Las principales ciudades de Sumeria durante el período de Ubaid quizá hayan sido Eridu y Nippur.
Eridu, tal vez el más antiguo asentamiento del Sur, pues se remonta más o menos al 5300 a. C., estaba sobre la costa del Golfo Pérsico, probablemente en la desembocadura del Éufrates. Ahora sus ruinas están a unos 16 kilómetros al sur del Éufrates, pues el sinuoso curso del río ha cambiado a lo largo de estos miles de años.
Las ruinas de Eridu hasta se hallan lejos, en la actualidad, del Golfo Pérsico. En los primitivos tiempos sumerios, el golfo Pérsico quizás se extendía mucho más al noroeste que ahora, y el Éufrates y el Tigris tenían desembocaduras separadas, a unos 30 kilómetros una de otra.
Los dos ríos arrastraban lodo y limo desde las montañas y los depositaban en sus desembocaduras; así formaron un rico suelo que se extendió lentamente, kilómetro tras kilómetro hacia el sudeste, hasta llenar la parte superior del golfo.
Los dos ríos, al fluir por la nueva tierra, gradualmente se aproximaron hasta unirse y formar un solo río que corre hasta la actual costa del golfo Pérsico, a unos 190 kilómetros al sudeste de donde estaba en los grandes días de Eridu.
Nippur está a unos 160 kilómetros río arriba desde Eridu. Sus ruinas tampoco están en las orillas del inconstante Éufrates, que ahora corre a 30 kilómetros al oeste.
Nippur siguió siendo un centro religioso de las ciudades-Estado sumerias mucho después del período de Ubaid, aun después de dejar de ser una de las ciudades más grandes o poderosas. La religión es más conservadora que cualquier otro aspecto de la vida humana. Una ciudad puede convertirse en un centro religioso, en un principio, porque es una capital. Luego puede perder su importancia, disminuir de tamaño y población y hasta caer bajo la dominación de forasteros, pero seguir siendo un centro religioso venerado. Basta pensar en la importancia de Jerusalén a lo largo de siglos, cuando era poco más que una aldea arruinada.
Cuando el período de Ubaid llegó a su fin, estaban creadas las condiciones para la más grande de todas las invenciones, la más importante en la vida civilizada del hombre: la de la escritura.
Uno de los factores que llevaron a los sumerios en esa dirección debe de haber sido el mismo barro que usaban en la construcción. Los sumerios no pueden haber dejado de observar que las impresiones hechas en la arcilla blanda subsisten y se hacen permanentes después de cocerla y convertirla en ladrillo endurecido.
Algunos quizás hayan pensado en hacer marcas deliberadamente, como una especie de firma de su obra. Para impedir «falsificaciones», puede habérsele ocurrido a algunos preparar una superficie excavada que pudiera ser impresa en la arcilla para formar una figura o diagrama que sirviese como firma.
El avance siguiente se realizó en la ciudad de Uruk, situada a unos 80 kilómetros, río arriba, de Eridu. Uruk había adquirido cada vez mayor poder al final del período de Ubaid, y los dos siglos comprendidos entre los años 3300 y 3100 a. C. son llamados el «período de Uruk». Tal vez los avances se hayan producido allí porque Uruk era activa y próspera, o quizá la ciudad se volvió activa y próspera porque esos avances se produjeron en ella. Cuando se trata de tiempos tan remotos, es difícil saber cuál fue la causa y cuál el efecto.
En Uruk, el sello plano fue reemplazado por un sello cilíndrico. Consistía en un pequeño rodillo de piedra sobre el que se excavaba alguna escena en relieve negativo. El cilindro podía ser aplicado a la arcilla para reproducir esa escena, y repetidamente, si se deseaba.
Esos sellos cilíndricos se multiplicaron en la posterior historia mesopotámica, y evidentemente representaban tanto objetos de arte como «firmas».
Otro motivo que llevó a la creación de la escritura fue la necesidad de llevar registros. Los templos eran los almacenes centrales del cereal, el ganado y otras formas de propiedad. Contenían los excedentes de la ciudad, para usarlos en sacrificios a los dioses, para alimentar a los habitantes en períodos de hambre, para financiar guerras, etcétera. Los sacerdotes debían llevar la cuenta de lo que tenían, de lo que recibían y de lo que entregaban.
La manera más simple de hacerlo era mediante marcas; hacer muescas en palos, por ejemplo.
Los sumerios no tenían mucha abundancia de palos, pero los sellos mostraron que podía usarse la arcilla. Trazos de diversas clases podían usarse para las unidades, las decenas, etc. La tablilla de barro en la que se hacían esos trazos luego podía ser cocida y conservada como registro permanente.
Para saber si un conjunto de muescas correspondían a ganado o cebada, los sacerdotes tal vez hicieran un tosco dibujo de la cabeza de un toro, en un caso, o de una espiga, en el otro. De este modo, se hizo que cierta marca designase un objeto determinado. Tales marcas son llamadas «pictografía» («escritura por imágenes»), y si todas las personas concuerdan en usar el mismo conjunto de imágenes, pueden comunicarse sin habla, y los mensajes pueden conservarse en forma permanente.
Poco a poco se llegó a un acuerdo sobre esos signos, tal vez ya en el 3400 a. C. El paso siguiente fue representar ideas abstractas mediante «ideogramas» («escritura de ideas»). Así, un círculo con rayos puede representar el sol; pero también puede representar la luz. El tosco dibujo de una boca puede representar el hambre, tanto como la boca misma; combinado con otro tosco dibujo de una espiga de cereal, puede significar «comer».
A medida que pasó el tiempo, los signos se hicieron cada vez más esquemáticos y se asemejaron cada vez menos a los objetos originales que les habían servido de modelos. Para lograr mayor velocidad, los escribas se habituaron a inscribir los signos clavando la parte filosa de su instrumento en la arcilla blanda de modo que hacían una marca triangular estrecha parecida a una cuña. Los signos fueron elaborados con estas marcas, que ahora llamamos «cuneiformes» (de una expresión latina que significa «en forma de cuña»).
En el 3100 a. C., al final del período de Uruk, los sumerios disponían de un lenguaje escrito totalmente elaborado, el primero del mundo. Los egipcios, cuyas aldeas se esparcían a orillas del río Nilo, en el África Noroccidental, a 1.500 kilómetros al oeste de las ciudades sumerias, oyeron hablar del sistema. Adoptaron la idea, pero en algunos aspectos la mejoraron. Como material para la escritura, usaron el papiro, láminas hechas con el tallo de una caña de río, mucho menos voluminosas y más fáciles de manejar que la arcilla. Cubrieron los papiros de símbolos mucho más atractivos que los toscos signos cuneiformes de los sumerios.
Los símbolos egipcios fueron grabados en monumentos de piedra y pintados en las paredes interiores de las tumbas. Estos monumentos y pinturas estuvieron siempre a la vista, mientras que las tablillas cuneiformes permanecieron ocultas bajo tierra. Por ello, durante largo tiempo se creyó que fueron los egipcios quienes inventaron la escritura. Pero ahora se atribuye el mérito a los sumerios.
La existencia de la escritura en Sumeria provocó cambios revolucionarios en el sistema social. Aumentó aún más el poder de los sacerdotes, pues ellos tenían el secreto de la escritura, ellos podían leer los registros, mientras que los hombres comunes no podían.
La razón de esto era que aprender a leer no era una tarea fácil. Los sumerios nunca fueron más allá de la idea de símbolos distintos para cada palabra básica, y terminaron teniendo más de dos mil ideogramas diferentes. Esto planteaba un serio problema para la memoria.
Sin duda, se podían desmenuzar las palabras en sonidos simples y representar cada uno de estos sonidos mediante un signo diferente. No son necesarios más de dos docenas de tales signos de sonidos (las «letras») y se los puede combinar para formar cualquier palabra concebible. Pero tal sistema de letras, o «alfabeto», sólo fue creado muchos siglos después de la invención de la escritura por los sumerios. Sus creadores fueron los cananeos, que habitaban el extremo occidental de la Media Luna Fértil, y no los sumerios.
La escritura también reforzó el poder del rey, pues pudo poner por escrito su propia concepción de las cosas e inscribirla en estructuras monumentales, junto con escenas grabadas. Era difícil para la oposición competir con esta antiquísima propaganda escrita.
También las relaciones de negocios se facilitaron con la escritura. Fue posible conservar los contratos en la forma de documentos escritos con el testimonio de los sacerdotes. Se pudo poner por escrito las leyes. La sociedad se hizo más estable y ordenada, cuando las reglas que la gobernaban fueron permanentes, en vez de estar ocultas en los inciertos recuerdos de los jefes, y cuando los afectados por ellas estuvieron en condiciones de consultarlas.
Probablemente fue en Uruk donde apareció por vez primera la escritura; en todo caso, las más antiguas inscripciones halladas hasta ahora lo fueron en las ruinas de esta ciudad. La prosperidad y el vigor que produjo el comercio como resultado de la escritura deben de haber contribuido mucho a que Uruk creciese en tamaño y poder. En el 3100 a. C., fue la ciudad más avanzada que tuvo el mundo hasta entonces, y abarcaba una superficie de casi cinco kilómetros cuadrados. Tenía un templo de 80 metros de largo, 30 de ancho y 12 de alto, y fue probablemente la mayor construcción que existió a la sazón en el mundo.
En conjunto, Sumeria se benefició enormemente con la escritura y pronto se convirtió en la parte más avanzada de Mesopotamia. Las regiones del Norte, más viejas en cuanto a civilización, quedaron atrás y se vieron obligadas a someterse a la soberanía política y económica de los reyes sumerios.
Otra consecuencia de la escritura es que permite conservar largos y detallados registros de los sucesos que pueden transmitirse de una generación a otra con escasas deformaciones. Una lista de nombres de reyes, de rebeliones, batallas y conquistas, de desastres naturales padecidos o superados, y hasta las áridas estadísticas de lo almacenado en los templos o los registros de los impuestos recaudados, todo ello nos dice infinitamente más de lo que podemos saber mediante el estudio de la cerámica o las herramientas halladas. Por ello, al período que comienza con los registros escritos lo llamamos «historia». Todo lo anterior es «prehistórico».
Con la escritura, pues, puede decirse que los sumerios crearon la historia.