El primer imperio

Algún tiempo antes del Diluvio, una nueva oleada de nómadas había entrado en Mesopotamia. Los sumerios pudieron muy bien mantener alejados a los recién llegados de sus principales centros de población, a lo largo del Éufrates inferior. Los nómadas, pues, se dirigieron hacia el Norte y ocuparon los territorios situados al norte de la misma Sumeria. Se trasladaron a la región donde el Éufrates y el Tigris se acercan unos 30 kilómetros uno de otro, antes de apartarse nuevamente cercando las fértiles tierras de Sumeria.

El origen de los recién llegados era muy diferente del de los sumerios. Los arqueólogos pudieron afirmar esto con seguridad sobre la base de sus lenguas, una vez que éstas fueron descifradas.

La lengua sumeria está formada por palabras de una sílaba (como el chino moderno) y no se asemeja a ninguna otra lengua conocida de la Tierra. El lenguaje de los recién llegados estaba constituido por palabras polisilábicas. Su estructura era muy semejante a la de toda una familia de lenguas cuyo representante antiguo más conocido era el hebreo, y el más conocido en tiempos modernos es el árabe.

Los diversos pueblos antiguos que hablaban este grupo de lenguas son descritos en la Biblia como descendientes de Shem (o Sem, en la versión latina), uno de los hijos de Noé. Por ello, en 1781, el historiador alemán August Ludwig von Schlözer propuso llamar «semíticas» a esas lenguas.

Presumiblemente, todos los pueblos antiguos que hablaban lenguas semíticas descendían de un único grupo común en el que se había desarrollado la lengua madre original (el «protosemítico»). Luego, con el tiempo y con los desplazamientos y separaciones de las tribus descendientes, el protosemítico se había escindido en diversos dialectos que más tarde constituyeron las lenguas que son los miembros de la familia semítica. No se sabe con certeza dónde se habló el protosemítico originario, pero la mejor conjetura es la que lo ubica en Arabia.

Fue por la frontera arábiga del sudoeste, pues, por donde los invasores de lengua semítica entraron en Mesopotamia en el 3000 a. C., como mil años antes los sumerios habían entrado desde las cadenas montañosas del nordeste.

(Es importante recordar que el término «semítico» sólo alude al idioma, y no a la raza. Es muy común llamar «semitas» a los pueblos que hablan lenguas semíticas, y yo mismo lo haré a veces, pero no existe una «raza semítica». La gente cambia de lengua fácilmente sin cambiar por ello sus características físicas. Así, los negros norteamericanos hablan inglés y los negros haitianos hablan francés, pero esto no los hace más afines racialmente a los europeos).

La más importante de las ciudades del territorio en el que penetraron los semitas fue Kish. Debe de haber sido sumeria en sus orígenes, pero los semitas se infiltraron gradualmente y llegaron a apoderarse de ella.

Durante seis siglos, cuando el Diluvio y después de él, los semitas permanecieron en el fondo del escenario. Su territorio no era en modo alguno tan próspero como el de Sumeria. Aún no habían adoptado el sistema de técnicas de irrigación sumerias, y su menor nivel de productividad entrañaba menor riqueza y poder. (La potencia de la destreza sumeria se hace patente cuando nos enteramos de que las granjas sumerias, en la época de la grandeza de Lagash, eran tan productivas como las granjas modernas, aunque a un costo mucho mayor en trabajo físico, por supuesto).

Pero las ciudades sumerias se estaban consumiendo, mientras que las semíticas progresaban lentamente. Lo que necesitaban los semitas era un líder inspirado que los uniese y los condujese a la victoria. En tanto que Lugalzagesi adquiría la supremacía en Sumeria, entraba en escena tal líder, el primer gran semita de la historia.

Más tarde, este nuevo conductor se dio a sí mismo el nombre de Sharrukin, pero un rey posterior del mismo nombre es llamado Sargón en versiones castellanas de la Biblia. Por ende, conocemos a este antiguo semita como Sargón.

La fama de Sargón, en siglos posteriores, dio origen a una serie de leyendas sobre él. Una, en particular, trata de los peligros que tuvo que pasar en su infancia. Nació (dice la leyenda) de una mujer de encumbrada familia, pero su padre era desconocido. Su madre, por vergüenza de tener un hijo ilegítimo, lo dio a luz secretamente y luego trató de desembarazarse de él antes de que alguien lo hallara.

Hizo un pequeño bote de cañas y lo untó con brea para hacerlo impermeable. Puso al niño en él y lo lanzó al río. Fue hallado por un pobre hortelano que lo crió con amor, pero en la pobreza. Más tarde, en su edad adulta, sus talentos innatos lo condujeron al liderazgo, las conquistas y el poder supremo.

El cuento del niño expósito salvado por un gran y casi milagroso azar, y que ya mayor se convierte en un conductor de hombres, es muy común en la historia legendaria, pero el de Sargón es el más antiguo que conocemos. Muchos le siguieron. En los mitos griegos, Edipo y Perseo fueron abandonados del mismo modo. En los mitos romanos, los expósitos fueron Rómulo y Remo. En las leyendas hebreas, Moisés fue abandonado en circunstancias muy similares a las de Sargón.

Es muy posible que la gran fama de la leyenda de Sargón haya influido en los cuentos posteriores, particularmente en el de Moisés.

A la edad adulta, Sargón entró al servicio del rey de Kish, y por sus méritos llegó a ser el súbdito en quien más confiaba el rey. Esta confianza, al parecer, estaba mal colocada. Cuando el rey es débil y el primer ministro fuerte, ha ocurrido a menudo en la historia que el rey es derrocado y el primer ministro se convierte en el nuevo rey. Así sucedió en el caso de Sargón.

Es muy probable que Sargón adoptase deliberadamente su nuevo nombre, cuando se convirtió en rey, como recurso de propaganda. El nombre significa «rey legítimo», que es precisamente lo que él no era. Ya los antiguos sabían, al parecer, que por exorbitante que sea una mentira, si se repite con suficiente vigor y frecuencia, finalmente será aceptada.

Como usurpador, Sargón pensó que sería mejor crear una nueva capital que estuviese asociada a su nombre solamente, en lugar de permanecer en la vieja capital, llena de los monumentos y recuerdos de la dinastía anterior. Por ello, fundó la ciudad de Agadé en alguna parte del territorio semítico. Hizo famosa a la ciudad, y él es conocido en los libros de historia como «Sargón de Agadé».

El nombre de la ciudad se extendió a toda la región, que conocemos como Acad, forma alternativa de Agadé. Los primeros semitas de esta región son llamados acadios, y su lengua, la lengua acadia.

Las ciudades acadias, unidas bajo este hombre vigoroso se volvieron ahora contra Sumeria. Lugalzagesi era todavía rey de Uruk, pero ya había reinado durante treinta años. Estaba viejo y cansado, y hacia el 2370 a. C., sucumbió ante Sargón. No tenemos detalles de la guerra, por supuesto, sino sólo la orgullosa inscripción de Sargón según la cual aplastó a su enemigo y ocupó todo Sumer, hasta el golfo Pérsico.

Toda Sumeria y toda Acad estuvieron, entonces, bajo un solo gobierno y, en verdad, las dos tierras se fundieron totalmente. Durante el largo reinado de Sargón, Acad se «sumerizó» completamente. La técnica de la irrigación fue usada a fondo, y Acad llevó la cultura sumeria río arriba. De hecho, hablamos de la cultura súmero-acadia, así como hablamos de la cultura grecorromana.

Los acadios nunca abandonaron su lengua, pero no tenían ningún sistema de escritura, por lo que tuvieron que tomarlo de los sumerios. Adoptaron el sistema cuneiforme, aunque éste, creado para los monosílabos sumerios, no se adecuaba bien a los polisílabos acadios.

El prestigio de la conquista de Sumeria por Sargón fue tal que el acadio empezó a tomar creciente importancia, y la lengua sumeria inició una larga decadencia que iba a continuar aun durante los períodos en que las ciudades sumerias recuperaron temporalmente su importancia política.

Sargón hasta logró extender su dominio más allá de Sumeria y Acad. Colonos sumerios habían avanzado Tigris arriba poco después del Diluvio. En verdad, los desastres del Diluvio quizá llevasen a muchos sobrevivientes hacia el Norte, lejos de los escenarios de la devastación. Allí, en el Tigris, a unos 300 kilómetros al norte de Acad, los colonos habían fundado la ciudad de Asur. Ésta dio nombre a toda la región del Tigris superior, región que hoy conocemos por la versión griega de su nombre: Asiria.

Sargón dominó Asiria, tanto como Sumer y Acad. Toda Mesopotamia era suya, e incluso se supone que extendió su poder hacia el oeste del Éufrates superior, hasta el Mediterráneo. Esto no es totalmente seguro, pero al menos tiene más probabilidades de ser verdad en su caso que en el de su predecesor, Lugalzagesi.

Sargón también absorbió un centro de poder al este de Sumeria. Era la tierra que estaba inmediatamente al norte del extremo superior del golfo Pérsico y al este del Tigris. Los sumerios llamaban a los habitantes de esas tierras los «Elamtu», y el nombre de la región ha entrado en nuestra lengua como «Elam».

Sargón eligió a la más sumisa y menos díscola de las ciudades elamitas y convirtió a su gobernante en su virrey en toda la región. La ciudad aludida era Shushan, situada a unos 200 kilómetros al nordeste de Lagash. Así comenzó la preeminencia de la ciudad, que iba a seguir siendo una capital importante durante dos mil años. La conocemos por la versión griega de su nombre: Susa.

Elam había aceptado tempranamente la cultura sumeria y el sistema cuneiforme de escritura. Y antes del Diluvio mantenía querellas y luchas con las ciudades sumerias. Pero no pudo resistir a Sargón y se convirtió en parte de su vasto imperio.

Sargón gobernó el primer verdadero imperio de la historia de la civilización, el primer reino de proporciones creado por un solo hombre que gobernó a muchos pueblos de diversos orígenes. Por entonces, había otros tres centros de civilización en el mundo, que se hallaban a orillas de otros tantos ríos: el Nilo en Egipto, el Indo en lo que es ahora Pakistán y el río Amarillo en China. Estas otras tres civilizaciones estaban constituidas por pueblos del mismo origen, y no eran imperios en el sentido de que un solo grupo gobernante domina una variedad de pueblos sometidos.

Un imperio habitualmente goza de gran brillo mientras existe. Un grupo dominante no vacila en apropiarse de la riqueza penosamente adquirida de pueblos sujetos. Los bienes excedentes, que por lo común habrían estado dispersos en una docena —o más— de ciudades-Estado sumerias, fueron reunidos en la capital de Sargón. Ésta alcanzó un tamaño y una suntuosidad desconocidos hasta entonces. Es por la capital imperial por lo que los contemporáneos (y también la posteridad) juzgan un imperio, y su magnificencia los impresiona profundamente y los conduce a juzgar al emperador como un gran hombre y un héroe, aunque todo se base en el robo y las provincias del imperio estén sumidas en la miseria.

Sargón de Agadé murió alrededor del 2315 a. C., después de un triunfal reinado de más de medio siglo. Sumeria se rebeló a su muerte, pero su hijo mayor, que le sucedió, rápidamente suprimió la revuelta, y el Imperio Acadio permaneció intacto.

Bajo el nieto de Sargón, Naram-Sin, que subió al trono hacia el 2290 a. C., el Imperio Acadio llegó a su apogeo. Naram-Sin extendió su influencia hasta Asia Menor, la gran península que está al oeste de la Mesopotamia Septentrional; y reforzó también su dominación sobre Elam.

Naram-Sin es más conocido hoy por una estela que conmemora una victoria suya sobre una horda nómada del territorio elamita. La estela lo muestra atacando una fortaleza de montaña, conduciendo a sus hombres por las laderas y a sus enemigos rindiéndose y muriendo; él mismo está representado como una figura calma y heroica, del doble del tamaño natural.

Para nuestro gusto, la estela de Naram-Sin es muy superior, artísticamente, a la Estela de los Buitres, hecha dos siglos y medio antes. Los sumerios se representaban siempre como individuos más bien rechonchos, regordetes, de cabezas redondas, grandes ojos saltones y enormes narices. No nos resultan particularmente atractivos, pese a todas sus proezas intelectuales y su inventiva. Pero es difícil saber hasta qué punto esa representación era «fiel a la realidad» o mera convención artística.

Sea como fuere, los soldados acadios que aparecen en la estela de Naram-Sin son más delgados, más altos y de apariencia más grácil (a nuestros ojos, al menos) que las figuras convencionales de los sumerios.