Epílogo

En un pueblo del Algarve portugués, llamado Tavira, se conserva un epitafio fechado en el año 999 que hace referencia a la sepultura de un obispo mozárabe que posiblemente iba navegando, de regreso a Alándalus, en un barco procedente de la costa gallega, cuando le sobrevino la muerte. La estela dice que el tal obispo se llamaba Juliano.

A finales de 1002 se recibió en Roma una crónica de un clérigo hispano, a la que se ha llamado Burguense, que fue entregada al papa Silvestre II (Gerberto de Aurillac). En ella decía que «cerca de Medinaceli murió por fin Almansur, el azote de la cristiandad, y fue enterrado en el infierno…». Pero el cronista árabe al-Marrakusi destaca que se conservó una pequeña arca con el polvo que Almansur se sacudía de cada batalla, como ofrenda a la Dchihad de al-Mansur Billa (el victorioso por la gloria de Alá).