CAPÍTULO 36

Traslación

ALLÍ SENTADO, en la oscuridad, sobre el frío metal, una parte de mí se preguntaba si no lo habría imaginado todo. Sabía que no era así. Todavía podía sentir las puntadas en el cielo, por muy oscuro que estuviera.

Y a pesar de todo, no me moví.

Si me marchaba, sería real.

Si me marchaba, ella desaparecería.

No sé cuánto tiempo permanecí inmóvil, intentando poner un poco de sentido a todo lo ocurrido, pero cuando el sol salió, aún seguía sentado en el mismo sitio.

Mi mente repetía una y otra vez una vieja historia de la Biblia, como una machacona canción de la radio. Probablemente no fuera exactamente así, pero la recordaba como sigue: había una ciudad cuyos habitantes eran gente tan justa que fueron arrancados de la tierra y llevados al cielo. Así, sin más.

Ni siquiera murieron.

Se saltaron el paso de la muerte, al igual que en el Monopoly, que cuando sacas la carta equivocada te saltas la casilla de salida y vas directamente a la cárcel.

Traslación, esa era la palabra que definía lo que les había sucedido. Lo recuerdo porque Link estaba en mi clase de la escuela de verano, y primero dijo teletransportados, luego transportados, y finalmente transportables.

Se suponía que debíamos sentir envidia porque esa gente fuera tan afortunada como para ser arrancada de la tierra y llevada al regazo del Señor.

Como si eso fuera un lugar concreto o algo así.

Recuerdo haber vuelto a casa y preguntarle a mi madre sobre ello, de lo impresionado que me dejó. No recuerdo lo que me contestó, pero a partir de ese instante decidí que el objetivo no era ser bueno, sino, simplemente, ser lo suficientemente bueno.

No quería arriesgarme a que me trasladaran, o me teletransportaran.

No estaba buscando irme a vivir en el regazo del Señor. Me ilusionaba mucho más la Liga Menor de Béisbol.

Pero parecía que eso era lo que había sucedido con Amma. Fue directamente elevada, transportada y trasladada, todo en uno.

¿Acaso el universo, o el Señor en su seno, o los Antepasados esperaban que me sintiera contento por ello? Acababa de pasar un infierno para volver al mundo normal de Gatlin, de vuelta a Amma y Lena, a Link y Marian.

¿Cuánto tiempo estaríamos juntos?

¿Se suponía que debía conformarme con eso?

Un minuto antes ella estaba ahí y, al siguiente, había desaparecido. Ahora el cielo volvía a ser el cielo, plano, azul y en calma, como si realmente fuera de escayola pintada, igual que el techo de mi habitación. A pesar de que alguien a quien amaba estaba atrapado en alguna parte detrás de él.

Así es como me sentía ahora. Atrapado en el lado equivocado del cielo.

Estaba solo, en la cubierta del depósito de agua de Summerville, mirando al mundo que había conocido toda mi vida, un mundo de carreteras de tierra y calzadas asfaltadas, de gasolineras y tiendas de ultramarinos y calles comerciales. Y todo era lo mismo y, a la vez, nada era lo mismo.

No era lo mismo.

Supongo que eso es lo que sucede en el viaje de un héroe. Tal vez no empiece siendo un héroe, y ni siquiera consiga volver como tal. Pero inevitablemente cambias, como ocurre con todas las cosas, que cambian. El viaje te transforma, seas o no consciente de ello, y quieras o no que suceda. Yo había cambiado.

Había regresado de los muertos, y Amma había desaparecido, aunque ahora fuera uno de los Antepasados.

No podía encontrar mayor cambio que ese.

Escuché un sonido metálico en la escalerilla que llevaba al depósito, y supe quién era antes de sentir como se acurrucaba en mi corazón. Una gran calidez explotó a través de mí, a través del depósito de agua, a través de Summerville. El cielo tenía jirones dorados y rojos, como si el amanecer estuviera empezando de nuevo, iluminando el cielo otra vez.

Sólo había una persona que podía hacer eso con el cielo o con mi corazón.

Ethan, ¿eres tú?

Sonreí a pesar de que mis ojos estaban húmedos y empañados.

Soy yo, L. Estoy aquí. Ahora todo irá bien.

Estiré mi mano hacia abajo y agarré la suya, tirando de ella hasta subirla al depósito.

Ella se deslizó entre mis brazos, sus sollozos latiendo contra mi pecho. No supe cuál de los dos lloraba más. Ni siquiera estoy seguro de que nos diéramos un beso. Lo que habíamos pasado era mucho más profundo que un beso.

Cuando estábamos juntos ella me trastornaba completamente.

No importaba que estuviéramos muertos o vivos. Nunca podríamos estar separados. Había cosas más poderosas que los mundos y el universo. Ella era mi mundo, al igual que yo era el suyo. Lo que teníamos, lo sabíamos.

Los poemas están todos equivocados. Es como un estallido, un enorme estallido. Y no un sollozo.

Algunas veces el oro permanece.

Cualquiera que haya estado enamorado puede confirmarlo.