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Resultó que Bryan Smith había evaluado mis heridas por lo bajo: tenía rota la parte inferior de la pierna como mínimo en nueve puntos. El cirujano ortopeda que me devolvió la integridad, el portentoso David Brown, dijo que la zona de debajo de mi rodilla derecha había quedado reducida a «canicas en un calcetín». La pierna había quedado tan maltrecha que hubo que realizar dos incisiones profundas (fasciotomías medial y lateral, en terminología médica) a fin de aliviar la presión ejercida por la tibia rota, y para que pudiera volver a circular la sangre por la parte inferior de la pierna. Es probable que sin las fasciotomías, o de haberlas realizado más tarde, hubiera sido necesario amputarme la pierna. Tenía la rodilla derecha partida casi por la mitad; el término técnico es «fractura tibial conminuta intraarticular». Presentaba, además, fractura acetabular de la cadera derecha (vaya, que se me había descarrilado cosa seria), además de fractura femoral intertrocantérica abierta en la misma zona. La columna estaba astillada en ocho puntos. Me había roto cuatro costillas. La clavícula derecha había resistido, pero la parte de encima estaba en carne viva, tanto que hubo que ponerme casi treinta puntos.

Sí, yo creo que en términos generales Bryan Smith había calculado por lo bajo.