Oropesa del Mar

Dimos con Oropesa del Mar gracias a un amigo de Teruel que nos dijo que aquel sitio era maravilloso, salvaje y virgen. Corría el verano de 1966 cuando aterrizamos allí por primera vez con Sabina, la madre de ésta, una mujer especial, delicada y bella; mi mujer y mi hija Ana. Aquel primer verano lo sufrimos en unos apartamentos donde el calor era tan denso y húmedo, que apenas si se podía respirar.

Al año siguiente volvimos, pero esta vez ya teníamos nuestro propio apartamento en los Galeón. Hemos veraneado en Oropesa durante tantos años que mis veranos son ésos y los de Villanúa. Todos los años alternábamos el mar y la montaña. Los Galeón éramos como una familia: los Cebeira, Manolo y Fina; Pepe Rodríguez; los Fabra; Isaac; Pedro y Raquel. Allí mis hijas fueron inmensamente felices y hoy acaricio recuerdos que casi tenía olvidados: la inmensa terraza sobre el mar, la quietud del cielo; los días eternos; el cine de verano; las horchatas; el sol y mi mujer bañándose en el mar y riendo. En Oropesa la recuerdo siempre feliz. Siempre.

Con los años y la especulación nos cambiaron Oropesa: lo que era tierra virgen pasó a llenarse de los más feos rascacielos y nosotros, poco a poco, nos olvidamos de ir.