La famosa batalla de Nordlingen, en la que participan Alonso y Gonzalo en esta novela, fue la última gran victoria de los tercios españoles. En ella se enfrentaron las fuerzas católicas de Austria y España contra los protestantes de Suecia y Sajonia.
El «camino español» era la ruta terrestre creada por Felipe II para llevar dinero y tropas a los Países Bajos evitando la peligrosa travesía naval. Utilizada por primera vez en 1567 por el duque de Alba, partía desde el Milanesado y cruzaba el Franco Condado, Estrasburgo y Luxemburgo hasta alcanzar Bruselas. En 1634, tras haber quedado cerrado, un ejército conjunto hispanoaustríaco decidió abrirse paso a la fuerza hasta alcanzar los Países Bajos. Para ello primero debían derrotar al ejército protestante que asediaba Nordlingen. El resultado victorioso de la batalla permitió al comandante de las tropas españolas, el cardenal-infante Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, alcanzar su objetivo y suceder a la difunta gobernadora Isabel Clara Eugenia.
La derrota protestante fue total, su general Horn fue capturado y cayeron unos 13.000 hombres de un total de 16.000. Además, destruyó el mito de invencibilidad que se habían fraguado los protestantes en los últimos años.
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El alojamiento de Alonso en la posada El León de Oro no es casual, ya que la Cava Baja era la zona donde se establecieron las posadas entre los siglos XV y XIX. El origen de la palabra cava proviene de cárcava o foso, que servía para defender la muralla cristiana de Madrid. Poco a poco, las casas fueron cubriendo la muralla y en ellas se establecieron fondas, tabernas y hospederías que albergaban a los comerciantes deseosos de vender sus mercaderías en los mercados de la Cebada o San Miguel. Hoy en día es una zona repleta de restaurantes y tabernas; algunas de las antiguas posadas se han reconvertido hoy en restaurantes. Lo que queda de la posada de El León de Oro se encuentra en el número 12 de la Cava Baja y debe su nombre al león dorado, emblema de la casa real de Castilla, que lucía el escudo de su fachada.
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El desolador panorama de miseria y despoblación que ven fray Diego y Gonzalo en su viaje a San Martín no es ficción. Si la vida en la corte y las ciudades resultaba difícil, no lo era menos en el campo. A los rudos trabaos agrícolas había que añadir una serie de catastróficas cosechas provocadas por inundaciones y sequías. Baste decir que si en 1590 los españoles eran 8,4 millones, en 1717 la población había disminuido hasta los 7,6.
La España rural era además escenario de crímenes y robos, ya que el bandolerismo era un mal endémico en Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía. Por si fuera poco, el campesinado se veía atrapado entre el recaudador de impuestos y el terrateniente que ambicionaba sus tierras.
Por todo ello los españoles tendían a congregarse en las ciudades, donde vivía el 40 por ciento de la población. Tal como les sucede al dominico y al alguacil, era común que los viajeros se encontrasen con turbas de miserables en camino a la ciudad más cercana. Muchos campesinos huían del campo por una simple razón: era menos probable morir de hambre. En las ciudades podían ejercer la mendicidad o formar parte del ínfimo proletariado urbano. Otra ventaja era que existían una gama de hospitales para ancianos, mendigos, huérfanos y enfermos, dirigidos por las iglesias y organizaciones caritativas que trataba de mejorar las pésimas condiciones sociales.
La agricultura produjo cada vez rendimientos menores. De hecho, las cosechas en el siglo XVII eran menores que las del siglo anterior y un 50 por ciento inferiores a las de finales del siglo XVIII. El efecto de estas pésimas cosechas fue la malnutrición, lo que a su vez provocó que brotes epidémicos de viruela, tifus, disentería y peste se cebaran en una población debilitada por el hambre.
Entre las enfermedades provocadas por trastornos alimentarios está la pelagra. El nombre proviene del médico italiano Francesco Frapolli, y es consecuencia de los efectos que producía la luz del sol sobre la piel de los afectados, de ahí el término pelle (piel) agra (áspera). Uno de los nombres con los que se la conoce es «lepra asturiana», ya que hubo allí muchos casos, debido a que fue una de las primeras regiones en los que se introdujo el cultivo del maíz.
Aunque el vampirismo pertenece al reino de la leyenda, hay una serie de enfermedades cuyos síntomas coinciden parcialmente. Es el caso de enfermedades como la rabia, la anemia o la porfiria, si bien tal vez la más famosa de ellas sea la pelagra. Esta enfermedad afecta a las personas que siguen una dieta pobre en proteínas, acentuándose más en los casos en los que se tiene el maíz como base alimenticia. Está provocada por falta de niacina, uno de los compuestos del complejo de la vitamina B. La pelagra era poco frecuente en México, y la razón residía en que ablandaban el maíz para hacerlo comestible e inofensivo con una solución alcalina: el agua de cal.
Se denomina también la enfermedad de las tres des: dermatitis, diarrea y demencia. Las leyendas sobre los vampiros aseguran que deben evitar la luz solar; de igual manera, las personas que sufren esta enfermedad son hipersensibles a la luz solar. Un síntoma asociado a la diarrea es la pérdida de peso y la palidez, lo que provocaba que la persona afectada a menudo tuviera un rostro alargado y pálido, lo que se denomina facies vampirica. Otros síntomas son el insomnio, la agresividad, las alucinaciones y una demencia que va agravándose con el tiempo.
De igual manera, también es verídico la alusión a los «vampiros históricos» Vlad Draculea y Elizabeth Bathory. Lo que se comenta sobre los orígenes y símbolos de la Orden del Dragón también histórico, aunque la posesión del Legemetón por la orden es una ficción.
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Del edificio religioso donde se alojan Gonzalo y fray Diego en su viaje a San Martín sólo quedan hoy unas imponentes ruinas. El monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias se fundó mediante un privilegio de Alfonso VII en 1150, y veintisiete años después fue incorporado a la orden del Císter. Aunque sigue la tipología arquitectónica de esta orden, también están presentes otros estilos, como el románico mudéjar, el gótico, el renacentista y el barroco. Como tantos otros edificios religiosos, en 1835 fue afectado por la desamortización de Mendizábal y paso a manos privadas que lo arruinaron. En 1974 el arquitecto Mariano García Benito adquirió las ruinas para tratar de preservar lo que se mantenía en pie, y en 1983 fue declarado monumento histórico-artístico.
El pueblo de San Martín de Valdeiglesias, donde Alonso monta su taller de alquimia, creció alrededor de una ermita erigida bajo la advocación de San Martín de Tours, aunque el verdadero impulsor de la colonización del valle de las iglesias fue el cercano monasterio. La aldea consiguió un notable desarrollo, por lo que los monjes le dieron el título de villa en el siglo XIV. Los dos edificios notables son el castillo de la Coracera y la iglesia de San Martín Obispo, de estilo herreriano. Cervantes habla en algunas de sus obras de los buenos vinos de este pueblo.
El leñador José Castillo no habría tenido problemas para obtener una clava de castaño, ya que cerca de San Martín hay un castañar, aunque éste pertenece ya al municipio de El Tiemblo.
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Aunque se asocie alquimia con Edad Media, la práctica de esta actividad es mucho más antigua. Ya se realizaba en Mesopotamia, Egipto, Persia, Grecia y Roma. Hasta el siglo XVII fue considerada una ciencia seria y a ella se dedicaron personalidades como Isaac Newton o Tycho Brahe. Su período de esplendor fue la baja Edad Media y el Renacimiento, ya que la imprenta dio un nuevo auge a estas actividades.
La alquimia es una práctica compleja que abarca una mezcla de actividades protocientíficas sobre química, metalurgia, física, medicina y astrología, unidas a una filosofía en la que confluyen misticismo y hermetismo.
Aunque en la mentalidad popular lo que buscaban los alquimistas era la elaboración de oro, la realidad es más compleja. La función transmutadora y la de otorgar la vida eterna están relacionadas: como cuenta fray Diego, una característica del oro es que se oxida más lentamente que otros metales, es decir, el oro es inmortal. Por lo tanto, si se consigue cómo formar oro a partir de otros elementos, tal vez se podría lograr la inmortalidad. Para muchos alquimistas la piedra filosofal y elixir de la vida eran la misma cosa, ambas tenían una misma función: la de curar las enfermedades y conseguir la inmortalidad. Otro de los nombres del elixir de la vida es la panacea universal, un mítico medicamento capaz de curar todas las enfermedades o incluso prolongar la vida. Su etimología proviene de πavakela que significa 'remedio para todo'.
La elaboración de la piedra era un proceso costoso y largo. Se recomendaba que antes de comenzar el proceso el alquimista tuviera la supervivencia resuelta para un período de al menos veinte años, ya que unos años se emplearían en investigar, otros en cometer errores y otros en llevarlo a cabo con éxito.
Convertir plomo en oro es posible, ya que basta extraer tres protones de un átomo de plomo para obtenerlo. En 1980 el premio Nobel de química Glenn Seaborg transmutó plomo en oro, pero el oro resultante sólo permaneció así unos segundos debido a su inestabilidad atómica.
Los conocimientos expuestos sobre las teorías de Galeno, la sangre y la circulación de la misma son históricos. La teoría de Harvey de que la sangre circulaba bombeada por el corazón era una teoría muy discutida que rompía con las enseñanzas de la medicina tradicional.
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La Clave de Salomón (Clavis Salomonios o Clavícula Salomonis) es un libro real. En concreto un grimorio, término con el que se designan los libros dedicados a los conocimientos mágicos. La palabra parece provenir del francés grimoire, que es una alteración de la palabra grammaire o gramática. En la Edad Media el término gramática aludía a cualquier libro de enseñanza, independientemente del tema sobre el que versara.
Aunque atribuido a Salomón, probablemente date del siglo XIV o XV y es un compendio de magia renacentista, casi con toda seguridad de origen italiano. Está dividido a su vez en dos libros: el primero contiene conjuros para convocar a demonios y espíritus de los muertos y hacer que actúen según el designio del oficiante; el segundo se centra en ritos de purificación, vestimenta, artículos que deben usarse en la ceremonia y el sacrificio de animales para la invocación.
En el siglo XVII apareció otro libro inspirado en el anterior conocido como La Llave Menor de Salomón o Legemetón (Legemetan Clavicula Salomonis). Éste contiene descripciones de los demonios y los conjuros necesarios para invocarlos y lograr de ellos lo que se les pida. No faltan detalles sobre la preparación que hay que llevar a cabo y, dado lo peligroso de la materia, los círculos protectores y rituales que deben hacerse para protegerse de los invocados. Está dividido en cinco partes Ars Goetia, Ars Teurgia Goetia, Ars Paulina, Ars Almadel y Ars Notoria. La más popular es la primera, que describe a los setenta y dos demonios que Salomón invocó y encerró en una vasija de bronce, y además enseña los conjuros necesarios para convocarlos de forma segura.
Entre estos demonios está Barbatus, uno de los ayudantes de Astaroth y conde-duque del Infierno. Entre sus dones está el de poseer el secreto de la piedra filosofal. Su nombre parece derivar de Barbatus y significa 'barbudo'. Se le representa como un anciano filósofo.
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He hecho que uno de los antiguos soldados con los que se entrevistan fuera Esteban González, un personaje real cuya vida dio pie a la última de las grandes novelas picarescas. Me refiero a La vida y hechos de Estebanillo González, publicada en Amberes en 1646. El libro fue bastante popular y su difusión llegó a las cuatro ediciones en el siglo XVII.
Se basa en la vida del hijo de un pintor español nacido en Roma que sirvió a ilustres personajes como el príncipe Enmanuel Filiberto de Saboya, el general Piccolomini y el cardenal infante Fernando de Austria bayo cuyo mando estuvo en Nordlingen. Esteban cuenta en su relato cómo fue rescatado por un soldado del campo de batalla y cómo posteriormente tuvo una disputa y un duelo con él. He empleado estos detalles junto con sus andanzas por Flandes para dar cuerpo a la vida de Alonso.
Aunque el libro narra la vida de un personaje real en tono autobiográfico, el autor no fue él mismo. Hoy en día se supone que el autor real fuera Gabriel de la Vega, un escribano real malagueño; otros consideran que el autor pudiera ser Gerónimo de Bran, un capitán italiano.
He dado de oficio a Esteban vendedor de vino de Pedro Ximénez, puesto que el origen legendario de este tipo de uva está relacionado con las guerras de Flandes. La leyenda dice que un mercenario alemán de los tercios, Peter Siemens, trajo unas cepas del Rin (tal vez riesling) en el siglo XVI. La historia, aunque bella, parece apócrifa, pues la adaptación de una cepa del norte de Europa al clima mediterráneo es muy complicada.
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Alonso realiza una serie de anotaciones para detallar sus experimentos empleando uno de los métodos más famoso e indescifrables de la historia de la criptografía. El cifrado Vignere fue inventado por el diplomático y químico Blaise de Vignere en 1586, aunque parece ser que Batista Belaso expuso ya este método de cifrado en 1533. Es un sistema polialfabético de sustitución que permaneció invulnerable hasta que el oficial prusiano Friedrich Kasiski siguió en 1863 un método basado en determinar la longitud de la clave del cifrado y la búsqueda de palabras repetidas. Es el mismo método al que llega fray Diego con dos siglos de anterioridad.
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Para encontrar el lugar donde puede estar retenida Isabel, los protagonistas utilizan el plano que el portugués Pedro Texeira realizó en Amberes en 1656. Es el mejor y más detallado de los mapas que existen del Madrid antiguo. Al parecer, fue un encargo del mismo Felipe IV tras recibir un dibujo similar de la ciudad de Bruselas. Salomón Savery, miembro de una familia de grabadores de origen judío, realizó las planchas en Ámsterdam y la impresión se llevó a cabo en los talleres de Van Veerle en Amberes, que entonces era uno de los grandes centros del libro y del grabado.
El plano de Texeira es una obra imprescindible para todos aquellos que quieran hacerse una idea de cómo era el Madrid del siglo XVII. El plano original mide 2,85 por 1,80 metros, lo que permite al autor ser muy detallado.
Las viviendas populares son representaciones esquemáticas pero que consiguen dar cierta idea de cómo eran. Tal es el caso de las viviendas del Tapón de Rastro (donde Isabel espera a su secuestrador). Todo lo contrario sucede con los edificios principales, que son una imagen fiel, incluyendo los jardines e incluso las fuentes. Por ejemplo, en el mapa del convento dominico de Atocha podemos ver el edificio, el portal de las campanillas que daba acceso al recinto, los huertos, el olivar e incluso la alberca y los árboles donde se esconde el asesino para dar muerte a Adalberto.
Texeira se esforzó en representar fielmente la popular Puerta del Sol y dispuso en su plano detalles como la famosa fuente de la Mariblanca, los puestos de carne y fruta establecidos en ella, e incluso la baranda que rodeaba la iglesia. La plaza fue remodelada totalmente entre 1857 y 1862 para ampliarla y construir viviendas de fachada uniforme, desapareciendo entonces casi todas las edificaciones que la formaban, como la iglesia del Buen Suceso, cuyo espacio es hoy ocupado por el Hotel París. La única superviviente a la reforma fue la Mariblanca, la estatua situada sobre la fuente frente a la iglesia del Buen Suceso, cuya copia sigue ocupando hoy un lugar en la plaza.
Otras representaciones muy fieles son las de tres edificios que aparecen en la narración. Me refiero al Alcázar Real, el palacio de la Casa de Campo, y el palacio del duque de Medinaceli.
Algunos edificios que aparecen en la novela, aunque de gran tamaño, no tenían una gran calidad arquitectónica. Era el caso del Hospital de la Latina, el convento de La Pasión, el Hospital General de Atocha, el Tribunal de la Inquisición y la residencia del inquisidor general (aunque este último tenía un bello patio interior ajardinado que se puede ver en el mapa).
Algunas casas individuales se representan fielmente, como la casa del bordador Constantín o la del médico Juan Juárez, un adelantado a su tiempo que se construyó el primer chalet a las afueras de Madrid del que se tiene noticia histórica. Aunque existieron realmente una casa del bordador Constantín o del licenciado Melchor de Molina, las circunstancias personales de ambos personajes son una ficción novelesca.
Casi ninguno de los edificios mencionados permanece en pie. El convento de Atocha fue demolido a finales del siglo XIX, aunque en su lugar se eleva un nuevo convento y basílica. El Hospital General de Atocha desapareció, pero en el mismo emplazamiento se construyó un nuevo hospital en el siglo XVIII que hoy alberga el centro de arte Reina Sofía. El Hospital de La Latina fue derribado en 1904, aunque la fachada gótica se salvó y puede verse hoy en los jardines de la Escuela de Arquitectura de Madrid. En el emplazamiento del antiguo hospital se alzan hoy viviendas y el teatro de La Latina. El cercano convento de La Pasión fue demolido por José Bonaparte en 1809 para ampliar la plaza de la Cebada.
En cuanto a los edificios palaciegos, hay que decir que el Alcázar Real ardió en un incendio en 1734, y en su lugar se construyó el actual Palacio de Oriente. El palacio de la Casa de Campo fue destruido durante la Guerra Civil al quedar en la misma línea del frente. Tras la guerra se reconstruyó con poco acierto y hoy acoge las dependencias de la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento. La estatua de Felipe III que ocupaba el centro del parterre preside hoy la plaza Mayor de Madrid. El palacio del duque de Medinaceli fue derribado en 1910 para elevar en su lugar el Hotel Palace.
Las casas del Tapón del Rastro fueron demolidas en 1905 para facilitar el acceso al popular mercado. Su lugar lo ocupa hoy la plaza dedicada al héroe de la guerra de Cuba Eloy Gonzalo «Cascorro». El cerrillo del Rastro donde aparece el cadáver de Bela Gerster era un pequeño monte junto a la calle de las Tenerías, hoy Rivera de Curtidores. En su lugar se alza hoy la Junta Municipal de Arganzuela.
Sólo hay tres edificios de los citados en la novela que permanecen hoy en pie. El primero es la antigua cárcel de la villa, donde una vez más van a parar fray Diego y Gonzalo, cuyo lujoso edificio acoge hoy el Ministerio de Asuntos Exteriores. La iglesia de San Sebastián, donde se oficia el funeral de Bela, fue incendiada durante la Guerra Civil y reconstruida tras su fin con escaso gusto. En su parte trasera se refugiaban los prófugos de la justicia y también se enterraba a los muertos de la parroquia, entre ellos Lope de Vega. El último edificio que permanece en pie es observado por Gonzalo mientras camina por la calle Atocha. Me refiero a la imprenta de Juan de la Cuesta, donde se realizó la edición príncipe de El Quijote, que acoge hoy en día la sede de la Sociedad Cervantina de Madrid.