Ashur-uballit creó lo que a veces recibe el nombre de Primer Imperio Asirio. Bajo su nieto, Sulmanu-asarid I («Sulmanu es el señor»), Asiria, después de completar la destrucción de Mitanni, se convirtió en una gran potencia.
El nombre de Sulmanu-asarid fue llevado también por ciertos reyes asirios muy posteriores que figuran en la Biblia. La versión hebrea del nombre es, en su forma castellana, Salmanasar, por lo cual este rey del Primer Imperio Asirio es llamado habitualmente Salmanasar I. (En este libro usaré, por lo general, la versión bíblica de los nombres mesopotámicos porque nos es mucho más familiar, pero, cuando sea posible, indicaré también su verdadero nombre asirio).
Bajo Salmanasar I, Asiria recuperó todo el territorio que había poseído bajo Shamshi-Adad I, el fundador de la dinastía. Se dirigió al Oeste, hacia los límites de Asia Menor y llegó a las fronteras del Imperio Hitita, que estaba en la cúspide de su poder por entonces. (Los hititas habían logrado llegar a un empate con Egipto en una gran batalla que se libró en Canaán en el 1285 a. C.)
Las conquistas que dieron a Asiria la dominación de un reino de 800 kilómetros de ancho le brindaron también un copioso botín y muchos esclavos. Salmanasar I los usó para embellecer la principal ciudad asiria, la misma Asur, y otra llamada Nínive. Ésta se hallaba sobre el Tigris, a unos 80 kilómetros de Asur río arriba.
Al parecer, Salmanasar pensó que el nuevo poder de Asiria merecía una capital totalmente nueva, y por ende fundó Calach sobre el Tigris, entre Asur y Nínive.
Salmanasar I murió en el 1245 a. C., después de un reinado de treinta años, y bajo su sucesor, Tukulti-Ninurta I («mi fe está en Ninurta»), el Primer Imperio Asirio llegó al pináculo de su poder.
Tukulti-Ninurta condujo triunfales campañas en el Este, en los Montes Zagros, la patria misma de los antaño poderosos casitas. En el Norte, penetró en las estribaciones del elevado Cáucaso, donde grupos de hurritas fundaron un nuevo reino que iba a ser conocido como Urartu, o Ararat, según la Biblia.
El conquistador asirio también derrotó a los casitas en el Sur y los sometió a tributo. Luego invadió y ocupó Elam. Bajo Tukulti-Ninurta I, Asiria por primera vez dominó toda Mesopotamia, y antes de su muerte llegó a gobernar un reino más vasto que el de Hammurabi. Hasta los hititas, que habían resistido con éxito a Egipto, se tambalearon bajo los golpes asirios y, en verdad, quedaron disminuidos.
El gran conquistador gobernó durante casi cuarenta años, antes de ser asesinado por su propio hijo, en el 1208 a. C. Ganó gran fama en vida y fue el héroe de poemas épicos. Es más famoso de lo que la mayoría de la gente sospecha, pues tal vez sea el más antiguo monarca pagano mencionado en la Biblia.
En el Libro del Génesis leemos: «Cus engendró a Nemrod, que fue quien comenzó a dominar sobre la tierra. Era un robusto cazador… Fue el comienzo de su reino Babel, Ereg, Acad… en tierra de Senaar. De esta tierra salió para Asur, y edificó Nínive… y Calach». (Génesis, 10,8-11).
¿Nemrod no podría ser Tukulti-Ninurta? Este monarca reinó justamente por la época en que los israelitas estaban invadiendo Canaán, y la fama de sus grandes hazañas debe de haber llegado a todas partes por entonces. Las historias que se contaban de él deben de haber llegado oscuramente a los hombres que, más tarde, dieron a la Biblia la forma que conocemos, unos ocho siglos después de los tiempos de Tukulti-Ninurta I.
El papel de las grandes ciudades —Babel (Babilonia), Ereg (Uruk) y Acad (Agadé)— hizo que se confundieran los grandes conquistadores que precedieron a los asirios: Lugalzagesi de Uruk, Sargón de Agadé y Hammurabi de Babilonia. Luego, desviándose hacia el Norte, a Asur (Asiria), se mencionan el crecimiento de Nínive y la fundación de la nueva capital Calach.
Hasta la frase «y Cus engendró a Nemrod» es apropiada, pues Cus representa a los koshshi, o casitas. Primero gobernó Babilonia la dinastía casita, y luego los asirios.
La ciudad de Calach, donde Tukulti-Ninurta I tuvo su corte y que había fundado su padre, es ahora una ciudad árabe llamada Nimrod.
Pero, una vez más en el ciclo sin fin del crecimiento y la decadencia, la grandeza fue seguida casi inmediatamente por los tumultos y el declive. Mientras Tukulti-Ninurta I unificaba su gran reino, se estaba produciendo otra gran migración de pueblos.
Es poco lo que sabemos de este nuevo grupo de vagabundos, pero parecen haber sido indoeuropeos provenientes de las estepas del Norte. Esta vez, bordearon el mar Negro hacia el Oeste, y no al Este, y entre ellos había grupos del pueblo que conocemos ahora como los «griegos». Empujaron al mar a los pueblos que encontraron delante de ellos, y estos refugiados se dedicaron a la piratería y fueron tan destructivos y violentos como sus invasores. Vemos a esos corsarios invadiendo primero las costas de Egipto. Los sorprendidos egipcios los llamaron los «Pueblos del Mar», y éste es el nombre por el que se los conoce habitualmente en la historia. Egipto logró sobrevivir al ataque, pero quedó tan quebrantado que tuvo luego que soportar largos siglos de debilidad.
Los invasores penetraron también en Asia Menor y llegaron hasta lo que es ahora la costa Siria. La destrucción de la ciudad de Troya, en la costa noroeste de Asia Menor, probablemente fue resultado de esta invasión. (Este hecho fue magnificado por los griegos de épocas posteriores y convertido en el tema de un poema épico, en el que se relata un asedio de Troya que duró diez años por un ejército unido de jefes griegos).
Toda Asia Menor estaba conmocionada, y el Reino hitita, que ya había sido llevado al borde de la ruina por Asiria, fue destruido. La misma Asiria sintió los golpes, apenas muerto Tukulti-Ninurta I, y aunque sobrevivió, su imperio quedó temporalmente quebrantado. Le llevó un siglo recuperar nuevamente sus fuerzas.
Durante el período de debilidad de Asiria que siguió a la irrupción de los Pueblos del Mar, Babilonia tuvo la oportunidad de recuperarse, pero el proceso fue enormemente penoso. Durante más de medio siglo, estuvo prácticamente en un estado de anarquía. Sus débiles gobernantes casitas se liberaron de la dominación asiria, pero fueron incapaces de organizar una eficaz resistencia contra las embestidas externas.
Tales embestidas las llevó a cabo un Elam resurgido, a semejanza de lo que había ocurrido después de la decadencia de Ur, más de ocho siglos antes. En aquella ocasión, una fuerza expedicionaria elamita había tomado y saqueado Ur; ahora, los elamitas tomaron y saquearon Babilonia y las ciudades vecinas. En el 1174 a. C., se llevaron dos de las grandes reliquias de la ya muy antigua civilización mesopotámica: la estela que contenía el Código de Hammurabi, que ya por entonces tenía seis siglos de antigüedad, y la estela de Naram-Sin, que tenía más de mil años.
En el 1124 a. C., un babilonio nativo tomó el poder y puso fin a la dominación casita (de creciente debilidad), que había durado cuatro siglos y medio.
El nombre del nuevo gobernante era Nabukudurriusur («Nabu custodia la frontera»). Un rey posterior del mismo nombre fue llamado por los judíos siguiendo una versión del nombre que en la Biblia castellana se ha convertido en Nabucodonosor.
Nabucodonosor I logró derrotar a los elamitas tan totalmente que pasó mucho tiempo antes de que se atrevieran a marchar nuevamente hacia el Oeste. Durante un momento pareció que volverían los gloriosos días de Hammurabi, y Babilonia iba a recordar a Nabucodonosor durante mucho tiempo, pues iban a transcurrir cinco siglos más hasta que un babilonio nativo volviera a ocupar el poder en Mesopotamia.
El éxito de Nabucodonosor I no fue duradero, no pasó de ser un chispazo en la oscuridad, y la causa de ello fue, en muy gran medida, otro cambio repentino en la técnica de la guerra.