IX

LA CARTA

YA nos acercamos a Río de Janeiro.

Pronto anclará el barco y podré enviar a usted mi correspondencia. También le envío la maleta de Henri, que pude sacar del Insular y que he guardado religiosamente. Ya es la hora. Diviso desde el barco los muelles y los malecones de este gran puerto muy parecido aunque enormemente más grande que el de C**. Yo no bajaré a tierra. Ahora cierro la carta y me voy a popa de donde veo las hélices que mueven las entrañas del mar, mientras el Ática se desliza, esbelto y poderoso, entre los barcos anclados, los diques enormes y mohosos, y una barquilla de pescadores que oculta al sol con su latina y blanca vela…

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