Mis hermanos de la canción

He tenido hermanos de la canción que eran de mi propio territorio, Aragón; otros, como Luis Pastor, Pablo Guerrero, Imanol, Paco Ibáñez y Sabina me descubrieron mundos tan dispares como hermosos.

Imanol, ese gran amigo y mejor persona, se nos fue hace ya varios años dejándonos sin sus chistes, casi de urgencia, y que tanto gustaban a Luis Alegre; también sin su Zure Tristura que se extendía a lo largo de toda su persona. Imanol era un tipo vital que acabó viviendo en Orihuela, Alicante, después de que los de ETA le amenazaran. Él amaba San Sebastián, amaba el País Vasco, pero tuvo que abandonar su tierra y esa pena la llevó siempre. Imanol sabía hacer las cosas, creía en la música y en el amor y pienso que una de las canciones más bellas que se han cantado en este país salió de su alma y de un soneto de Lope de Vega, «Ausencia».

Recuerdo que tras su muerte, aquel tema me acompañó en multitud de viajes por las carreteras de España. Él, Paco Ibáñez y yo, que en tantas ocasiones hemos cantado por la solidaridad, por los presos, por la libertad. Juntos lo hemos pasado y vivido casi todo: desde aquel hermoso recital en el Victoria Eugenia hasta aquellos otros en Canarias, en el Auditorio, o el que dimos en homenaje a Yoyes en su pueblo natal, Ordizia. Aquel día fue emocionante e Imanol demostró ante un aforo completo que la valentía está en la libertad y en saber y aceptar nuestras equivocaciones.

A casi todos estos conciertos y a todos aquellos que di desde los ochenta hasta hoy en día siempre me acompañó Carmen Peire, mi mánager, mi amiga y una gran escritora. A Carmen le suceden las cosas más extrañas y haciendo gala de esa su realidad siempre cuenta que cuando llegó a España —nació en Caracas— y se fue a hacer el DNI, le pusieron nacida en Caracas, Argentina. Carmen, con mucha educación, le explicó al policía de turno que Caracas no estaba en Argentina, que Caracas era Venezuela. El policía le dijo:

—Si mi compañero ha puesto Caracas, Argentina es que será Caracas, Argentina.

Carmen no dijo nada y se marchó con ese DNI con el que ha recorrido medio mundo. Escribo estas líneas y se me estremece el alma pensando en lo feliz que he podido llegar a ser con todas estas personas viajando, hablando, cantando y riendo.

Pablo Guerrero y Luis Pastor trajeron Extremadura a Madrid y siempre que los he necesitado allí han estado. Luis es un hombre vital, amante de la vida; Pablo es mucho más reflexivo, tímido y lleno de ternura.

Con Joaquín mi relación no ha sido tanto a nivel profesional como a nivel personal, pero nunca ha faltado si lo he llamado. Estando en Madrid de diputado algunas tardes las pasé en casa con Joaquín, quien sigue teniendo inteligencia y desparpajo para rato. Habla de sí mismo con una envidiable frivolidad y, sin embargo, es cálido y tan cercano que las horas en su compañía se reducen a escasos minutos. Joaquín es un gran tipo, uno de los mejores tipos que he conocido: brillante, irónico y lleno de compromiso.

En este recorrido no puedo olvidar a Lola Olalla, quien hizo las veces de mánager y amiga, y con la que descubrí Aragón y la canción. Luego llegaría Carmen, pero Lola estuvo muchos años a mi lado.