Septiembre…
… «AMIGO mío, nos preparan una gran fiesta. ¡Qué sorpresa! Figúrese que harán el bautizo de Elizabeth, Armando y Margarita, y apadrinarán Liniers y su señora auténtica, la dama desconocida. Va a ser una fiesta triunfal porque será más alegre que la del matrimonio. Sólo la mujer de Liniers y, dentro de ese tiempo no sé si Margarita, Armando y la pequeña Elizabeth, es decir, no sé si todos estaremos vivos. Porque esta astuta de la Liniers para venir a la fiesta no quiso venir la última quincena. Se está arreglando la “villa” de Margarita con todo gusto. Han hecho poner surtidores y fuentes en el jardín y los han llenado de pececillos; en fin, preparativos para el gran día.
Pero habrá que darse prisa porque si no, crea usted que no habrá quien asista. Ayer llevamos al cementerio a Federico, el buenmozo, y el jueves pasado a Eduardo, el hijo del mexicano, sólo que aquí no hay sino un duelo de algunos días por los que mueren y, después, los parientes asisten a fiestas e invitaciones.
Ahora viene a casa Rosalinda, no conozco tísica más encantadora ni más festiva. Es triste, silenciosa, maligna, gran coqueta en silencio y está en el tercer grado, pero qué quiere usted, ¡es tan amorosa! La amo…»