Callie
#27: Ayudar a alguien sin que te lo pida
Hay varias razones por las que me siento idiota por ir a ver a Luke y una de ellas es porque apenas lo conozco. No tengo ni idea de cómo me he metido en esta situación. De verdad que no. Estaba paseando por la parte de atrás del campus porque me gusta; es un lugar tranquilo.
Estaba comiendo una bolsa de M&M’s mientras paseaba cuando me topé con Luke. Estaba sentado en el suelo, en la tierra, con la cabeza gacha y las piernas flexionadas delante de él.
—Dios mío. —Di un salto asustada, poniéndome la mano en el pecho—. ¿Qué haces aquí?
Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta blanca y tenía el pelo húmedo. Levantó la cabeza y noté que su cara estaba pálida como la nieve.
—Callie, ¿qué haces?
Hice una bola con el envoltorio de los caramelos.
—Suelo pasear por aquí cuando termino la clase de inglés. He quedado con Seth para ir al gimnasio.
Asintió con la cabeza; el sudor le empapaba la frente.
—Ah.
Me di la vuelta para irme, pero luego decidí que no podía dejarlo solo con ese aspecto tan terrible.
—¿Estás bien?
Se rascó el brazo.
—Sí, estaba haciendo deporte y empecé a sentirme mal, así que vine aquí para respirar aire fresco.
Me acuclillé delante de él, guardando la distancia necesaria para sentirme cómoda.
—¿Estás enfermo? Tienes un aspecto…
—De mierda —acabó por mí mientras se levantaba y suspiraba.
Mi mirada se dirigió a su pierna, hinchada, manchada y roja.
—¿Qué te ha pasado en la pierna?
Soltó una pequeña exhalación mientras se inclinaba contra el ladrillo de la pared.
—Puede que me haya olvidado de tomar la insulina estos últimos días.
—¿Eres diabético?
Se puso el dedo en los labios y negó con la cabeza.
—Mierda, no se lo digas a nadie. No me gusta mostrar mis puntos débiles. Es una de mis rarezas.
—¿Por qué no te has tomado las dosis?
—Lo dejé y ya no volví a retomarlo. Es otra de mis rarezas… A veces soy incapaz de clavarme una aguja en el cuerpo.
No le presioné; sólo le miré la pierna, inflamada de la rodilla para abajo.
—¿Necesitas que te lleve al médico? ¿O que vaya a buscar a Kayden?
Negó con la cabeza, dio un paso hacia adelante y luego se tambaleó hacia atrás, golpeando la pared con el codo.
—No se lo digas a Kayden. Cuando digo que nadie lo sabe, es que nadie lo sabe.
Me ajusté el asa de la mochila sobre el hombro.
—Creo que tienes que ir al médico.
—Ya sé que tengo que ir al médico. —Echando el peso sobre su pierna, cojeó hasta mí.
—¿Tú no tienes cosas que no quieres que la gente sepa?
Asentí cautelosamente.
—Sí.
—Vale, mejor para mí, porque ésta es una de esas cosas —dijo—. ¿Puedes guardar el secreto?
Asentí de nuevo.
—Siempre y cuando me dejes acompañarte al médico.
Cerró los ojos, respiró por la nariz y su pecho se expandió por debajo de la camiseta mientras volvía a abrirlos.
—De acuerdo. Trato hecho. Deja que vaya a cambiarme de ropa, a pedir cita y nos vemos aquí en unos veinte minutos.
—Quizás deberías ir a urgencias —sugerí—. Tienes una pinta horrible.
—Ir a urgencias cuesta mucho dinero —replicó, cojeando hasta la puerta de metal—. Dinero que no tengo.
—De acuerdo, nos vemos aquí —le dije y se metió dentro, cerrando la puerta detrás de él.
Mientras me dirigía al dormitorio, me preguntaba cómo me había metido en semejante situación. Había pasado los últimos seis años evitando a los chicos, pero parecía que últimamente eso había cambiado y no iba a dejar tirado a Luke.
Cuando me encontré con él veinte minutos después, me dijo que no podía ir al médico hasta dos horas más tarde, así que nos intercambiamos los números de teléfono y le prometí que volvería del gimnasio a tiempo para llevarlo.
Dos horas más tarde, estamos sentados en la consulta. Luke mueve la rodilla arriba y abajo y yo leo la revista People mientras me termino un palo de regaliz. Me he cambiado la ropa de entrenamiento por unos vaqueros y una camiseta. Estoy sorprendida por lo bien que llevo el encuentro con Kayden en el gimnasio. Estar sentada encima de él ha sido extraño, pero a mi cuerpo le ha gustado. Mucho. Seth se estuvo burlando de mí durante todo el camino a casa, y todavía estoy esperando el bajón, pero no llega. Me siento maravillosamente bien.
La piel de Luke parece amarilla bajo las luces de la sala de espera. Vuelvo la página e inclino la cabeza a un lado, fingiendo que leo la revista.
—¿No odias las consultas de los médicos? —me dice Luke abruptamente.
Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos marrones, que están muy abiertos mirando al hombre que hay a nuestro lado, que no para de toser.
—Supongo que sí.
Se rasca la frente con inquietud hasta que le salen manchas rojas en la piel.
—Es asquerosamente antihigiénico.
Cierro la revista y la coloco encima de la mesa.
—A lo mejor, si no piensas tanto en ello, puedes relajarte un poco.
Se detiene y deja de dar golpes con el pie.
—Es que odio las agujas.
No tiene sentido, ya que probablemente haya tenido que pincharse durante un tiempo. El miedo en sus ojos me hace preguntarme si tiene más fobias, además de a las agujas.
—Vale, piensa en otra cosa. —Cojo la revista Sports Illustrated de la mesa que hay delante de mí—. Lee esto. Te ayudará a pensar en otra cosa.
Frunce el ceño, coge la revista y mira a la chica de la portada.
—¿Sabes? No me acuerdo de que fueras así en el instituto. Eras muy callada y todo el mundo… —Se detiene, pero sé lo que va a decir: que todo el mundo se reía de mí, me acosaba, se burlaba de mí y me torturaba—. Lo siento. No debería haber sacado el tema.
—No te preocupes, no pasa nada —le aseguro, pero los recuerdos explotan en mi cerebro como trozos de cristal.
—¿Sabes? Me recuerdas a mi hermana Amy —dice—. No sé si te acuerdas de ella. Era unos cuantos años mayor que nosotros.
Niego con la cabeza.
—No me acuerdo. Lo siento.
Abre la revista y vuelve la página.
—Se parecía mucho a ti. Callada, agradable, pero triste.
Me doy cuenta de que ha dicho «era». Aprieto los labios mientras los cristales se multiplican en mi cabeza y se rompen en más pedazos todavía.
—¿Me disculpas un segundo?
Me levanto de la silla y me escapo por el pasillo hasta el baño. Encorvo los hombros a causa del dolor de estómago. Por suerte, el baño está vacío; si no fuera así, lo habría hecho en el pasillo y todo el mundo descubriría mi secreto. Es la única cosa que me hace sentir mejor en los momentos más oscuros. Lo único que me pertenece y nadie puede quitarme.
—Debería llevarte ahí, como agradecimiento —dice Luke mientras conducimos junto a una feria ambulante. El sol desciende por detrás de las montañas y el cielo está gris salpicado de rosa y naranja. Las luces de neón y la música se adueñan del lugar.
—No he ido a ninguna desde que tenía once años —admito—. Nunca me he subido a las atracciones, especialmente a las más altas.
—¿Nunca has ido a la feria? ¿Ni siquiera en nuestra ciudad? —pregunta, parándose en un stop.
Niego con la cabeza.
—Dejé de ir cuando tenía doce años.
Me mira, esperando una explicación, pero ¿qué le iba a decir? ¿Que mi infancia terminó a los doce cuando me robaron la inocencia? ¿Que después de eso los algodones de azúcar, los globos, los juegos y las atracciones me hacían desear algo que ya nunca tendría?
—Entonces te llevo —dice mientras la luz cambia y un brillo verde se refleja en su cara. Suelta el embrague y el coche avanza.
—No tienes que hacerlo —le digo—. Me alegro de haberte ayudado, sobre todo ahora que no parece que vayas a morirte.
—¿Tan mal aspecto tenía?
—Horrible.
Luke sacude la cabeza con una pequeña sonrisa en la cara.
—Sigo pensando que deberíamos ir un rato. Es mejor que volver al campus y encerrarnos en la habitación. Apenas he salido desde que empezaron las clases. —Se detiene y gira el volante hacia la derecha, dirigiéndose al aparcamiento de tierra que hay junto a las carpas blancas y las luces de neón de las atracciones—. Puedes llamar a Seth e invitarlo. —Reflexiona un momento y apaga el motor—. Yo llamaré a Kayden y le preguntaré si quiere venir.
Me muerdo las uñas para calmarme y no ponerme nerviosa como una tonta.
—Vale.
Me saco el móvil del bolsillo de los vaqueros mientras Luke saca el suyo de la guantera. Mientras llamo a Seth, él habla con Kayden. Luke no le da muchos detalles de por qué estamos juntos y me pregunto si Kayden seguirá enfadado.
—Seth viene. —Me levanto un poco para volver a meterme el móvil en el bolsillo—. Y me ha dicho que va a llamar a Kayden para ver si quiere que lo traiga… si es que quiere venir.
Luke le repite a Kayden lo que le he dicho y cuelga el teléfono. Se frota la parte superior del brazo, donde le han puesto la dosis de insulina.
—Kayden dice que también viene. —Abre la puerta y sale del coche. Se inclina después al interior para recuperar las llaves—. Le he dicho que nos vemos en el Zipper.
Salgo del coche y empujo la puerta con la cadera. Me fijo en las atracciones.
—¿El Zipper? Parece interesante.
Se ríe. Caminamos a través del aparcamiento hasta la puerta de entrada.
—Sí, a ver si sigues diciendo lo mismo cuando lo veas.
Estamos haciendo cola en la atracción, que tiene un centro largo de metal con jaulas unidas a él. Cada jaula gira y cuando llega al centro hace un movimiento circular y un doble giro. Las luces parpadean y la música suena tan fuerte que apenas oigo los gritos que provienen del interior de las jaulas. Las veo girar y girar y me preparo mentalmente mientras Luke consulta el móvil.
—¿Vas a subirte? —El aliento de Kayden me acaricia el cuello repentinamente y su voz me llega al tímpano.
Vuelvo la cabeza y sus labios casi tocan los míos. La cercanía lo confunde tanto como a mí y damos un paso atrás al mismo tiempo.
Lleva unos vaqueros anchos, botas y una camiseta de manga larga. Su pelo negro parece un poco húmedo, como si se hubiera duchado antes de venir.
«Está guapísimo», me digo. Es la primera vez que soy capaz de admitir algo así de un chico desde hace mucho tiempo.
—Pareces asustada —grita por encima de la música y se acerca más—. ¿Estás pensando de verdad en subirte ahí?
—Tal vez. —Inclino el cuello hacia atrás, levantando la cabeza para mirar hacia arriba—. Aunque es muy alta.
Luces rosas y amarillas bailan en su cara mientras observa la atracción y después me mira a los ojos.
—¿Y si compartimos una jaula?
—No creo que sea muy buena idea —digo—. De hecho, creo que es malísima.
—¿Qué significa eso? —La comisura de sus labios se curva y su mirada se oscurece—. ¿No confías en mí?
—Sí, confío en ti —digo—. Pero no quiero acabar vomitándote encima.
—Estarás bien —me asegura, empujando su hombro contra el mío y luego me guiña un ojo. Parece diferente esta noche: se comporta de un modo más despreocupado y me da la sensación de que está tonteando conmigo—. Te prometo que no dejaré que te pase nada. Y además, puedes agarrarme de la mano todo el rato.
¿Dónde estaba él en mi decimosegundo cumpleaños? Probablemente jugando al escondite con los demás niños.
—De acuerdo, me subiré contigo —digo, dudando—. Pero luego no digas que no te lo advertí.
—Advertencia oída y rechazada. —Entrelaza sus dedos con los míos mientras me empuja hacia adelante en la fila, que se está moviendo.
—Paso de éste —dice Luke en voz alta mientras se va en dirección a un banco con la atención puesta en el móvil—. Tengo cosas que hacer.
—¿Dónde está Seth? —pregunto mirando a las casetas, los juegos y los puestos con comida. Procuro no fijarme demasiado en que Kayden me ha cogido de la mano.
Pero es difícil fingir que no me importa; solamente puedo pensar en eso.
—Ha ido a ver a alguien. —Kayden se mueve hacia adelante y yo muevo mis pies al mismo tiempo—. Me ha dicho que te diga que vendrá en un rato y que te relajes y te diviertas.
Frunzo la nariz mirando lo que nos espera.
—¿Y esto se califica como diversión?
—¡Claro! —Tira de mí hasta el chico que hace funcionar la atracción, que lleva un polo azul, unos vaqueros gastados y un sombrero de camionero—. Lo vas a pasar genial.
Le enseño al chico el ticket y Kayden pone su brazo delante del mío para enseñarle el suyo. Cuando echa el brazo para atrás, su mano roza involuntariamente mi pecho y parpadeo ante la sensación que me provoca.
El vigilante abre la puerta y subimos por la rampa. Kayden me suelta la mano para que pueda entrar en la jaula. Una vez dentro, cuando ya tengo los pies en el suelo, entra él. Sin darnos tiempo a que nos preparemos, el chico cierra la puerta y bloquea la jaula. Hay unas barras acolchadas en el interior que están contra mis hombros y me aseguran al asiento. No hay mucho espacio, la pierna de Kayden está pegada a la mía y un calor ardiente sube a través de mi ropa.
Kayden se inclina hacia adelante, me mira a los ojos y sonríe.
—Es cómodo.
Asiento con la cabeza y la pego a la parte trasera del asiento.
—Muy cómodo. Si las bisagras se sueltan, la jaula saldrá disparada como una pelota, caerá al suelo y nos aplastará.
—Deja de pensar esas cosas —dice con un tono despreocupado, echa los hombros hacia adelante y mueve la jaula.
—No hagas eso —suplico, con los dedos agarrados fuertemente a la barra—. Por favor. ¿No podemos estar quietos?
Sacude la cabeza y la atracción avanza y se detiene, y la jaula que hay delante de nosotros se alinea con la rampa.
—Entonces no sería divertido.
—Sería divertido porque así no te vomitaré encima las chuches que me he comido —digo inocentemente.
Kayden para de mover la jaula.
—Vamos, Callie. No me divierto si no nos balanceamos. De hecho, cuanto más nos movemos, mejor me siento. —Su voz se convierte en un suspiro. Podemos agitar la jaula suave y lentamente o hacerlo muy, muy rápido.
Sus palabras hacen que me ruborice, pero por suerte está oscuro y no lo ve.
—¿Y qué pasa si me asusto? ¿O si me dan arcadas?
—Te lo voy a decir. —Mueve la mano por la barra y llega hasta mi rodilla, haciendo que el ardor suba como un reptil entre mis piernas—. Si de verdad crees que vas a vomitar o pierdes los estribos, grita: «¡Kayden es el chico más sexy del mundo!», y te garantizo que se te pasará.
La jaula se mueve hacia atrás y me aferró a la barra mientras empezamos a ascender.
—¿De verdad quieres que grite eso?
—Por supuesto. —Se detiene cuando la jaula llega al punto más alto y la atracción se para, balanceándose con la brisa—. ¿Me das permiso para que me mueva y te regale el mejor paseo de tu vida?
¿Por qué creo que está hablándome de algo sexual?
—Sí, venga, muévete. Procura que sea suave y duro a la vez —digo sin pensar y luego me muerdo el labio inferior, arrepentida por mi mente sucia. Sinceramente, no sabía que existiera ese lado de mi personalidad.
—Guau. —Suelta un suspiro con los ojos muy abiertos y sacude la cabeza—. Vale. ¿Estás lista?
Me agarro a la barra con más fuerza y empujo el suelo con los zapatos.
—Sí… creo que sí.
Lanza su cuerpo hacia adelante cuando la atracción arranca. Nuestra jaula empieza a girar gradualmente al principio, pero cuanto más peso pone Kayden en el movimiento, más rápido va. Las luces del exterior parpadean y el volumen de la música asciende. Oigo el rugido de las otras atracciones, veo a la gente riendo, gritando. El viento me golpea en las mejillas y el aire huele a sudor y a algodón de azúcar.
Cuanto más rápido vamos, más pierdo de vista lo que hay arriba y lo que hay abajo mientras giramos y giramos. Las bisagras chirrían y oigo la risa de Kayden mientras dejo escapar un chillido. Sorprendentemente, no pierdo los estribos, ni Kayden consigue que vomite las chucherías. Me lo estoy pasando bien, aunque noto el impacto de los movimientos súbitos en mi cara, y el cráneo y el cerebro repiquetean.
Cuando la atracción se detiene, estamos en lo más alto y la brisa se cuela por los orificios de la puerta.
Kayden abre los ojos y veo que me mira, entre confuso y preocupado.
—Pensaba que te habías desmayado por lo callada que estabas.
—Sólo estaba disfrutando de la atracción —digo sin aliento—. Ha sido muy divertido.
—Me alegro de que disfrutes —dice, reclinándose hacia atrás.
Vuelvo la cara para esconder la sonrisa de mi rostro porque Kayden se lo está pasando bien y es verdad, yo también. De repente me acuerdo de algo. Él tiene novia. Una novia muy guapa que no está hasta el cuello de problemas. Una a la que puede tocar y con la que puede salir, hacer cualquier cosa.
No volvemos a hablar hasta que nuestra jaula llega a la rampa. Cuando el vigilante abre la puerta, Kayden salta al exterior y yo lo sigo, tropezando. Estoy mareada; el mundo gira a mi alrededor. Mi hombro choca contra su pecho. Kayden se ríe y me agarra la muñeca para guiarme, acercándome a él. Entre la adrenalina y el tacto de su mano, siento que va a ser una buena noche.
Y llevo mucho tiempo esperando una.