PROLOGO

¿Por qué un cisne?

G. Bateson, Metalogos

Muchos años, casi dos décadas, durmió la edición de este segundo tomo de La Estructura de la Magia, la presentación formal del «metamodelo» al mundo de la psicoterapia profesional. El proyecto era ambicioso y claramente definido: proponer un modelo que pudiera explicar el fenómeno psicoterapéutico de distintos enfoques exitosos —en realidad, de cualquier enfoque o modelo. De tal modo, dijeron los autores en una oportunidad, no se trataba de una nueva modalidad terapéutica, sino de una sistematización de la comunicación terapéutica eficaz, aplicable a cualquier modelo particular. La historia que vino es bastante conocida: el «metamodelo» se transformó en la Programación Neurolingüística, el respeto implícito a todas las formas de hacer terapia y a todas las ideologías sobre ella dio paso a la explícita devaluación de todo otro modo de practicarla que no fuese la P. N. L. En fin, es precisamente esa historia la que hace importante presentar esta publicación, largamente esperada.

En efecto, reencontrarnos con la racionalidad que dio origen a la P. N. L., la metódica búsqueda de la estructura subyacente al fenómeno terapéutico, nos permite reflexionar sobre nuestro quehacer, su status y su enseñanza. La demencial idea de que es posible diseñar un manual de instrucciones que aplicadas por cualquier «usuario» resulte en una psicoterapia exitosa, no es más que un desliz del pensamiento científico-tecnológico, una derivación vulgar, no estética, de un modo de pensar las cosas del mundo, típico de occidente y que nos ha permitido tratar con ellas tan exitosamente. En verdad, el intento por formular una explicación de la relación terapéutica, y de toda interacción humana, es una bella aventura para quienes se interesan profundamente por el fenómeno humano, y si tal intento surge desde la ciencia, entonces la explicación debe ajustarse a su legalidad. Pero una cosa es la experiencia y otra su explicación; la explicación no reemplaza el fenómeno, nos advierte H. Maturana. Una cosa es lo que sucedía entre un paciente y Fritz Perls o Erickson, y otra es el metamodelo. Sin duda este desarrollo de Bandler y Grinder nos dan una luz interesante desde la cual observar un fenómeno; igual cosa nos da, por ejemplo, el modelo explicativo de J. Haley. Lo que el modelo no dice, no puede decir, es la actitud que Perls, Erickson o la Satir tenían cuando practicaban su arte: atentos, profundamente interesados en el paciente: amándolo, sin duda, como amaban su quehacer, inmersos en el fluir del presente de la relación. Tal actitud no la entregan las instrucciones «paso a paso»; así como un arte se aprende en la convivencia con un maestro, un modo de ser (estar) en el mundo se aprende viviéndolo («lo que natura non da…»). En efecto, esa actitud atenta al presente, curiosa, juguetona —la del Poeta, la del Místico, la del Científico— es el resultado de una particular historia humana, de una configuración inédita de conversaciones, lecturas y atardeceres. Quien hace de su vida un arte, generará belleza a cada paso; cortará el césped, hará terapia y descansará con excelencia. Quien no atienda a su existir mientras camina al consultorio, tal vez no sepa como hacerlo una vez dentro de él. A ser terapeuta se aprende en la calle, así como un pintor no aprende a serlo en la escuela de Bellas Artes.

Dada la actitud «correcta», cualquier técnica puede ser adecuada; estas, en especial. Mal que mal, nadie jamás se ha podido poner de acuerdo en si la Psicoterapia es arte, técnica o sacramento. Invitamos, entonces, a todos los que trabajan en la tarea de asistir a otras personas en su proceso de crecimiento a que lean críticamente el libro, en que concluye la presentación de las bases formales de lo que después se llamaría Programación Neuro-Lingüística: la racionalidad detrás de tantos diálogos y chasquidos. Y lo invitamos a que genere sus propias tácticas y meta-tácticas; su propia y personal P. N. L.

Carlos González M.

Agosto de 1994, La Herradura, Coquimbo