HE terminado mis paseos. Mañana debo tomar el ferrocarril que me conducirá a B. Hoy he enviado el par de frascos de Fleur de lys a la dama desconocida y he tenido que enviarlos con una tarjeta para que el regalo no me sea devuelto.
Ahora busco y ordeno por fechas las cartas de Abel y me preparo a leerlas de todo corazón por centésima vez. Podría repetir de memoria algunas de ellas. Me parece como si hubiera vivido yo en esa ciudad pavorosa y trágica que en sus cartas me describe Abel; y he seguido con mi imaginación, al leer cada párrafo, todo ese viaje, toda esa vida, esa enfermedad, paso a paso, día por día, como si hubiera ido del brazo de mi pobre amigo enfermo. Con mi mente he ido a sus fiestas y he estado a su lado, he ido a sus rondas y me parecía estar oculto en el follaje, en sus paseos solitarios lo he seguido y cada palabra que leía era un paso más con él, en esa ciudad lejana y triste.
Voy a leer solamente las cartas que a este viaje —el último— se refieren. En ellas está condensado todo su espíritu que sutilizaron las fiebres y la anemia. Las otras cartas son menos interesantes y me hablan de sus viajes a través del Atlántico.
Abel salió de París, en el invierno de 19…, y allí nos vimos por última vez, luego estuvo en España una corta temporada y, sintiéndose mal, pensó en su viaje a América, donde los médicos le recomendaron esa ciudad en que concluyó su vida: B. Desde allí me escribió todas sus cartas que ahora voy a leer, porque quiero tener vivo, cálido, el recuerdo de su vida; hoy que muerto él, he de ir a B., para visitar su ciudad y su tumba.
Son las once de la noche. Hace una luna clara y serena que se ve desde la ventana de este segundo piso; abajo, la población se mueve perezosamente y las luces de los coches y carros giran como fantásticas luciérnagas en torno de la manzana. Poco a poco el ruido de la población se va muriendo, el tráfico es menos intenso y en la paz de esta noche que se inicia con la luna, voy a entrar, una vez más, leyendo las cartas, en la ciudad de los tísicos. Me parece que voy a hablar con Abel…