Capítulo dieciséis

Kayden

#7: Hacer algo tan sólo porque es divertido

Me preocupa que me esté dando demasiado fuerte. No podía parar de pensar en ella después de que Luke y yo la lleváramos a su casa, por lo que he intentado mantener las distancias. Cuanto más lo hacía, más intensos se volvían mis sentimientos. Sólo podía pensar en estar con ella, sobre todo porque mi padre ha sido un capullo desde que he vuelto a casa. No me ha pegado, pero no ha sido fácil estar con él, ni siquiera a ratos.

Al final he decidido ir a ver a Callie porque solamente eso me haría sentir mejor. Pensaba en una visita rápida, pero las emociones me han desbordado, no he podido controlarme y las cosas han terminado de otro modo. Cuando la vi, casi muero. Todo lo que quería era desgarrar su ropa y meterme en su interior, sentirla… Sentirlo todo. Pero me da miedo lo que pueda pasar si cruzamos esa línea. Lo que signifique para ella y lo que signifique para mí. Mi cabeza está jodida. Debería alejarme, pero soy un puto débil.

Callie se pasea alrededor de la pequeña habitación en el sótano de mi casa, mirando mis trofeos y las fotos que hay en la pared. Mira la cama de la esquina, los sofás de piel y la televisión. Han reparado el trozo de pared que golpeé, como si esa noche no hubiera existido. Pero existió. Y una parte de mí está agradecida de que fuera así, porque gracias a ella Callie está en mi vida.

—¿Qué es esto? —pregunta con curiosidad—. ¿Tu apartamento de soltero?

Abro la puerta lateral que da al exterior para dejar entrar a Luke, que ha venido en la camioneta para traer un frigorífico. Por suerte, mi padre ha salido esta noche y mi madre no nos ha visto entrar.

—Podría llamarse así. En realidad es el lugar donde mis hermanos y yo nos escondíamos cuando queríamos ser invisibles. —Es muy raro hablar con ella tan abiertamente de esto.

Se sienta en la parte trasera del sofá con las piernas balanceándose en el borde.

—Me hubiera gustado tener una habitación así cuando era más joven.

—¿Qué demonios vamos a hacer esta noche? —Luke tropieza al entrar con un frigorífico azul, tiene la cara roja y tierra en el pelo—. Preferiría no hacer lo mismo que la última vez que nos quedamos aquí.

—¿Qué ocurrió? —pregunta Callie con curiosidad.

—Alguien estaba hecho una mierda y se acabó peleando con Dan Zelman. —Luke me mira y coloca la nevera en la mesa—. Fuiste un idiota al pelearte con él.

Me estremezco al recordarlo y flexionó la mano.

—Sí, me destrozó.

Callie me mira.

—¿Dan Zelman? Pero si es gigante. ¿Por qué te peleaste con él?

Me encojo de hombros y me acerco a ella al sofá.

—Estaba borracho. —Bajo la voz e inclino la cabeza para susurrarle al oído—: Y estaba enfadado porque no había tenido valor para pelearme con otra persona esa mañana.

—¿Tu padre? —susurra, vuelve la cabeza y sus labios casi tocan los míos.

Cambio el peso de lado.

—Sí, más o menos.

Luke abre el frigorífico, las botellas de cerveza caen al suelo y los cristales chocan.

—¡Mierda! No ha sido culpa mía.

Pongo los ojos en blanco con exageración y Callie suelta una risita. Salto del sofá y voy a ayudarle a recoger las botellas, agradecido porque ninguna se haya roto. Lo último que necesito es que mi padre baje y encuentre la alfombra sucia y apestando a cerveza.

Después de guardarlas, Luke se hace con una botella de Jack Daniels del congelador.

—Una ronda de chupitos.

Callie niega con la cabeza, baja la pierna del sofá y se pone en pie.

—Nada de chupitos.

Le dedico una sonrisa juguetona.

—¿Qué? ¿No te lo pasaste bien la última vez que te emborrachaste?

—No recuerdo nada —dice esbozando una sonrisa—. Aunque tú sí, así que cuéntame: ¿me lo pasé bien emborrachándome?

Sonriendo, le coloco un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Parecía que sí.

—Sería genial que me contaras lo que hice y dije.

—No, es mejor que me lo guarde para mí. Créeme, lo que no sabes no puede hacerte daño.

—Os diré una cosa. —Luke da un paso adelante, quitándole el tapón a la botella—. Podemos jugar a algo. Quien sea muy bueno, no tiene que beber.

Callie nos mira alternativamente.

—¿Qué tipo de juego?

Luke me mira de reojo y niego con la cabeza, porque sé adonde nos va a llevar esto.

—Las reglas son muy fáciles. Alguien dice algo como yo nunca me he quedado dormido en el césped de la casa del vecino de al lado porque estaba tan borracho que pensaba que era mi casa. —Me pasa la botella—. Y ahora es cuando él tiene que beber.

Tomo la botella, echo la cabeza hacia atrás y le doy un sorbo que baja por mi garganta.

—Gracias por ponerme de ejemplo.

—¿Entonces? —pregunta Callie—. Si has hecho lo que la persona ha dicho, ¿tienes que beber?

Me lamo la bebida de los labios.

—Sí, pero no tienes por qué jugar. Podemos salir a dar una vuelta. Luke piensa que todo gira en torno a la bebida.

Luke me quita la botella de la mano y me dedica una mirada dura.

—Eso no es verdad. Sólo estoy intentando vencer al aburrimiento. No hay nada que hacer por aquí ahora que todo el mundo se ha ido.

Callie se encoge de hombros.

—Me parece bien. Yo no he hecho casi nada, así que parece que el juego va a ir en mi favor.

—Bien, pero no sabes muchas cosas de nosotros —dice Luke con malicia—. Será difícil que puedas saber qué hemos hecho.

Se encoge de hombros otra vez; me pregunto si sabe algo.

Nos sentamos en el sofá, Callie a un lado y yo al otro. Luke se instala en el sillón reclinable y pone los pies encima de la mesa mientras toma un trago de la botella.

Pone la botella en la mesa.

—¿Quién quiere empezar?

—Yo —dice Callie levantando la mano.

—¿De verdad? —le pregunto—. Porque no tienes que hacerlo. No tienes por qué jugar.

Sonríe inocentemente, retorciéndose un mechón de pelo alrededor del dedo.

—No me importa, de verdad.

—Déjala —dice Luke, colocando los brazos en la parte trasera del sofá y relajándose—. Estoy muy interesado en saber qué dice.

Me muevo hacia la botella.

—De acuerdo. Veamos qué tal.

Se muerde el labio, pensativa, y mira a Luke.

—Yo nunca he discutido con mi entrenador y le he dicho que no estaba borracho en un partido cuando estaba claro que sí lo estaba.

La expresión de Luke se descompone.

—¿Cómo sabes eso?

Callie se encoge de hombros.

—Mi padre es entrenador, así que he oído algunas cosas.

Con los ojos fijos en Callie, echa la cabeza hacia atrás y bebe más de un trago de la botella.

—De acuerdo, pero te la devolveré.

—¡Esas no son las reglas! —Callie me mira buscando ayuda, con sus ojos azules muy abiertos por el pánico—. ¿No?

—Son mis reglas. —Luke se pone el dedo en la barbilla y se inclina—. Yo nunca he pisado una lata de pintura en espray y he dejado el suelo hecho un desastre jodiendo al pobre chico del mostrador que tuvo que limpiarlo.

Callie pone los ojos en blanco con una sonrisa en los labios, mostrando su lado competitivo. Me encantaría que me mirara así a mí.

Luke le pone la botella delante de la cara, burlándose, y ella la coge. Pone cara de disgusto, coloca los labios en el borde, se inclina hacia atrás y toma un pequeño sorbo.

Con asco, le devuelve la botella a Luke con la cara arrugada y los ojos cerrados.

—Dios mío, esto es peor que el vodka. —Tiembla mientras parpadea como una loca.

Riéndome, me acerco a ella en el sofá y le echo el brazo por encima de los hombros.

—Luke está jugando sucio, Callie. Como has ido primero a por él, seguramente ahora vaya a por ti.

Deja sobresalir el labio inferior, que está brillante por el Jack Daniels y hace pucheros.

—Oye, tienes algo en los labios. —Me inclino hacia adelante y los lamo.

Sus ojos se abren mucho cuando deslizo mi lengua por mis labios y retrocedo.

—Tienes razón, el Jack Daniels está asqueroso.

—Es terrible —añade con voz temblorosa.

—Vale, tengo una —digo, aclarándome la garganta—. Yo nunca he ido caminando a casa llevando sólo un vestido rosa y unas zapatillas de estar por la casa.

Callie suelta una carcajada y Luke entrecierra los ojos.

—Eres un capullo. Voy a contarle todos tus secretos más oscuros, cretino.

Me río, dando golpecitos con las botas en la mesa.

—Eso para que no vuelvas a ir a por ella.

—¿Puedo saber por qué hizo eso? —pregunta Callie mientras Luke toma un trago—. Porque tengo mucha curiosidad.

—Estaba en casa de una chica —empiezo, ignorando la mirada asesina de Luke—. Y mientras lo estaban haciendo, aparecieron sus padres. Habían dejado toda su ropa en el salón, así que tuvo que ponerse un vestido de ella y las zapatillas porque era lo único que le entraba.

—Y hacía mucho frío, joder —recuerda Luke mientras bebe de la botella otra vez—. Aunque hacerlo con Carrie Delmarco hizo que mereciera la pena.

Callie se cubre la boca e inclina la barbilla hacia abajo, posiblemente para esconder la vergüenza que le da. Es adorable y de repente descubro que estoy deseando que Luke se vaya para poder estar a solas con ella.

—Tengo una —dice Luke, sonriendo maliciosamente en mi dirección. Se le están poniendo los ojos rojos y tiene la voz un poco temblorosa—. Yo nunca le he dicho a una chica que era el cantante del grupo Chevelle para enrollarme con ella.

—Joder, te voy a matar. —Me inclino sobre la mesa para coger la botella de sus manos—. Lo sabes, ¿verdad?

Se ríe mientras tomo un sorbo y miro a Callie.

—Tenía quince años. Hacía muchas estupideces por aquel entonces.

No parece que le importe, aunque a veces me resulta difícil adivinar sus pensamientos.

—No tienes que explicarme nada.

—Vale, tengo una. —Miro a Luke y espero destrozarle con ésta—. Yo nunca he hecho un striptease encima de una mesa en una habitación llena de gente.

Sus ojos marrones se vuelven fríos mientras toma un sorbo y el alcohol desciende por su garganta.

—Yo nunca me he despertado en mitad de la noche por culpa de una pesadilla después de Halloween.

—Tenía diez años —protesto, cogiendo la botella de su mano. Tomo un largo trago y empiezo a sentir el alcohol quemándome el cuerpo—. Yo nunca me he meado en los pantalones porque estaba fuera de casa y no podía entrar.

Luke coge la botella cuando se la tiendo y derrama un poco encima de la mesa.

—Yo nunca le he enviado una notita a una chica. «¿Te gusto, Tami Bentler? ¿Crees que soy guapo?».

Callie se echa a reír, tapándose la boca con la mano mientras dobla los hombros sobre las rodillas.

—Todavía no sé qué hacer con toda esta información.

Me obligo a tragar de nuevo y me limpio los labios con la manga. Aunque estoy cabreado porque Luke me está dejando como un idiota, me gusta verla feliz.

—Oh, ¿crees que es divertido? —le pregunto y levanta la cabeza, limpiándose las lágrimas de los ojos y asintiendo—. Porque puedo seguir contigo.

Sacude la mano, todavía sonriendo.

—No sabes mucho sobre mí, Kayden, así que no me preocupa. Además, acabo de deciros que no he hecho muchas cosas.

Me inclino hacia ella, poniendo los labios al lado de su oreja, apartando su cabello.

—Yo nunca he bailado bajo la lluvia y he tenido uno de los mejores besos de mi vida. —Estoy borracho y hablo más de la cuenta, pero a mi mente alcoholizada no le importa en este momento.

Tiembla con mi aliento y se encoge de hombros.

—Pero sí lo has hecho, ¿no? O a lo mejor no. No lo sé.

—Me encanta cuando estás confundida. Es muy tierno. —Me pongo la botella en los labios e inclino la cabeza hacia atrás, tomando un sorbo y dando a entender así mi respuesta. Le ofrezco la botella—. Te toca, a no ser que no sea así.

Sus dedos tiemblan cuando agarra la botella. Veo cómo se mueve su boca cuando inclina la cabeza hacia atrás y toma un buen trago. Posiblemente no debería mirarla, pero ver sus labios me distrae y me enciende.

Tose y sus mejillas se inflan cuando pone la botella en la mesa y se limpia la boca con la manga de la camiseta.

—Dios, qué mal sabe.

Luke coge la botella de la mesa y se pone de pie.

—Tengo que ir a mear. —Abre la puerta del sótano y sale afuera, dejándola entreabierta detrás de él.

Callie me mira desconcertada.

—¿Por qué va fuera?

—Es algo que hace cuando está borracho. —Me relajo en el sofá, todavía con el brazo alrededor de ella—. Le gusta ir fuera a mear.

—¿Estará bien? —Callie pone la pierna debajo de ella—. Parece muy borracho. ¿Y si empieza a caminar por los árboles y se pierde?

—Estará bien. —Sacudo la mano; no quiero hablar de Luke.

Se queda callada un momento y la miro de reojo, deseando ardientemente tocarla, como hice antes en su habitación.

Callie gira su cuerpo hacia mí, apretando los labios para reprimir una sonrisa.

—¿Así que le enviaste una notita a Tami Bentler?

—Deja que te aclare que eso pasó en tercero. —Me relajo en el sofá, la agarro por el hombro y la guío para que se tumbe a mi lado, de modo que estamos el uno al lado del otro y con mis piernas enredadas en las suyas.

Se golpea la cabeza con el brazo del sofá cuando se está acomodando.

—¿Y qué te dijo?

—Levanta la cabeza. —Coloco mi brazo debajo antes de que se tumbe y dejo que lo utilice de almohada—. Me dijo que no.

Se pone de lado, mirándome.

—Qué triste. Yo habría dicho que sí.

—¿Sí? —le pregunto—. No era tan encantador como ahora.

Ahoga una risa y pone su cabeza sobre mi pecho.

—Estaba colada por ti en el colegio.

—¿Qué? —Pongo un dedo bajo su barbilla para subirle la cabeza y mirarla a los ojos—. ¿De verdad?

—Seguro que sabías que casi todas las chicas lo estaban, por eso me sorprende que Tami dijera que no.

—Me parece que Tami se habría puesto más contenta si la nota fuera de alguien como tú.

—¿Quieres decir que le van las chicas?

Me encojo de hombros, mirando el techo.

—Eso decían, pero quién sabe si es cierto. —Me detengo y la miro mientras se humedece los labios con la lengua—. ¿Estás borracha?

—Para nada —dice—. Sólo he tomado dos sorbitos.

Me aprieto a su lado y ella coloca el brazo en sus costillas a modo de protección.

—Sí, pero eres pequeña y pesas muy poco.

—No soy tan pequeña —protesta—. Y de verdad que apenas siento nada.

Me detengo, examino sus ojos y me muevo hacia adelante con precaución.

—Así que si te beso ahora, ¿no me estaré aprovechando de ti?

—No, pero puede que yo sí me esté aprovechando de ti. Tu aliento huele tan mal como la botella. —Arruga la nariz con una sonrisa.

—Confía en mí. Puedes aprovecharte, no me importa, aunque esté sobrio. —Presiono mis labios contra los suyos y siento cómo mi corazón se acelera en mi pecho y a ella le falta el aliento.

Se hace el silencio mientras seguimos recostados, con nuestras frentes tocándose y mezclando nuestro aliento. Pongo mi mano en su cadera, cierro los ojos. Siento la intensidad del momento como una herida abierta.

—Tengo una pregunta —susurra Callie—. ¿Cuánta gente vio a Luke caminando con ese vestido?

—Sabes que todas las Navidades hacen un concierto de villancicos en el centro, ¿no?

—Sí.

—Bueno, pues Luke se paseó por ahí.

Se ríe acercándose de nuevo a mí y acomoda su cara en mi hombro mientras sus piernas se deslizan por mi estómago.

—Siempre hay un montón de gente. Dios mío, seguro que incluso mis padres estaban allí. Siempre van.

—Lo sé… —Aspiro el aroma de su pelo: champú mezclado con el tabaco que ha fumado Luke por el camino—. Callie, yo… —Joder, ¿qué me pasa?— quiero besarte ahora mismo.

Se estremece, su pecho se aprieta contra el mío y suspira.

—¿Sí?

Le retiro el pelo de la cara y me mira a través de sus largas pestañas.

—¿Puedo?

Se queda quieta durante un segundo y después asiente con la cabeza.

—Sí, puedes.

Dejo escapar un suspiro y me inclino hacia ella, echando la cabeza a un lado, y sello mis labios con los suyos. Le mordisqueo suavemente el labio inferior y deja escapar un gemido que sacude mi cuerpo hambriento. Profundizo el beso, abro la boca y acaricio sus labios con mi lengua. Están cálidos y saben a Jack Daniels, y quiero más… Más de lo que posiblemente esté preparada para darme.

La agarro por la cintura y la coloco encima de mí, sobre mi regazo.

—No puedo controlarme contigo.

Un diminuto gemido escapa de sus labios cuando presiono mi pene erecto contra ella.

—Kayden… —empieza, pero su voz se apaga cuando le agarro el pelo con los dedos y acerco su cara a la mía. Muevo mis labios por su cuello, chupo su piel, devoro su sabor.

—Tengo que decirte algo. —En lo más profundo de mí, algo me dice que me calle, que estoy borracho y que lo que voy a decirle no está bien, pero lo digo de todos modos—. Nunca he sentido esto por nadie.

Su cuerpo se pone rígido y respira en mi cuello.

—¿Qué?

—Tú y yo… Me gusta. Nunca antes me ha gustado tanto estar con alguien.

Respira muy lentamente, se impulsa y se coloca más arriba.

—Creo que deberíamos hablar de otra cosa.

—¿Cómo qué? —Me preocupa haberla asustado, como he hecho conmigo mismo.

—Como algo que te haga feliz —sugiere—. O algo de lo que no te arrepientas por la mañana.

—Esa eres tú. Callie, tú eres la única persona que me ha hecho sentir feliz. Aquella noche me salvaste. Y no sólo eso: me cambiaste… Gracias a ti, volví a tener ganas de vivir.

Le cuento la verdad, sabiendo que a la mañana siguiente todo me va a pasar factura.