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Una niña de tres años lloraba porque no podía rascarse el brazo a través de la escayola cuando Derek telefoneó al hospital.

—El trabajo de Southport es un incordio. No volveré a casa por lo menos hasta las nueve. Jo dice que recogerá a Rowan del colegio.

—Muy bien, querido —dijo Alison, mientras la niña empezaba a llorar con más fuerza—. ¿Queréis ver qué pasa? —les sugirió a las estudiantes de enfermería que compartían un cigarrillo subrepticio en el pasillo.

Las dos la miraron.

—Será lo mismo que la última vez —dijo Libby—. Tendrá que acostumbrarse a estar sin su madre.

Alison tardó un momento en colgar el receptor, pero no se le ocurrió nada que decir. Cierta indiferencia era parte del proceso que había que atravesar para trabajar como enfermera, acostumbrarte al sufrimiento aunque no fuera tuyo (si dejabas que todo lo que los niños sentían te atrapase, no podrías ayudarlos), pero Libby y Jasmine parecían menos apartadas que apáticas. Sabía que aunque se graduaran tal vez se encontraran sin trabajo, pero ¿cómo podían ser tan frías? Cierto que la encargada de planta no era un gran modelo, irritable e indolente y esperando retirarse dentro de cinco años, dispuesta a que los padres se quedaran con sus hijos para que así pudieran cuidar a otros niños del pabellón. Al menos las auxiliares de clínica tenían hijos e intentaban tratar a los pacientes como a los suyos propios, pero si Rowan tenía que ingresar alguna vez en el hospital, Alison esperaba que la niña no estuviera en esta planta.

Había que tener cuidado para que el sistema no te contagiara su frialdad, para que el tamaño del hospital y la escasez de su personal no te abrumaran. Los ideales que tenías cuando empezabas a trabajar daban paso a la realidad, pero seguro que eso era preferible al estilo de Queenie, apartarse del mundo para preservar tus ideales. No se podría cambiar el mundo, pero tampoco podías criticar sólo contentándote con lo que tenías a tu alcance.

Una de las auxiliares tranquilizaba a la niña contándole una historia. Alison recorrió la planta, escribiendo en las tablillas, estrechando manos diminutas, escuchando confidencias, murmurando consuelos. Dirigió su sonrisa más amplia al niñito cuyos padres lo habían encerrado en el apartamento con un televisor que salió ardiendo mientras ellos estaban en el pub. Demasiados padres trataban a sus hijos como si fueran una propiedad, y pocos vecinos estaban dispuestos a intervenir. La idea de intervención despertó la duda que había estado dormitando todo el día en su mente. Se preguntó qué quería Lance de su hija.

El testamento no mencionaba a Rowan. Tal vez Hermione le había entendido mal, dada la forma en que murmuraba. Alison sólo pudo contactar con su padre, y deseó no haberle contado tanto a Richard; hablaba como si ella hubiera confirmado sus temores. Seguramente, si Lance tenía algo planeado para Rowan no habría intentado entablar contacto con Alison, pero ¿qué podría ser tan importante para que superara su timidez?

Cuando llegó el turno siguiente, tantos niños quisieron despedirse de ella que tuvo que correr hacia la parada de autobús. Tal vez Lance le habría dejado un mensaje, pensó, pero todos los mensajes del contestador eran para Derek. Las vocecitas parecían resonar en la casa ahora que sus padres se habían ido a casa. No debía importarle que pasaran más tiempo con Hermione que con ella; Hermione los necesitaba más, igual que ella necesitaba sentirse protectora de Alison para distraerse de sus propios temores: Alison era consciente de eso desde que podía recordar. Todos vendrían para Navidad (era difícil que hubieran vendido la casa para entonces), y tal vez eso compensaría a Rowan por no quedarse. Alison cruzó la carretera para recogerla.

Jo hojeaba el catálogo por correo y veía un culebrón.

—Le dije que se podía quedar a merendar si quería. Patty las ha llevado a la playa.

Patty era la hija adolescente de Jo.

—Le diré a Rowan que estoy en casa —dijo Alison, y se dirigió al paseo marítimo.

La brisa le acarició el rostro y sacudió la hierba que coronaba las dunas, los yates se mecieron en el atracadero situado junto a los muelles y la estación de radar. Se encaminó más allá de las dunas y vio que los tres hijos de Jo eran los únicos niños en toda la playa.

Bajó corriendo los escalones hasta la playa. Los dos niños más pequeños se burlaban de Patty y susurraban.

—¿Dónde está Rowan? —demandó Alison.

Patty se volvió desafiante, alzando las cejas pintadas y haciendo sacudir sus pendientes.

—Su amiga se la llevó —dijo.