33

A solas, las mujeres charlaron sobre la familia. Edith deseaba que Richard se hubiera reunido con ellos para pasar la Navidad (nadie debería estar solo en esta época del año), pero cuando Alison le llamó rechazó la proposición con una calma que ella consideró el pesar que quería conservar sin ser molestado. No había asistido al funeral de Hermione. La casita de Hermione estaba en venta, y los beneficios serían divididos a partes iguales entre sus padres y su hermana según su testamento, y Edith pensaba que todos deberían gastar una parte en unas vacaciones en España.

Entonces al menos surgiría algo bueno de toda esta pena.

Alison murmuraba mostrando su acuerdo lo mejor que podía sin comprometerse a un futuro tan lejano cuando ni siquiera sabía adonde podía conducir el presente. Sirvió un par de bebidas a pesar de las protestas de su madre, y se alegró cuando ésta empezó a recordar la infancia de Alison: al menos el pasado había acabado y ya no era algo amenazante. Pasó un rato antes de que se preguntara si su madre evitaba el tema de Rowan.

¿Estaba alimentando las dudas que había sentido el día de Navidad? Había temido por Rowan, aunque sólo que la niña pudiera lastimarse. Pensaba que deberían llevarla al médico por la forma en que había cambiado, porque parecía demasiado mayor para sus años, demasiado similar a Queenie. Alison había hecho todo lo posible para disuadir a su madre, pero ahora esperaba haber fracasado en ello. Estaba segura de que el deseo de tranquilidad que sentía no era suyo solamente. Pensaba en una forma de resucitar el tema cuando Edith, por fin, volvió la cabeza hacia la puerta.

—¿Ha bajado Rowan?

Por un momento Alison pensó que la intrusa había venido a impedirle hablar con Edith, y entonces advirtió que no se sentía nada nerviosa.

—¿Has oído algo?

—La verdad es que no. Pero parece como si hubiera alguien allí, ¿no?

—Es verdad —dijo Alison, deseando ser receptiva—. Espero que tengas razón. Ve a ver.

Contuvo la respiración mientras su madre se dirigía a la puerta. Edith tocó el pomo y alzó la cabeza hacia los paneles superiores, luego la abrió. Alison atisbó movimiento, y su corazón pareció retorcerse como un cuchillo, pero era el reflejo de la puerta en el papel pintado. Edith miró a ambos lados y pareció insatisfecha.

—Estaba segura de que estaba aquí. Déjame ver si ha subido.

—Te acompañaré.

Edith la miró bruscamente y se encaminó hacia la escalera. ¿No podía sentir el ansia que parecía llenar la escalera encalada, el anhelo por ser advertida? Vaciló ante el siguiente piso, luego sacudió la cabeza como para convencerse de que el corredor estaba vacío. Caminó de puntillas hasta la habitación de Rowan, se asomó y se envaró.

Alison llegó rápidamente a su lado y vio lo que estaba viendo; el cuerpo de Rowan tendido boca arriba en la cama, las manos cruzadas sobre el pecho, como dormía siempre ahora.

—Santo Dios —susurró Edith—. Parece…

Estaba preparada para la verdad. Era hora de mostrarle el diario. Alison se apartó de la puerta, fingiendo que la ocupante de la cama ignoraba su presencia. Se llevó un dedo a los labios y condujo a Edith a las escaleras, conteniéndose para no hablar hasta que estuvieran en el salón. Pero no había llegado al rellano cuando advirtió que no podía decírselo a su madre.

Lance sabía algo, y estaba muerto. Hermione sabía mucho, y también estaba muesta. ¿Cómo podía Alison poner a nadie en ese peligro, y mucho menos a su madre? Ahora mismo no quería pensar qué riesgos podría estar corriendo ella. En el salón, sonrió cuidadosamente a Edith mientras volvían a coger sus bebidas, pero su madre demandó:

—¿La has visto? ¿Has visto cómo dormía?

—Siempre ha dormido así, mamá —Alison se sentía desleal, tanto hacia Rowan como hacia su madre—. Al menos, desde que era un bebé.

—Bueno, pues yo no la había visto antes —su madre arrugó los labios y soltó su vaso—. ¿Qué es lo que no me estás diciendo? Nunca hemos podido fingir una delante de la otra.

—Sólo estoy intentando impedir que te preocupes sin necesidad, mamá, eso es todo. ¿Qué importa cómo duerma mientras pueda hacerlo? Ha vuelto con nosotros, ¿no? ¿Qué más podríamos querer?

Su madre le dirigió una larga mirada. Finalmente, cogió su vaso y lo tendió para que volviera a llenárselo, y la conversación se centró en Gales, donde Gwen y Elspeth se habían encargado de la tienda de Hermione. De vez en cuando miraba hacia la puerta, y Alison rezó para que pensara que sólo estaba imaginando una presencia. Se alegró cuando Derek y Keith regresaron, hasta que vio lo deliberadamente que charlaban y advirtió que habían estado hablando sobre ella.

Tenía que persuadirlos de que no sucedía nada malo, o no la dejarían nunca a solas con la niña. Deseó que todos pudieran enfrentarse a la intrusa, pero incluso como familia podrían correr demasiado riesgo, aunque parecía ridículo y enloquecedor tener miedo a una niña.

—¿Café para dos? —dijo animosamente, y se dirigió a la cocina. La sensación de que estaban prestando atención para asegurarse de que no subía al dormitorio de Rowan la hizo querer reír y llorar.

Estaba en la cama con Derek, los dos fingiendo dormir, cuando advirtió que él debía de haberla oído la noche anterior después de todo. Tal vez pensaba que se estaba volviendo loca. Quiso abrazarle con fuerza y hablar con él hasta que la creyera, quiso apartarse de él por pensar así de ella, pero todo lo que pudo hacer por su bien fue permanecer inmóvil, maldiciendo a la intrusa de la habitación de al lado por separarla de él. ¿No tenía ella también la misma culpa, por no haber oído a su hermana? Pero alguien le decía que ahora no importaba, alguien cerca en la habitación, más cerca si cerraba los ojos. Alguien que la amaba por lo que era, y eso la hizo dormir más tranquila.

Por la mañana, sintió pánico en pensar que dejaría a Rowan en la inhóspita casa con la intrusa.

—Ven conmigo —susurró cuando nadie pudo oírla.

Mientras conducía hacia el hospital no dejaba de mirar al asiento de pasajeros, esperando poder ver lo que ya sentía. Una vez, cuando un rayo de sol destelló en una calle lateral e iluminó el coche, le pareció ver la cara de Rowan sonriéndole tristemente. Se desvaneció al instante, como una estrella tan lejana que no podías estar seguro de haberla visto jamás.

Todos los niños del pabellón quisieron mostrar a Alison sus regalos, y Rowan pareció fundirse con la forma en que demandaban a Alison. Durante todo el día encontró que se distraía de sus pacientes intentando sentir que Rowan estaba todavía allí, no perdida en los pasillos que olían demasiado como la habitación de Queenie. No era justo para con los pacientes ni para con Rowan. No podía seguir así.

En casa. Derek y sus padres estaban ansiosos por contarle lo bien que se había portado Rowan durante todo el día. Se alegró de que no sospecharan y se entristeció por su determinación por convencerla.

—Sé que estás ahí —tranquilizó a Rowan silenciosamente cuando los ojos de la niña de la casa la miraron, inexpresivos de triunfo.

Esa noche soñó que perdía a Rowan. Estaba en Liverpool, en las rebajas, debatiéndose a través de la multitud que llenaba la calle comercial de pared a pared y daba vueltas lentamente alrededor de los puestos de los comerciantes y sus maletines abiertos. Estaba pensando que al menos Rowan no tenía que esforzarse para no perderla de vista cuando advirtió que la niña ya no estaba allí. Miró a su alrededor salvajemente como si pudiera ver a Rowan, se aupó para ver por encima de las masas de rostros indiferentes como máscaras, gritó el nombre de Rowan mientras pensaba que oía su voz por encima del murmullo informe de la muchedumbre, intentó abrirse paso entre la gente demasiado apretujada para dejarla pasar. Pronto alguien se ofreció a ayudarle a buscar a su niña perdida, y cuando admitió que no podían verla se echaban a reír, la calle entera, tan fuerte y cruelmente como si pudieran apartar a Rowan para siempre. Alisan se despertó temblando, cubierta de sudor helado, sabiendo que el sueño apenas era una exageración de la verdad.

Sus padres se marcharon antes del amanecer para evitar el tráfico.

—Espero veros pronto a todos, Derek. Y cuida de Alison: ahora es todo lo que tenemos —dijo Edith con un brumoso aliento de dragón.

—Manteneos en contacto —le dijo Keith, y se detuvo a punto de estrecharle la mano, pues Rowan había aparecido en el vestíbulo plateado.

—Vuelve a la cama —exclamó Alison, llena de furia al ver que al cuerpo de Rowan ni siquiera se le permitía dormir—. Despídete de tus abuelos y vuelve a la cama hasta que sea la hora de levantarse.

Alison abrazó a sus padres y se obligó a dejarlos marchar, y contempló las luces rojas del coche hacerse más pequeñas, doblar la esquina y desaparecer. La niña estaba tras ella en la acera, mirando las estrellas que la proximidad del amanecer había comenzado a extinguir. Su aliento manchaba el aire gris, y llenó a Alison de una súbita repulsión: no era la respiración de Rowan.

—Haz lo que se te ha dicho —casi gritó.

—Intenta dormir un poco más, nena —dijo Derek, y empujó a la niña suavemente hacia la casa, aunque Alison estaba segura de que se envaró ante su contacto—. No seas demasiado dura con ella, Ali —murmuró él mientras oían sus pasos arriba—. Recuerda todo por lo que ha pasado. Sé que tú también has sufrido, pero por el momento contentémonos con tenerla de vuelta, ¿de acuerdo?

—Muy bien —dijo Alison, dolorida por la imposibilidad de decirle la verdad.

Cogió su mano mientras volvían a la cama para descansar otra hora. Ella quiso hacer el amor con él, atraerlo más cerca, pero no podía cuando sentía que Rowan se había refugiado en su habitación. Yacieron abrazados mientras el amanecer teñía el cielo de oro. Rowan era parte de su calma, una pared que mantenía a la intrusa en la habitación de al lado. No podía durar, pero tal vez, era una promesa, y la mantuvo en secreto y a salvo cuando el despertador la avisó de que era hora de trabajar.

Se estaba peinando cuando sonó el teléfono. Bajó corriendo la escalera, pero la llamada era de la escuela, para Derek.

—Unos vándalos han destrozado la instalación. Rowan no querrá venir conmigo, así que tendrá que quedarse en casa de Jo.

—Muy bien —dijo Alison, acallando furiosamente sus pensamientos, convirtiendo su rostro en una máscara de tranquilidad—. ¿Quieres llevarla tú? Será mejor que me marche al trabajo.

Quitó las hojas plateadas de las ventanillas de su coche y rezó para que arrancara. Mientras pisaba el pedal y escuchaba el borboteo del motor tuvo tiempo de ver a Derek conducir a la niña a casa de Jo. Por fin el coche se dirigió estremeciéndose hacia la carretera. Condujo al azar durante media hora a través de las calles medio heladas, dejando atrás coches aparcados con las ventanillas cubiertas de nieve y a niños patinando en la acera, y luego volvió a la casa.

Mientras llegaba a lo alto del puente sobre la bahía, la luz del sol iluminó al coche desde atrás. Deslumbrada, atisbo a su lado la cara de Rowan, que parecía ansiosa, temerosa.

—No pasará nada —murmuró Alison ferozmente mientras el destello se extinguía.

Aparcó ante la casa y llamó al hospital para decir que estaba demasiado enferma para ir a trabajar, cosa que nunca había hecho en toda su vida, y se dirigió a casa de Jo para recoger a la niña.