25

Derek nunca había conducido tan rápido camino de Gales. En la carretera alcanzó los ciento cuarenta kilómetros por hora. Redujo a cien en el puente de Queensferry, y se mantuvo en el límite al atravesar Shotton y Flint y la aldea. De vez en cuando dejaba atrás una cabina telefónica y se sentía tentado de llamar, pero conducir le hacía sentirse menos indefenso. Por todo el camino de Gales no vio una comisaría o un solo coche de policía.

Tuvo que reducir cuando se internó en la carretera de la costa. Ruinas y oscuros depósitos de agua se agazapaban tras los densos árboles, y pensó lo mucho que le gustaba a Rowan pasear por este valle. Pronto la llevaría a dar un paseo, se prometió, y la promesa le ayudó a suprimir un arrebato de pánico. Cambió de marcha para que el coche acelerara por la tortuosa carretera hasta Holywell.

Desde la tienda de Hermione lo observaron unos rostros, pero sólo eran máscaras. La tienda parecía sucia con la áspera luz de la calle, como si llevara meses cerrada. Vestidos que a Rowan le encantaría llevar colgaban vacíos en las sombras. Le compraría uno, juró mientras subía la colina.

Inspiró profundamente mientras aparcaba frente a la casa, pues había visto luz en el dormitorio de Hermione. Cerró de golpe la portezuela del coche y se ordenó mantener la calma, luego se dirigió a la casa. Su habitación estaba oscura. Si la sacaba de la cama, lástima: no había tenido tiempo de quedarse dormida. Se dirigía hacia la casa cuando advirtió que la luz era el reflejo de la farola.

Llamó al timbre y esperó, luego pulsó de modo continuo el botón y martilleó con la aldaba. Cuando por fin se detuvo, el único sonido era el gélido viento. Sus palmas se cubrieron de sudor frío; se le secó la boca. Podría haber preguntado a los vecinos si sabían dónde estaba Hermione, pero aunque todavía no era medianoche, todas las casas estaban oscuras. Se dirigió a la ventana de la cocina.

Ollas y sartenes y una gota de agua que caía de un grifo sobre el fregadero metálico brillaron mientras su aliento se esparcía sobre el cristal. La gota cayó, silenciada por el cristal. Sin saber qué hacer a continuación, extendió la mano hacia el picaporte. La puerta no estaba cerrada con llave.

Si Hermione había olvidado cerrarla, ¿adonde había llevado a Rowan con tanta prisa? ¿Y si se había vuelto loca después de todo? Su mano se cerró sobre el metal helado y abrió la puerta. La gota volvió a caer, un sonido brusco y muerto. Cuando encendió la luz fluorescente, la cocina brilló como una habitación frigorífica. Se apresuró hacia la habitación principal, y el olor a papel viejo le alcanzó desde la oscuridad.

Tanteó en busca del interruptor y contempló la habitación. Las plantas inclinaban sus ajadas cabezas sobre la repisa de la chimenea y el alféizar de la ventana, sombras como telarañas oscurecían las espirales del yeso. El olor procedía de un viejo álbum de fotos sobre la cómoda. Recordar que Hermione había falsificado el mensaje hizo que su estómago se revolviera mientras corría escaleras arriba.

Las habitaciones estaban desiertas. La bata de Rowan yacía sobre la cama. Se aseguraría de que tuviera sus horas de sueño después de esto, se prometió ferozmente, y vaciló al dirigirse al teléfono. Hablar con Alison liberaría todos los temores que todavía intentaba reprimir. Entonces advirtió la libreta de mensajes que colgaba sobre el teléfono. Entre las listas hechas con la cuidadosa letra de Hermione había una nota de Gwen y Elspeth. ¿Podría haberles contado Hermione sus planes para la noche? Agarró el teléfono y marcó el número de Grotiant.

Apenas había terminado de marcar cuando respondieron en galés. Eso y la urgencia en la voz de la mujer le enervaron.

—¿Puede hablar en inglés? —demandó, y se preguntó si la habría ofendido—. ¿Le importa? He marcado el número correcto, ¿verdad? Hace usted cosas para Hermione, ¿no? Soy su cuñado.

—Quiere decir que es el padre de Rowan.

—Sí —contestó él, y experimentó otro arrebato de pánico.

—¿Está ella con usted?

—No. ¿Por qué?

—Es usted su padre, ¿no? —dijo ella, casi acusándole—. Entonces ¿por qué llama?

Habría preferido no hacer daño a la reputación de Hermione, pero tenía que conocer la verdad.

—Se supone que iba a quedarse con Hermione, pero no hemos tenido noticias de ellas en todo el día. Pensé que podrían tener ustedes idea de dónde están.

—Estuvieron aquí. Soy Gwen, por cierto —guardó silencio y luego añadió—: Hermione dejó a Rowan con nosotras mientras visitaba a alguien en el hotel. Pero allí nadie sabe nada, así que no parece que fuera a ese sitio.

Derek tuvo miedo de preguntar lo que la mujer dejó sin decir, pero tenía que saberlo.

—¿Dónde está Rowan?

—¿Conoce a una amiga suya llamada Vicky?

—Sí —contestó, y sintió de pronto su frente tensa como papel secante.

—Entonces debe de saber dónde vive —dijo Gwen, aliviada—. Es ahí donde está Rowan.

—¿Qué quiere decir? ¿Quién la ha llevado allí? Vicky vive en Waterloo. ¿Cómo puede Rowan haber venido hasta aquí sin regresar a casa?

—No, Vicky vive por aquí. Estoy segura de que eso es lo que dijo. Rowan quería ir a su casa —dijo ella, a la defensiva.

—¿Dejaron salir a Rowan de noche con alguien de su edad y sin preguntar siquiera adonde iban?

—Lo siento, es lo que deberíamos haber hecho. No tenemos hijos. Elspeth lleva horas buscándolas. Dijo que iba a preguntar en algunas de las casas.

Derek pudo advertir ahora lo trastornada que estaba, pero eso parecía robarle sentimientos a los que él tenía más derecho.

—Debería llamar a la policía. Yo voy a hacerlo.

—¿Dónde está usted, por si Rowan vuelve?

—En casa de Hermione.

—¿Permanecerá allí?

—Sí —contestó Derek, como si ella le hubiera atrapado, y la hizo dictarle su dirección.

Cortó la comunicación mientras buscaba el número de la policía en la libreta de los mensajes, y marcó con cuidado, como para retrasar el momento en que tendría que hablar.

Quien contestó le interrogó tan despacio que parecía medio dormido. ¿Era el padre de la niña perdida? ¿Cómo se llamaba la niña? ¿Cuál era la dirección de la niña? ¿Era desde allí desde donde llamaba? ¿Desde dónde lo hacía? ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Era la dirección de donde había desaparecido la niña? ¿Quién le había dicho que la niña había desaparecido? ¿Qué razón tenía para pensar que así era? ¿Había comprobado la dirección de su amiga? Cada una de las preguntas hizo que la frente de Derek se tensara y sus temores se incrementaran.

—Enviaremos a alguien en cuanto sea posible —dijo por fin el policía, y Derek sólo pudo llamar a Alison.

El teléfono sonó sólo una vez en Waterloo.

—¿Quién es?

Su prisa le atenazó la garganta.

—Soy Derek. Estoy en casa de Hermione. No están aquí. Fueron a visitar a las mujeres que trabajan en la tienda, y luego tu hermana se marchó a alguna parte. Ellas dejaron a Rowan marcharse con esa tal Vicky sin tomar su dirección. He llamado a la policía.

—¿Crees que es necesario?

—Podría serlo, ¿no? ¿No lo habrías hecho tú? Sólo para… estar seguros.

—Por supuesto que lo habría hecho, por ese motivo. Vicky tiene parientes por ahí, ¿no? Debe de tenerlos, pues sabía dónde estaría Rowan. Alguien debe de conocerlos. ¿Te quedarás en casa de Hermione por si llama alguien? Yo estaré aquí, obviamente.

—Llámame si te sientes sola.

—No digas eso o lo estaré. No nos llamaremos a menos que haya noticias, ¿de acuerdo? Mantengamos las líneas despejadas.

—Buenas noches entonces, Ali. No… —se tragó su consejo; sólo la haría sentirse peor—. Te quiero.

—Te quiero. Y Rowan nos quiere a ambos, y todos recordaremos esta noche cuando crezca.

—Eso es —dijo él ferozmente, y esperó a que ella colgara.

Se preguntó de pronto si Rowan habría dejado una nota, pero todo lo que pudo encontrar en su habitación fue su diario. En la página de hoy había escrito que Hermione le había enseñado una foto que parecía de Vicky. La idea alimentó su pánico, la visión de su esforzada escritura le hizo estar a punto de llorar. Todavía estaba registrando la casa, aunque sólo para no pensar en otra cosa, cuando llegó la policía.

¿Se habían marchado antes así la niña y su amiga? ¿Tenía algún motivo para sospechar de la amiga o de algún pariente suyo? ¿Tenía alguna idea de dónde podría haber ido la tía de la niña? ¿Podía proporcionarles una foto de la niña? Había una enmarcada en la habitación de Hermione.

—No se preocupe, señor, nos pondremos en contacto en cuanto tengamos algo que informar —dijo el policía que conducía el coche.

Derek estaba contemplando el agujero en la oscuridad que habían producido las luces traseras del coche al marcharse cuando una mujer de unos sesenta años se asomó en la casa de al lado, atándose el cinturón de su bata.

—Es usted el cuñado de Hermione, ¿verdad? ¿Ocurre algo?

—Se llevó a mi hijita a Gronant y nadie sabe dónde están —dijo Derek, sintiendo como si cada repetición empeorara la situación.

—¿Quiere entrar a tomar una taza de té, o que le haga compañía? Estoy levantada de todas formas. Mi marido tiene que trabajar.

—¿Podría quedarse en casa un momento? Se me acaba de ocurrir un sitio donde puede que esté Hermione, pero no merece la pena decírselo a la policía si puedo ir yo mismo.

—Tendré que avisar primero a mi marido.

Derek llamó a Alison.

—Todavía no hay noticias, querida. La policía lleva ahora el caso. La vecina va a quedarse aquí mientras yo intento comprobar dónde está tu hermana.

—¿Vas a decirme dónde?

—Creo que tal vez haya ido a buscar ese camafeo —dijo él, intentando ser vago.

El silencio de Alison le hizo ansiar abrazarla, pero entonces habría advertido su pánico.

—Tal vez tengas razón —admitió ella—. No tardes más de lo necesario, ¿quieres? La próxima vez prestaré más atención a lo que dices sobre ella.

—Mientras no dejes de prestarte caso a ti misma, querida —dijo Derek, y le envió un beso.

El plástico le pareció pegajoso contra sus labios. Se encontraba cavilando junto al teléfono cuando llegó un lechero para decirle a Derek que su esposa vendría en cuanto terminara de vestirse. Pronto llegó con su costura, y Derek le dio el número de Alison por si había noticias.

—No hay prisa, estaré aquí —dijo ella.

El viento había cesado. La bruma acechaba junto a la carretera y esperaba al límite de los faros. La idea de que Rowan estuviera fuera en una noche como ésta casi le obligó a volver a casa de Hermione, donde al menos oiría su voz si llamaba en busca de ayuda… Pero si Hermione tenía realmente una foto de Vicky, ¿habría descubierto dónde vivía la niña? Mientras se debatía con sus dudas, siguió conduciendo, y pisó el freno cuando una pequeña figura se retiró contra el seto que tenía delante, pero se trataba tan sólo de una verja que conducía a la oscuridad. La carretera continuaba hacia Gronant, y a medida que salía de la niebla vio luces aleteando bajo los árboles que se recortaban contra el cielo en lo alto de la pendiente. Pensó que debía de haber gente buscando, y trató de mantener la esperanza… Y entonces vio que las luces eran de un coche de policía y una ambulancia.

Mientras subía la cuesta, sintió que dejaba su corazón detrás. Tuvo que aparcar antes de alcanzar los vehículos, porque sus manos ya no podían controlar el volante: había visto a dos hombres llevando una camilla hacia la verja. Mientras avanzaba colina arriba, las lápidas oscilaron como neones gastados cuando el latido de la luz las alcanzaba. Casi había llegado a la verja cuando un policía con el rostro iluminado de azul le bloqueó el paso y dijo algo en galés.

—¿Puedo ayudarle, señor? —dijo luego.

Los hombres habían soltado la camilla y entraron en una tumba. Iban a sacar un cuerpo para colocarlo sobre la camilla, cómo si la vida de algún modo corriera hacia atrás.

—¿Qué ocurre aquí? —tartamudeó Derek.

—No puedo decírselo, señor. Por favor, continúe.

—Tengo que verlo. Tal vez la conozca —Derek apenas podía hablar, pues rezaba para que en la camilla no colocaran a Rowan—. Ésa es la tumba de la familia de mi esposa.

Un segundo policía se adelantó, y consultó algo con su colega en galés. Finalmente, el que había detenido a Derek dijo:

—Será mejor que vea si puede identificarla.

Derek ya había visto suficiente, y odió el arrebato de alivio que experimentó. El cuerpo que los hombres sacaban de la tumba, claramente, no era el de Rowan. Cruzó el cementerio, su sombra azul saltando débilmente ante él, y se detuvo junto al sauce. Parecía que Hermione había estado gritando en una pesadilla de la que no había podido despertar. Uno de los ayudantes intentaba cerrarle la boca, y Derek temió que tuviera que romperle la mandíbula, sobre todo cuando la luz azul hizo que pareciera que se sacudía. Se habría desplomado contra el sauce si un policía no le hubiera agarrado por el brazo.

—Es mi cuñada —murmuró.

El ayudante la cubrió con una sábana, y se la llevaron a la ambulancia. Mientras el policía traía tablones de la verja cercana para cubrir la zanja, Derek se adelantó y echó un vistazo al interior, y luego retrocedió ante la visión de la forma calva y ennegrecida que yacía acurrucada en el altar blancuzco de la caja. Los policías cerraron el ataúd y colocaron la tapa improvisada sobre la tumba. Luego, grotescamente, colocaron señales de Prohibido Aparcar en las esquinas, frente al pilar de mármol. La visión hizo que Derek sintiera náuseas, y mantuvo los ojos cerrados cuando un policía dijo:

—Si quiere acompañarnos cuando esté listo, señor, puede hacer su declaración en la comisaría.

Derek se obligó a abrir los ojos.

—Tengo que encontrar a mi hija.

—Podrá hablarnos sobre ello en la comisaría, señor, y tal vez podamos ayudarle. Por favor, no tarde.

¿Cómo era posible que no supieran nada de Rowan? ¿Los había llamado alguien al cementerio antes de que él telefoneara a la policía? Esperaban junto a la verja, murmurando en galés. Debían de estar dándole una oportunidad de aceptar lo que había visto, pero notaba que tenían dudas sobre él. Si les hacía comprobar que había llamado antes, seguro que le dejarían ir por ahora. El latido en su garganta amenazó con hacerle vomitar mientras se volvía hacia la verja y se internaba en la sombra del sauce. El árbol pareció engullir las luces de la farola y los vehículos. La sombra se cernió sobre él como agua negra, profunda y gélida, y una pequeña mano pálida se agarró de su brazo.