anticuario real

Nabucodonosor murió en el 562 a. C., y al desaparecer su enérgica mano, se abrió nuevamente una época de perturbaciones. Le sucedió su hijo, Amel-Marduk. Lo conocemos sobretodo por una mención casual en la Biblia donde su nombre aparece corrompido en la forma «Evilmerodac». La Biblia señala que, en época de Evilmerodac, el rey exiliado de Judá era tratado con mayor indulgencia pues a la sazón había estado prisionero durante un cuarto de siglo.

Evilmerodac no fue rey por mucho tiempo. A los dos años, cayó víctima de una conspiración palaciega, y el marido de su hermana (y, por tanto, yerno de Nabucodonosor) subió al trono, en el 560 a. C. Era Nergalsharusur, más conocido por la forma griega de su nombre Neriglisar.

Neriglisar murió a su vez en el 556 a. C., y su hijo (nieto de Nabucodonosor) pronto fue derrocado y asesinado. Así llegó a su fin la dinastía de Nabopolasar, después de setenta años. De los diversos partidos que rivalizaban por el trono, el que triunfó colocó en él a Nabunaid. Nos es más conocido por la forma griega de su nombre: Nabónido.

Fue una elección desastrosa, pues aunque Nabónido parece haber sido una persona de calidad humana, como rey era muy deficiente. En verdad, la realeza casi no le interesaba en sí misma. Era un anticuario, un estudioso de las reliquias antiguas, y, para él, ser rey significaba solamente que tenía la oportunidad de explorar el pasado con todos los recursos del Estado a su disposición.

Excavó antiguas tablillas cuneiformes con celo entusiasta, las restauró cuidadosamente. Hacía poco por la misma Babilonia, pero se interesaba por la restauración de los templos en antiquísimas ciudades, como Ur y Larsa.

Pero tal actividad no agradaba a los poderosos sacerdotes de Babilonia. Nabucodonosor había aumentado el poder de los sacerdotes de Marduk hasta el punto de que éstos pensaron que los otros dioses eran de escasa importancia. Pero Nabónido no era nativo de Babilonia, pues había nacido en Narran, que por entonces pertenecía a los medos. Era hijo de una sacerdotisa de Sin, el dios de la Luna, y estaba particularmente interesado en este dios y en las ciudades de las que era patrón, como Narran y Ur. Los sacerdotes de Marduk sintieron celos, y esto iba a ser un factor importante en el desastre.

El interés de Nabónido por la erudición originó la decadencia de las defensas babilónicas, ya que la guerra y la conquista eran las últimas preocupaciones que tenía el estudioso rey. Puso a su hijo, Bel-shar-ushur, al frente de la defensa nacional y él se desligó de ese aspecto del gobierno. Ese hijo es más conocido por la forma bíblica de su nombre, Baltasar.

(El Libro de Daniel, escrito cuatro siglos después de los hechos, revela poco conocimiento de la historia babilónica. En él, Baltasar aparece como rey de Babilonia, hijo y sucesor de Nabucodonosor, todo lo cual es inexacto).

Experimentamos de algún modo la sensación de que Nabónido merecía haber vivido en paz, pues siempre es agradable hallar un rey que prefiere el saber a la guerra. De hecho, cuando Nabónido subió al trono, en el 556 a. C., había una atmósfera particularmente pacífica en todo el mundo occidental. Además de Babilonia, había tres grandes potencias: Media, Lidia y Egipto. Todas eran prósperas y pacíficas, casi letárgicas, bajo monarcas amables y bondadosos.

No nos parece justo, pero en una generación los cuatro reyes fueron aniquilados.

El agente de la destrucción estaba ya listo. Era un hombre llamado Kurush, que conocemos mejor por la forma griega de su nombre: Ciro.