Callie
#21: Aburrirte
Hace dos días que Kayden y Luke me acompañaron en el viaje de vuelta a casa. Por suerte, era de noche, así que mi madre no salió corriendo a recibirme. Kayden y yo nos hemos mandado unos cuantos mensajes, pero no hemos quedado.
Durante el viaje a casa, tuve una experiencia extracorpórea. Estaba en la camioneta con Kayden y Luke y era surrealista, como si estuviera viendo lo que pasaba en lugar de viviéndolo. Había tenido algunos momentos parecidos, pero ninguno tan bueno como éste. Las otras experiencias eran malas y estaban llenas de imágenes que me gustaría borrar.
Quedan dos días para Acción de Gracias y mi madre y yo estamos en la cocina. Los armarios están llenos de comida; el horno, de ollas; y el fregadero, de platos sucios. Hay adornos de hojas naranjas y marrones a lo largo de las paredes, en el centro de la mesa, en el alféizar, en los marcos de las puertas… Mi madre ha sido siempre una gran decoradora en las fiestas.
—Todavía no puedo creer lo mucho que has cambiado. —Mi madre me sonríe y sacudo la cabeza, troceando una manzana en una tabla de cortar. Me toca el pelo, midiendo lo largo que está—. Y has dejado de cortarte el pelo. Estoy muy contenta. Desde que te lo cortaste, deseé que cambiaras de idea y volvieras a dejártelo largo.
—No estoy segura de si me gusta —miento, inclinando la cabeza a un lado y apartándome. Me gusta cuando Kayden lo toca (y lo hizo durante todo el viaje) pero ya está—. De hecho, creo que voy a cortármelo otra vez.
Se pone las manos en las caderas y entrecierra sus ojos de color avellana.
—Callie Lawrence, no vas a hacerlo. Estás muy guapa, cariño. Un poco delgada, pero probablemente sea porque no llevas toda esa ropa ancha.
Jugueteo con el borde de mi camiseta negra ajustada.
—Estoy igual de delgada que siempre.
Se lleva las manos a la espalda y se deshace el nudo del delantal con manzanas estampadas.
—Bueno, a ver si engordas un poco. He hecho un montón de comida.
Suelto el cuchillo y voy a por otra manzana.
—¿Por qué? Si sólo vamos a ser tú, yo y papá.
—Vamos a ir a la casa de los Owens este año. —Coge una cuchara de madera del cajón y se coloca un mechón de su largo cabello castaño detrás de la oreja—. Han invitado a mucha gente, como hicieron hace unos años.
Frunzo el ceño al acordarme de la cena de la que están hablando. Ese fue el año en el que Kayden empezó a salir en serio con Daisy y ella hizo que la cena fuera un infierno para mí.
—¿Quién va a ir?
Se encoge de hombros y empieza a tararear la canción que está sonando en la radio.
—Podríamos ir a la peluquería antes de la cena. ¿No sería divertido? ¿Para ir bien arregladas?
Estoy a punto de decirle que no, que es lo último que me gustaría hacer, pero suena el teléfono, anunciándome que tengo un mensaje.
Kayden: ¿Sabías que la señorita McGregor tiene una relación con Tom Pelonie?
Yo: Eh… ¿qué?
Kayden: ¿O que Tina Millison se va a comprar un coche nuevo en Navidad?
Yo: ¿Debería saberlo? Porque no me entero de nada.
Kayden: Creo que mi madre necesita una amiga. Me sigue por toda la casa contándome todos los cotilleos. Incluso quería que la llevara a su sesión de manicura.
Suelto una risita, pero enseguida disimulo cuando mi madre me mira con expresión de curiosidad.
Yo: Supongo que te echa de menos.
Kayden: No, está aburrida y necesita dejar el vino. Creo que mi padre ha estado mucho de viaje mientras he estado fuera y la casa vacía le ha hecho perder la salud más que nunca.
Yo: La mía quiere que vaya a la peluquería con ella.
Kayden: Sí, pero tú eres una chica.
Yo: Oh, lo había olvidado. Gracias por recordármelo.
Kayden: Yo no. De hecho, sólo pienso en eso todo el día.
Yo: ¿¿¿En que soy una chica???
Kayden: En que eres la chica a la que necesito tocar desesperadamente ahora mismo.
Cierro la boca de golpe, sin saber qué decir. Apenas nos hemos besado una vez desde que le conté mi secreto y de repente me dice esto.
—Callie, ¿qué pasa? —pregunta mi madre—. Te has sonrojado.
Levanto la vista del mensaje y la miro a sus ojos preocupados.
—Estoy bien.
Se acerca a mi teléfono.
—¿Con quién te escribes?
Le doy la espalda y me dirijo a la mesa, para que no pueda verme la cara.
Kayden: ¿Te he asustado?
Yo: No, sólo estaba pensando en algo.
Kayden: ¿En mí tocándote?
—Callie, las ollas están hirviendo —dice mi madre—. ¿Bajas el fuego?
Yo: Tengo que irme. Mi madre y una crisis en la cocina.
Kayden: Vale, te escribiré después. Prepárate una respuesta ;)
Tengo la piel caliente cuando me dirijo a la cocina y giro las tapas de las ollas. El vapor llena el aire cuando aparto una y remuevo los fideos.
—Entonces, sobre lo del pelo. —Mi madre retoma la conversación justo donde la habíamos dejado—. ¿Qué piensas?
—Me voy a mi habitación. —Evado su pregunta, limpiándome las manos en papel de cocina—. Tengo muchas cosas que hacer.
—Pero estás de vacaciones —dice—. Se supone que vamos a pasar tiempo juntas. ¿Qué vas a hacer ahí arriba además de aburrirte?
Mi madre siempre quiso que fuera diferente, que hiciera otras cosas, antes incluso de que mi vida cambiara. Cuando tenía seis años, quería que fuera bailarina y yo me imaginaba como jugadora de fútbol. Cuando tenía diez años, pensaba que sería bueno llenarme el armario de vestidos nuevos para el colegio y yo lo único que quería era agujerearme las orejas. Cuando tenía once, decidí que quería aprender a tocar la guitarra. Ella me apuntó a una academia de modelos.
—Aburrirse no está tan mal. —Pongo el cuchillo en el fregadero y me dirijo a la puerta trasera—. Volveré en un ratito.
Fuera hace frío y me dirijo al garaje. Hay un poco de escarcha en la ventana y en la barandilla. Mientras estaba en la universidad, mi madre y mi padre pusieron un montón de cajas en mi habitación con las cosas de fútbol de mi padre. Podía dormir en el sofá o quedarme en el apartamento de encima del garaje. Escogí el garaje por privacidad. Además, me gusta no estar obligada a quedarme en mi habitación, acorralada por los recuerdos que me mantienen despierta toda la noche. Aquí arriba se está tranquila… Mi mente se aleja de la tormenta.
Subo las escaleras y cierro la puerta, pongo en marcha las dos es tufas antes de coger mi diario de la mochila. Saco mi iPod y me pongo los auriculares, pasando a la «Maravillosa lista de reproducción de Seth». Seth tiene gustos muy variados en cuanto a la música se refiere y me pregunto qué va a sonar cuando pongo la primera canción. Work, de Jimmy Eat World, inunda mis oídos cuando me tumbo en el colchón y pongo los pies en el cabezal.
Abro el diario y me pongo a escribir, con la mente y el corazón acelerados.
En los últimos días me he estado preguntando cómo sería estar con Kayden. Estar de verdad, de verdad con él. Cuanto más pienso en ello, más me lo pregunto. A veces me siento mal pensándolo, pero otras veces eso me hace disfrutar. Es como si ya no fuera yo, como si hubiera cambiado y fuera una chica que piensa en las posibilidades de la vida y del amor.
El otro día estaba soñando despierta en el salón, imaginando su boca en mi pecho, como en la noche en la que me puse como loca, cuando mi madre llegó a la habitación.
—Pareces muy feliz —dijo, sentándose en el sofá a mi lado—. Hacía mucho que no te veía sonreír así.
La miré y me refiero a que la miré de verdad durante un momento. ¿Alguna vez se le ha pasado por la cabeza, aunque sea durante un segundo, que me sucedió algo terrible? ¿Es posible que se lo preguntara, pero quizá la idea fuera tan horrible que su mente no había podido procesarla?
Una mano cálida toca mi hombro sobresaltándome, tuerzo el brazo y me levanto de un salto, dejando caer el boli y el diario en la cama.
Kayden da un paso atrás, poniendo las manos en alto. Yo estoy de rodillas en la cama, respirando agitadamente. Lleva unos pantalones de camuflaje, una sudadera negra y bambas. Una gorra le cubre el pelo y su boca se mueve. Está diciendo algo.
Rápidamente me quito los auriculares de las orejas.
—¿Qué haces aquí?
—Tu madre me ha dicho que estabas aquí arriba. —Mira alrededor, la pequeña habitación sin alfombra y que sólo tiene yeso en las paredes y su mirada se detiene un momento en la cama deshecha—. ¿Es tu habitación o una habitación de invitados?
Dejo el iPod en la cama y me levanto.
—Se supone que es una habitación de invitados. Mis padres la han estado remodelando durante años, pero esto es lo máximo que han conseguido.
Sonríe al ver un pequeño agujero en la pared que hay que reparar.
—Mis padres se volverían locos si una habitación de nuestra casa estuviera así.
—Los míos se dedican a otras cosas: deporte, visitas a la ciudad, concursos de tartas, intentar convencernos a mi hermano y a mí de que no nos vayamos a una universidad muy lejana. Tienen otras cosas en las que pensar.
—Así que prefieren vivir. Me gusta. —Me mira, con sus ojos esmeralda brillando—. Tu madre parece simpática. Ya sé que la conocía de antes y eso, pero parecía muy afectuosa hoy.
Me avergüenzo por dentro.
—¿Qué te ha dicho?
Se quita la gorra y se despeina con los dedos. Le caen mechones por la frente.
—No mucho.
Le dedico una mirada dubitativa y levanto las cejas.
—¿De verdad? Me extraña. De hecho, seguro que te ha dicho muchas cosas.
Se esfuerza para no sonreír.
—Ha sido muy simpática. —Camina en círculos alrededor de mí y me doy la vuelta para mirarlo—. Ha dicho que está muy emocionada de que salgamos juntos y que está muy contenta de que seamos buenos amigos.
—Yo no le he contado nada de eso —le digo, sintiéndome avergonzada—. Da por hecho muchas cosas.
Camina por detrás de mí y empiezo a darme la vuelta de nuevo para mirarlo, pero me envuelve con sus brazos, apretando su pecho contra mi espalda.
—¿Por qué no?
Me encojo de hombros, temblando un poco al sentir su aliento en mi cuello mientras inclina la cabeza por encima de mi hombro.
—Porque no le cuento nada. No… no… —pierdo la voz cuando su boca se mueve por detrás de mi oreja y roza la punta.
—Si no somos buenos amigos, entonces, ¿qué somos, Callie? —Se mete el lóbulo de mi oreja en la boca y clava los dientes suavemente en mi piel—. Porque me gustaría mucho saberlo.
—No lo sé. —Respiro profundamente, preguntándome a qué viene todo esto.
—No podía dejar de pensar en ese mensaje y he decidido que necesitaba venir a escuchar tu respuesta —susurra con la voz ronca—. Debería haber venido antes, pero mi padre me ha obligado a hacer ejercicio. Dice que no estoy en buena forma desde que estoy fuera.
Su fornido pecho contra mi espalda indica lo mentiroso que es su padre.
—¿Estás bien? —pregunto cautelosa—. ¿Tu padre no te habrá hecho nada?
—Estoy bien. Apenas ha estado aquí. Está de viaje casi siempre, cuando no es por trabajo son eventos benéficos. Mis padres siempre han sido buenos aparentando. —Se detiene—. ¿Estás bien? En realidad no hemos hablado mucho sobre eso. Quería hablar contigo en el coche, pero Luke estaba allí.
—Estoy bien —digo—. No me gusta hablar de ello.
Duda, y noto en mi espalda el constante movimiento de su pecho respirando.
—Entonces, ¿qué quieres hacer?
Lo que estaba escribiendo en mi diario.
—No lo sé. —Un suave quejido se escapa de mi garganta cuando me mordisquea suavemente la oreja.
Su brazo se mueve alrededor de mi cintura, por mi vientre, entre mis pechos, por mi cuello. Acaricia mi mandíbula y gira mi cabeza hacia él. Al estar tan cerca, noto que tiene un rasguño en la mejilla y una barba incipiente.
—¿Estás bien? —Me aproximo y acaricio su mejilla—. ¿Qué es esto?
—Es sólo un pequeño corte. —Sus pupilas se contraen cuando sus ojos se abren mas—. Estoy bien, te lo prometo.
Con el pecho contra su brazo, mi respiración se acelera y sus ojos se centran en mis labios. Acerca su boca a la mía y mis ojos se cierran por propia voluntad cuando sus labios rozan los míos. Su boca se mueve pausadamente y su brazo sigue contra mi pecho, mientras que su otro brazo se desliza por mi estómago y con la mano agarra la tela de mi camiseta. Intento pensar en qué hacer con las manos y finalmente agarro sus brazos. Separo los labios, dejo caer la cabeza hacia atrás y su lengua cálida se interna en mi boca, robándome todo el aire de los pulmones.
De repente, se pone tenso y se aparta, mirándome a los ojos.
—¿Quieres que pare? Porque puedes decirme que vaya más lento.
Pienso en ello, pero sólo durante un segundo, y niego con la cabeza.
—No.
—¿Estás segura? —pregunta y asiento con demasiado entusiasmo.
Desliza las manos por mis costados y me da la vuelta para que lo mire. Me pongo de puntillas, envuelvo su cuello con mis brazos y me acerca más, de modo que mi cuerpo se arquea contra él. Cuando nuestros labios conectan, siento una chispa que hormiguea por todo mi cuerpo y suelto un gemido ridiculamente alto con las piernas temblándome. Empiezan a arderme las mejillas, pero él deja escapar otro gemido, sujetándome la cara con las manos mientras retrocede, llevándonos a algún lugar. Mis pies tropiezan con los suyos al retroceder y segundos después caemos sobre el colchón.
Rezo para que el momento dure, para que nada de aquel día me lo estropee.
Su cuerpo se acopla al mío mientras una de sus manos me agarra el pelo y la otra acaricia mi muslo. Deslizo mis manos por debajo de su camiseta y siento las líneas de sus músculos y sus cicatrices. Su estómago se contrae con mi caricia, pero él sigue explorando mi boca con su lengua, recorriendo mi paladar y después mordiéndome suavemente el labio. Sus dedos empiezan a desplazarse al borde de mis vaqueros y mi interior se agita. Junto los pies y aprieto las piernas, intentando hacer que desaparezca el cosquilleo entre mis piernas.
—Callie…
Gime y su mano empieza a bajar por mis pantalones mientras se echa a un lado. Estoy sorprendida por cómo mi cuerpo quiere que me toque ahí, así que continúo besándole mientras pequeños gemidos escapan de mis labios y le agarro el pelo. Sus dedos se detienen dentro de mis vaqueros, como si estuvieran probándome, y finalmente introduce uno dentro de mí.
Separa un momento su boca para mirarme a los ojos.
—¿Estás bien?
Estoy nerviosa y asustada, pero me siento muy bien.
—Estoy bien —digo y la falta de aliento en mi voz confirma lo que necesita saber.
Su dedo empieza a moverse y vuelve a posar sus labios sobre los míos, deslizando la lengua dentro de mi boca mientras su otra mano toca mi pecho por fuera de mi camiseta, haciendo que un jadeo escape de mis labios. Mis caderas empiezan a retorcerse contra él y aparta la mano de mi pecho para ponerla en mi muslo, que coloca sobre su cadera.
Dejo caer la cabeza hacia atrás sobre la almohada mientras me esfuerzo por seguir respirando. Kayden se inclina hacia atrás lentamente, con su dedo masajeando mi interior y me mira asombrado. Algo en mi interior estalla y es pura llama y jadeo, pero segundos más tarde vuelvo a la realidad.
Kayden desliza su dedo fuera de mí y me besa amablemente, su aliento está caliente contra mis labios.
—¿Sigues bien?
Asiento con la cabeza, mi respiración es irregular y mi piel está empapada en sudor.
—Me siento genial.
Sonríe con mi respuesta y probablemente me sonrojaría en circunstancias normales, pero todavía sigo en las alturas. Kayden se recuesta sobre su espalda con el brazo bajo mi cuello, los dedos acariciando mi pelo, mientras mira el techo con una expresión de desconcierto en la cara.
—He quedado con Luke. Me envió un mensaje diciéndome que necesitaba salir de su casa. Le dije que venía aquí y que después nos veríamos.
—Ah. Vale. —Estoy un poco dolida porque se vaya.
—Te prometo que no estaremos con él toda la noche. —Se levanta de la cama y me tiende la mano—. Podemos volver más tarde o ver una peli.
Le cojo la mano y me quedo mirándolo.
—¿Quieres que vaya contigo?
Me ayuda a levantarme con las cejas alzadas.
—¿Qué? ¿Pensabas que había venido aquí… sólo para esto?
Me siento estúpida.
—Puede. Me estabas escribiendo todas esas cosas como si nada. —Me encojo de hombros—. No sé en qué estaba pensando.
No me suelta la mano mientras camina hasta la puerta.
—Callie, no te estoy utilizando. Lo del mensaje era sólo una muestra de toda la tensión sexual que llevo dentro. Si no quieres que hagamos cosas, puedes decírmelo.
—Quiero hacer cosas —digo—. Aquella noche, cuando ocurrió eso, me dio un ataque de pánico porque dijiste algo que me recordó a lo que me pasó… ya sabes. No fue por nada que hicieras.
La preocupación desaparece de sus ojos y acerca mi muñeca a sus labios y la besa delicadamente.
—¿Así que estamos listos para seguir adelante?
Asiento, aunque no tengo ni idea de lo que habla. Estoy muy interesada en averiguarlo, sobre todo después de lo que acabamos de hacer. Siempre había pensado que este tipo de cosas no serían para mí, que me recordarían demasiado a lo que ocurrió, pero durante este rato solamente pensaba en Kayden. Todo lo demás se ha borrado de mi mente.