[200]Nicolas Ruwet, por ejemplo, reprocha a Hjelmslev el elaborar una teoría cuyas aplicaciones se hallarían del lado de Jabberwocky o de Finnegans wake (Introduction a la grammaire générative, Plon, pág. 54; y sobre la indiferencia en «el orden de los elementos», cf. pág. 345) (tr. cast. Ed. Gredos, 1978). André Martinet insiste sobre la pérdida de las condiciones de identidad en la teoría de Hjelmslev (Au sujet des fondements de la théorie lingüistique de Louis Hjelmslev, 1946, reed. Paulet). <<
[201]Jean-François Lyotard, Discours, figure, pág. 326 (tr. cast. Ed. Gustavo Gili, 1979).
Cf. el análisis de Herbert Marcuse sobre el lenguaje funcional de «la administración total» (principalmente en las siglas, las configuraciones flotantes formadas por las letras-figuras): LHomme unidimensionnel, 1964, tr. fr. Ed. de Minuit, c. IV (tr. cast. Ed. Ariel, 1981). <<
[202]Cf. Marx, Le Capital, III, 6, cap. 24, Pléiade II, pág. 1400: «En esas condiciones se precisan razones extra-económicas, de cualquier clase, para obligarlos a efectuar el trabajo por cuenta del propietario de bienes raíces acreditado.» <<
[203]PUISSANCE significa tanto poder como potencia. En este caso, como se irá viendo, los dos significados se confunden o fusionan. De ahí los paréntesis. (N. del T.) <<
[204] Marx, Le Capital, I, 2, cap. 4, Pléiade I, pág. 698. <<
[205] Sobre todos esos puntos, cf. Maurice Dobb, Etudes sur le développement du capitalisme, págs. 34-36, 173-177, 212-224. <<
[206] G. Plekhanov, «Augustin Thierry et la conception matérialiste de l’historie», 1895, en Les Questions fondamentales du marxisme, Ed. Sociales. <<
[207] Marx, Le Capital, I, 7, cap. 24, Pléiade I, pág. 1096. <<
[208]Reich, Quest-ce que la conscience de classe?, 1934, tr. fr. Ed. Sinelnikoff, pág. 18 (tr. cast. Ed. Zero, 1980). <<
[209] Marx, Introduction générala la critique de léconomiepolitique, Pléiade I, págs. 258 ss. Y Economie etphilosophie, Pléiade II, págs. 71-75. <<
[210] Marx, Le Capital, III, 3, conclusiones, Pléiade II, págs. 1031-1032. <<
[211]Suzanne de Brunhoff, Le Monnaie chez Marx, Ed. Sociales, 1967, pág. 147: «Por ello, en el capitalismo incluso el crédito, constituido en sistema, reúne elementos compuestos, ante-capitalistas (la moneda, el comercio de dinero) y post-capitalistas (el circuito del crédito es una circulación superior…). Adaptado a las necesidades del capitalismo, el crédito nunca es verdaderamente contemporáneo del capital. El sistema de financiación nacido del modo de producción capitalista permanece bastardo». <<
[212] Désir = deseo. (N. del T) <<
[213] Cf. el análisis diferencial de los modos de producción por Emmanuel Terray, Le Marxisme devant les sociétésprimitives, págs. 140-155 (por qué, en las sociedades precapitalistas, «la reproducción de la estructura económica y social depende en gran medida de las condiciones en las que se efectúa la reproducción física del grupo»). <<
[214] Sobre la producción «del» capitalista, etc., Marx, Principes d’une critique de léconomiepolitique, Pléiade II, págs. 357-358, y Le Capital, I, 7, cap. 24, Pléiade I, págs. 1095-1096. <<
[215]J. Lacan, Lettres de lécole freudienne, 7 marzo 1970, pág. 42. <<
[216]D. H. Lawrence, «Art et moralité», 1925, tr. fr. en Eros et les chiens, Ed. Bourgois, págs. 48-50. (Sobre la «realidad» del hombre moderno, como imagen compuesta y abigarrada, cf. Nietzsche, Zaratustra, II, «Del país de la cultura».)
Marx, Introduction générale a la critique de l’économiepolitique, Pléiade I, págs. 258261. <<
[217] Marx, Introduction générale à la critique de l’économie politique, Pléiade I págs. 258-261. <<
[218]Erich Fromm, a propósito principalmente del análisis del pequeño Hans, ha mostrado claramente la evolución cada vez más neta de Freud, tendente a situar la culpabilidad en el niño y a absolver la autoridad paterna: La Crise de lapsychanalyse, tr. fr. Anthropos, págs. 79-82, 126-132 (tr. cast. Ed. Paidós). <<
[219]Lévi-Strauss, Le Cru et le cuit, Plon, 1964, pág. 56 (trad. cast. F.C.E.). <<
[220]Joseph Gabel, «Délire politique chez un parano’íde», LEvolution psyquiatrique, núm. 2, 1952. <<
[221]Abram Kardiner, The Individual and his Society, Columbia University Press, 1939, págs. 233 s. (trad. cast. F.C.E.). (Sobre los dos caminos posibles, del niño al adulto o del adulto al niño, cf. los comentarios de Mikel Dufrenne, La Personnalité de base, P.U.F., 1953, págs. 287-320.) <<
[222]Es también en la perspectiva de los fenómenos marginales del ocultismo que el problema, sin embargo fundamental, de la comunicación de los inconscientes fue planteado primero por Spinoza en la carta 17 a Balling, luego por Myers, James, Bergson, etc. <<
[223]Allen Ginsberg, Kaddish, 1961, tr. fr, Bourgois, págs. 61-63. <<
[224] Elias Canetti, Masse et puissance, 1960, tr. fr. Gallimard, pág. 460 (tr. cast. Ed. Alianza, 1982): «Cuatro clases de masas trabajan en su mente: su ejército, su dinero, sus cadáveres y la corte a la que está destinada su capital. Opera constantemente con ellas; una crece a expensas de la otra… Emprenda lo que emprenda, siempre se las arregla para conservar una de esas masas. En ningún caso renuncia a matar. Los cadáveres apilados delante de su palacio son una institución-permanente.» <<
[225] En el artículo sobre «El inconsciente», de 1913, Freud demuestra que la psicosis hace intervenir pequeñas multiplicidades, en oposición a la neurosis que necesita un objeto global: por ejemplo, las multiplicidades de fallos (pero Freud explica este fenómeno psicótico invocando tan sólo el poder de la representación verbal). <<
[226]Samuel Butler, Erewhon, caps. 24 y 25 (tr. cast. Ed. Bruguera, 1982). <<
[227]Raymond Ruyer, La Genèse des formes vivan-tes, Flammarion, 1958, págs. 80-81. Tomando de nuevo algunas tesis de Bohr, Schrodinger, Jordan y Lillie, Ruyer muestra que lo viviente está en relación directa con los fenómenos individuales del átomo, más allá de los efectos de multitud que se manifiestan en los circuitos mecánicos internos del organismo tanto como en las actividades técnicas externas: «La física clásica no se ocupa más que de fenómenos de multitud. La microfísica, al contrario, conduce naturalmente a la biología. A partir de los fenómenos individuales del átomo podremos ir, en efecto, en dos direcciones. Su acumulación estadística conduce a las leyes de la física ordinaria. Pero, cuando estos fenómenos individuales se complican por interacciones sistemáticas, aunque manteniendo su individualidad, en el seno de la molécula, luego de la macromolécula, luego del virus, luego de lo unicelular al subordinarse los fenómenos de multitud, llegamos entonces al organismo que, por grande que sea, permanece, en este sentido, microscópico» (pág. 54). Estos temas son ampliamente desarrollados por Ruyer en Néo-finalisme, P.U.F., 1952. <<
[228]Jacques Monod, Le Hasard et la nécésité, Ed. du Seuil, 1970 (trad. cast. Ed. Tusquets, 1981), pág. 91 (y págs. 104-112: «Una proteína globular ya es, a escala molecular, una verdadera máquina por sus propiedades funcionales, pero no por su estructura fundamental en la que no se discierne más que el juego de las combinaciones ciegas. Azar captado, conservado, reproducido por la maquinaria de la invariancia y así convertido en orden, regla, necesidad.»). <<
[229]Sobre las cadenas markovianas y su aplicación a las especies vivas así como a las formaciones culturales, cf. Raymond Ruyer, La Genèse des formes vivan-tes, cap. VIII. Los fenómenos de plusvalía de código se explican en esta perspectiva de «encadenamientos semi-fortuitos». Ruyer realiza varias veces la comparación con el lenguaje esquizofrénico. <<
[230]L. Szondi, Diagnostic expérimental des pulsions, 1947, tr. fr. P.U.F. (tr. cast. Ed. Biblioteca Nueva, 1970). La obra de Szondi fue la primera que estableció una relación fundamental entre el psicoanálisis y la genética. Cf. también la reciente tentativa de André Green, en función de los progresos de la biología molecular, «Répétition et instinct de mort», Revue française de psychanalyse, mayo 1970. <<
[231]El conjunto de los últimos estudios de Reich, biocósmicos o biogenéticos, es resumido al final de La Fonction de l*orgasme (trad. cast. Ed. Paidós), cap. IX. La primacía de la sexualidad sobre la generación y la reproducción se halla entonces basada en el ciclo de la sexualidad (tensión mecánica - carga eléctrica, etc.) que implica una división de la célula: págs. 224-227. Pero ya muy pronto en su obra, Reich reprocha a Freud el haber abandonado la posición sexual. No sólo los disidentes de Freud han renunciado a ella, sino también el propio Freud, en cierta manera: por vez primera, cuando introdujo el instinto de muerte y se puso a hablar de Eros en lugar de sexualidad (Reich, págs. 193-194); luego, cuando convierte a la angustia en la causa de la represión sexual y no en su resultado (Reich, págs. 113-114); y, en general, cuando vuelve a una primacía tradicional de la procreación sobre la sexualidad (Reich, pág. 225: «La procreación es una función de la sexualidad y no a la inversa como se ha pretendido. Freud ya lo había postulado con respecto a la psicosexualidad, cuando separó las nociones de sexual y de genital. Pero, por razones que nunca he comprendido, colocó de nuevo a la genitalidad en la pubertad al servicio de la procreación.»). Reich piensa evidentemente en los textos schopenhauerianos o weismanianos de Freud, en los que la sexualidad pasa bajo la dependencia de la especie y del germen: por ejemplo, «Introducción al narcisismo», en La Viesexuelle, P.U.F., págs. 85-86. <<
[232]Freud, Cinq psychanalyses, «Le president Schreber», tr. fr. P.U.F., pág. 307: «Las personas que no se han liberado enteramente del estadio narcisista y que, en consecuencia, tienen una fijación capaz de actuar en calidad de predisposición patógena, esas personas están expuestas al peligro de que una ola particularmente poderosa de libido, cuando no haya otra salida para evacuarse, sexualice sus instintos sociales y de ese modo aniquile las sublimaciones adquiridas durante la evolución psíquica. Todo lo que provoca una corriente retrógada de la libido (regresión) puede producir este resultado… Los paranoicos intentan defenderse de una tal sexualización de sus catexis instintivas sociales.» <<
[233]Marx, «Critique de la philosophie de l’Etat de Hegel», en Œuvres philosophiques, IV, tr. fr. Costes, págs. 182-184 (trad. cast. Ed. Grijalbo, 1974). Sobre este texto de Marx hay el bello comentario de J. F. Lyotard, Discours, figure, págs. 138-141. <<
[234]W. G. Nierderland ha descubierto y reproducido las máquinas del padre de Schreber: cf. principalmente «Schreber, Father and Son», Psychoanalytic Quaterly, 1959, t. 28, págs. 151-169. Pueden hallarse instrumentos de tortura pedagógica muy semejantes en la condesa de Segur: así, por ejemplo, «el cinturón para buenos modales», «con placa de hierro en la espalda y ramificación de hierro que sujeta la barbilla» (Comédies etproverbes, On neprend pas les mouches…). <<
[235]Henry Miller, Hamlet, tr. fr. Correa, págs. 156-159. <<
[236]Michel Foucault, Les Mots et les ch.oses, Gallimard, 1966 (trad. cast. Siglo XXI): págs. 221-224 (sobre la oposición entre el deseo o la producción deseante y la representación); págs. 265-268 (sobre la oposición entre producción social y la representación, en Adam Smith y sobre todo en Ricardo). <<
[237]Didier Anzieu distingue principalmente dos períodos: 1906-1920, que «constituye la gran época de los trabajos mitológicos en la historia del psicoanálisis»; y luego un período de descrédito relativo, a medida que Freud se vuelve hacia los problemas del segundo tópico, y las relaciones entre el deseo y las instituciones, desinteresándose cada vez más por la exploración sistemática de los mitos («Freud et la mythologie», en Incidences de la psychanalyse, n.° 1, 1970, págs. 126-129). <<
[238]Sobre el mito como expresión de la organización de un poder despótico que reprime la Tierra, cf. J. P. Vernant, Les Origines de la pensée grecque, págs. 109-116; y sobre la tragedia como expresión de una organización de la ciudad que reprime a su vez al déspota caído, Vernant, «Oedipe sans complexe», en Raison présente, agosto de 1967. <<
[239]No podemos decir, pues, que el psicoanálisis añada un código, psicológico, a los códigos sociales por los que los historiadores y mitólogos explican los mitos. Freud ya lo señalaba a propósito del sueño: no se trata de un desciframiento siguiendo un código. Cf. a este respecto los comentarios de Jacques Derrida, LEcriture et la différence, págs. 310 s.: «Sin duda, (la escritura del sueño) trabaja con una masa de elementos codificados en el curso de una historia individual o colectiva. Pero, en sus operaciones, su léxico y su sintaxis, un residuo puramente idiomático es irreducible, y debe llevar todo el peso de la interpretación en la comunicación entre los inconscientes. El que sueña inventa su propia gramática.» <<
[240] Foucault muestra que las «ciencias humanas» han hallado su principio en la producción y se han constituido sobre la quiebra de la representación, pero inmediatamente restauran un nuevo tipo de representación, como representación inconsciente (Les Mots et les choses, págs. 363-378). <<
[241]Didier Anzieu, «Freud et la mythologie», Incidences de la psychanalyse, n.° 1, 1970, págs. 124 y 128: «Freud no concede ninguna especificidad al mito. Este punto es uno de los que más pesadamente han gravado las relaciones posteriores entre psicoanalistas y antropólogos… Freud realiza un verdadero desinflamiento… El artículo Pour introduire le narcissisme señala una etapa importante en la revisión de la teoría de las pulsiones y no contiene ninguna alusión al mito de Narciso.» <<
[242]André Green llega muy lejos en el análisis de las relaciones representación-teatro-estructura-inconsciente: Un oeil en trop, Ed. de Minuit, 1969, Prólogo (principalmente pág. 43, sobre «la representación de lo no-representado en la representación»). No obstante, la crítica que Green hace a la estructura no la realiza en nombre de la producción, sino en nombre de la representación e invoca la necesidad de factores extraestructurales que tan sólo deben revelar la estructura, y revelarla como edípica. <<
[243]Octave Mannoni, Clefspour l’imaginaire ou lAutre Scène, Ed. du Seuil, 1969, caps. I y VII (trad. cast. Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1979). <<
[244]Louis Althusser, Lire le Capitall II, págs. 170-177 (sobre la estructura como presencia-ausencia). <<
[245]Serge Leclaire, Démasquer le réel, Ed. du Seuil, 1971, págs. 28-31. <<
[246] Para entender mejor el significado tengamos en cuenta que, en castellano, el autónimo de los primeros parciales sería completo, el de éste entre comillas sería imparcial, objetivo… (N. del T.) <<
[247] Jacques Lacan, Ecrits, págs. 657-659. Serge Leclaire ha intentado definir de un modo profundo, y en esta perspectiva, el reverso de la estructura como «puro ser de deseo» («La Realité du désir», en Sexualité humaine, págs. 242-249). Ve allí una multiplicidad de singularidades pre-personales o de elementos cualesquiera que se definen precisamente por la ausencia de lazo. Pero esta ausencia de lazo y de sentido es positiva, «constituye la fuerza específica de coherencia de este conjunto». Por supuesto, siempre podemos volver a establecer sentido y lazo, aunque sea intercalando fragmentos que se suponen olvidados: incluso es la función de Edipo. Pero, «si el análisis vuelve a hallar el lazo entre dos elementos, ello es un signo de que no son los términos últimos, irreductibles del inconsciente». Se observará que Leclaire utiliza aquí el criterio exacto de la distinción real en Spinoza y Leibniz: los elementos últimos (atributos infinitos) son atribuibles a Dios, ya que no dependen unos de otros y no soportan entre sí ninguna relación de oposición ni de contradicción. La ausencia de todo lazo o vínculo directo garantiza la comunidad de su pertenencia a la sustancia divina. Del mismo modo que en los objetos parciales y el cuerpo sin órganos: el cuerpo sin órganos es la substancia misma y los objetos parciales son sus atributos o elementos últimos. <<
[248]Lacan, Ecrits, pág. 819 («Si faltase este significante, todos los demás no significarían nada…»). Serge Leclaire muestra cómo la estructura se organiza alrededor de un término faltante, o más bien de un significante de la carencia o de la falta: «Es el significante electivo de la ausencia de lazo, el falo, el que volvemos a hallar en el privilegio único de su relación con la esencia de la carencia, emblema de la diferencia por excelencia, irreductible, la de los sexos… Si el hombre puede hablar es debido a que en un punto del sistema del lenguaje hay una garantía de la irreductibilidad de la carencia: el significante fálico…» (La Réalitédu désir, pág. 251). ¡Qué raro es todo esto!… <<
[249]Elisabeth Roudinesco, «L’Action d’une métaphore», La Pensée, febrero de 1972 (cf. en los Ecrits, pág. 821, la manera como Lacan pone por encima del «símbolo cero», tomado en su sentido lingüístico, la idea de un «significante de la falta (carencia) de este símbolo»). <<
[250]Freud, Analyse terminée et analyse interminable, págs. 36-37. <<