por Walter Jon Williams
Epílogo
Fue fácil. Mientras Flush y Sweat fingían tener una pelea en la acera, delante de la furgoneta, Ricky y Loco se acercaron sin más al vehículo, cogieron un par de cajas cada uno y volvieron a la calle. El tipo viejo y alto que estaba haciendo la mudanza ni siquiera se dio cuenta de que faltaban algunas cajas. Ricky se dio unas palmaditas en la espalda a sí mismo por la idea.
No tenían oportunidades como ésa muy a menudo. El territorio de los nats era cada vez más pequeño. Las bandas jokers, como la de los Príncipes Diablos, iban comiéndose cada vez más territorio. ¿Cómo demonios podías pelearte con alguien que parecía un calamar?
Ricky Santillanes rebuscó en los vaqueros, sacó las llaves y entró en el club. Flush fue a la nevera a por unas cervezas mientras el resto colocaba las cajas en el maltrecho sofá y las abría.
—Vaya, un vídeo.
—¿Qué clase de cintas son?
—Pelis de monstruos japoneses, parece. Y aquí algo que pone «PORNO».
—¡Eh, ponlo tío!
Abrieron las cervezas.
—¡Loco, un ordenador!
—Eso no es un ordenador, es un ecualizador gráfico.
—Y un cuerno que no. Sé cómo es un ordenador. Vi unos en el colegio, antes de dejarlo.
Ricky lo miró.
—Wang no hace componentes de estéreo, hermano.
—¿Y tú qué mierda sabes?
Sweat alzó una grabadora de memoria.
—¿Qué leches es esto, tío?
—Algo muy caro, diría.
—¿Cómo vamos a venderlo si no sabemos cuánto podemos pedir?
—¡Ey! ¡Ya he instalado el vídeo!
Sweat levantó una esfera negra sin ninguna característica especial.
—¿Y esto, tío?
—Una bola para jugar a los bolos.
—Y una mierda, es demasiado ligera. —Ricky se la arrebató.
—¡Qué buena está la rubia esa!
—¿Qué hace, tirarse a la cámara? ¿Dónde está el tío?
—Yo a esa la tengo vista de algún lado.
—¿Dónde está el tío, colega? Esto es muy raro. Es como un primer plano de su oreja. —Ricky observaba mientras hacía malabares con el orbe negro. Era cálido al tacto.
—¡Uala! ¡La tía está como volando o algo!
—Y un cojón.
—Que sí, mira, que el fondo se mueve.
La mujer rubia parecía estar en el aire, volando de espaldas a toda velocidad por la habitación mientras participaba en lo que vagamente parecían ser actos sexuales. Era como si su compañero invisible pudiera volar.
—Esto es muy muy raro.
Loco observó la esfera negra.
—Dame eso —dijo.
—Mira la puta peli, tío.
—Y una mierda. Dámela y punto. —Trató de cogerla.
—¡Que te jodan, capullo!
Unas luces extrañas aparecieron sobre las manos de Ricky. Algo oscuro se proyectó hacia Loco y, de repente, Loco ya no estaba allí.
Ricky se quedó plantado, estupefacto, en silencio mientras los demás se levantaban y gritaban. Era como si algo le estuviera rozando la mente. La esfera negra le estaba hablando; parecía perdida, y en cierto modo rota.
Podía hacer que las cosas desaparecieran. Ricky pensó en los Príncipes Diablos y en lo que le podría hacer a alguien con aspecto de calamar. Una sonrisa empezó a extenderse por su cara.
—Eh, tíos —dijo—, creo que tengo una idea.