CAPÍTULO 18

Sombras

EL CÓMO ENTRAR AHÍ no es tan importante como conseguir llegar —repetí por quinta vez.

—¿A esta Tierra de las Barras y Estrellas? —preguntó.

—Sí, algo parecido. En cualquier caso, a la oficina. En Main.

—Ah, los Mainlands. Eso está pasado el Pantano de los Aparatos de Aire Acondicionado, ¿no?

—¿Los aparatos de aire acondicionado? Sí. Más o menos. —Suspiré.

Traté de explicarle mi plan a Xavier. No estaba muy seguro de cuándo había estado en el mundo Mortal por última vez, pero cuando quiera que hubiera sido, debió de ser mucho antes de los aparatos de aire acondicionado y los periódicos. Lo que resultaba bastante gracioso, dado lo mucho que le gustaban las fiambreras, los discos de vinilo y los caramelos.

Saqué otro libro antiguo, abriéndolo entre una nube de polvo y posibilidades, así como de incertidumbres. Me sentía frustrado, y estar allí sentado rodeado por los Pergaminos Caster en mitad de la cueva de esa extraña criatura me hacía sentir como si hubiera vuelto a trabajar en la Biblioteca del Condado de Gatlin el primer día de las vacaciones de verano.

Traté de pensar con calma. Tenía que haber algo que pudiéramos hacer.

—¿Y qué me dices de Viajar? ¿No pueden los Waywards utilizar hechizos propios de un Íncubo?

Xavier negó con la cabeza.

—Creo que no.

Apoyé la espalda contra una pila de libros. Estaba a punto de darme por vencido. Una vez más, si Link hubiera estado aquí me habría sermoneado sobre ser el Aquaman del mundo Caster.

—Un Aquaman muerto —susurré.

—¿Cómo dices?

—No es nada —murmuré.

—¿Un hombre muerto? —preguntó.

—No tienes por qué restregármelo.

—No, eso es. No necesitas hechizos que funcionen con un Mortal. Ya no eres ningún Mortal. Necesitas hechizos que funcionen para un Sheer. —Empezó a pasar una página tras otra—. Un hechizo Umbra. Mandar una sombra de un mundo al siguiente. Ese eres tú, la sombra. Debería funcionar.

Reflexioné un momento. ¿Podría ser así de sencillo?

Me quedé observando fijamente mi mano, la carne y los huesos en ella.

Sólo parecen carne y huesos. Pero realmente no estás aquí, no de esa forma. No tienes un cuerpo.

¿Cuál era la diferencia entre un Sheer y una sombra?

—Sin embargo, necesito ser capaz de tocar algo. No funcionará a menos que pueda pasarle el mensaje a Lena, y para ello necesitaré mover algunos papeles.

Ladeó la cabeza, retorciendo su rostro en una mueca. Confié en que fuera su cara de pensar.

—¿Necesitas tocar algo?

—Eso es lo que acabo de decir.

Él negó con la cabeza.

—No, no es así. Has dicho que necesitas mover algo. Eso es diferente.

—¿Y acaso importa?

—Mucho. —Pasó unas cuantas páginas más—. Un hechizo Veritas debería permitir que la verdad apareciera. Siempre que estés buscando la verdad.

—¿Y eso funcionará?

Confié en que tuviera razón.

Unos minutos más tarde, cualquier duda que tuviera sobre Xavier había desaparecido.

Estaba aquí. No había tenido que volar a través del Gran Río, o la Frontera, o cualquier otra costura sobrenatural. No había tenido que utilizar la vista del cuervo. Estaba aquí, en la calle Main, contemplando la oficina del Barras y Estrellas.

O al menos mi sombra lo estaba.

Me sentía como Peter Pan, pero al revés. Como si Wendy hubiera descosido mi sombra de mi cuerpo en lugar de coserla a mis pies.

Avancé atravesando el muro hasta la oscuridad de la habitación, sólo que yo era aún más oscuro. No tenía cuerpo, pero no importaba. Alcé mi mano —la sombra de mi mano—, y pensé en las palabras que Xavier me había enseñado.

Observé cómo las palabras de la página se recolocaban por sí solas. No tenía tiempo para acertijos. No tenía tiempo para juegos ni mensajes ocultos.

Mis palabras eran simples.

Cinco horizontal.

Lo que se lee.

L.I.B.R.O.

Dos vertical.

Perteneciente a.

D.E.

Cinco horizontal.

Lunae.

L.U.N.A.S.

Dejé caer mi mano y desaparecí.

Mi último mensaje, todo lo que me quedaba por decir. Lena había conseguido encontrar la forma de enviarme el amuleto de la piedra del río, y también sabría cómo hacerme llegar el libro. O eso esperaba. Si ella no podía, tal vez Macon supiera cómo hacerlo.

Eso suponiendo que Abraham aún lo tuviera, y Lena fuera capaz de quitárselo.

Sólo había unos cuantos miles de condicionantes entre medias. Traté de no pensar en ellos, y en todas las personas que estarían implicadas. O en el peligro que siempre rodeaba al Libro de las Lunas.

No podía permitirme pensar en eso. Ya había llegado muy lejos.

Ella lo encontraría, y yo la encontraría a ella.

Era el único Orden de las Cosas que me importaba ahora.