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Los destrozos no eran tan malos como Derek temía, al menos en lo que se refería a su trabajo. La instalación del tendido eléctrico de la escuela había sido su trabajo más absorbente hasta el momento, sobre todo a la hora de desenmarañar el laberinto de cables que los constructores originales habían enterrado en el yeso. La dirección del colegio no quiso que esperara a que pasaran las vacaciones, posiblemente porque querían tranquilizar a los padres para convencerles de que la escuela era segura después del accidente que le consiguió el trabajo. Había tardado casi un mes, entre noches y fines de semana. El trabajo le había conseguido una reputación a nivel local y le había traído todo el trabajo del que podía encargarse, pero ahora advertía que había atendido menos a Alison y Rowan de lo que tendría que haber hecho cuando le necesitaban.

La subdirectora cruzó el patio mientras Derek bajaba del coche. Un vidriero reparaba una ventana junto a la entrada de los niños pequeños.

—Gracias por venir tan pronto —dijo la subdirectora, una mujer delgada con un chándal púrpura—. Espero que esto no haya echado a perder ningún plan que tuviera para hoy.

—No, no hay problema.

La siguió al interior de la escuela. Los dibujos de los niños habían sido arrancados de las paredes; alguien había prendido fuego a una pila de ellos en un cajón abierto.

—Estúpidos bastardos —murmuró.

—Gracias al cielo que existen niños como su hija. No es que la mayoría sean malos. Siempre ha habido una minoría así.

—Rowan va bien, ¿eh?

La subdirectora le sonrió como si pensara que estaba bromeando.

—Bastante mejor que eso, señor Faraday. ¿No le ha dicho la señorita Frith lo extraordinariamente bien que lo ha hecho estos últimos meses? Nuestro único temor es que pueda aburrirse.

—¿Ha oído lo que le pasó? Supongo que su profesora estará haciendo concesiones por ello.

—La señorita Frith no necesita nada de eso. En todos mis años de profesión nunca he visto a una niña más madura. No tiene nada de qué preocuparse, si puedo decírselo —se hizo a un lado cuando llegaron al salón—. Creo que lo que tiene que ver es esto.

Todas las luces estaban aplastadas, y alguien había arrancado un cable y un trozo de yeso. La estupidez sin sentido le aturdió. Rowan nunca haría algo así, pensó mientras descubría que los vándalos habían cubierto con plastilina los enchufes de la pared y derramado un cubo de agua sobre la caja de los fusibles. Tal vez cuando Alison se enterara de todo esto aceptara la forma en que se estaba desarrollando Rowan. Sacó el viejo secador de pelo del coche y lo usó para secar la caja antes de reemplazar los fusibles, luego desatornilló los enchufes para sacar la plastilina. Había sustituido el cable y estaba guardando sus herramientas cuando oyó los pasos de una mujer corriendo por el pasillo tras él.

—Casi he terminado —anunció—. Podría haber sido peor.

Los pasos se detuvieron, y el silencio le hizo mirar hacia atrás, con el cable colgando de su mano. La mujer del pasillo era Jo. La aprensión le hizo ponerse en pie tan bruscamente que apartó la caja de herramientas de una patada.

—¿Dónde está Rowan?

—Se la llevó Alison.

Eso tensó aún más sus nervios, y descubrió que le costaba trabajo hablar.

—Creía que estaba trabajando. ¿Dónde han ido?

—De vuelta a casa.

Derek agarró la caja de las herramientas y se dirigió tan rápidamente al pasillo que Jo se estremeció.

—Es la madre de Rowan. No pude detenerla —dijo, a la defensiva, como si quisiera negar el motivo para haber venido aquí—: Creí que deberías saberlo, eso es todo.