Una y otra vez hemos notado que la distribución de los sistemas representacionales y categorías Satir en los sistemas familiares es igual que en las polaridades. Específicamente, en la Parte II de este volumen señalamos que la clasificación más frecuente y efectiva de incongruencia-en-polaridad era una clasificación en dos polaridades: una, visual/categoría Satir 2, y la otra, kinestésica/categoría Satir 1. Paralelamente, en el contexto de trabajo con parejas y familias, la distribución más frecuente de sistemas representacionales y categorías Satir es que uno de los padres sea visual/categoría Satir 2 y el otro, kinestésico/categoría Satir 1. Por el momento, nos vamos a restringir al sistema familiar mínimo: la pareja. Este patrón particular de distribución de sistemas representacionales y categorías Satir nos parece lógico. Específicamente, consideremos la Meta-táctica de representación de polaridades usada para el trabajo de incongruencia. Un terapeuta quiere suscitar la polaridad más débil para ayudar al cliente a expresarla plenamente como un paso en su camino hacia la integración. Designaremos las dos polaridades con los símbolos P1 y P2. Supongamos ahora que la polaridad simbolizada por P1 es la más fuerte de las dos. Para suscitar la polaridad más débil, P2, el terapeuta no representa la más débil sino P1, la más fuerte —aquella que el cliente está actualmente mostrando. Cuando el terapeuta representa P1 con más fuerza que el cliente, el resultado es que el cliente salta a la otra, representando P2. De hecho, como lo mencionamos en esa sección, si el terapeuta no cumple con el principio de polaridad y trata de convencer al cliente o lo aconseja de tal manera que el cliente percibe que el terapeuta está representando la polaridad más débil, el cliente se verá obligado a representar la polaridad opuesta, y, en general, jamás asumirá la responsabilidad por la otra polaridad, no la expresará plenamente y será, por lo tanto, incapaz de integrarla.
Consideremos ahora el principio de polaridad en el contexto del apareamiento y de la formación de relaciones de pareja estables. Tomemos algún varón hipotético; llamémoslo Samuel. Samuel presenta una de las incongruencias más comunes, tiene dos modelos del mundo que están en conflicto en algunas áreas de su comportamiento, pero no tanto como para inmovilizarlo —uno de los modelos es kinestésico y apaciguador (Satir 1), lo llamaremos S1, y el otro es visual e inculpador (Satir 2), lo llamaremos S2. La polaridad más altamente desarrollada de Samuel es S1. Un día, Samuel se encuentra (kinestésico) con una mujer llamada Luisa. Ella también presenta la división de polaridades más frecuente— una polaridad, la más fuerte, es visual e inculpadora, la llamaremos L1, mientras su otra polaridad es kinestésica y apaciguadora, la llamaremos L2. Cuando estas dos buenas personas entran en contacto, tenemos la siguiente situación:
Específicamente, cuando estas dos personas toman contacto, perciben la polaridad más dominante del otro como sigue:
Por medio del principio de polaridad, podemos predecir el resultado de este encuentro —es decir, cada uno es percibido por el otro representando la polaridad más débil de su pareja:
L1 = S2
y
L2 = S1
Traduciendo esta representación visual en palabras, observamos que, debido a que cada uno está representando la polaridad más débil del otro, nos encontramos frente a una situación en la que el terapeuta no cumple con el principio de polaridad, representando en forma inadvertida la polaridad más débil del cliente. Entonces, el cliente se queda estancado en la polaridad dominante, no expresa plenamente su polaridad débil y, por lo tanto, no logra la integración. De hecho, el cliente llega a depender del terapeuta para que siga representando su polaridad más débil[32]. En el contexto de una relación de pareja, el resultado es un sistema altamente estable —cada miembro del sistema depende del otro para seguir representando su polaridad menos plenamente expresada. No estamos sugiriendo que el principio de polaridad sea el único principio por medio del cual los individuos se juntan formando relaciones duraderas, sino que da cuenta de gran parte de nuestra experiencia en el trabajo con parejas y familias. Sigamos con este ejemplo hipotético un poco más allá. Supongamos que Luisa y Samuel se sienten atraídos, todo lo demás permanece igual, y deciden formar una familia tradicional. Tienen un hijo, lo llamaremos Juan. A medida que Juan crece, ve y escucha a sus padres y, al igual que la mayoría de los niños, los adopta como modelo para su propio crecimiento. Sin embargo, Juan se ve enfrentado a un problema. Sus padres tienen algunos conflictos— tienen modelos para sus propias conductas que son inconsecuentes el uno con el otro: siendo uno visual e inculpador y el otro kinestésico y apaciguador. El observar y escuchar la forma en que sus padres manejan las situaciones de tensión y enfrentan las exigencias de la vida, proporcionan a Juan varias alternativas para construir su propio modelo del mundo (aunque en forma inconsciente) —desgraciadamente, inconsecuentes unas con otras. ¿Cómo resolverá Juan entonces este problema? Escasamente podemos esperar que acepte los modelos exhibidos por ambos padres y los integre— sus padres, teniendo la ventaja de la edad y la educación, no logran hacerlo. El resultado más probable es que Juan se «identifique» con más fuerza con uno de sus padres que con el otro y adopte ese modelo como su modelo dominante o polaridad más plenamente expresada. Desde luego que Juan, siendo el niño encantador que es, querrá indicar de alguna manera que también ama y respeta a su otro progenitor. Esto lo podrá demostrar adoptando el modelo del mundo del otro padre como la polaridad conflictiva menos plenamente expresada.
Ahora necesitamos construir otra familia con una hija llamada María, cuyos padres tienen el mismo juego de polaridades, del cual ella adopta lo siguiente:
y así tenemos una base apropiada para un nuevo ciclo de apareamiento de polaridades.
Hay otros resultados posibles para estas configuraciones. Por ejemplo, si la pareja original, Luisa y Samuel, presenta polaridades relativamente balanceadas —es decir, casi igualmente bien expresadas es probable que entren en lo que Satir ha llamado el juego de Yo-Yo. Cuando Luisa, por ejemplo, está expresando su polaridad L1 (visual e inculpadora), Samuel expresa su polaridad principal S1 (Kinestésica y apaciguadora). Supongamos ahora que Luisa cambia con fuerza a su polaridad secundaria L2 (kinestésica y apaciguadora), nos encontramos con la siguiente situación:
En medio del principio de polaridad, Luisa ha realizado una maniobra que en el contexto de terapia es una Meta-táctica —es decir, está presentando la polaridad de Samuel. Si ella es congruente con su cambio, según el principio de polaridad, Samuel a continuación cambiará a su polaridad secundaria, estabilizando el sistema. Entonces tenemos:
En nuestra experiencia, este patrón Yo-Yo variará de una familia a otra, de tal modo que un ciclo completo, único (en este caso, que tanto Luisa como Samuel regresen a su polaridad principal), puede tomar entre 30 segundos, hasta meses e incluso años. A este cambio de polaridad que constituye uno de los movimientos posibles en los estados tensionales de la familia, Satir lo ha llamado «ballet». Las personas atrapadas en estos movimientos, rara vez tienen conciencia de la regularidad de su conducta.
Consideremos ahora el resultado de este tipo de experiencias sobre el joven Juan —asumiendo, por supuesto, que Luisa y Samuel estabilizaron el ballet lo suficiente como para tener hijos. En este caso, la experiencia de Juan será aún más desconcertante, y las opciones que debe tomar para amar y respetar a cada uno de sus padres quedan menos claras. Una opción especialmente inadecuada para Juan sería mezclar sus polaridades siendo en todo momento máximamente incongruente.
Nótese, en especial, la polaridad menor de Juan. —J2 (kinestésico e inculpador)—, el lector reconocerá esta combinación en la descripción de Marta, la mujer que le pegaba a su hijo en forma descontrolada. Más aún, dado que Juan es consecuentemente incongruente en sus comunicaciones, los demás responderán de una manera similar, y es probable que descubra que el mundo es una experiencia muy peculiar.
Otra respuesta frecuente que se da en niños enfrentados al dilema de Juan, es decidir que uno de los canales de entrada lleva la verdadera información acerca del mundo y de las personas. Juan podría, por ejemplo, decidir que al enfrentarse a la tarea de tener que determinar cómo responder a uno de sus padres que está en la transición de una polaridad a otra y, por lo tanto, expresando ambas polaridades a la vez (digamos, analógicamente visual e inculpadora con movimientos corporales y gestos, y verbalmente kinestésico y apaciguador), aceptará y responderá sólo a aquellos mensajes que él (Juan) recibe visualmente. Así, ha comenzado el proceso de bloquear uno de sus principales canales de entrada —una de las formas que tiene para contactarse con el mundo y con otras personas—, lo cual constituye una pérdida irreparable. Bateson y sus colaboradores (1972) trabajaron como un caso especial el tipo de opción con la cual se enfrenta Juan en nuestro ejemplo —el niño que opta por la mejor alternativa en su modelo, en un momento en que debe tomar una opción para continuar sobreviviendo—, la esquizofrenia. Aparentemente, la esquizofrenia es una alternativa posible para niños y adultos jóvenes que están permanentemente confrontados a comunicaciones de máxima incongruencia —por ejemplo, la situación a la que se enfrentarían los hijos de Juan si él opta por esta última elección y encuentra una compañera con las mismas polaridades mal-formadas.
De la discusión anterior se desprende que los miembros de una familia —especialmente los padres— van a desplegar las mismas tendencias para sistemas representacionales no superpuestos y para categorías Satir no superpuestas que discutimos en detalle en la Parte II, Incongruencia. Tanto los terapeutas experimentados como los principiantes descubrirán que este es un poderoso principio organizativo para su trabajo con sistemas familiares. Así, uno de los patrones de más alto nivel que consecuentemente adoptará la información dada previamente, será la máxima separación entre sistemas representacionales y categorías Satir.
Un segundo patrón de alto nivel que hemos detectado una y otra vez es el tipo de relación que se da entre los canales de salida o modos de expresión aceptables para los miembros de la familia, y los canales de entrada o formas de obtener información que habitualmente usan. Un modo de comprender su funcionamiento, es considerando los tipos de experiencia que las familias esperan lograr entre sus miembros en el sistema familiar. En las etapas iniciales de la terapia familiar, al preguntar a sus miembros qué es lo que cada uno espera y quiere de la terapia, las respuestas son generalmente una serie de nominalizaciones; por ejemplo, reconocimiento, afecto, calidez, amor, apoyo, libertad, estímulo, etc. Cada una de estas nominalizaciones está sujeta a desafíos del Meta-modelo. Las denominalizaciones resultantes generalmente significan desajustes de los canales de entrada y salida entre los miembros de la familia insatisfechos con lo que reciben actualmente. Transcribimos una parte de una sesión inicial de terapia familiar.
Terapeuta: Bien, Jorge (un muchacho de 10 años), he escuchado a todos los miembros de la familia menos a ti —dime, ¿qué es lo que quieres?
Jorge: Quiero respeto.
Mateo: (El padre). (Con sonrisa amplia). Sí, eso lo creo.
Jorge: (Explosivamente). ¡¡VES!! Eso es exactamente lo que quiero decir —nadie me respeta en esta familia.
Terapeuta: Espera, Jorge; me parece que estás muy enojado. ¿Me puedes decir qué te acaba de ocurrir?
Jorge: Yo… Yo… ah, no importa; igual no entenderías.
Terapeuta: Tal vez no, pero pruébame —la forma en que recién respondiste, ¿tiene algo que ver con algo que hizo tu padre?
Jorge: Sí, pido respeto y EL (indicando a su padre) sólo se ríe fuerte, burlándose de mí.
Mateo: Eso no es verdad, yo no…
Terapeuta: Guarda silencio por un momento, Mateo. (Girando hacia Jorge). Jorge, dime exactamente lo que te ocurrió recién.
Jorge: Pedí respeto y mi padre comenzó a burlarse de mí, justo lo opuesto.
Terapeuta: Jorge, dime algo —¿cómo podrías saber específicamente que tu padre te está respetando?
Jorge: No se reiría de mí, me miraría cuando digo algo y lo tomaría en serio.
Terapeuta: Jorge, quiero decirte algo que he notado y algo que estoy viendo en este momento. Mira la cara de tu padre.
Jorge: Ya, ¿y qué?
Terapeuta: Bien, ¿te parece serio —te parece que te está tomando en serio ahora— que te está respetando por lo que estás diciendo y haciendo ahora?
Jorge: Sí, parece que sí.
Terapeuta: Pregúntale.
Jorge: ¿Qué?… preguntarle… ¿Papá, me respetas? ¿Me estás tomando en serio?
Mateo: Sí, hijo… (suavemente)… En este momento te estoy tomando en serio. Respeto lo que haces.
Jorge: (Llorando suavemente). Te creo, papá.
Terapeuta: Tengo en este momento la sospecha que Mateo tiene algo más que decir, Jorge; ¿podrías tomarlo en serio (indicando a Mateo) y escucharlo?
Jorge: Por supuesto…
Mateo: Sí… Creo que tengo algo más que decir. Hace un momento, la primera vez que dijiste que querías respeto, sonreí y dije: «Sí, eso lo creo», pero creo que tú sólo viste la sonrisa y no escuchaste lo que dije (llorando suavemente), y luego, cuando te enojaste tanto, de pronto recordé que nunca creí que mi padre me respetara, y estoy agradecido (hacia el terapeuta) que me hayas ayudado a arreglar este asunto con Jorge.
Terapeuta: Efectivamente —un mensaje que no expresa la intención que uno tiene no es un mensaje. Mateo, ¿hay alguna otra manera en que le puedas demostrar a Jorge que te preocupas por él, aparte de decirle que lo respetas?
Mateo: Eh… aparte de decirlo… No lo sé…
Terapeuta: Tengo otra sospecha —tal vez haya una regla en esta familia, una regla que tú, Mateo, aprendiste en la familia de tu padre, que los hombres en la familia no se tocan unos a otros para demostrar su afecto y amor. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Mateo:… Guau… Creo… realmente me conecté con eso…
Terapeuta: Bueno, tal vez es el momento para que intentes conectarte de una nueva forma con tu hijo.
Mateo: (Moviéndose lenta y torpemente al principio, luego con más suavidad, se dirige con rapidez hacia Jorge y lo abraza).
En la transcripción, el terapeuta trabaja primero con Jorge, que recibe y reconoce sólo una parte de la comunicación de su padre —la sonrisa— y no se percata del resto de la frase Sí, eso lo creo. Aparentemente, en ese momento, Jorge tiene sólo su sistema de entrada visual funcionando. El terapeuta ayuda a Jorge a denominalizar la nominalización respeto, especificando cómo podría llegar a saber que su padre lo respeta. Consecuente con lo que acaba de ocurrir, Jorge especifica diciendo que necesita entrada visual (me observaría cuando yo…). El terapeuta trata de expandir las posibles formas en que Jorge podría obtener retroalimentación —y lo hace convirtiendo a Jorge en un participante activo en el proceso de comunicación, pidiéndole que solicite a su padre una respuesta verbal. Esto abre un nuevo canal de salida, como también un nuevo canal de entrada para Jorge (auditivo-verbal). Finalmente, el terapeuta aborda una de las reglas que limita las habilidades de los miembros de la familia para comunicarse. Consecuentemente, Mateo y Jorge aprenden una nueva forma de expresarse, abriendo así nuevos canales de entrada y salida a través de los cuales pueden tomar contacto.
Una forma muy útil que hemos descubierto para organizar nuestra experiencia en terapia familiar es considerando las reglas como limitaciones impuestas por los miembros del sistema familiar sobre sí mismos y sobre los demás. Si un miembro de la familia establece que necesita más atención de otro miembro específico de la familia, una denominalización de atención revelará que los canales de entrada que está usando para detectar atención no son capaces de detectar los mensajes en el canal de salida que está usando el otro miembro de la familia para tratar de comunicar esa atención. Por ejemplo, el segundo miembro familiar puede estar entregando al primero su atención escuchándolo atentamente, pero sin hacer contacto visual. El primer miembro no considera estar recibiendo atención hasta no tener pleno contacto visual con la persona a quien le está hablando. Los canales no se superponen, y los miembros de la familia sufren.
Desde esta perspectiva, muchas reglas familiares son restricciones para los canales de entrada y salida que podrían ser usados para expresar ciertas categorías de mensajes. Este es un tipo de eliminación particularmente limitante —la remoción de un canal completo como medio de expresión o de hacer contacto. En general, en la base de estas restricciones se encuentran ciertas funciones de sinestesia— por ejemplo, volviendo a Mateo y a Jorge, establecer contacto físico entre hombres es comúnmente una experiencia ver-sentir negativa. Otra función de sinestesia que se da comúnmente en muchas familias son los circuitos oír-sentir, ante la expresión auditiva a través de gritos. Muchas personas se asombran al descubrir que pueden gritar, expresando su rabia de esta manera físicamente no destructiva, sin que ninguno de los miembros de la familia se muera o se ofenda de por vida.
Durante esta primera etapa de la terapia familiar, el terapeuta deberá estar atento para identificar dos cosas:
El Meta-modelo servirá para determinar con precisión el primer paso. Simultáneamente ante los ojos y oídos del terapeuta se desenvuelve un primer ejemplo del sistema familiar en proceso, mientras la familia intenta determinar cuáles serán sus objetivos. Aquí toda la habilidad que hace de la terapia una experiencia tan exigente y gratificante, debe ser usada por el terapeuta para comprender las capacidades y recursos presentes, así como también los bloqueos que impiden obtener el estado deseado en ese sistema familiar. La refinada habilidad del terapeuta para detectar patrones de congruencia e incongruencia, para identificar sistemas representacionales, y su comprensión de la función tanto positiva como negativa de la malformación semántica Causa-Efecto (y de las funciones de sinestesia que son su base neurológica), son necesarias para una evaluación adecuada del sistema familiar y de los pasos necesarios para el cambio. Tienen especial importancia los patrones de más alto nivel del principio de polaridad como principio de apareamiento más importante, y la conversión de reglas en restricciones a los canales de entrada y salida para expresar ciertos tipos de mensajes en el sistema familiar[33].
Al entender estos patrones de interacción familiar, el terapeuta hace una comparación entre el estado actual del sistema y el estado deseado. Aquí, una clara comprensión de estas diferencias, de las reglas familiares, de las restricciones de los sistemas representacionales a partir del principio de apareamiento, y especialmente de las mal-formaciones semánticas Causa-Efecto (circuitos de sinestesia) que deben ser cambiadas para ayudar a la familia a lograr el estado deseado, permitirá al terapeuta actuar con decisión para acelerar el proceso de cambio.