Nota del autor

Las novelas protagonizadas por Gordiano el Sabueso han transcurrido hasta ahora en momentos distintos, separados por períodos que oscilan entre cuatro y nueve años. No a todos los lectores les han gustado estos saltos hacia delante. Entre otras cosas, ha dado la sensación de que Gordiano ha envejecido (y sus hijos crecido) con una rapidez asombrosa. (Podría argüirse que es un ejemplo de realismo, ya que en la vida real se produce igualmente esta inquietante impresión de aceleración del tiempo). Los lectores de las series de intriga parece que prefieren un paso del tiempo más reposado, y que la acción del libro siguiente comience veinticuatro horas después de acabado el anterior, no varios años más tarde.

Con la serie Roma sub rosa me propongo pintar un fresco de los últimos y revueltos años de la república romana, trazando un amplio arco temporal que va desde la dictadura de Sila (80 a.C.) hasta el asesinato de César (44 a.C.) y tal vez después. La inclusión de una trama policiaca en el núcleo de cada novela no plantea ningún problema, ya que en las fuentes no faltan puñaladas, envenenamientos, procesos por homicidio y otras travesuras. Sin embargo, he querido construir también cada libro alrededor de un acontecimiento histórico de relieve, con un motivo flotante de amplitud suficiente para servir de base a una novela histórica a gran escala: la dictadura de Sila y los comienzos de Cicerón (Sangre romana), la revuelta de los esclavos de Espartaco (El brazo de la justicia), el consulado de Cicerón y la conjuración de Catilina (El enigma de Catilina), el juicio contra Celio Rufo y la decadente «generación perdida» de Clodia y Catulo (La suerte de Venus), y el asesinato de Clodio, el juicio contra Milón y el comienzo del fin de la república que se anuncia ya en vísperas de la guerra civil (Asesinato en la Vía Apia). Un esquema así ha tenido por fuerza que introducir lapsos espaciadores entre las novelas. Esta tónica podría modificarse en volúmenes posteriores, cuando abordemos la guerra entre César y Pompeyo, rica en acontecimientos coetáneos. Gordiano, en consecuencia, podría envejecer más despacio para hacer gala de esa prudencia que se ha ganado a pulso.

Mientras investigo y me documento, encuentro a veces incógnitas llamativas y anécdotas que no dan para una novela de doscientas o trescientas páginas, pero que no por ello dejan de ser fascinantes. De aquí proceden los cuentos e historias breves.

Mientras leía el discurso de Cicerón en defensa de Cluencio encontré una de estas anécdotas, que me inspiró el primer cuento sobre Gordiano, «La última voluntad no siempre es la mejor». Oppiánico, Asuvio y Avilio, el caso del testamento y el soborno del edil Quinto Manilio salieron del discurso de Cicerón. Pero, como Gordiano dice a Lucio, «Los malos como Oppiánico y el Zorro no pueden ganar al final». En efecto, cuatro años después del caso del testamento, en 74 a.C., Oppiánico fue procesado y condenado por muchos otros delitos, y dos años más tarde pereció asesinado. (Por la defensa ciceroniana del hombre acusado de matar a Oppiánico, conocemos todos estos detalles, sin olvidar el breve fragmento que habla de Asuvio y el testamento).

«La última voluntad no siempre es la mejor» fue el primer cuento que escribí, aunque cronológicamente el primer lugar corresponde a «La muerte lleva máscara». También se basa en detalles extraídos de Cicerón, concretamente de su discurso en defensa del rico y célebre actor Quinto Roscio (¡uno de los primeros famosos del show-business!). La situé en un momento un poco posterior a la acción de Sangre romana, durante las fiestas anuales que se celebraban en septiembre, para sacar partido de la temporada teatral e introducir algunos detalles de las representaciones antiguas. (Los lectores interesados pueden leer The roman stage, de W. Beare, y las comedias de Plauto, que son realmente fascinantes por lo que revelan sobre el sentido del humor romano). Estatilio, Roscio, Panurgo y Querea proceden directamente del discurso de Cicerón[1].

De todas las historias, la de acción más antigua es la que cuenta Bethesda a Gordiano para entretenerle, «El cuento de la cámara del tesoro». La anécdota se puede encontrar en el libro II de Heródoto. Yo no la conocí por Heródoto, sino por los Incunables de Ellery Queen, una serie de precursores antiguos de las historias policíacas de nuestra época. Se me ocurrió que a Gordiano podía gustarle que le contaran una buena historia policíaca, situada en el remoto pasado, desde luego, ya que a Gordiano, como a su creador, le gustan las intrigas policíacas históricas. El fragmento de Heródoto se ha vuelto a publicar no hace mucho, con el título de The thief versus the king Rhampsinitus, The Mammoth Book of Historical Whodunnits, de Mike Ashley, publicado por Carroll and Graf en 1993. Invito a los lectores a que comparen las dos versiones, la de Heródoto y la de Bethesda.

«El pequeño César y los piratas» y «El gato de Alejandría» proceden de sucesos históricos que se encuentran en fuentes antiguas y que he modificado a mi aire. Desde el año 80 a.C. aproximadamente, los piratas, con un contingente nutrido de fugitivos de las guerras civiles, fueron un peligro creciente en las aguas del Mediterráneo y muchos jefes militares quisieron meterlos en cintura; fue Pompeyo quien lo consiguió, hacia el año 67 a.C. El secuestro de Julio César por unos piratas, contado en mi historia por Lucio Claudio, es un episodio célebre que se encuentra en las páginas de Plutarco y Suetonio. En mi historia puede verse más bien como un delito «de imitación», urdido por un personaje cruel y tramposo.

«El gato de Alejandría» me lo inspiró un episodio espeluznante que cuenta Diodoro Sículo. Conservé los detalles básicos, pero los hechos, que en Diodoro transcurren en 60 a.C., los trasladé a 90 a.C. (cuando Gordiano estaba en Alejandría). Como ciertos lectores se me echaron encima porque en una novela mía mataban a un gato, me entraron ganas de repetir la faena. La verdad es que me limité a ser fiel a Diodoro. De todos modos, confesaré que me gustan mucho los gatos y que en casa tengo dos que ostentan nombre detectivesco, Hildegarde Whiskers («Bigotes») y Oscar Pooper («Curiosón»); los entusiastas de Stuart Palmer, una camada rarilla de por si, comprenderán el mensaje. Quisiera subrayar que en este cuento el gato desempeña un papel importante en la identificación del criminal.

«La casa de las vestales» fue el cuento que más investigación exigió y que más satisfacción dio al autor, que se sintió un detective a tope después de rastrear multitud de pormenores tentadoramente incompletos en multitud de fuentes, algunas francamente oscuras. Los detalles tocantes al castigo de las vestales descarriadas son históricos, incluso hubo un proceso en 73 a.C. que afectó a todas las partes que figuran en el cuento. Las fuentes son las vagas alusiones que pueden verse en Cicerón (Bruto, In toga candida, la tercera catilinaria), Plutarco (Vida de Craso y de Catón el Joven), Salustio (Conjuración de Catilina), Asconio y Orosio. Paradójicamente, a causa de su parentesco con Fabia y de su respeto por Craso, Cicerón no pudo hablar en su campaña contra Catilina del escandaloso proceso del año 73 (salvo con segundas y rodeos).

Las tres historias restantes no se basan en acontecimientos históricos concretos, sino más bien en detalles típicos de la vida cotidiana de los romanos y que siempre me han llamado la atención.

«El zángano y la miel» se basa casi enteramente en la cuarta Geórgica de Virgilio («Cantaré los dones celestiales de la etérea miel…»). Todo lo que aparece en el cuento en relación con la apicultura es auténticamente romano, incluso la vigilante presencia de Príapo en las colmenas. Los romanos empleaban la palabra miel (mel en latín) como cumplido y piropo, tal como hacemos en Estados Unidos con la palabra honey, que significa lo mismo.

La creencia romana en los fantasmas me inspiró «Los lémures». Me basé igualmente en Plinio a la hora de mencionar ciertos detalles de farmacopea.

«La desaparición de la plata de las Saturnales» recrea la celebración romana del solsticio de invierno, algunos de cuyos aspectos han seguido en vigor hasta nuestros dias, como hacerse regalos por Navidad. Cito de uno de mis libros de cabecera, el Dictionary of Greek and Roman Antiquities, de William Smith, ed. de 1869:

«Todas las capas sociales se entregan a la alegría y la celebración de banquetes, y los amigos intercambian regalos… las multitudes atestan las calles…

»Muchas costumbres típicas de entonces tenían un notable parentesco con las fiestas navideñas y de carnaval. Por ejemplo, durante las Saturnales los ediles permitían las apuestas públicas, tal como en la época de nuestros abuelos los más intransigentes toleraban las partidas de naipes en Nochebuena; toda la población se quitaba la toga, se ponía ropa más informal… y se paseaba con el píleo en la cabeza, todo lo cual nos recuerda a los dominós, los sombreros napoleónicos y otros disfraces que suelen verse en carnaval, los bailes de máscaras y Nochevieja… Por último, un entretenimiento privado era la elección de un rey de broma, lo cual nos recuerda inmediatamente las típicas ceremonias de la Epifanía».

Es curioso, pero así como «El gato de Alejandría» apareció en una antología felina titulada Mystery Cats 3 (Signet, 1995) y «Los lémures» en otra colección periódica titulada Murder for Halloween (Mysterious, 1994), mis deseos de ver «La desaparición de la plata de las Saturnales» en una antología de cuentos navideños no se han cumplido aún. Al fin y al cabo es un cuento de Navidad con misterio policíaco… aunque la acción transcurra antes de la aparición del cristianismo.

Por último: ¿por qué he puesto el título de Roma sub rosa a una serie de novelas y cuentos protagonizados por Gordiano? En el antiguo Egipto, la rosa simbolizaba al dios Horus, considerado después por griegos y romanos como el dios del secreto. De aquí surgió la costumbre de poner una rosa en las asambleas para indicar que todos los reunidos estaban obligados a guardar silencio. Por eso hoy la expresión sub rosa («bajo la rosa») se aplica a lo que se desarrolla en secreto. En consecuencia, Roma sub rosa quiere decir historia secreta de Roma, o historia de los secretos de Roma, contada desde el punto de vista de Gordiano.