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Van por la carretera hacia el norte. Al lado de la calzada, justo al pasar la línea Mason-Dixon, que separa el sur del norte de Estados Unidos, Moses Todd ve a una mujer que se debate en el suelo. Aparca el coche. Es difícil saber si está enferma y se encamina hacia la muerte, o si ya ha muerto y está regresando. Las direcciones de ambos extremos son opuestas y perfectas en el modo en que casan la una con la otra.

Aguarda hasta estar seguro, y después le mete una bala en la frente.

En Ohio hay caballos salvajes que galopan por las colinas.

Maury sostiene su bola de cristal en las manos, y cuando se duerme, la bola se desliza hasta el suelo del coche y Moses Todd se estira para cogerla y la coloca en el sitio destinado a las bebidas de la consola central, donde encaja tan perfectamente como si estuviera hecha para ir allí.

Moses Todd apenas habla, salvo cuando se encuentra a otros viajeros por la carretera.

Un día, bien avanzada la noche, decide que matará a cualquiera que amenace a Maury, y después de eso su sueño se vuelve más tranquilo.

En una ferretería, Moses Todd coge una piedra esmeril, lija de grano fino, aceite de afilar y una gamuza para abrillantar, y por las noches, cuando descansan de conducir, se dedica a afilar y pulir la daga de los gurkhas hasta que parece talmente un espejo.

Atraviesan siete estados para ir desde Point Comfort, Texas, a las cataratas del Niágara, y emplean en el trayecto dos semanas.

Oyen el estruendo de las cataratas a tres kilómetros de distancia.

Al final de un pequeño camino del que se ha apoderado la maleza, los árboles clarean y se encuentran en un mirador desde el que lo pueden ver todo. Es como si la Tierra se hubiera dado la vuelta, lo de dentro para fuera, y allí se encontraran ante su ancha garganta. Hay tanta agua que uno no puede ni hacerse una idea. En la roca se hunde una barandilla de metal, y Moses Todd la agarra firmemente con sus dos manos fuertes y duras. Una leve capa de humedad le cubre la piel de la cara y los brazos.

Ya estuvo allí una vez, pero eso fue en una vida diferente, cuando las maravillas eran raras y estaban anunciadas, como parques de atracciones o excursiones del colegio.

Ahora las maravillas están por todas partes, para deleite de aquellos supervivientes que puedan ser cazadores de milagros.

Sólo cierta chica habría podido apreciar la belleza que él contempla ahora, una belleza tan profunda como la de su propia alma deslumbrada.