No conocemos detalles del complot contra Senaquerib, pero algo debió de salir mal, pues los hijos asesinos tuvieron que huir rápidamente al Norte, a Urartu, fuera del alcance inmediato del ejército asirio. Allí comenzaron a reclutar fuerzas propias.
Entre tanto, un hijo menor de Senaquerib reclamó el trono, y los dirigentes de la nación se unieron a él. Este hijo menor, el tercero de los sargónidas, fue Ashur-akhiddina («Asur ha dado un hermano»), al que conocemos por su nombre bíblico de Asarhaddón.
Asarhaddón pronto derrotó al ejercito de sus hermanos y puso fin a su amenaza. Fue un monarca asirio muy poco común, ya que evitó la guerra todo lo posible.
Así, trató de ganarse a Babilonia por la bondad, no por la ira. Emprendió la restauración de la Babilonia histórica (quizás hasta sintió remordimientos por el implacable tratamiento a que su padre sometió a la gran ciudad). Fue una tarea enorme, que le llevó una docena de años, pero finalmente, en el 669 a. C., Babilonia quedó reedificada y recuperó su esplendor. Más aún, Asarhaddón hizo restaurar todos los templos que habían sido destruidos y profanados durante el reinado anterior.
Hasta mantuvo una cuidadosa política de coexistencia con Elam, y la dejó en paz, siempre que cesara su intervención en Babilonia. Un nuevo rey elamita llevó una política pro asiria, y durante una veintena de años las cosas marcharon bien.
En el Oeste, el diminuto Judá no fue molestado, mientras su rey Manasés mantuviese el pago del tributo, cosa que hizo.
En el Norte, Asarhaddón adoptó las medidas necesarias contra los nómadas. Los cimerios habían matado a Sargón una generación antes, pero esto había ocurrido en el curso de una aplastante victoria asiria, y permanecieron tranquilos durante el reinado de Senaquerib. Pero la presión escita sobre su retaguardia se hizo cada vez más intensa, y los cimerios se vieron obligados a penetrar cada vez más profundamente en Asia Menor, mientras los escitas ocupaban Urartu.
Asarhaddón marchó contra ellos y los derrotó en el 679 a. C., lo cual aseguró otro período de calma. También usó las artes de la persuasión pacífica. Estableció una especie de parentesco con los escitas incorporando a su harén a una de sus doncellas nobles. (Las tribus bárbaras siempre se sentían complacidas y honradas cuando una de sus princesas desaparecía en un harén imperial).
Sólo en el lejano Oeste Asarhaddón lanzó una campaña de conquista de viejo estilo. El papel de Egipto en el fracaso del asedio de Jerusalén no había sido olvidado; y sin duda, desde entonces Egipto había estado estimulando activamente el espíritu de rebelión.
Asarhaddón lanzó dos ofensivas contra Egipto. En un avance preliminar realizado en el 673 a. C., subestimó la eficacia de la desesperación egipcia. En efecto, éstos combatieron con la bravura de la desesperación y rechazaron a los asirios.
Asarhaddón no se inmutó ante la dificultad, y se retiró para preparar adecuadamente el ataque. Volvió con un ejército mayor y mejor equipado, en el 671 a. C., y esta vez tomó el delta del Nilo y saqueo Menfis, la gran metrópoli, de veinticinco siglos de antigüedad, del Egipto septentrional. Por un momento, Egipto estuvo bajo los virreyes asirios.
En ese momento, el Imperio Asirio estuvo en el apogeo de su poder. Asarhaddón mantuvo firmemente en sus manos toda la Media Luna Fértil. Las naciones que lindaban con ella y mantenían cierta autonomía eran sus tributarias y se mantenían en calma: Asia Menor, Urartu, Media, Elam y Egipto. Hasta los nómadas del Norte estaban controlados.
En verdad, Asarhaddón debía de creer que sólo problemas internos podían provocar ahora conmociones. Por ello, se esforzó para establecer la sucesión durante su vida; no deseaba intentos de asesinato contra su persona ni guerras civiles después de su muerte.
Tenía dos hijos adultos con razonables pretensiones al trono, y tomó medidas para que ambos estuviesen bien afirmados. Ordenó que los personajes destacados de la nación juraran fidelidad al menor de los dos hijos como próximo rey. Era Shur-ban-aplu («Asur crea al hijo»), o Asurbanipal, como es mejor conocido por nosotros.
Asarhaddón dispuso que su hijo mayor, Shamash-shum-ukin gobernase en Babilonia como virrey de su hijo menor. Por qué Asarhaddón eligió a su hijo menor para sucederle, no se sabe. Presumiblemente, lo consideraba como el más capacitado de los dos (y, si fue así, no se equivocó).
Tal vez se haya pensado que, arreglada la cuestión de la sucesión, Asiria nunca había estado tan segura en su historia. Si fue así, era una ilusión. Mientras Asiria mantuviese su posición por la pura fuerza y quitase a sus súbditos más de lo que les proporcionaba en materia de seguridad y prosperidad, tales súbditos sólo esperaban la oportunidad para rebelarse. Y tan pronto como un rey débil subía al trono asirio, todo se derrumbaba.
En verdad, ni siquiera un rey fuerte podía evitar la rebelión. No pasó mucho tiempo antes de que Egipto, sometido a la férula asiria, se rebelase. Asarhaddón se hallaba en marcha hacia el Oeste, para llevar a cabo su tercera campaña egipcia, cuando murió, en el 669 a. C.