Exhortación

Memorándum

Fecha: 6 de abril

Para: Empleados

Procedente de: Todd Birnie, Director de División

Asunto: Estadísticas de rendimiento del mes de marzo

No me gustaría redactar esto con tono de súplica, aunque bien es cierto que puede parecer que lo es (!). La cuestión es que tenemos un trabajo que hacer; hemos acordado tácitamente que vamos a hacerlo (¿cobrasteis vuestro último cheque? Yo desde luego sí, ja ja ja). También hemos —por poner todos los puntos sobre las íes- acordado que vamos a hacer el trabajo bien. Veamos. Todos sabemos que una forma de garantizar un resultado pobre es trabajar con una actitud negativa. Imaginemos que tenemos que limpiar una estantería. Vamos a utilizar este ejemplo. Si nos pasamos la hora previa a la limpieza hablando del proceso de limpiar la estantería, quejándonos de ello, odiándolo, indagando en las exquisiteces morales que pueda haber en el hecho de limpiar la estantería, o cualquier cosa por el estilo, pues lo que ocurre es que hacemos que el proceso de limpiar la estantería sea más difícil de lo que realmente es. Todos sabemos que, al final, esta estantería se va a limpiar sí o sí, dado el clima actual; o lo haces tú, o el tipo que te sustituya y que cobrará, de paso, tu cheque, así que la cuestión se reduce a: «¿Quiero limpiarla feliz o quiero limpiarla triste?»; «¿Cuál de las dos maneras será, para mí, más efectiva?»; «¿Cuál cumplirá mi propósito de una forma más eficiente?». Limpio esta estantería bien y la limpio deprisa. «¿Y qué estado mental me ayudará a limpiar esa estantería bien y a limpiarla deprisa?». ¿La respuesta es: negativo? ¿Un estado mental negativo? Sabéis de sobra que no es así. Así que el tema de esta circular es: positivo. El estado mental positivo te ayudará a limpiar esa estantería bien y a limpiarla deprisa, cumpliendo así el objetivo de que te paguen.

¿De qué estoy hablando? ¿Estoy hablando de silbar mientras trabajáis? Puede que sí. Vamos a considerar el traslado de un cadáver muy pesado, como pueda ser el de una ballena. (Perdonad todo el rollo de la estantería/ ballena: acabamos de volver de la casa que tenemos en Reston Island, donde había (1) muchas estanterías sucias, y (2) sí, aunque no os lo creáis, una ballena muerta y putrefacta, y Timmy, Vanee y yo acabamos participando activamente en las labores de limpieza.) Así que digamos que se os encomienda, a vosotros y a unos cuantos de vuestros compañeros, izar un cadáver muy pesado de una ballena para colocarlo sobre un remolque de camión. Sabemos bien que no se trata de una tarea fácil. Y sería aún más difícil si lo hiciéramos con una actitud negativa.

Es más, descubrimos —Timmy, Vanee y yo— que, incluso con una actitud neutral, la tarea puede llegar a ser ardua. Intentamos levantar esa ballena cuando solo nos sentíamos neutros, Timmy, Vanee y yo, junto a una docena y pico de personas, y nanay, esa ballena no se movía. Hasta que un tipo, que había sido marine, dijo que todo era una cuestión de voluntad y que nos faltaba eso, voluntad, así que nos reunió en un pequeño círculo y realizamos una especie de cántico. Nos dio un «subidón psicológico». Sabíamos, para seguir con la analogía de arriba, que teníamos un trabajo que hacer y eso, en cierta manera, nos emocionó y decidimos hacerlo con una actitud positiva y, os lo tengo que confesar, había algo divertido en aquello, era divertido, fue divertido cuando la ballena empezó a elevarse, ayudada por nosotros y también por unas correas muy fuertes que el marine tenía en su furgoneta, y debo decir que colocar esa ballena muerta y putrefacta sobre el remolque junto a ese grupo de desconocidos fue el punto álgido de nuestro viaje.

De modo que, ¿qué estoy diciendo? Estoy diciendo (y lo estoy remarcando porque es importante): vamos a intentar, si podemos, minimizar las quejas y el cuestionarnos las tareas que en ocasiones se requiere que hagamos por aquí y que no son, a primera vista, tan agradables. Estoy diciendo que vamos a intentar no diseccionar cada cosa que hagamos en términos absolutos de bien/ mal/indiferencia en un sentido moral. Aquella época ha quedado muy atrás. Espero que todos ya tuviéramos esa conversación con nosotros mismos hace casi un año, cuando todo esto empezó. Hemos empezado un viaje y, habiéndonos embarcado en ese viaje, por el mejor de los motivos (como hicimos hace un año), ¿no sería un poco suicida que nuestro progreso se viera entorpecido por titubeos neuróticos? ¿Alguno de vosotros ha usado alguna vez un mazo? Sé de buena tinta que algunos sí. Sé que algunos de vosotros lo hicisteis cuando levantasteis el patio de Rick. ¿No es divertido cuando no te reprimes, cuando simplemente machacas y machacas, dejando que la gravedad te ayude? Compañeros, lo que estoy diciendo es que dejéis que la gravedad os eche una mano en nuestra circunstancia laboral particular: dadle bien fuerte, ceded ante los impulsos naturales que en ocasiones he visto que han generado, en tantos de vosotros, tantísima energía, en el sentido de: ejecutad vuestras tareas con vigor y sin titubeos ni pensamientos neuróticos. ¿Os acordáis de aquella semana que tuvo Andy el octubre pasado, cuando rompió el récord y dobló su número de unidades habitual? Sin tener en cuenta nada más, dejando a un lado todas las pajas mentales de si estuvo bien, mal, etc., etc., ¿no fue algo digno de verse? ¿Algo memorable en sí mismo? Creo que si todos nos escrutáramos un poco, ¿no admitiríamos haber sentido un poco de envidia? Dios, cómo le daba, y se podía ver esa alegría enérgica en su mirada cada vez que pasaba corriendo en busca de toallas limpiadoras adicionales. Y todos nos quedamos allí, pasmados en plan: «Caramba, Andy, ¿qué te has tomado?», y nadie puede cuestionarle esos números. Están allí, en la Sala de Descanso a la vista de todos, a años luz de todos nuestros números y, aunque Andy no ha logrado repetir esas cifras en los ’meses que llevamos desde aquel octubre, (1) nadie lo culpa por ello, es una cifra milagrosa, y (2) creo que, incluso en el caso de que Andy no lograra jamás repetir esa cifra, debe seguir atesorando en secreto, en algún lugar de su corazón, el recuerdo de la magnífica energía que manó de él durante aquel octubre memorable. Con toda honestidad, no creo que Andy hubiera podido tener semejante octubre si lo hubiera pasado comiéndose el coco o dándole vueltas a pensamientos neuróticos y tendenciosos y dubitativos. ¿Creéis que sí? Yo no. Andy parecía estar completamente concentrado, completamente dentro de sí, se le veía en la cara. ¿Quizá fuera por el recién nacido? (si así fuera, Janice debería parir todas las semanas, ja ja).

En cualquier caso, es por aquel octubre que Andy se ganó un lugar, por lo menos en mi cabeza, dentro de una especie de salón de la fama y está, por lo tanto, exento de cualquier control muy exhaustivo de sus cifras, por lo menos por mi parte. Por muy introvertido y desconsolado que esté (y creo que todos hemos notado lo introvertido y desconsolado que se ha vuelto desde octubre), no me veréis a mí supervisando de cerca sus números; en cuanto a lo que hagan otros, no puedo hablar, puede que otros estén controlando ese preocupante declive en los números de Andy, aunque espero que no sea así, no sería del todo justo y, creedme, si llega a mis oídos, desde luego que se lo haré saber a Andy, y si Andy está demasiado deprimido como para oír lo que tengo que decirle, telefonearé a su casa para hablar con Janice.

Y respecto a por qué puede estar Andy tan desconsolado, yo apostaría a que se está poniendo neurótico, dudando sobre sus acciones de octubre —y, caramba, ¿no sería eso una pena? ¿No sería una lástima, que Andy hubiera completado esa plusmarca de octubre para luego quedarse lloriqueando cabizbajo sobre el asunto?—. ¿Se están deshaciendo las acciones que hizo Andy, en el sentido de las tareas que le encomendé en la Sala 6, por sus lloriqueos? ¿Van a reducirse, de forma milagrosa, las cifras que hay en la Sala de Descanso? ¿Van a empezar a salir las personas de la Sala 6 sintiéndose de nuevo perfectamente bien? Todos sabemos que no. Nadie sale de la Sala 6 sintiéndose perfectamente bien. Incluso vosotros, vosotros que sois los que hacéis lo que hay que hacer en la Sala 6, no salís de allí sintiéndoos la mar de bien, eso lo sé. Yo, desde luego, he hecho algunas cosas en la Sala 6 que no me dejaron con buen cuerpo, creedme. Nadie está intentando negar que la Sala 6 puede llegar a ser una jodienda; el trabajo que hacemos es un trabajo muy difícil. Pero la gente de arriba, los que nos asignan las tareas, parecen estar convencidos de que el trabajo que llevamos a cabo en la Sala 6 no es solo difícil sino, además, importante, motivo que, sospecho, les ha llevado a monitorizar nuestras cifras más de cerca. Y, creedme, si queréis que la Sala 6 sea una jodienda incluso mayor, pues quejaos de ella antes, después y durante, porque entonces sí que será un asco y, además, con tanto desánimo vuestros números descenderán incluso más, algo que, ¿sabéis qué?, no puede ocurrir. En la Reunión Regional me han informado, de manera categórica, de que nuestras cifras no deben descender más. A lo que yo les contesté (y hacerlo requirió agallas, creedme, dado el ambiente que se respiraba en la RR): «Miren, mis hombres están cansados, estamos realizando un trabajo muy duro, tanto física como psicológicamente». Y después de eso, creedme, el silencio en la RR se hizo ensordecedor. Y quiero decir ensordecedor. Y las miradas que recibí no fueron buenas. Y fue recordado, en términos categóricos, por el mismísimo Hugh Blanchert, que nuestros números no debían descender. Y se me pidió que os recordara —a todos, también a mí mismo— que si no éramos capaces de limpiar la «estantería» que nos habían asignado, no solo mandarían traer a alguien que pudiera lidiar con esta «estantería», sino que bien podríamos encontrarnos nosotros mismos sobre dicha «estantería», es decir acabar convirtiéndonos en la «estantería» de marras, con otra persona esforzándose por proyectar esa buena energía positiva sobre nosotros. Y, llegado ese momento, imaginad lo arrepentidos que os sentiríais. Se os dibujaría el arrepentimiento en la cara, como en ocasiones hemos visto que ocurría en la Sala 6, ese arrepentimiento en el rostro de las «estanterías», mientras son «limpiadas». Así que os estoy pidiendo, sin medias tintas, que deis lo mejor de vosotros y que no acabéis convertidos en una «estantería», que luego nosotros, vuestros antiguos compañeros, no tendremos más remedio que limpiar y limpiar y limpiar haciendo uso de toda nuestra energía positiva, sin remordimiento alguno, en la Sala 6.

Me dejaron todo esto muy claro en la RR y ahora os lo estoy intentando dejar claro a vosotros.

Bien, me he enrollado como una persiana pero, por favor, cualquier persona que tenga dudas, dudas sobre lo que hacemos, que pase por mi despacho y yo le enseñaré unas fotos de esa increíble ballena que izamos mis hijos y yo con nuestra energía positiva. Y, por supuesto, esta información, es decir la información de que albergáis ciertas dudas y de que habéis venido a mi despacho a verme, no saldrá de aquí, aunque estoy seguro de que eso no hace falta ni decíroslo, a ninguno, que me conocéis desde hace tantos años.

Todo irá bien, y todo irá bien, etc., etc.

Todd