Capítulo ocho

Kayden

#17: Dejar que ocurra algo increíble sin hacerte preguntas ni dudar

Sé que no estoy actuando bien, pero soy incapaz de parar. Estoy tonteando con Callie, buscando excusas para tocarla y hacerla reír. Nunca he sido así con nadie, ni siquiera con Daisy. Con Daisy todo era fácil. Lo único que tenía que hacer era halagarla y las cosas iban sobre ruedas. Con Callie no es así. Con ella tengo que ganármelo.

—Nadie gana nunca estos juegos, sobre todo los mejores premios —dice Seth cuando atravesamos las casetas. Rodea la cintura de Callie con el brazo y se susurran algo. Me encantaría cambiarle el sitio, pero no sé cómo hacerlo.

—Está trucado, es una trampa para robarte el dinero. —Su risa es una mezcla de pirata y de villano, y Callie entierra su rostro en su pecho, moviendo los hombros mientras se ríe en voz muy alta.

—¿De verdad acaba de decir eso? —pregunta Luke mientras maniobra para pasar al lado de un hombre mayor que reparte folletos.

Asiento con la mirada puesta en las casetas.

—Creo que sí.

El cuello de Luke se vuelve a la izquierda mientras le echa el ojo a una morena alta que lleva unos vaqueros ajustados y una camiseta que le cubre la mitad del estómago.

—Tienes que demostrarle que está equivocado.

—¿Crees que puedes hacerte con eso? —Seth mira hacia una caseta en la que hay que lanzar dardos a unos globos. Señala el techo con el dedo, donde hay un montón de osos de peluche colgados con cuerdas—. Y no me refiero a esos premios estúpidos del montón. Quiero uno de esos grandes que hay ahí arriba.

Aprieto los nudillos y estiro el cuello.

—Bien. Antes de nada, cuando gane uno, no será para ti. Será para esa preciosa chica de ahí. —Señalo a Callie y enseguida me arrepiento, aunque sé que lo digo de verdad.

Callie me mira a través de sus largas pestañas, intentando disimular su rubor y Seth se aclara la garganta.

—De acuerdo, tío —dice—. Venga, demuéstranos que eres un hombre.

Me saco la cartera del bolsillo mientras Luke se dirige a las atracciones, encendiendo un cigarro.

—Sabes que es quarterback, ¿no? —le dice Callie a Seth mientras se ponen detrás de mí, lo que me hace sonreír por no sé qué estúpida razón—. Entrena todos los días.

—¿Y qué? —protesta Seth—. Sigo pensando lo mismo. Es imposible ganar en estas casetas de feria.

Callie se pone a mi lado mientras le doy el dinero al chico de la caseta a cambio de cinco dardos. Los pone en el mostrador y se vuelve al rincón para centrarse en su cena.

Cojo uno, lo levanto por encima del hombro y apunto a un globo. Callie cruza los brazos, mirándome fijamente, y bajo el dardo, pero mantengo los ojos clavados en el globo.

—¿Tratas de ponerme nervioso?

—No, ¿por qué? ¿Lo estoy haciendo? —pregunta preocupada.

—Un poco —admito, mirándola—. Puedo sentir tu mirada.

—Lo siento. Ya paro —balbucea y se da la vuelta.

Agarro la parte inferior de su camiseta blanca y mis nudillos rozan su suave piel.

—No, sigue mirándome. Así tengo más ganas de conseguirlo.

Mira mi mano y luego a mí.

—De acuerdo.

Aparto los ojos, levanto el dardo mientras ella me mira fijamente y lo lanzo a un globo rojo que hay en la fila de arriba, este explota y Callie se encoge.

—Uno menos, quedan cuatro. —Le sonrío y noto que se está poniendo nerviosa.

Cojo otro dardo y lo tiro, repitiendo la misma jugada. Cada dardo acaba con un globo y cuando termino, en la fila de arriba no hay nada, sólo pedazos desinflados de látex. El chico que hay detrás del mostrador se acerca con el ceño fruncido.

—Felicidades —dice con un tono monótono y señala con el dedo una fila de osos de peluche que cuelgan del techo—. Puedes elegir entre esos bonitos premios de ahí.

Contemplo a Callie, que está mirando los globos con una mueca en los labios.

—He dicho que si ganaba sería para ti. ¿Cuál quieres?

Callie suspira, sus hombros se encogen y contempla los peluches.

—Son demasiado grandes. Creo que a mi compañera de cuarto le va a molestar si meto uno en nuestra diminuta habitación.

—Tenemos que llevarnos el premio —dice Seth con una expresión seria en el rostro mientras pone las manos en la mesa e inclina la cabeza para mirar los peluches—. No puedes rechazar uno de los mejores premios.

Callie titubea y se enrolla las puntas de su coleta entre los dedos.

—De acuerdo. Quiero el rosa con la oreja rota.

El chico que hay tras el mostrador se rasca el cuello.

—¿Hablas en serio?

El rostro de Callie está sereno.

—Por supuesto. Nunca bromeo con los osos de peluche.

Seth y yo nos reímos y el chico nos mira y empuña una barra de metal. La lleva hasta el techo de la caseta y descuelga el oso que Callie ha elegido. Lo baja y lo coloca en el mostrador para después retroceder dando trompicones y murmurando:

—Necesito un maldito descanso para fumar.

Callie sostiene el oso, que es casi tan grande como la mitad de su cuerpo, en el aire y lo observa con disgusto.

—Sigo pensando que no debería llevármelo. —Me mira—. Deberías quedártelo tú. Te lo has ganado, después de todo.

Niego con la cabeza.

—De ninguna manera voy a llevar un oso rosa, gigante y deformado por el campus y meterlo en mi habitación.

—De acuerdo, entonces quizás deberíamos dárselo a un niño —sugiere, chasqueando los dedos en la nariz del oso y haciendo una mueca—. Seguro que a ellos les encanta tenerlo.

Miramos la multitud de gente y entonces Callie se ríe mientras mira una vitrina con gafas de sol.

—O podríamos vestirlo, ponerle un cartel que diga: «Se busca hogar» y dejarlo en algún sitio para que alguien se lo lleve.

Pongo el dedo en el ojo del peluche y se cae.

—Me gusta la idea, y con las gafas de sol no se verá que está tuerto.

—Oh, ¿podemos comprarle una tiara? —pregunta Seth, mirando alrededor emocionado—. Por favor, déjame ponerle una en la cabeza. Así podremos esconder la oreja que le falta.

—De acuerdo. Ve tú a por la tiara y yo iré a por las gafas de sol. —Lleva el oso en brazos mientras Seth se dirige a una caseta roja y blanca que está al fondo.

Jugueteo con la oreja buena del oso mientras Callie se abre paso entre la multitud, usando el peluche como escudo.

—Es triste, ¿no?

Se detiene en la vitrina de gafas de sol y pone el oso en el suelo.

—A mí me gusta. Es sólo que a mi compañera de habitación no le va a hacer gracia. —Inclina la cabeza hacia el oso—. De pequeña me lo habría quedado sin dudarlo. De hecho, los colecciono.

Levanto una ceja.

—¿Coleccionas osos de feria rotos y apestosos?

Se ríe y me encanta el hecho de que he sido yo quien la ha hecho reír esta vez, no Seth.

—No, pero colecciono animales de peluche rotos. Un gato sin bigotes, un perrito sin nariz…

—¿Qué les haces? —bromeo—. ¿Torturarlos y quitarles las extremidades?

Coloca la mano en una mesa en la que hay una vitrina llena de gafas.

—No, es que no quiero tirarlos. Me gustan, aunque estén rotos. —Echa un vistazo a la vitrina, completamente ajena a lo mucho que significan sus palabras para mí.

Lentamente, pongo la mano en la mesa y la acerco para cubrir la suya. Su pecho asciende y desciende y finge que no está pasando nada. Yo acaricio los pliegues de su mano con mi dedo y mis párpados comienzan a cerrarse.

—¿Cuál te gusta más? —Una mujer mayor con abalorios en sus muñecas y una falda larga de flores viene hacia nosotros.

Retiro la mano y la dejo caer; me apoyo sobre el hombro de Callie para mirar a través del cristal.

—¿En cuáles estabas pensando?

Callie inclina la cabeza a un lado y su pelo toca mi mejilla.

—¿Qué tal las azules y brillantes con forma de estrella?

—Me parece bien. —Apenas estoy prestando atención a lo que dice porque me estoy dedicando a oler su pelo como un puto bicho raro.

¿Qué demonios me pasa? Unos sentimientos extraños me oprimen el pecho, los mismos que hasta ahora había conseguido alejar. Me están matando, destrozándome como un cuchillo en el corazón y todo lo que quiero es olvidarme de ellos de una puta vez, aplastarlos; de la única forma que sé.

—Listos para olvidarnos de la Bruja Mala del Oeste, ¿eh? —pregunta Luke mientras damos círculos alrededor de la caseta de tickets, buscando por la hierba las gafas que se le han caído a Callie accidentalmente.

—¿Nosotros? —Estoy de pie con la espalda recta—. En primer lugar, no sabía que tú también hubieras roto con Daisy, que no es ninguna bruja; y en segundo lugar, no intento hacer nada con Callie. Sólo somos amigos.

Le da al botón del mechero con el dedo pulgar, ignorando mi comentario.

—Ya sabes, si quieres lo arreglo para que te quedes solo y hagas lo que te apetezca con ella.

—¿Me has oído? Acabo de romper con Daisy.

Luke pone los ojos en blanco.

—Y se te ve destrozado, tío.

Encuentro las gafas al lado del cubo de la basura y las cojo, arrancando hierba que se ha quedado entre las patillas.

—No estoy seguro de querer nada con Callie.

Se coloca el cigarrillo sin encender en la boca y se queda mirándolo.

—No me acuerdo de dónde he dejado el encendedor. —Se palpa los bolsillos y se vuelve en círculo, mirando el suelo.

Luke suele perder las cosas, sobre todo sus cigarrillos. La nicotina es su sedante y sin ella no es nadie.

—¿Dónde coño he…? —Se va caminando hacia atrás hasta un banco y suspira cuando coge la caja. Se la mete en el bolsillo y cierra los ojos, como si pensara que había perdido un brazo—. Bueno, venga. Un reto.

Abro y cierro las patillas de las gafas.

—No hemos hecho ninguno desde que estábamos en segundo.

—Cuando empezaste a salir con Daisy —aclara—. Tío, echo de menos esa época.

Me quedo mirando las atracciones que se mueven en varias direcciones.

—No creo que pueda engañar a Callie para que venga conmigo a la parte baja de las gradas. Me sentiría mal.

Luke tamborilea con los dedos a un lado de su pierna al ritmo de una canción que está sonando mientras su mirada recorre una atracción que es una jungla situada en una esquina. Está oscuro dentro y no hay nadie en la puerta.

—Vamos. Tengo una idea.

—¿Te importaría contármela? —pregunto—. No quiero que me pille de improviso.

—Piensa en el reto. —Camina hacia atrás por la hierba seca hasta las puertas de salida—. Estaré de vuelta en cinco minutos. Todo lo que tienes que hacer es seguirme el rollo y, como agradecimiento, déjame la moto que no dejas tocar a nadie cuando volvamos a casa por Acción de Gracias.

—Eso ni lo sueñes.

Desaparece por las puertas despidiéndose de mí con la mano. Sacudo la cabeza y vuelvo donde está Callie y su peluche, sintiéndome culpable. Pero en el fondo sé que voy a seguir el plan de Luke, porque quiero hacerlo, más que ninguna otra cosa.

Callie

Mientras Seth da los últimos retoques al oso, Luke llega con un cigarrillo apagado en los labios. Lleva una chaqueta y tiene la capucha puesta en la cabeza.

—¿Qué coño es eso? —Mira de reojo el letrero de cartón que le hemos puesto al oso en las manos. Tiene una tiara brillante en la cabeza, unas gafas de sol le cubren los ojos y lleva una cadena de abalorios en el cuello. Lee el cartel en voz alta—: «Seré estupendo a cambio de una casa llena de amor, comida, agua y mimos». —Le mueve la oreja con los dedos—. ¿Qué mierda es esto?

Me río, mordiendo la parte superior del bolígrafo.

—Es para que alguien lo adopte y no tengamos que llevárnoslo a casa.

Luke mira a Kayden, que se encoge de hombros.

—Pensaba que sería divertido. Callie ha intentado colocármelo a mí.

Luke arruga la frente, se aparta el cigarrillo de la boca y lo coloca en la boca del oso.

—Así está mucho mejor.

Kayden pone los ojos en blanco y se mete las manos en los bolsillos de los vaqueros.

—¿Qué es lo próximo de la lista? Quiero decir en general, no me refiero a vuestra lista.

Miro por encima del hombro las atracciones dando vueltas, girando y brillando en la noche.

—Podríamos subirnos en más atracciones, supongo.

—Yo tengo una idea mejor.

Luke sale disparado sin decirnos cuál es su idea y los tres nos miramos antes de salir corriendo tras él. Se dirige a una jungla en la que hay cuerdas, rampas, redes y barras. Tiene tres pisos y una pequeña puerta bordea la parte inferior. Me parece que el objetivo de la atracción es llegar a la parte superior y volver a bajar.

—Creo que no está abierta —digo mientras Luke busca el cerrojo de la puerta.

Con la mano en el bolsillo, mira a su alrededor, le da un codazo a la puerta y la abre con el pie.

—Oh, mira, ya está abierta. —Se mete en el interior y nos hace un gesto para que lo sigamos—. Vamos. Sólo es un parque de juegos gigante. Además, estamos de celebración.

—¿Qué estamos celebrando? —preguntamos Seth y yo al unísono.

Sonríe y le echa una mirada a Kayden.

—El final de la Bruja Mala del Oeste. —Empieza a tararear una canción de El mago de Oz mientras descorre la cortina de entrada a la atracción.

Entro la primera.

—¿Quién es la Bruja Mala?

—Creo que dejaré que te lo explique él. —Luke mira a Kayden antes de meterse en la atracción.

Miro a Kayden.

—¿De qué está hablando?

Kayden se encoge de hombros y cierra la puerta.

—Luke está encantado porque Daisy y yo hemos cortado.

—Oh. —Intento no sonreír y tengo que morderme el labio inferior—. Lo siento.

—No lo sientas. —Pone su brazo por encima de mi hombro y descorre la cortina para que pase—. Tampoco es para tanto.

Parece que lo dice en serio. Salían juntos desde siempre, pero está contento de verdad.

Bajo la cabeza y entro en la atracción aguantando la respiración mientras la cortina me roza el pelo. Casi todo está negro y se oyen gritos y una música suave.

—¿Dónde estáis? —Estiro las manos tratando de palpar el vacío delante de mí, con los codos rígidos—. ¿Hola?

La luz de un mechero parpadea y la cara de Luke aparece por encima de la llama.

—Allá vamos.

Seth se acerca a mí como una sombra en la oscuridad y tamborilea los dedos entre sí.

—Oh, ¿vamos a hacer una sesión de espiritismo?

Luke mira a Seth como si estuviera loco mientras Kayden se pone a mi otro lado. Soy muy consciente de lo cerca que estamos y del olor de su colonia. Me pone nerviosa, pero me gusta el modo en que me altera.

—¿Cuál es ese plan tan ingenioso? —pregunta Kayden. Siento su aliento en mi nuca—. ¿Vamos a destrozar esto?

—Vamos a… —A Luke se le cae el mechero y la oscuridad nos envuelve—. ¡Ah, mierda! Me he quemado.

Pasan unos segundos y Seth nos ilumina con la pantalla de su móvil, que arroja una luz azul sobre nuestras caras. Luke asiente mientras coge el mechero, se lo mete en el bolsillo de la sudadera y coge su teléfono para usarlo de linterna. Se mete la mano en el otro bolsillo y saca una botella llena de un líquido dorado.

—¿Tequila? ¿De dónde has sacado eso? —Los dedos de Kayden rozan la parte inferior de mi espalda y ahogo un grito de asombro que me escuece en la garganta.

—La he comprado en una de esas casetas. —Desenrosca el tapón y huele el interior de la botella con cara pensativa—. Bien, ¿quién está listo para que empiece la fiesta?

Seth nos mira a los tres.

—¿Qué tipo de fiesta? Porque, sinceramente, yo intentaba ligar cuando estábamos en la caseta de los tickets, pero me distraje con el oso.

—¿De verdad? —le pregunto emocionada y asiente.

Quiero abrazarlo, pero lo dejaré para más tarde, cuando pueda darme detalles. Seth no ha salido con nadie desde lo de Braiden y espero de verdad que eso cambie.

Luke toma un trago de la botella y los hombros le tiemblan cuando traga.

—Quiero proponer un juego.

—No hay juegos esta noche. —Kayden hace una mueca, pero hay un tono divertido en su voz—. Tenemos entrenamiento mañana temprano y los juegos siempre acaban mal.

Mi cabeza se mueve bruscamente hacia él.

—¿Mal?

—Dios, Dios —dice Seth con un suspiro dramático—, por favor explicadnos en qué nos hemos metido.

—Es una larga historia. —Kayden hace un ademán con la mano y mira a Luke—. No vamos a hacerlo.

—Sólo estás enfadado porque la última vez perdiste —dice Luke en un tono burlón—. Además, apuesto a que Callie se apunta. Parece una chica dura, aunque no sea gran cosa. Quiero decir que es una delgaducha.

—Eh —protesto mientras Luke toma otro sorbo—. No estoy tan delgada.

Kayden me aprieta en el costado y me estremezco.

—En realidad, sí lo estás, pero me gusta.

Me cruzo de brazos y respiro lentamente, sin saber qué decir.

—Relájate, Callie —dice Kayden, con aire arrepentido—. Si quieres, jugamos, pero luego no digas que no te lo advertí.

Nunca he sido una persona muy curiosa. Sólo hacía lo que debía y me encerraba en mí misma, al menos desde mi decimosegundo cumpleaños, pero ahora la curiosidad me está consumiendo.

—Estoy intrigada —digo, y Kayden parece complacido, contiene una sonrisa con las comisuras de los labios curvadas, a pesar de que hasta hace menos de un minuto quería convencerme de que no lo hiciera.

Luke toma otro trago de tequila, se limpia los labios con el brazo y le pasa la botella a Kayden.

—Normalmente hacemos una carrera de obstáculos, corriendo, saltando y todo eso. —Señala con la mano a la red que hay encima de nosotros—. Pero aquí tenemos obstáculos de sobra.

—¿Y? ¿Sólo corréis? —pregunto mientras Kayden le pasa la botella a Seth, moviendo el brazo alrededor de mi espalda—. ¿Y qué se lleva el que gana?

Seth inclina la cabeza hacia atrás y da un largo trago.

—Joder, está bueno.

—La satisfacción de ganar. —Kayden intercambia una mirada con Luke.

Este mira hacia arriba.

—Yo digo que el primero que llegue a la cima y descienda es el ganador.

—Yo digo que en esta ocasión los otros tienen que hacerle un favor al ganador. —Kayden me rodea y me lleva a un lado por los hombros—. Como, por ejemplo, dejar al otro su camioneta cuando quiera.

—Está bien —replica Luke—. Pero si gano yo, podré montar en esa moto que no ha salido nunca de tu garaje en Acción de Gracias.

—Es de mi hermano —dice Kayden aumentando el tono de voz.

—Tú la cogiste una vez —protesta Luke.

—Y me metí en un follón por ello. —Su respiración es irregular y la tensión se palpa en el ambiente.

Deja escapar una exhalación mientras Luke toma otro sorbo de la bebida con ojos retadores. He oído hablar de un ambiente cargado de testosterona, pero nunca lo había visto en acción hasta ahora.

—Bien, tenemos un trato. —Kayden agarra la botella de la mano de Luke y echa la cabeza hacia atrás, llenándose la boca de tequila—. Pero no te voy a dejar ganar.

—Ya lo veremos. —Luke recupera la botella y se la lleva a los labios, tomando otro sorbo.

—¿Sabéis qué? —Seth se dirige a la salida, mirando su teléfono—. Creo que voy a ir a buscar a la persona de la que os he hablado.

—De ninguna manera. —Kayden da un paso en su dirección—. Te vas a quedar aquí y a declarar el vencedor.

Seth lo aparta con la mano.

—No, Callie puede hacerlo.

Kayden niega con la cabeza.

—Callie entra en el juego, ¿recuerdas?

Me estremezco, preguntándome en qué me he metido.

—Tal vez debería quedarme aquí.

Kayden desciende su rostro al nivel del mío y los mechones de su pelo castaño me cosquillean la frente.

—Pensaba que ibas a demostrarnos algo.

Miro las redes y cuerdas con duda.

—¿Y cómo voy a hacerlo? No creo que tenga posibilidades.

Se coloca el puño contra su pecho con un brillo malvado en sus ojos color esmeralda.

—Con tus asombrosas habilidades de kickboxing.

Luke suelta una carcajada y derrama tequila en el suelo.

—¿Qué?

Kayden baja el puño y se muerde los labios con una mirada que me abruma.

—¿Qué dices? ¿Podrás?

Asiento, aun sabiendo que será difícil.

—De acuerdo, así que ¿el objetivo es llegar la primera a la cima?

Kayden se frota la mandíbula.

—Exacto.

Los sigo hasta el último escalón y se alinean con las manos a los lados y los pies listos para correr. Me siento bajita y pequeña entre ellos dos.

Seth se encuentra cerca de las cortinas, comprobando el reloj en la pantalla del móvil.

—¿Queréis que os dé la salida?

Kayden asiente, sin apartar la vista del túnel que hay delante de nosotros.

—Sí, cuando quieras. Estamos listos.

Seth echa una mirada al reloj de nuevo y suspira.

—En sus marcas, preparados, listos, ¡ya!

Me echo a un lado mientras Luke empuja a Kayden y corre por el túnel. Kayden se recupera y esquiva las escaleras, corriendo hacia abajo y desapareciendo en la oscuridad. Miro a Seth que me anima para seguir avanzando.

Camino rápidamente, bajando la cabeza y escuchando el sonido de sus pasos, que ya están por encima de mí. Agachándome más, salgo del túnel y llego a una escalera de madera. Subo por ella. Me siento un poco intranquila porque está muy oscuro, pero cuando me aproximo al siguiente piso, el brillo de las atracciones se cuela dentro.

Oigo el sonido de la voz de Kayden cuando grita algo y me dirijo a un puente. A los lados hay redes y la barandilla es una cuerda. Las tablas me conducen al otro lado y el suelo se balancea debajo de mis pies mientras lo cruzo. La tranquilidad ha desaparecido y mi adrenalina se dispara.

—¿Por qué me habré metido en este lío? —murmuro. Entonces respondo mi propia pregunta—. Porque Kayden te estaba mirando con esos ojos tan sexys. —Sigo adelante con las manos aferradas a la red para asegurar el balanceo.

—Callie —susurra Kayden de repente—. ¿Qué haces?

Miro por encima del hombro pero no le veo; me agarro a la cuerda para no perder el equilibrio.

—¿Dónde estás?

—Aquí. —Su voz suena cercana.

Entrecierro los ojos en la oscuridad y salto hacia atrás. Está justo al otro lado de la red, mirándome. Seguro que me ha oído.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Mi voz suena alta.

Deja escapar una risa que envía un escalofrío por mi cuerpo que se retuerce en mi estómago y me envuelve en calor. La sensación hace que pierda el equilibrio y que se me enciendan las mejillas.

—Piensas que tengo unos ojos sexys. —Sus dedos se agarran a la red mientras me mira a través de la oscuridad desde el otro lado.

—¿Lo has oído? —Lo sabía. Bajo la cabeza para ocultar mi bochorno.

—Callie. —Su voz es profunda y ronca—. Nunca me han hablado así.

Levanto el rostro y me encuentro con su intensa mirada.

—Lo siento. Pensaba que estaba sola.

Echo el peso al otro lado y la inestabilidad del suelo me empuja adelante. Alcanzo la pared, entrelazo los dedos en la red y mis nudillos rozan los suyos. Nuestras caras están a escasos centímetros. Puedo sentir su respiración y el calor de su cuerpo. Si me inclinase hacia adelante, nuestros labios se tocarían.

—Espera ahí —dice en apenas un suspiro y aparta los dedos de la red.

Veo su silueta moverse por la oscuridad mientras camina por un lado y da la vuelta a la esquina para llegar al final. El suelo cede bajo sus pies y se agarra a la barandilla, dirigiéndose directamente hacia mí.

No tengo ni idea de qué piensa hacer cuando llegue hasta mí, pero por la intensidad en el aire y el modo en que camina, con determinación, creo que será algo que nunca he experimentado.

Me doy la vuelta para mirarle y paso los dedos por la red, con la espalda apoyada en la pared y los brazos a la altura de mi cabeza. Está lo suficientemente oscuro como para distinguir sólo la silueta de su rostro; cada vez que las luces se mueven en el exterior, sus ojos brillan.

Estamos respirando violentamente cuando se detiene frente a mí.

—Tengo que confesarte algo. —Pasa una mano por un lado de mi cara y se agarra a la red—. Esto ha sido un montaje.

Me paso la lengua por los labios, nerviosa.

—¿Qué?

—Lo del juego. Ha sido un truco, lo hice para traerte aquí arriba. —Su otra mano agarra la red y mi cabeza queda entre sus dos brazos. Mi corazón baila en el interior de mi pecho mientras él suspira—. Lo siento mucho.

Se inclina, cierra los ojos y por un segundo pienso en salir corriendo. Mantengo los ojos abiertos hasta el último segundo y respiro cuando sus labios tocan los míos. Mis rodillas ceden cuando su lengua entra en mi boca, y me agarro fuerte a la red para no caerme.

Sin hacerme preguntas ni dudar, desenredo los dedos de la red y deslizo las manos por su pecho para envolver su cuello con mis brazos. Su aliento caliente despide una mezcla de pasión y tequila y sus pectorales se aplastan contra mi pecho. Un gemido escapa de mis labios mientras sus abrasadoras manos se mueven hacia abajo por mi espalda. Mete la lengua más intensamente en mi boca y me agarra las caderas, acercándome aún más mientras el suelo oscila bajo nuestros pies.

Es mi primer beso de verdad porque éste no me lo han arrebatado. Pensaba que estaría más asustada, pero los nervios hacen que mi cuerpo vuele con la sensación de su lengua dentro de mi boca.

Sus manos se deslizan desde mis caderas hasta el perímetro del culo. Me estremezco y siento pánico, pero entonces intensifica el beso aún más, moviendo la lengua más rápidamente y con una determinación mayor. Sus dedos se enredan en mi pelo, echándome la cabeza hacia atrás para poder acceder mejor a mi boca y me pierdo en el momento. Baja sus manos por debajo de mis muslos y agarran con fuerza mis piernas mientras me levanta y me presiona contra la pared. Mis piernas se enredan en su cintura y cruzo los tobillos alrededor de su espalda, pegándome a él.

Mi labio inferior tiembla cuando siento su erección entre mis piernas. Es impresionante. Y me asusta mucho.

Kayden

Tiene menos experiencia de la que pensaba. Sus manos están temblorosas mientras enreda los dedos en mi pelo y su labio inferior también tiembla cuando lo masajeo con mi lengua. He fracasado por completo: no he sido capaz de dejarla en paz, pero tomé la decisión cuando Luke sugirió el estúpido juego que solíamos poner en práctica para engañar a las chicas e irnos a la parte de debajo de las gradas para darnos el lote.

En el momento en el que mis labios tocan los suyos, me doy cuenta de que el día en el que vino a la caseta de la piscina a salvarme temblando, pero con voz segura, algo cambió en mi interior. No tengo ni idea de qué es, pero sé que la deseo como nunca he deseado a nadie. No de este modo. Es lo mismo que pedir a gritos que necesito a alguien y eso no es lo que estoy buscando en mi maldita vida.

Siento su cuerpo, chupo su lengua y Callie deja escapar el gemido más sexy que he escuchado nunca mientras recorre mi cuello con sus dedos y se agarra a mi camiseta. Separo mi boca de la suya, pero sólo para dejar suaves besos en la comisura de su boca, bajo a su mandíbula, por el arco de su cuello. Mi sexo está pegado a ella y percibo el calor del suyo, que se irradia a través de sus vaqueros. Me siento como nunca.

—Oh, Dios mío… —Deja escapar una súplica mezclada con un gemido cuando mi mano se desliza hasta su pecho y lo agarra. Su pequeño cuerpo tiembla en mis brazos y juro que voy a perderme en ese momento. Nunca antes me he sentido así con nadie. Está en contra de todas mis reglas de supervivencia.

—Callie. —La voz de Seth nos llega de algún sitio—. Vámonos.

No estoy listo para dejarla ir todavía y permitir que el mundo me ponga en mi sitio. Agarro su cintura, deseando poder quedarnos aquí arriba, en la tranquilidad. Inclino la cabeza hacia abajo y respiro fuertemente contra su cuello, mientras su pecho sube y baja al lado de mi cara al tratar de recuperar el aliento.

—Kayden. —Su voz es suave, cauta, como si sintiese que algo va mal—. Creo que tenemos que volver.

Asiento, respiro por la nariz y levanto la cabeza por encima de su pecho. Bajo sus piernas al suelo y caminamos por el puente sin hablarnos. Cuando llegamos al final y apartamos la cortina, Seth y Luke nos están esperando con una pareja de chicos con camisetas raídas y pantalones rotos.

—No podéis subir ahí —dice el más alto escupiendo en el suelo.

—Ya nos íbamos —susurro empujándoles y dirigiéndome al aparcamiento a grandes zancadas; quiero dejarlo todo atrás.

Cuando llego a la camioneta, la noche me golpea en el pecho: el coqueteo, los juegos, el modo en que se sintió cuando la toqué y cómo reaccionó. Lo siento todo y necesito expulsarlo de mi interior.