A Derek le pareció que Alison estaba a punto de hablar cuando Edith entró en el salón.
—Rowan te llama, Derek —dijo.
Alison volvió la cabeza hacia la revista de Edith y guardó silencio.
—¿Qué ibas a decir, Ali? —preguntó él.
—Esperaré. Sube a ver qué quiere.
Parecía demasiado alegre, como una radio con el tono agudo en el tope, y no le gustaba nada. Primero fue a ver a Rowan. Estaba acostada, las manos cruzadas sobre las sábanas, la cabeza levemente alzada por la almohada. Mientras entraba en el dormitorio, sus ojos se volvieron hacia él, y Derek tuvo la desconcertante idea de que tendría que haber llamado antes de entrar.
—¿Qué sucede, nena? —dijo.
Parecía que a ella aquello le parecía demasiado familiar. Incluso cuando la encontró en el cementerio se mostró distante, reticente a dejar que la abrazara, y desde entonces no lo había intentado con frecuencia. La niña alzó sus manos entrelazadas como si estuviera rezando y se inclinó hacia él con una intimidad que Derek ya no esperaba.
—¿Se quedará la abuela?
—Lo hará, y tu madre también. Sabes que nunca te dejaríamos sola en la casa.
—Sé que mamá se quedará. Pero la abuela también.
—Eso es lo que he dicho. ¿Por qué lo preguntas?
Ella le miró, como si debiera saberlo. Peor, a él le pareció que lo sabía.
—Ahora duerme, ¿quieres? Todo el mundo te quiere —dijo torpemente, y se inclinó para besar su frente. Estaba fría y arrugada.
Cuando Derek se volvió desde la puerta, la niña tenía los ojos cerrados. Bajó corriendo las escaleras, lleno de furia protectora y rezando para no tener que sentirse así.
—¿Qué quería? —preguntó Alison, demasiado casualmente.
—Sólo asegurarse de que no íbamos a salir todos, como si fuéramos a hacerlo. ¿Qué querías antes?
—Sólo recordarte que mi padre no beba demasiado. Recuerda que tiene que conducir pasado mañana.
Derek sintió que ella estaba ocultando al menos tanto como él. Parecía una negativa de todo lo que habían compartido y construido juntos desde antes de casarse. Pudo sentir su desazón convertirse en palabras, forzarle a abrir los labios, y entonces Keith dijo:
—Vamos, deja que el pobre hombre me enseñe su garito. No he tenido una charla decente con él en toda la Navidad.
Después de todo, ella quería que Derek intimara con su familia. Él también lo quería, aunque no bajo estas circunstancias. Siguió a Derek a la noche, donde el viento bajaba de los tejados como un canal de hielo. Rebordes de espuma se alzaban en la oscura bahía, los barcos destellaban como montoncitos de carbón al sortear las olas. En el pub, las gafas de Keith se empañaron. Derek pagó la cerveza mientras Keith se limpiaba los cristales y murmuraba:
—Espero que no vayamos a tener problemas.
Una cinta emitió «God Rest Ye Merry Gentlemen» a través de los altavoces envueltos en guirnaldas en todos los rincones del bar. Keith se sentó tras la máquina tragaperras y entrechocó las jarras con Derek.
—Bueno, casi ha pasado otro año y el mundo sigue de una pieza.
—Y la mayoría de nosotros —respondió Derek, y se estaba preguntando como pasar al tema que habían venido a discutir cuando alguien le agarró por el hombro.
—Noche de hombres, ¿eh? —dijo Eddie.
Soltó su jarra y se giró, no demasiado firmemente, hacia las mesas vecinas en busca de una silla.
—Para decirte la verdad, Eddie, es una especie de reunión familiar —dijo Derek.
—¿Dónde están los demás… bajo la mesa ya? Creía que nunca hablabas de ellos, demasiado perfectos o algo así. No te preocupes, me marcho, no te pondré colorado delante de tu hábil jardinero, aunque bien que te alegraste de conocerme cuando tu mansión necesitó una mano —recogió su jarra y la alzó hacia ellos con exagerada dignidad—. No nos haga caso —le dijo a Keith, como si cada palabra fuera un caramelo que tuviera que despegarse de los dientes—. Siempre somos así.
—¿De veras? —preguntó Keith cuando se marchó tambaleándose.
—Es la primera vez que lo veo así.
—Podría unirse a nosotros. A menos que realmente quieras hablar en privado, en cuyo caso dejaré de rezongar —miró a Derek animosamente y dio un sorbo de cerveza—. Si Edith y yo podemos ayudar en lo que sea, sólo tienes que pedirlo.
—Es muy amable por tu parte, Keith. Eres un buen amigo —también era el padre de Alison, ¿y cómo reaccionaría a lo que Derek tenía que decir?—. Es la forma en que nos hemos comportado desde que las cosas empezaron a salir mal, como nos han dejado —dio un sorbo de cerveza para borrar la sensación de estar fuera de lugar—. Tal vez lo hayas advertido.
—Siempre queda el futuro, amigo. Creo que vuestro matrimonio es de los que se reconstruyen, aunque los problemas te hagan pensar que a veces no podéis soportaros. ¿Te refieres a eso? Anoche mismo Edith y yo comentamos lo bien que nos parecía que lo estabais superando.
—Ayer habría estado de acuerdo contigo.
—Veo que te cuesta trabajo hablar, hijo, pero no podré ayudarte a menos que me lo cuentes.
Derek casi apuró su jarra. Dejó que el brumoso calor del alcohol navegara hasta su cerebro, entonces impidió que Keith pagara otra ronda.
—Espera y te lo diré. Es Alison. Creo que lo sucedido la ha trastornado más de lo que quiere admitir.
—Es posible, ¿no te parece? Después de todo, ha perdido a su hermana y tal vez pensara que estuvo a punto de perder a su única hija —sus ojos se nublaron hasta que pudo apartar el recuerdo de su pérdida—. Pero no puede ser bueno para ella no compartir sus sentimientos contigo. Si Edith y yo no nos hubiéramos ayudado mutuamente para superar la pérdida de nuestra Hermione, no sé dónde estaríamos. Hablaré con Alison si piensas que eso puede servir de ayuda.
—Tal vez no sea conveniente que sepa que hemos estado hablando. Es un poco desconfiada. No creo que esté convencida de que Rowan ha vuelto.
Para su desconcierto, Keith pareció aliviado.
—¿Qué te hace decir eso?
—¿Has visto cómo la miraba hoy?
—Creo que sí, ahora que lo mencionas. Déjame pedir otra jarra. Te diría que no es la primera vez que pasa algo así con Alison, así que alégrate.
Derek se le quedó mirando mientras esperaba a que le sirvieran en la barra. Un hombretón calvo devoraba un sandwich de pavo y echaba monedas en la máquina, que trinaba como un pájaro hambriento. Keith regresó por fin, sujetando las jarras.
—No es la primera vez —instó Derek.
—No. No, no lo creo —Keith depositó su jarra sobre la mesa y se sentó lentamente—. Cuando Alison tenía tres años, Hermione tuvo que pasar algún tiempo ingresada en un hospital, y su madre se quedó con ella, naturalmente. Había que formar un buen jaleo para conseguirlo en aquellos días, y el hospital no permitía que Alison la visitara. Pues bien, cuando regresaron Alison se mostró muy tirante con su hermana y no mucho mejor con su madre. Descubrimos que pensaba que cuando te han anestesiado podías convertirte en otra persona. Hermione tuvo que recordarle cosas que las dos habían hecho juntas. Yo diría que fue el estar separada de su madre y Hermione lo que hizo que Alison se sintiera de esa forma, y estoy seguro de que lo mismo puede aplicarse ahora y que se recuperará, ¿no crees?
—Pero ya no es una niña.
—No más que cualquiera de nosotros. ¿No ves por qué puede sentirse incómoda con Rowan? Rowan ya no es la niña que era, y creo que podemos comprender por qué. Tal vez deberías dejar que Alison supiera que a veces sientes lo mismo que ella.
Derek sintió como si tuviera que derribar una pared entre Keith y él sin saber qué podía estar sujetando esa pared.
—Pero no es así —gimió—. No sólo piensa que Rowan no es ella misma, sino que piensa que Rowan está en otra parte. Le habla cuando no está allí, por el amor de Dios.
—Sí, pero eso no significa…
—No te he dicho lo que sucedió anoche. Me desperté y vi que estaba sentada en la cama, y entonces empezó a hablar. Dijo «Rowan, ¿eres tú?» a la habitación vacía, ¿comprendes? Entonces se levantó y le eché un vistazo y, créeme, estaba completamente despierta. Se dirigió a la habitación de Rowan y la oí detenerse fuera, y te digo, Keith, que si hubiera entrado yo habría subido como una bala, por el aspecto que tenía. Tal vez pienses que estoy exagerando —vaciló, sintiéndose cruel para con el viejo—. Pero ¿sabes por qué Rowan quiso antes que subiera a verla? Quería asegurarse de que su abuela se quedaba. Tiene miedo de quedarse a solas con su madre.
Todavía no le había dicho a Keith lo peor: que había oído a Alison decir que pensaba que se estaba volviendo loca. Keith alzó las cejas y parpadeó mirándose los nudillos.
—¿Quieres que nos quedemos más tiempo? —dijo.
—No creo que Rowan corra peligro. No puedo creerlo.
—Alison podría saber que hemos estado hablando de ella si cambiamos de plan.
Así que esto era ser uno de la familia, compartir ideas e inquietudes. Había ganado un pariente, pero ¿qué podría perder?
—O si Rowan se fuera con vosotros a casa mientras yo intento arreglar las cosas —dijo.
—La tendremos con nosotros todo el tiempo que quieras, lo sabes. Sólo me pregunto qué tienes en mente para Alison.
Eso era exactamente lo que Derek temía expresar con palabras.
—Tal vez debería hablar con un médico. Yo lo haría también, si sirve de algo. Podría recetarle algo, ¿no crees?
—Me parece bien, hijo —dijo Keith, pero su obvio alivio le hizo parecer menos tranquilizador—. Esto debe de haber estado acumulándose desde aquel asunto con la pobre Hermione. Espero que Navidad lo detenga porque Alison la echará de menos.
—No creerás que echa la culpa a Rowan por lo que le sucedió a Hermione, ¿no?
—Dios sabe como puede estar funcionando su mente con tantas muertes y tensiones. Me pregunto si no deberíamos pedirle a Edith que hable con ella.
—Debería ser yo. Sólo quería consultarlo contigo.
—Me alegro de que lo hicieras. Siento que te conozco mejor, y me gusta. No le diré nada a Edith hasta que regresemos a casa o no nos marcharemos nunca. Tal vez las cosas mejoren cuando nos quitemos de enmedio y Alison pueda dedicar más tiempo a Rowan. Pero en cualquier momento del día o de la noche que necesites entrar en contacto, uno de nosotros estará despierto.
Derek apuró su jarra y se levantó para pagar otra ronda. Tener alguien en quien confiar parecía haberle ayudado más de lo que se atrevía a esperar.
—No hace falta que te lo diga, pero cuida de las dos —dijo Keith, como si no pudiera existir la cuestión de proteger a una a expensas de la otra.
La multitud en el bar se apiñó alrededor de Derek, el humo se acumulaba en lo alto y oscurecía las luces. Derek rezó para no tener que hacer esa elección.