Mayo…
… «CON su toca blanca y su túnica negra, su palidez de lirio de vitrina y su fragilidad —porque sor Luisa parece que va a quebrarse al menor choque— es como de porcelana. Es una mística de las flores; cuando la he visto en veces con su pesado Cristo de plata en el pecho y su rosario, siempre llevaba, presas entre las hojas del libro de oraciones, cinco o seis rosas o lirios o jazmines blancos.
A veces me evoca a Santa Teresa de Jesús con sus grandes ojeras moradas y sus ojos en éxtasis, otras a Isabel Flores de Oliva, con sus rosas rosadas y sus manecitas en oración, otras a Santa Isabel de Hungría, la Isabel de Murillo, toda amor, bondad y belleza. Y es una santa esta tísica. Una bella santa que vaga por los senderos de rosas y por las soledades alámicas del parque, con menos sabiduría y con más serenidad que la doctora de Ávila, pero con más aire de flor que las flores mismas. Siempre me parece un lirio; pero cuando tose y se enciende su cara, me parece una gran rosa del Príncipe.
Ayer la veía perderse en el jardín silvestre y junto al cerro. Me pareció que iba rompiendo papeles y me intrigó; he recogido los trozos pero sólo había palabras inconexas.
Debe ser muy buena porque la han dejado salir del convento con una monja muy viejita, pero ella sola, y pasea con su pesado Cristo sobre el pecho y su breviario lleno de rosas, lirios o jazmines blancos…»