Elizabeth

Agosto…

«¿Q quiere usted creer que ha nacido de Margarita y Armando? Un alma, amigo mío, un alma, pero completamente desarrollada. Un alma con los ojos de Margarita y un modo de mirar tan hábil como el de Margarita; crea usted, son ojos que yo no he podido mirar, porque me parece que detrás de ellos está Margarita misma y esto me llena de espanto. Tiene la niña las manos largas de Armando, los labios insinuantes de él y de él cierta severidad. Esta niña no sonríe, está recién nacida, está pensativa, sí, amigo mío, pensativa y seria. ¡Elizabeth! Es una cosa increíble. Es para morirse de pavor.

La niña, entre sus sedas blancas, nada pide, no se mueve; mira, mira todo, seria como si hubiera estado en una crisálida y saliera de ella hecha mariposa a reconocer lo que vio de gusano. Es una niña silenciosa, pálida y quieta. Armando y Margarita no la dejan un instante y no quieren darle ama para poderla y poderse besar más.

Y la niña mira, mira, mira… reconoce…»