MINI —¡Y QUE!

Las personas que sufren y acuden a nosotros como terapeutas, buscando nuestra ayuda, pueden estar a merced de los circuitos ver-sentir, oír-sentir u otras funciones de sinestesia. La mal-formación semántica es resultado de estas funciones de sinestesia.

Causa-Efecto = ver-oír u oír-sentir

Lectura de Mente = sentir-ver o sentir-oír

O bien, representando visualmente estos dos procesos, tenemos:

Nótese que el resultado de las funciones de sinestesia no controladas asociadas con la mal-formación semántica Causa-Efecto es que, en primer lugar, el cliente no tiene literalmente ninguna opción acerca de la forma en que siente, y en segundo lugar, pierde contacto (literalmente) con su actual experiencia kinestésica debido a que la información que está recibiendo visual y auditivamente constituye la base de sus sentimientos, y no lo que está experimentando kinestésicamente en ese momento. Por otra parte, el resultado de las funciones de sinestesia no controladas asociadas con la Lectura de Mente es que el cliente distorsiona sus canales de entrada —estableciendo una retroalimentación o alimentación positiva, como fue discutido en Magia I— de tal forma que se ve atrapado en profecías autocumplidas que dificultan mucho el cambio y lo privan de la habilidad para vivenciar libremente lo que le brinda su entorno.

Muchos de los terapeutas que hemos entrenado para reconocer este fenómeno han tenido aún más dudas que con la identificación de sistemas representacionales a través de los predicados del lenguaje natural. Ahora nos referiremos al trabajo de Paul Bach-y-Rita para demostrarles no sólo que estos circuitos de funciones de sinestesia existen, sino que también pueden ser elementos de gran utilidad como base para representaciones semánticamente mal-formadas.

El trabajo de Bach-y-Rita se encuentra en el área de la sustitución sensorial. Él y sus colaboradores han desarrollado una máquina que traduce la información visual en sensaciones kinestésicas, con el propósito de permitir a los ciegos tener algunos de los recursos de los videntes. Personas ciegas entrenadas en el uso de esta máquina (TVSS) pueden obtener información disponible a los videntes con habilidad y pericia. En su proyecto, Bach-y-Rita ha creado también otra máquina que traduce información auditiva en sensaciones kinestésicas. En su libro Brain Mechanism in Sensory Substitution (Mecanismos cerebrales en la sustitución sensorial) (1965), describe no sólo el éxito de su proyecto sino también sus fundamentos neurológicos, y plantea los descubrimientos de su propio trabajo, así como el de otros:

Sin duda, según se ha informado, las respuestas visuales aparecen primero en la corteza somestésica (kinestésica) que en la corteza visual específica (Kreindler, Crighel, Stoica y Sotirescu, 1963). En forma similar, se pueden registrar respuestas a la estimulación de la piel en varias regiones de la corteza, incluyendo la corteza somatosensorial «específica», áreas de asociación e incluso en la corteza visual (Murata, Cramer y Bach-y-Rita, 1965).

En un estudio de las células corticales visuales primarias de los gatos, Murata et al. (1965) demostraron que incluso estas células eran polisensoriales, con aproximadamente un 37 por ciento de ellas respondiendo a estímulos auditivos y un 46 por ciento a estimulación de la piel, en comparación a un 70 por ciento de estímulos visuales empleados por nosotros. La mayoría de las unidades que respondieron a estímulos visuales y auditivos también lo hicieron a estimulaciones de la piel… Estos resultados demostraron que la corteza visual (considerada la más altamente especializada de las áreas de proyección sensorial) recibe tanto información de otras modalidades sensoriales así como información visual, y esto sugiere que hay un rol integrador o asociativo de por lo menos algunas células en esta área.

Bach-y-Rita no sólo demuestra la existencia de circuitos cruzados, sino que descubre formas de utilizarlos tanto para los ciegos como para los sordos. La relevancia de estos circuitos para la psicoterapia puede no ser aún evidente para el lector, por lo que regresaremos a la discusión sobre mal-formación semántica.

Cuando un terapeuta usa técnicas de fantasía dirigida, es decir, cuando le pide a su cliente que cierre los ojos y construya imágenes en su mente de lo que él está describiendo, de hecho le está pidiendo al cliente que use una función de sinestesia, o sea, que utilice la información de las palabras (auditivo) y cree una representación visual. Cuando un cliente principalmente visual responde:

Veo lo que estás diciendo.

Está literalmente construyendo una imagen de las palabras del terapeuta. Como lo mencionamos en la Parte I, esto es algo que podemos comprobar simplemente preguntando a nuestros clientes o amigos cuando tal cosa ocurre. Estas también son funciones de sinestesia. El término función de sinestesia fue asignado a este tipo de actividad, no porque sea una actividad mala —de hecho, puede ser un recurso excelente, como lo demostró Bach-y-Rita y lo demuestra el uso de la fantasía guiada en terapia—, sino porque el término se refiere a este tipo particular de modelamiento sobre el cual muchas personas carecen tanto de la conciencia del fenómeno como de la capacidad de controlar el uso de esta forma de crear representaciones. Con frecuencia hemos escuchado a personas que se critican entre sí por no tener las mismas funciones de sinestesia. Por ejemplo, cuando fuimos a dar una conferencia a una universidad, justo antes de comenzar la clase, nos encontramos frente a una acalorada discusión en la cual una estudiante criticaba a su novio por ser una persona sin sentimientos. Lo describía como insensible por no sentirse mal al disecar un gato muerto en sus clases de biología (él no estaba viendo-sintiendo). Él, en cambio, la describía a ella igualmente insensible por no sentir compasión por sus sentimientos frente a tal acusación (ella no estaba oyendo-sintiendo). Este conflicto interpersonal se convirtió en el centro de nuestra conferencia-demostración, hasta que ambas partes llegaron a comprender que ninguno de sus mapas era la forma correcta de representar la realidad, sino que cada uno estaba de hecho formado por las diferencias que debemos aceptar y apreciar en otros seres humanos. Además, estos dos alumnos aprendieron algo nuevo acerca de las opciones que tenían disponibles en su forma de representarse el mundo. Le ayudamos a esta mujer a aprender a ver-ver así como también a ver-sentir, y así pudo tomar y aprobar el curso de biología y realizar muchas otras cosas que de otro modo habrían sido dolorosas si se hubiera permitido sólo la Opción ver-sentir. Muchos de los participantes en nuestros seminarios han llegado a apreciar las habilidades y oportunidades que les surgen cuando aprenden a usar de diversas formas todos sus canales de entrada y sistemas representacionales. Por ejemplo, muchos terapeutas sufren al escuchar los problemas y aflicciones de sus clientes. Esto no es, en sí, un riesgo, de hecho, puede ser una ventaja. Sin embargo, algunos de los terapeutas que han hecho su práctica con nosotros, han descrito la sensación de sentirse completamente abrumados frente al sufrimiento de sus clientes al extremo de no poder ayudarlos. Cuando los circuitos ver-sentir y oír-sentir se descontrolan, y cuando un cliente o un terapeuta se ve sin alternativas, los resultados pueden ser devastadores. Creemos que incluso puede llevar a lo que comúnmente se llama enfermedad psicosomática.

Planeamos para el futuro investigar qué distinciones de cada sistema sensorial (por ejemplo, para la visión, el color, la forma, la intensidad, etc.) pueden formar parte del mapa de los distintos sistemas representacionales, y cuáles serían los resultados, tanto conductual como físicamente. Creemos que ciertas combinaciones de funciones de sinestesia, usadas en forma rígida, generarán enfermedades psicosomáticas específicas. Por el momento, volveremos a su aplicación en terapia.

La importancia de comprender y trabajar con las funciones de sinestesia no puede ser sobredimensionada. Cuando los terapeutas se contactan por primera vez con esta forma de describir el comportamiento humano, con frecuencia su reacción es: «Bueno, ¿cómo me contacto? ¿Cómo la uso?». Hay varias formas de responder esta pregunta. La primera es comprender que las personas que van a terapia no son (como lo dijimos en Magia I) malas, enfermas, locas, ni perversas, sino que están tomando las mejores opciones de su modelo del mundo. Veamos el caso de Marta. Una mujer joven de alrededor de 28 años que ha sido condenada por maltrato de menores. Estuvo sometida al ridículo no sólo en las cortes y frente a sus padres y amigos, sino también, y lo más importante, frente a sí misma. Había sido «tratada por varios médicos» y «aconsejada por su director espiritual». Sin embargo, aún no lograba sentir autoestima ni confianza en sí misma. Una tarde se presentó en nuestro seminario. No había sido invitada y se sentía incómoda, pero necesitaba ayuda urgentemente. Al preguntarle por su presencia ahí, se disculpó y dijo que se iría. Ambos le preguntamos en forma casi simultánea qué quería. De inmediato comenzó a llorar y a contar su historia. Se había casado muy joven, divorciándose al poco tiempo, tenía un hijo pequeño a quien, a pesar de querer mucho, le había pegado hasta que se entregó a las autoridades perdiendo a su hijo y siendo «legítimamente castigada». Ella dijo:

Siento que estoy al final de mi cuerda. Veo que no hay manera para mí de sentirme diferente. Simplemente pierdo el control y no puedo detenerme. No veo cómo podría sentir en forma diferente. A veces, al ver a mi hijo, me sentía muy orgullosa, pero ante la menor cosa que hiciera mal, me daba tal rabia que comenzaba a retarlo y algo en la forma en que me miraba —creo— me daba más y más rabia hasta que le pegaba, y luego… no sé lo que ocurría. Perdía el control y le pegaba más y más —era como volverse loca.

Inmediatamente reconocimos algunos patrones que nos eran familiares, aun cuando no habíamos trabajado jamás con una mujer que golpeara a su hijo. El uso de los predicados era inusual.

No veo cómo podría sentir en forma diferente.

Este es uno de los ejemplos más directos de predicados ver-sentir que hemos encontrado. También hizo afirmaciones tales como:

Mi hijo se veía cálido.

El juez parecía ser un hombre frío.

No veo cómo agarrar mis problemas.

Claramente, esto ha sido duro para mí.

Todas las afirmaciones anteriores contienen predicados cruzados que presuponen un canal de entrada visual representado en forma kinestésica. Esta mujer era del tipo ver-sentir. Comenzamos a explorar su modelo del mundo, usando el Meta-modelo. Observamos y escuchamos para descubrir cómo la función de sinestesia ver-sentir de esta mujer la llevaba a golpear a su hijo, en circunstancias que en la mayoría de otros casos no era así. El proceso por medio del cual esto ocurría se reveló a medida que tuvimos una representación completa o modelo de su experiencia. Los parámetros más importantes que aparecieron (en términos de la información presentada hasta aquí en este volumen y en el Volumen I) fueron los siguientes.

El principal canal de entrada de esta mujer era el visual; de hecho, tenía gran dificultad para comunicarse, ya que no escuchaba muchas de las preguntas que le hacíamos y nos pedía que las repitiéramos varias veces. Podía comprender fácilmente las preguntas sólo si eran formuladas con predicados kinestésicos; su sistema representacional principal era el kinestésico. La mayoría del tiempo estuvo en el rol apaciguador y usó muchas nominalizaciones en su comunicación lingüística. Su principal canal de salida para la comunicación parecía ser también kinestésico; ella se comunicaba suavemente con gestos, respondiéndonos casi siempre con expresiones faciales diferentes, sonriendo o frunciendo el ceño frente a preguntas acerca de sus sentimientos con respecto a algo. Sus respuestas verbales eran dichas en tono áspero y respondía con palabras sólo cuando le exigíamos respuestas verbales. Cuando le pedimos que describiera nuevamente cómo había llegado a golpear a su hijo, describió las acciones del niño parecidas a las suyas (aunque el hijo no estaba presente para verificarlo).

De esta manera, el modo como esta joven se convirtió de pronto en una persona que maltrataba a un menor, permanecía sin respuesta. Sin embargo, teníamos información que podía ser representada de la siguiente manera:

El canal de entrada visual es representado como sensación corporal —un ver-sentir nominalizado expresado como kinestésico apaciguador. Entonces comenzamos a comprender el proceso mediante el cual esta mujer se tornó violenta. Si volvemos a la sección del juego de polaridades, recordarán que al representar una polaridad se activa aquella que no está siendo representada, la cual para esta mujer era la polaridad inculpadora expresada kinestésicamente (generalmente, la polaridad opuesta de apaciguador es inculpador). Además, inculpar kinestésicamente en su forma más exagerada es violencia. Uno de nosotros representó la polaridad que Marta estaba representando; comenzó siendo más congruente que ella, imitando su tono de voz, cosa que ella no notó. Luego copió su postura apaciguadora, pidiéndole en su propio tono que no fuera tan dura consigo misma. Ella parecía no escuchar el tono del terapeuta, pero lo miraba fijamente, primero soslayó la mirada, luego apretó los puños, subiendo y bajando los brazos, soslayando nuevamente la mirada hasta que su rabia explotó, gritando en forma incoherente y balanceando los puños mientras se acercaba al terapeuta.

Divaguemos por un momento y consideremos el resultado de esta intervención. En ciertos momentos, Marta cambió de tal forma algunos aspectos de su representación del mundo que le permitieron cometer actos de violencia. Mientras gritaba, acercándose a nosotros, notamos que su canal de entrada seguía siendo visual y su sistema representacional seguía siendo kinestésico. Además, las nominalizaciones desaparecieron de su discurso, y sus mejillas se sonrojaron por primera vez cuando comenzó a respirar profundamente. La malformación semántica Causa-Efecto estaba aún presente, pero dejó de ser apaciguadora. Más bien, estaba inculpando furiosamente, siendo su principal canal de salida el kinestésico.

El resultado de este proceso de representación fue la violencia. Veamos cómo funciona: en el caso de Marta, la información visual era en general recibida y representada como sensación corporal, que en una nominalización sería no-movimiento. (La nominalización es el proceso mediante el cual un verbo del lenguaje natural se convierte en un evento o en una cosa, es «cosificado»). La nominalización de una representación kinestésica es un movimiento congelado en una postura corporal. Así, cuando la polaridad de Marta fue representada por uno de los autores, ella vio-sintió su propia polaridad. Esto sirvió para denominalizarla de la siguiente manera: una vuelta directa de retroalimentación —ella sintió lo que estaba haciendo con su propio cuerpo mientras el terapeuta, en ese momento, le reflejaba la imagen, de modo que cuando lo vio-sintió, ella sintió también lo que estaba ocurriendo en su propio cuerpo. Además, el terapeuta representó su polaridad dominante en forma más congruente, de tal modo que ella respondió comunicando los paramensajes asociados con la polaridad menos fuertemente expresada —inculpadora. El resultado fue una denominalización kinestésica —la culpa comunicada kinestésicamente, más conocida como violencia directa. Consideremos ahora por un momento a una mujer como Marta que ve-siente en forma rígida —que reta a su hijo con voz áspera, de la cual ella en general no se percata. Él, como niño, oye-siente y responde en forma apaciguadora, cosa que ella ve-siente, al igual como lo hizo uno de los autores. Luego, ella responde denominalizando y explotando en una inculpación kinestésica; le pega a su hijo, quien se torna más apaciguador al ser atacado por un adulto. Esto sólo logra exagerar el circuito ver-sentir de Marta en una secuencia en escalada sobre la cual no tiene control.

A riesgo de parecer demasiado clínicos con relación a Marta, nos gustaría desviarnos un poco de su historia por un momento, a fin de prepararlos para comprender lo que sigue. Hay dos puntos que queremos que comprendan antes de continuar. El primero es la teoría del rompimiento de patrones. Hemos descubierto que es muy útil en nuestro trabajo ayudar a nuestros clientes a romper los patrones en escalada, especialmente patrones que expresan la rabia en forma kinestésica. Muchos psicoterapeutas reconocen el peligro de este tipo de escalada no controlada y drogan o atan a sus clientes para amortiguar el montaje del patrón violencia. Consideramos esta actitud insatisfactoria; las drogas y las amarras no rompen el patrón ver-sentir u oír-sentir de manera que permitan al cliente tener nuevas opciones para representar su mundo y para comunicarse en el futuro, las drogas y las amarras tampoco sirven para integrar estos dos valiosos aspectos del ser humano. Sólo sirven para suprimir la polaridad en la misma forma en que Marta lo había hecho toda su vida. Mientras el circuito ver-sentir continúe, en algún momento futuro ella explotará y el ciclo seguirá. Las drogas y las amarras tampoco respetan las increíbles habilidades del ser humano para aprender nuevas formas de enfrentar y representar el mundo. Pero, lo más importante, es que enfoques de esta naturaleza no utilizan la dinámica que está siendo representada en una explosión de este tipo, para convertirla en una fuente de experiencias integrativas. No pretendemos increpar enérgicamente a los terapeutas que usan estas técnicas. Creemos que todo terapeuta intenta hacer lo mejor para ayudar a otras personas con las herramientas y habilidades que tiene a su disposición. Comprendemos que la psicoterapia es un campo muy nuevo y que todos tenemos mucho que aprender acerca del amplio potencial del ser humano para aprender y crecer, para reorganizar los procesos por medio de los cuales representa y comunica sus experiencias. Tenemos mucho que aprender acerca de las diferentes habilidades de las personas para cambiar, si cuentan con los recursos apropiados. Estamos seguros que algunos psicoterapeutas que han reconocido este dilema han representado la polaridad de la psicoterapia tradicional, permitiendo a sus clientes explotar hasta quedar exhaustos, creyendo que los sentimientos que están siendo expresados a través de la rabia pueden ser eliminados en forma permanente. Desgraciadamente, según nuestra experiencia, esta técnica no rompe los circuitos oír-sentir y ver-sentir, ni tampoco este tipo de actividad sirve para integrar o re-educar a los clientes en nuevas formas de representación y comunicación de su experiencia. Aun cuando puede ser de mayor valor para el cliente que las drogas, cuyos efectos se desconocen, el patrón básico permanece intacto. ¿Qué otras posibilidades tienen los terapeutas en estas situaciones?

Sugerimos que prueben otras alternativas —interrumpir la explosión de rabia de manera tal que permita al cliente usar toda esa fuerza vital dinámica que está descargando para integrar los para-mensajes que están siendo expresados, o usar esta energía para romper el circuito oír-sentir/ver-sentir de tal manera que le ofrezca nuevas opciones duraderas que le permitan organizar su experiencia en forma diferente. Esto, obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo, aunque no es tan difícil como parece al principio. Veamos el problema a través de los siguientes pasos:

Primero, el caso en discusión es el de una persona que ve-siente; su explosión ocurrió a partir de la representación de polaridades por parte del terapeuta. Si un terapeuta quiere interrumpir este patrón en escalada, puede hacer varias cosas. Puede representar la polaridad opuesta. Esto exigirá al terapeuta toda la congruencia de la que sea capaz para ser más inculpador que el cliente. El terapeuta puede también pedirle al cliente que cierre los ojos, eliminando así el circuito ver-sentir. El problema es que el cliente puede crear imágenes visuales en su cabeza que luego se traducen en representación kinestésica. Esto puede resolverse si el terapeuta pide constantemente al cliente que respire. Puede pedir al cliente, de alguna manera congruente, que cambie de sistema representacional, traspasando todo lo que siente a una representación pictórica. En la siguiente representación visual, vemos lo que ocurrió a medida que el terapeuta representó la polaridad.

Si revisamos las dos representaciones anteriores, notaremos no sólo que estas dos alternativas y mapas del mundo son más bien insatisfactorios para representar la experiencia de Marta, sino que además son polaridades mal clasificadas según el criterio de la Parte II de este libro. Para que Marta pueda comenzar el proceso de integración, debe tener más opciones para representar su experiencia. Hasta este momento, sólo tiene la posibilidad de representar su experiencia del mundo con sentimientos. Aquí, el objetivo terapéutico número uno es crear una experiencia que le permita a Marta utilizar otro de sus sistemas representacionales. El segundo objetivo es permitir que este sistema representacional alimente un canal de salida que ella pueda usar en forma segura para denominalizarse.

Cuando Marta se acercó gritando y amenazando con los puños, ambos autores, en forma simultánea, firme y congruente, interrumpieron la explosión cuando llegaba al máximo frenesí, exigiendo de manera inculpadora que se detuviera y cerrara los ojos, dejando que todo lo que estaba sintiendo se convirtiera en una imagen en el ojo de su mente. Hizo una pausa, perpleja; la exigencia fue expresada con más fuerza y más congruentemente. Sus ojos se cerraron con un gesto de desaprobación.

Terapeuta: ¿Qué ves ahora?

Marta: (Gritando). Nada (su voz empezando a apagarse). Al diablo con esto…

Terapeuta: ¡Mira con más fuerza hasta que veas!

Marta: No puedo. No puedo (lloriqueando, pero con los puños aún cerrados).

Terapeuta: (El terapeuta le pidió que respirara profundamente para dejar salir la tensión de su cuerpo como una imagen. Habló con suavidad, apaciguándola, hasta que su expresión facial cambió levemente). Ahora, ¿qué ves?

Marta: Sí, no sé lo que es… es confuso…

Terapeuta: Inspira, deja que la imagen se aclare, mírala más de cerca, déjala que aparezca.

Marta: (Empezando a llorar). Mierda… ah, mierda. (Comienza a contraer los puños como volviendo a un frenesí).

Terapeuta: No, no interfieras esta vez, sólo déjala que surja y observa. Has estado lidiando por mucho tiempo y has sufrido mucho, esta vez aguántalo por un momento y aprenderás (suavemente).

Marta: (Llorando). Mi bebé, mi bebé, él… (sollozando).

Terapeuta: Dime lo que ves, describe tu imagen lo más claramente que puedas.

Marta: Se ve tan asustado y tan herido… (estallando en llanto, pero comenzando a tensar los puños).

Terapeuta: No, sólo mira y ve, y descríbelo una vez. Has acarreado esto por mucho, mucho tiempo. Sólo observa lo que ves y descríbemelo.

En ese momento comenzó a describir a su hijo asustado y herido. Lloró y lloró.

Esto es sólo el comienzo, y con frecuencia, según nuestra experiencia, los terapeutas se detienen en momentos así, desperdiciando toda esta energía. Seguimos ayudando a Marta. Ella ahora ha invertido su proceso —está recibiendo representaciones kinestésicas, haciendo representaciones visuales de ellas. El circuito ver-sentir ha sido interrumpido al menos temporalmente.

Marta había iniciado el proceso de cambio. Luego procedimos a tratar de clasificar los canales de entrada adecuados en sistemas representacionales asociados. En este momento, teníamos a Marta mirando la imagen de su bebé y pusimos su cuerpo en la posición en que ella previamente había tenido una actitud apaciguadora, pidiéndole que observara la imagen de cerca mientras movíamos su cuerpo. La imagen cambió; estaba asustada y la reconfortamos. En su descripción dijo que se veía a sí misma enojada y rabiosa, con una expresión de violencia en su cara y una mirada intensa.

Terapeuta: Mientras observas esa parte de ti misma, dile cómo te sientes al verla; asegúrate de mantener una imagen clara y observa su expresión mientras le hablas.

Esta petición presupone que el cliente expresará verbalmente su sensación kinestésica, manteniendo al mismo tiempo una representación visual.

Marta: Por favor, no me hagas…

Terapeuta: (Interrumpiendo). Dile lo que sientes al verla en el ojo de tu mente.

Marta: Siento miedo.

Terapeuta: Dile cómo, específicamente.

Marta: Tú…

Terapeuta: Dile cómo sientes miedo dentro de tu cuerpo.

Marta: Siento tensión en mi espalda y vibración en mi estómago. Tengo miedo de ti… de lo que me haces hacer.

Terapeuta: ¡Observa su cara! ¿Qué ves?… ¿Cómo se ve?

Marta: Se ve disgustada.

Terapeuta: ¿Cómo, específicamente?

Marta: Está con el ceño fruncido, y mueve la cabeza hacia atrás y hacia adelante. (Marta mueve también su cabeza).

Terapeuta: Describe lo que ves —no lo hagas. (El terapeuta impide que Marta mueva su cabeza). ¿Está todavía moviendo la cabeza?

Marta: Sí.

Terapeuta: Mientras la ves y escuchas, ¿qué dice?

Marta: No escucho nad…

Terapeuta: Escucha más de cerca. Así, ¿la oyes? ¿Qué dice mientras observas el movimiento de sus labios y boca?

Marta: Está rotando la cabeza como si quisiera escuchar, sonríe como boba.

Terapeuta: ¿Qué te dice?

Marta: (Riendo entre dientes). Dice que soy una tontona, que me deje de lloriquear y que me defienda.

Terapeuta: ¿Es divertido?

Marta: Bueno, soy yo, pero las palabras son las mismas que siempre me dijo mi madre (su risa contenida se convierte en sollozo). Juré que jamás sería como ella. Maldición, maldición (tono suave, murmurante).

Terapeuta: Ahora, Marta, obsérvala cuidadosamente y di en qué no te pareces a ella. Obsérvala cuidadosamente y escucha mientras lo haces. Di Marta.

Marta: Marta, no soy como tú. Yo… Yo soy —mmmm— amable con la gente, suave, cariñosa —no hago daño.

Terapeuta: ¿Qué te dice mientras la observas? Escucha atentamente.

Marta:… Ella, ella dice que soy muy débil, que me dejo manipular fácilmente.

Terapeuta: ¿Cómo se ve ella mientras te dice esto?

Marta: Ahora no se ve enojada; se ve como preocupada por mí.

Terapeuta: Cuéntale tu preocupación por ella, observa y escucha.

Marta: Tú eh… eh… Yo… Estoy preocupada por ti. Tú hieres a las personas explotando tan súbita y violentamente… y luego terminas quedándote sola. Hasta yo lucho por mantenerme alejada de ti.

Terapeuta: Ahora escúchala con más atención que nunca y obsérvala mientras escuchas.

Marta: (Sonriendo, con expresión de preocupación). Se ve… como valiente, no sé si me entiendes. Dice que puede… que puede soportarlo.

Terapeuta: ¿Y cómo te sientes tú acerca de ella ahora, mientras la observas?

Marta: Bueno, es la primera vez que… bueno… que me gusta.

Terapeuta: Marta, obsérvala, y mientras lo haces, pregúntale qué, específicamente, es lo que quiere.

Marta: (Interrumpiendo). ¿Qué es lo que quieres? Ella quiere que yo la deje ayudarme a valerme por mí misma… bueno… para no tener que explotar. Quiere que vea que no necesito ser tan influenciable.

Terapeuta: ¿Te gustaría eso? (Marta mueve afirmativamente la cabeza). Díselo.

Marta: Siento que te necesito, no totalmente, pero necesito ser más valiente y más fuerte. Lo necesito.

Terapeuta: Dile lo quieres para ti; mírala y dile lo que quieres para ti.

Marta: Quiero tus… bueno… cosas buenas, pero también quiero ser suave y no herir a nadie… físicamente y no perder el control total, entiendes…

Terapeuta: ¿Cuál es su respuesta? Escucha —obsérvala.

Marta: Está de acuerdo en que podríamos hacerlo. Está sonriendo y…

Terapeuta: Marta, al verla sonriendo, fuerte y valiente, sin necesitar controlarte, sabiendo que puedes tener tanto su dureza como tu propia ternura, según lo que sea apropiado, deja que tus manos se muevan lentamente hacia arriba, toma la imagen que hay frente a ti, lentamente, observando su rostro. (Los ojos de Marta están aún cerrados. Levanta las manos y alcanza el espacio que hay frente a ella). Ahora, lentamente, mirándola y sintiéndote, acércala a ti, lentamente… muy lentamente… hasta que sientas que entra y se convierte en una parte de ti misma, viendo lo que estás viendo y sintiendo lo que estás sintiendo. Eso es. (Marta baja las manos lentamente hasta tocar su pecho. Al hacerlo, respiró profundamente, relajando su cuerpo y sonriendo). ¿Qué sientes mientras esto se convierte en una parte de ti?

Marta: (Sonriendo). Es algo extraño…

Terapeuta: ¿Qué es?

Marta: Siento un cosquilleo en el pecho… me siento bien… pero…

Terapeuta: Deja que simplemente se esparza y llene todo tu cuerpo. Mientras esto ocurre, ¿qué ves?

Marta: Bobby (su hijo). Lo echo de menos…

Terapeuta: ¿Cómo te sientes?

Marta: Aún siento el cosquilleo, pero ahora en todo mi cuerpo.

Terapeuta: Ahora, Marta, abre los ojos, lentamente sintiendo tu cuerpo, viendo lo que ves mientras te sientes a ti misma… lentamente, eso es… Cuenta lo que ves.

Marta: Veo personas —se ven luminosas… Los colores son tan brillantes y te veo a ti (refiriéndose a uno de los autores).

Terapeuta: ¿Y cómo te sientes al verme a mí?

Marta: Siento el cosquilleo. Es bueno. Estoy tan relajada y sin embargo tan —bueno, tan despierta. Me siento bien.

Terapeuta: Marta, con mucha frecuencia la terapia parece buena pero no es efectiva. ¿Te podemos poner a prueba?

Marta: ¿Qué? Sí, te oí. ¿Cómo?

Terapeuta: Eso lo echa a perder; ¿confías en mí?

Marta: Sí (moviendo la cabeza en confusión, pero aún sonriendo y respirando profundamente).

Terapeuta: (El terapeuta comienza en este momento a representar la misma polaridad que produjo la violenta respuesta, apaciguando a Marta y pidiéndole que por favor [con voz áspera] no sea tan dura consigo misma).

Marta: Marta se rio a carcajadas y, forzando una sonrisa, miró al terapeuta y en broma le dijo: «Eres muy desagradable; necesitas ayuda».

Aun cuando no hemos vuelto a ver a Marta y aún hay muchas partes de ella que necesitan ayuda terapéutica, su caso es un ejemplo del potencial de cambio de los seres humanos. Nos llamó dos veces por teléfono; la primera vez, dos meses después para decirnos que estaba viva y bien, viviendo en el Midwest. Estaba feliz y esforzándose por empezar una nueva vida. El segundo llamado llegó seis meses después, de una Marta feliz que tenía nuevamente a su hijo consigo; nos agradeció las dos horas que le dedicamos y prometió comprar un ejemplar de este libro. No estamos sugiriendo que una sesión terapéutica es todo lo que una persona necesita, sino más bien que es mucho lo que puede ocurrir en poco tiempo cuando, como terapeutas, respetamos la capacidad de nuestro cliente para crecer y cambiar al darle los recursos. Lo más importante, queremos que se den cuenta de la necesidad de dar a los clientes opciones acerca de cómo representar el mundo, especialmente cuando tienen estas rígidas funciones de sinestesia.

Regresemos a Marta y veamos qué podemos aprender de esta sesión. En el último cambio que discutimos, Marta estaba representando el mundo a través del siguiente proceso:

Mientras el terapeuta acomodó el cuerpo de Marta en la postura apaciguadora que ella previamente había adoptado, la única posibilidad de cambio era el contenido de su representación visual —pasó a ser ella misma en lugar de su hijo.

Lo expresado arriba es un proceso de representación fácil para denominalizar. El terapeuta ayuda al cliente agregando movimientos, acción y proceso a la representación visual, y trabajando al mismo tiempo para construir simultáneamente un sistema representacional kinestésico, clasificando las incongruencias de Marta hasta lograr dos modelos congruentes del mundo.

Estas polaridades fueron luego integradas en el sistema visual y kinestésico simultáneamente, y los resultados fueron:

Aunque muchos aspectos de la vida de Marta todavía tienen representaciones mal-formadas, ella tiene una nueva estructura de referencia simultánea ver-viendo y sentir-sintiendo. Esto influirá enormemente en su capacidad para enfrentar situaciones cada vez que decida hacerlo con estos nuevos aprendizajes. ¿Qué más puede esperarse de unas pocas horas y de un encuentro casual?

El caso de Marta no es algo excepcional en nuestro trabajo. Hemos descubierto que las funciones de sinestesia son los procesos que hay detrás de muchas actitudes dolorosas e inadecuadas en nuestros clientes. Por ejemplo, en casos de sadismo se han identificado circuitos ver-sentir donde la entrada visual del dolor del otro era representada como placer kinestésico. Hemos tenido clientes cuya asma era resultado de representaciones de tipo ver-sentir y oír-sentir las agresiones de otras personas hacia ellos, almacenadas en sus propios cuerpos (especialmente en el cuello y garganta). Al trabajar con las funciones de sinestesia, podemos dar a nuestros clientes alternativas acerca de dónde y cuándo usar estas funciones —esto constituye en sí mismo un gran potencial para la terapia. Sin embargo, aún se puede obtener más comprendiendo estos procesos. Muchas veces en terapia, justo cuando algo comienza a ocurrir, el cliente parece perder su habilidad para escuchar, ver, o ambas a la vez. Se altera y así interrumpe su progreso, crecimiento y el desarrollo de nuevas alternativas. Muchas veces hemos comprobado que podemos revertir estas interrupciones simplemente poniendo atención a los cambios corporales del cliente. Las funciones de sinestesia están asociadas con distintas posturas corporales. Estas posturas pueden ser diferentes en cada persona con que trabajamos, pero en cada caso son muy perceptibles. En momentos de tensión, algunos clientes levantan el mentón, otros lo empujan hacia afuera, otros juntan los hombros y algunos fruncen el ceño. Estos son los cambios típicos. Todos comparten resultados semejantes —todos sirven para identificar una función de sinestesia. Hemos constatado que, para continuar con el curso normal de una sesión terapéutica, todo lo que se necesita es cambiar estas posturas por otras más relajadas y pedirles que respiren profundamente varias veces. A veces una maniobra de este tipo activa poderosas reacciones. Si un cliente está viendo-sintiendo una emoción fuerte y trata de cortarla levantando la cabeza y poniendo rígido el cuello, y nosotros movemos su cuello a la postura normal, entrará en contacto con sentimientos que han sido la fuente de grandes dificultades.

Se han realizado interesantes investigaciones en esta área. En 1971, Gerald Schuchman y Ernest J. Burgi descubrieron que la posición de la mandíbula tenía un profundo efecto en el modo de oír. Al cambiar su posición, se puede aumentar la sensibilidad para escuchar tonos puros. La sensibilidad del umbral también aumentaba en un promedio de quince decibeles. Para el psicoterapeuta, esto significa simplemente que cambiando la postura de la mandíbula del cliente, aumentará su capacidad para escuchar. Además, prestando mucha atención a la posición de la mandíbula de nuestro cliente, podremos saber cuándo está escuchando y cuándo no.

Altshuler y Comalli han dado a conocer descubrimientos en el área de la inclinación del cuerpo y la capacidad de localizar sonidos. Se han realizado muchos estudios de esta naturaleza. Además de leer estos trabajos, como terapeutas podemos aprender a percibir nuestra propia experiencia de una manera nueva. Intentémoslo con este pequeño ejercicio:

Pidan a alguien que les hable de cualquier cosa. Mientras tanto, sin tener que responder, cambien a diferentes posiciones su propia mandíbula y escuchen el efecto sobre su capacidad para oír. Todos hemos tenido la experiencia de salimos de una conversación, ¿pero alguna vez han prestado atención a los cambios corporales que usamos para lograr esto? Esta será una oportunidad para aprender no sólo acerca de ustedes mismos, sino también acerca de cómo sus clientes usan posturas que afectan su capacidad de escuchar. En seguida, intenten todo tipo de combinaciones de movimientos de la cabeza hacia la izquierda y hacia la derecha e inclinaciones del cuerpo, juntando los hombros, y cualquier otra combinación que se les ocurra. Pueden intentarlo con la postura de alguno de sus clientes que aparentemente los escucha muy atento, y comprobar si esa postura afecta la capacidad de escuchar de ustedes.

Los cambios que ustedes noten en su propia capacidad para escuchar, serán exagerados en los clientes en momentos de tensión o al discutir temas de mucha carga emocional. Será muy útil ayudarlos a mantener la respiración y una postura que les permita escuchar. En una oportunidad, Virginia Satir dijo a un cliente: «Es fácil sentirse deprimido si uno mira todo el tiempo hacia abajo». Les sugerimos que lo intenten durante una hora y experimenten la verdad de estas palabras. Hay muchas técnicas de sintonía corporal que usamos en nuestro trabajo. Estas serán detalladas con más precisión en un próximo volumen. Muchas pueden ser descubiertas mediante la exploración con uno mismo. Las personas que miran de soslayo, se quejan de tener dificultad para ver, o dicen:

No veo lo que les estás diciendo.

A las personas que tienen dificultad con la imaginería visual, se les puede ayudar con estas técnicas y poniendo atención a las pautas de movimientos oculares —como lo demuestra una rápida revisión de la reciente investigación sobre el Movimiento Ocular Rápido (MOR).

La sintonía corporal puede ser una gran ventaja en terapia, cuando se usa para ayudar a los clientes a utilizar el máximo potencial de sus sentidos al trabajar con los aspectos tensos de su modelo del mundo. Esperamos trabajar mucho más en esta área el próximo año. Por ahora, lo hemos mencionado brevemente para que aquellos de ustedes que quieran explorar esta área puedan hacerlo.