Prólogo

En abril de 1932, un niño y sus padres esperaban en un embarcadero de Oakland, California, el transbordador de San Francisco. El niño, que andaba en los cuatro años, reparó en un mendigo ciego: un viejo enorme, canoso y barbudo, que estaba de pie con una lata en la mano. El chiquillo pidió cinco centavos a su padre, se acercó al mendigo y le entregó la moneda. El mendigo, en voz extraordinariamente efusiva, le dio las gracias y le puso en la mano una hoja de papel, que el niño llevó a su padre para enterarse de lo que era.

—Habla de Dios —dijo su padre.

El niño ignoraba que el mendigo no era en realidad un mendigo, sino un ente sobrenatural que estaba de visita en la Tierra para examinar a las personas. Con el paso de los años, el niño se hizo hombre. En el año 1974 ese hombre se vio en terribles apuros, habiendo de afrontar la deshonra, la prisión y posiblemente la muerte. De ningún modo podía librarse de ello. En aquel momento, el ente sobrenatural retornó a la Tierra, cedió al hombre una parte de su espíritu y le sacó de apuros. El hombre nunca adivinó por qué razón el ente sobrenatural acudió a rescatarle. Hacía mucho que se había olvidado del corpulento mendigo barbudo y ciego y de los cinco centavos que le diera.

Acto seguido me referiré a tales cuestiones.