SISTEMAS REPRESENTACIONALES

Cada uno de nosotros tiene a su disposición una serie de modalidades diferentes para representar su experiencia del mundo. A continuación se dan algunos ejemplos de los sistemas representacionales que cada uno puede usar para representar sus experiencias.

Tenemos cinco sentidos reconocidos para contactarnos con el mundo: vista, oído, tacto, gusto y olfato. Además de estos sistemas sensoriales, tenemos un sistema de lenguaje que usamos para representar nuestra experiencia. Podemos almacenar nuestra experiencia directamente en el sistema representacional asociado más estrechamente con ese canal sensorial. Podemos cerrar los ojos y crear la imagen visual de un cuadrado rojo cambiando a verde y después a azul; o de una hélice plateada y negra rotando en el sentido contrario a las agujas del reloj; o la figura de alguna persona que conocemos bien. También podemos cerrar los ojos (o no) y crear una representación kinestésica (una sensación corporal, un sentimiento) poniendo las manos contra un muro y empujando con toda nuestra fuerza, sintiendo la tensión en los músculos de nuestros brazos y hombros, captando la textura del suelo bajo nuestros pies. O podemos centrarnos en la sensación de calor de las llamas del fuego, o en la leve presión de las frazadas que tapan nuestro cuerpo mientras nos hundimos suavemente en la cama. Podemos cerrar los ojos (o no) y crear una representación auditiva (sonido) —el tintineo de las gotas de lluvia, el estallido lejano de un trueno y su eco a través de los cerros previamente silenciosos, el chirrido de los neumáticos en un tranquilo camino campestre, o el sonido de la bocina de un taxi en medio de los ensordecedores ruidos de una bulliciosa ciudad. Podemos cerrar los ojos y crear una representación gustativa (gusto) del sabor agrio de un limón, dulce de la miel o salado de una papa frita. Podemos cerrar los ojos (o no) y crear una representación olfativa (olor) de la fragancia de una rosa, de la leche rancia o del acre aroma de un perfume barato.

Algunos de ustedes pueden haber notado que mientras leían las descripciones del párrafo anterior, de hecho vieron algún color o movimiento en particular; sintieron la dureza, la calidez, la aspereza; oyeron algún sonido específico; o percibieron ciertos gustos u olores. Pueden haber experimentado todas o sólo algunas de estas sensaciones. Algunas fueron para ustedes más detalladas e inmediatas que otras[2]. Tal vez con algunas de las descripciones no tuvieron ninguna experiencia. Estas diferencias en las experiencias de cada uno, son justamente lo que estamos describiendo. Aquellos que se formaron una imagen clara y precisa de alguna experiencia, tienen un sistema representacional visual rico y altamente desarrollado. Los que fueron capaces de desarrollar una fuerte sensación de peso, temperatura o textura, tienen un sistema representacional kinestésico refinado y altamente desarrollado. Y así ocurre con las diversas modalidades posibles asociadas a los cinco sentidos que poseemos para representar nuestra experiencia.

Nótese que en la descripción del último párrafo está faltando algo. Cada una de las descripciones sobre experiencias visuales, kinestésicas, auditivas, gustativas u olfatorias, no fueron representadas en esos sistemas sensoriales específicos, sino en un sistema completamente diferente —un sistema de lenguaje—, el sistema representacional digital. Describimos con palabras, frases y oraciones, las experiencias de los diferentes sistemas representacionales. Si queremos describir algo en el sistema representacional visual, por ejemplo, elegimos palabras tales como:

negro… claro… hélice… imagen

Si queremos describir algo en el sistema auditivo, seleccionamos palabras tales como:

tintineo… silencioso… chirrido… estallido

Esta frase es un ejemplo de la forma en que representamos nuestra experiencia mediante el lenguaje. Esta habilidad que tenemos para representar nuestras experiencias en palabras —es decir, en el sistema digital— identifica una de las características más útiles de los sistemas representacionales del lenguaje, su universalidad. Es decir, al usar nuestro sistema digital, somos capaces de presentar experiencias de cualquiera de los demás sistemas representacionales. Así, nos referimos a nuestro sistema de lenguaje como el sistema digital. Podemos usarlo para crear un mapa de nuestro mundo. Cuando empleamos la frase:

Él me mostró unas imágenes vividas.

Estamos creando un mapa hablado o «lingual[3]» de nuestro mapa visual de alguna experiencia. Podemos crear una representación hablada combinando diferentes sistemas representacionales. Cuando usamos la frase:

Ella se tambaleó hacia atrás, tropezando sobre un animal que chillaba retorciéndose de dolor por el humo amargo que bloqueaba la luz del sol.

Estamos usando una representación lingüística que presupone una serie de mapas de nuestra experiencia, al menos uno correspondiente a cada uno de estos cinco sistemas representacionales.

Por ejemplo:

Además de servir para crear mapas de los cinco sistemas representacionales, el lenguaje también nos permite crear un modelo o mapa de sí mismo. Por ejemplo, la oración previa es una representación lingüística de una de las características de ese mismo sistema representacional (lenguaje). Los sistemas representacionales de las lenguas son reflexivos, son sistemas Meta representacionales. Es decir, podemos crear un modelo lingüístico de la lengua[4], al mismo tiempo que la utilizamos para crear mapas de los otros cinco sistemas representacionales.

A estas alturas, habrán notado que es más fácil crear experiencias vividas en algunos de estos sistemas representacionales que en otros. Por ejemplo, podemos ser capaces de cerrar los ojos y ver claramente a un amigo cercano, pero nos puede resultar difícil sentir plenamente el aroma de una rosa. O encontramos fácil escuchar la bocina de un taxi, pero difícil imaginar mentalmente al amigo cercano. En alguna medida, cada uno de nosotros tiene, potencialmente, la habilidad para crear mapas en cada uno de los cinco sistemas representacionales. Sin embargo, tendemos a usar con mayor frecuencia uno o más de estos sistemas representacionales como mapa que otros, y a tener disponibles mayor cantidad de distinciones en él o ellos para codificar nuestra experiencia, es decir, valoramos algunos de estos sistemas más que otros[5]. Por ejemplo, aquellos de ustedes que tienen un sistema visual altamente valorado, habrán sido capaces de cerrar los ojos y «ver» vívidamente un cuadrado rojo que luego se convirtió en verde y luego en azul. Además, probablemente pudieron crear una imagen rica y clara del amigo cercano. Es probable que ustedes asuman que otras personas que lean este libro tendrán la misma experiencia. Esto no es así en todos los casos. Los sistemas representacionales altamente valorados y desarrollados en cada uno de nosotros variarán, ya sea leve o enormemente. Muchas personas pueden crear sólo imágenes vagas y otras no pueden formar imágenes en absoluto. Algunas deben tratar durante un período prolongado antes de lograr formar una imagen, y otras pueden crear una imagen vivida en forma casi instantánea. Esta amplia variación en la capacidad de crear representaciones visuales, ocurre también en todos los demás sistemas representacionales.

Por lo tanto, el mapa o modelo de cada persona diferirá tanto del mundo como de los mapas y modelos creados por otras personas. Es más, cada persona tendrá un sistema representacional altamente valorado que será distinto del sistema representacional altamente valorado de otra persona. A partir de esto —específicamente, que la persona X tiene un sistema representacional altamente valorado que difiere del de la persona Y—, podemos predecir que cada uno tendrá una vivencia totalmente diferente frente a la «misma» experiencia real.

Por ejemplo, cuando un músico escucha un trozo musical, su experiencia es más compleja —será capaz de detectar, representar y disfrutar patrones de sonidos que no logrará experimentar una persona cuyo sistema más altamente desarrollado es el visual (ya sea consciente o conductualmente). Un pintor será capaz de distinguir elementos de su vivencia de una puesta de sol, que no están al alcance de una persona cuyo sistema representacional más altamente valorado es el kinestésico. Un conocedor de vinos finos detectará diferencias sutiles en el bouquet y sabor de distintos vinos, que no serán percibidas por personas cuyo sistema representacional más altamente valorado no sea el gusto y el olfato usados en conjunto.